- The Tragedy of Hamlet, Prince of Denmark
- William Shakespeare [Inglaterra]
- Primera edición: 1599-1601
- Teatro/Tragedia
“Hamlet: Ser o no ser: he ahí el problema.
¿Qué es más noble? ¿Soportar el alma
los duros tiros de la adversa suerte,
o armarse contra un mar de desventuras,
hacerles frente, y acabar con ellas?
Morir… dormir… no más. Pensar que un sueño
da fin a las angustias y mil males
que hereda
nuestra carne, es meta digna
de ser
íntimamente deseada.
Morir…
dormir… dormir… soñar acaso. […]”
¿Qué es más noble? ¿Analizar Hamlet como una obra magnánima, o soltarme a blasfemar? Como estudiante de Literatura Inglesa se espera de mí hojas y hojas de serio análisis, con letra Times 12 e interlineado doble. Pero, afortunadamente, éste no es mi ensayo final, por lo que puedo saltarme todo preámbulo de la grandeza y desahogar casi tres años de odiar dicha obra. Si quieren un análisis o un resumen de Hamlet vayan a cualquier libro o enciclopedia, o incluso a Wikipedia y, se los juro, la información no les faltará. De hecho podrían ir al instructivo de su microondas ahora mismo y encontrar alguna referencia a Hamlet. Y es que, oficialmente, esta es la obra más representada, parodiada, referida, analizada, parafraseada, congratulada –y muchos otros ‘adas’– del mundo. En alguna parte, en éste momento, alguien dice ‘to be or not to be’ o escenifica a un fantasma que exige venganza o inicia una tesis sobre el tema… ¿Entienden mi punto?
“Hamlet: […] Nunca; a pesar del
juicio y del sigilo,
abre la cesta encima del tejado,
y deja que los pájaros se vuelen;
y como el mono aquél, métete en ella,
y rómpete la nunca al dar en tierra.
abre la cesta encima del tejado,
y deja que los pájaros se vuelen;
y como el mono aquél, métete en ella,
y rómpete la nunca al dar en tierra.
Reina: Créeme, si son aliento las
palabras,
vida el aliento, vida no hay ni aliento
en mí para exhalar lo que me has dicho.”
vida el aliento, vida no hay ni aliento
en mí para exhalar lo que me has dicho.”
Esas no son maneras de
hablarle a tu madre, diría algún refrán. Me deslindo aquí de toda sombra de
seriedad. Todos conocen la historia de Hamlet,
de una u otra forma. Su tío asesina a su padre para casarse con su madre y
convertirse en rey, su padre vuelve en forma de fantasma a pedirle que vengue
su muerte. Hasta aquí todo en orden. Ahora bien, si el fantasma de tu padre
aparece a mitad de la noche a decirte que vengues su muerte y recuperes el
trono, es obvio que reaccionas. Tomas capa, espada, tal vez un suéter, y te
lanzas por la cabeza del asesino del rey. Pero Hamlet no es así, Hamlet es el
personaje más inactivo de la historia de la tragedia. “¿Han matado a mi padre?
¡Oh, no! ¿Qué haré? ¡Ya sé!... ¡Hacer tres horas de soliloquios y después ir a
conseguir evidencias!” No por favor... La obra sigue y sigue, pasas páginas y
páginas en las que Hamlet no hace nada. Si el fantasma ya te dijo lo que pasó e
implora venganza para darle paz a su alma, ¿qué haces? La moral de Hamlet decae
cada vez más, lo entiendo; asesinaron a su padre, su madre se casó con el
asesino cuando el cuerpo del difunto rey aún no se enfriaba y después sus dos
mejores amigos tratan de asesinarlo, claro que tiene razones para deprimirse.
Pero sus actos no conllevan a los de un héroe, sino a los de un villano.
Los otros personajes
también toman minutos de reflexión. Sabemos que a Shakespeare le gusta arrancar
malas hierbas de raíz, tiene un don para sepultar genealogías de villanos por
completo. Las familias en esta obra se han corrompido, tan sólo vean a Polonio,
es el modelo ideal para un mal padre ‘Hija, querida Ofelia, mejor no te
acuestes con Hamlet, al parecer está loco’. Está metido en todo asunto donde no
le llaman, su lealtad se divide entre el dinero y el honor, es ése espíritu de
me-meto-donde-nadie-me-llama lo que lo arrastra a morir tras una cortina, junto
con ese crucial diálogo “¡Oh, he sido muerto!” (En serio). Laertes es una clase
de hombre de la gran vida, conoce algo de la intimidad de todos, pero, ¡ah, no
toques a mi hermana! Y, ¿recuerdan a Ofelia, aquella que enloqueció de amor?
