lunes, 2 de julio de 2012

Escritor del mes: William Shakespeare


No dejo de pensar ‘en la que me vine a meter’. Tratar de hacer una biografía de Shakespeare sería tan innecesario como ponerle otro grano de arena a la playa, sencillamente existen demasiadas. El libro que estoy utilizando para iniciar esta entrada lo dice ‘mucho se ha escrito’ y, a decir verdad, lo que ellos escriben, al igual que esta entrada, es sólo una de las ‘muchas cosas’. Lo más triste del asunto es que, por más que intentemos, jamás podremos dar una biografía exacta sobre este autor, ni brindarle todos los créditos de la obra, ya que son muchos los que argumentan y afirman lo dudoso de su existencia.

Hace poco vi un libro en cuya portada sólo aparecía ‘Shakespeare’ sin el William, creo que con eso sabes que has triunfado en la vida, o al menos en la muerte. El nombre de Shakespeare tiene un eco y una fuerza inigualable. El Bardo de Avon logró ser grabado en el corazón de la cultura inglesa a tal grado que no podemos imaginar a ningún otro autor cuando se nos cuestiona sobre la misma. Para mis tías lo único que hago en la carrera es ver a ‘Cheikspir’ porque, a su criterio, no existe nada más. Pero el renombre del autor esta grabado en todo el mundo, no podemos imaginar una colección de Clásicos sin la obra de Shakespeare incluida. Sus sonetos son una ruptura total en lo establecido. Desde la métrica hasta la forma, las palabras, los versos, los sujetos que brincan de un lugar a otro; las metáforas cobran vida y las palabras se graban en lo más hondo que tenemos. Podemos odiarlo, podemos decir ‘no es la gran cosa’, pero no podemos negar ni su genialidad ni la magnitud de su trabajo. Construir formas tan fantásticas en una época donde apenas empezaba lo que ahora conocemos como incunables.

Sin embargo, no son sus sonetos la cumbre de la literatura inglesa, son sus obras. En el segundo en que lees esto alguien está diciendo ‘no temas a la grandeza’, en el minuto en que lees esto alguien está representando a Hamlet, esta semana serán parodiados al menos unas mil veces Romeo y Julieta, en este mes veremos a alguna referencia a las brujas de Macbeth y en este año serán miles los estudios que serán publicados acerca de su obra. Y es que las obras de Shakespeare son poesía escenificada. Los dramas humanos que representa se muestran con una dureza inusitada. Lo sublime del lenguaje resulta demoledor cuando recordamos que es un hombre sin educación alguna cuya mayor finalidad era la de ganar dinero para sustentar su teatro. Es aquí donde la duda, la fantasía y la realidad, entran en juego.  El poeta icónico de Inglaterra es, en realidad, el dramaturgo icónico de las letras universales.

El nacimiento de Shakespeare se encuentra marcado en el calendario juliano como el 26 de abril de 1564. Siendo el pueblo de Stratford-upon-Avon el testigo de este suceso y creciendo como el tercero de los ocho hijos de John Shakespeare y Mary Aden. Después de esto tenemos una pintoresca infancia de la que realmente sabemos poco, pero su gran reaparición es en 1582, cuando contrae matrimonio –a  los 18 años– con Anne Hathaway de 26 años. Por la urgencia con la que se realizó esta boda se deduce que Anne estaba embarazada y por lo menguante del testamento de Shakespeare –únicamente le dejó la segunda cama, la segunda– se cree que las cosas entre ambos nunca estuvieron muy bien.

Pero dejando de lado el morbo, pasemos al misterio. Se dice que Shakespeare no había tenido mayor contacto ni con griegos ni con latinos (ojo, latín de Roma), y gran parte de esta creencia lo podemos atribuir a la manera en que desdeña las reglas estéticas establecidas por Aristóteles en su Poética. No obstante, no podemos negar la notable influencia de varios recursos de la tragedia griega en su obra, las brujas de Macbeth, por ejemplo, son el reflejo de las llamadas Las Moiras. Así que tenemos a un hombre supuestamente inculto con mucha cultura. Es dueño de un adjetivo para el teatro el ‘teatro shakesperiano’ y esto no se lo podemos negar, ya que su estilo constituye un toque único. Para la época no podemos negar que el teatro era una de las mayores fuentes de entretenimiento, por lo que a las funciones no sólo asistían personas de alta alcurnia, sino cualquier habitante con la finalidad de divertirse. Teniendo un público tan variado, las obras de Shakespeare son reflejo de esta mescolanza. No importa cuanta seriedad tenga la obra en sí, los juegos de palabras –tales como los dobles sentidos–, tienden a aparecer en el momento preciso para arrancar una carcajada desde los lugares más baratos hasta los palcos.

A pesar de todas las dudas, si era él quien escribía o no, no podemos negar que había un genio firmando bajo las iniciales W. S., a estas alturas la autoría ya no parece tan importante, sino el resultado en sí. Quizá Shakespeare no sabía lo que lograba, para su tiempo sólo necesitaba una obra lo suficientemente buena como para llenar el lugar por aquella noche. Los folios son piezas de museo invaluables que ni siquiera fueron escritas por él, muchos actores recrearon sus líneas de memoria para que el trabajo no se perdiera, así que tenemos la copia de la copia de algún lejano ayer. Sus obras reflejan instintos humanos de lo más bajos junto con imágenes de lo más bellas. Desde sus tragedias históricas hasta sus comedias, de lo vulgar a lo brillante, todos saben su nombre de una u otra forma. La huella de Shakespeare, –ya sea desde una postura humanista, una literaria o una, sencillamente, espectadora–, es una marca que no podrá desaparecer por la magnitud de su grandeza. En éste momento alguien murmura, to be or not to be.


Links de interés:
Sonetos con notas
 Hamlet en teatro
Bueno... no siempre somos serios


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