· The
Martian Chronicles
· Ray
Bradbury [EU]
· Primera
edición: 1946
· Colección
de cuentos
El cohete, instalado en la plataforma de lanzamiento,
soplaba rosadas nubes de fuego y calor de horno. El cohete se alzaba en la fría mañana de invierno, creaba verano
con cada aliento de los poderosos escapes. El cohete transformaba los climas, y
durante unos instantes fue verano en la tierra…
Como ninguna otra obra que haya leído, Crónicas Marcianas es, sin vergüenza a
ello, una oda al miedo. ¿Y cómo podría no serlo, considerando el año en que fue
escrita? Los inicios de la posguerra y los albores de la guerra fría, que se
distinguió por esa carrera de armamento nuclear e indumentaria espacial que
llegó a extremos impensados. Eso es, quizá, ese uso de la carrera espacial como
arma, lo que otorga a este libro su cariz de temor y desesperanza. En ese
sentido —aunque pudiera parecer similar a simple vista— la naturaleza de estos
cuentos es muy distinta a la de novelas de aventuras de Julio Verne, o el
sci-fi temprano de Wells. El ansia detrás de ellos no es sólo existencial o
novelístico, sino tangible: el miedo al choque de dos mundos, a que la guerra
nunca se detenga.
Pero no basta con eso para construir una
obra de este impacto. Los cuentos no son sólo un grito crudo dado desde el
temor, sino que están tejidos con un hilo de misterio y color palpable, pero
nunca obvio. El pasaje con que abría la reseña pertenece al primer cuento, por
lo tanto le atañe la tarea de construir una atmósfera; y tendríamos que ser
muy ciegos para no notar la fuerte influencia de un ambiente marciano: con ese
aire rojo, y esa niebla extraña. Asimismo, la aseveración de que el cohete
transforma los climas no es tan ingenua como uno piensa. Bradbury habla del
calor proveniente de los escapes, pero también del clima dentro de los
corazones humanos. A través de la colección se irá observando cómo éste cohete,
la interacción espacial, nos transforma en entes llenos de ambición, ira y violencia
—sin una razón para ofender, pero una proclividad asombrosa por hacerlo.
La nave vino del espacio. Vino de las estrellas, y las
velocidades negras, y los movimientos brillantes, y los silenciosos abismos del
espacio. Era una nave nueva, con fuego en las entrañas y hombres en las celdas
de metal, y se movía en un silencio limpio, vehemente y cálido.
Al leer el libro hoy, obviamente se observa
cierto arcaísmo en la parte científica. Nuestras exploraciones espaciales han
dejado atrás esa noción de los cohetes del tamaño de condominios, que escupían
fuego y transmitían ondas de calor por kilómetros a la redonda. Pero eso no
impide en ningún momento el disfrute de la lectura, o su verosimilitud, pues la
ciencia está subordinada al espíritu. No hay problema en que los cohetes que
describe Bradbury sean armatostes que pararían en un deshuesadero de existir
hoy en día, porque ello nunca obstaculiza la negra savia de terror que corre
por las páginas. En La guerra de los mundos, de H.G. Wells, y en incontables
historias de Hollywood, el terror deriva de la invasión extraterrestre hacia
nosotros, quienes somos pequeños e indefensos ante su armamento. Aquí somos
nosotros los malvados, los que exterminan, los que producen odio con sus pasos
coloniales. ¿Cómo logra el autor que la empatía se sienta más por los marcianos
que por nosotros mismos? Primero que nada, los hace delicados.
Cómo exploramos en su biografía, Ray
Bradbury fue un hombre que, por sobre todas las cosas, enarboló la bandera del
amor. Eso mismo hacen los personajes que resultan simpáticos dentro de los
relatos. Desde una de las primeras historias, Ylla, hasta el mismísimo final de la colección, con el
escalofriante El picnic de un millón de
años, tanto los marcianos como aquellos humanos inocentes comparten los
sentimientos de confusión y pérdida con respecto al amor. Con esto, el único
villano es el impulso colonizador y guerrero de quienes ostentan el poder en la
Tierra. Y efectivamente, parecería que en ese sentido el libro funcionó como
una profecía casi perfecta. No, no descubrimos vida en otros planetas, pero sí
estuvimos a punto de que tal ambición nos exterminara a nosotros mismos.
Quisiera darle aquí un pequeño espacio a
mi cuento favorito de la colección, y uno que considero puede compararse con
los clásicos de Wilde o Poe sin desmerecer. Vendrán
lluvias suaves, penúltima historia del volumen, bien podría tener su propia
reseña. Es un ejercicio gigantesco, un resumen condensado de toda la desolación
del libro, y ello logrado —lo cual me parece impresionante— sin un solo personaje.
Sólo hay un hogar abandonado, sufriendo los embates del tiempo; casi como una
metáfora del planeta ante una crisis nuclear inminente. Es un cuento lleno de
silencio y poesía, y hacia el final, el fuego (de nuevo, haciendo eco a las tonalidades
rojas que aparecen desde el principio) viene y arrasa con todo, con esos restos
de civilización que dejamos atrás. El tiempo se lleva los restos de nuestra
propia desaparición.
Eso es lo que me queda de, probablemente,
la colección de cuentos que más hondo me ha llegado. Un enorme y misterioso
silencio, tal como el de la última imagen en el libro: un lago ondulante. No es
una historia de acción, ni de heroísmo. La sangre sí corre, sobre todo en
cuentos relativos a las expediciones, pero el tono general de libro es de
oscuridad densa y acallada, el de una civilización que muere a manos de otra,
que a pesar de esto no triunfa sobre nada, ni logra alguna alegría. Quizá sea
lo más sabio que pueda pensarse sobre la guerra. A veces nuestros enemigos
parecen tan lejanos a nosotros como personajes de otro planeta. Pero al
destruirlos, también estamos acabando con una parte de nosotros; la que puede
sentir empatía entre pueblos, e identificarse uno a uno, de un alma a un alma.
Si eso no existe, ¿verdaderamente somos humanos? ¿Es lo logrado una victoria, o
sólo una apología al silencio eterno y a la destrucción?
La aurora asomó débilmente por el este. Entre las
ruinas se levantaba sólo una pared. Dentro de la pared una última voz repetía y
repetía, una y otra vez, mientras el sol se elevaba sobre el montón de
escombros humeantes:
—Hoy es cinco de agosto de dos mil veintiséis, hoy es cinco
de agosto de dos mil veintiséis, hoy es…
Clásica Minotauro: $478
Minotauro (tapa suave): $69
Booket: $104
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
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