Ahogarse en un río mientras cantas puede ser o no muestra de amor, lo cierto es
que el personaje llega a dar pena. Existe una raya entre la inocencia de una
virgen y la estupidez de la misma; raya que es pisoteada por Hamlet, cuyos
actos hacia ella no le piden nada a los de su tío con su madre.
Entonces, ésta
genealogía de infieles y torcidos servidores es la primera en ser arrancada.
Polonio muere por la espada de Hamlet, Ofelia muere de locura porque Hamlet
mató a Polonio. Ésta obra también se caracteriza por tener nociones de tiempo
confusas (Hamlet bien podría tener de dieciocho a treinta años) y subtemas
absurdos, por ejemplo, el hecho de que Laertes no estuviera mientras asesinaban
a su familia. Por lo que al regresar encuentra la mitad del panteón familiar
lleno y clama venganza. Estupendo, otra venganza… para hoy. Y mientras tanto
Hamlet sigue procrastinando el asesinato del rey. Incluso presenta un recurso teatral
pocas veces visto, una obra dentro de una obra. Algo muy innovador, a saber, si
aquel traidor reacciona ante una representación de un villano matando al rey,
entonces debe ser culpable. ¿Entienden aquello de los giros innecesarios?
Incluso los dos
mejores amigos de Hamlet, Rosencrantz y Guildenstern, son reclutados para darle
fin al ya mencionado príncipe Hamlet bajo la elegante excusa de que ‘está
perdiendo la chaveta’. Podemos definir que la idea de amistad aún se mantenía
confusa en aquellos días. Y, por cierto, esos dos dan paso posterior a otra obra,
una mucho mejor que ésta. Pero, volviendo a Dinamarca, todos están contra
todos, todos odian a todos. Hay algo enfermo en el reino, porque el rey ha
muerto y, sin embargo, se organiza una fiesta cada día. Con Macbeth planteó el horror de la muerte
de un rey, y en Hamlet es similar. Si
bien el mundo no parece cercano al apocalipsis, las personas se corrompen de
maneras absurdas. Gertrudis, la reina, no comprende qué es lo que ha hecho
enloquecer a si hijo. ¿De verdad, no lo entiende? Se casó con el hermano de su
esposo a los dos días del asesinato, debió ser eso.
Y de repente, después
de ver un fantasma y hacer un soliloquio, después de matar a un lacayo y hacer
un soliloquio, después de volver loca a una chica y hacer un soliloquio, desp—bueno,
después de todo eso, Hamlet reacciona, –no entiendo cómo–, empuña la espada y
todos mueren. Perdón por el spoiler, pero igual mueren. Y aún así Hamlet es un
inactivo, ni la espada ni el veneno que dan fin a la mitad del palacio son
suyos. Y Horacio, confidente de Hamlet, sobrevive. ¿Por qué? Sencillo, alguien
debe contar la historia, alguien debe decir qué pasó. El primero en escuchar el
miserable final de aquel reinado corrupto de Dinamarca será Fortimbrás, otro
personaje que no parece tener razón de ser –aparece a mitad de la obra para
pedir permiso de pasar junto con su ejército por Dinamarca y regresa al final
para saber que ha pasado. Horacio da inicio a un nuevo reino. Nadie vive feliz
por siempre, todos están muertos, y, probablemente, después de cinco horas representando
esta obra, el público también puede estar agonizando.
Después de desahogar
lo ridícula que me parece ésta tragedia, vuelvo a la seriedad. Sí, el lenguaje
es bueno. Leyéndola en inglés sinceramente es una obra maestra. La trama, como
ya dije, no es mala. Pero dando paso a todo lo ya mencionado, podrán observar
que esta obra no es tan magna como quisiéramos que fuera. Es aburrida a más no
poder, ni siquiera podemos decir que deje grandes sentencias moralizadoras o
lecciones de vida, porque para encontrarlas es necesario escrutar miles de
parlamentos de un muchacho deprimido. Hamlet no es el típico héroe de acción,
es un error andante. Tal vez sea ése el mérito de ésta obra, mostrar a un
individuo con todas sus faltas, por más
absurdas, aburridas o innecesarias que sean; jalonear la tragedia hasta el
plano humano, donde la neurosis se confunde con estupidez.
“Ofelia: […] Y, ¿no volverá
jamás?
¡Ay! No murió; ¡fiera suerte!
Huye a tu lecho, de muerte.
Pues no volverá jamás.”
Múltiples precios, múltiples ediciones.
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