· Voltaire
[Francia]
· Primera
edición: 1768
· Novela
corta/Cuento
Los procesos, las intrigas, la guerra, las querellas
entre los sacerdotes, que consumen la vida humana, son cosas absurdas y
horribles, que el hombre no ha nacido sino para la alegría, que no le gustarían
tan apasionada y continuamente los placeres si no estuviese ya conformado para
ellos, que la esencia de la naturaleza humana es el goce y todo el resto es
locura. Esta excelente moral jamás ha sido desmentida, a no ser por los hechos.
¿Un cuento de hadas? No realmente. Debo
admitir que el escenario parece derramar melaza a simple vista: un rey, una
princesa, un coro de pretendientes, un forastero, un unicornio. Todo parece
preparado para una narración simple y fantasiosa, algo que los niños pequeños
puedan disfrutar sentados alrededor de una fogata en un campamento, o de una
chimenea en navidad. Luego, como en la cita que hay allí arriba, aparece la
realidad. Al darle una lectura superficial al cuento, aún es divertido para
todas las edades, pero es claro —con tan sólo sumirse un poco más entre líneas,
sólo un ápice— que Voltaire estaba buscando nervios sensibles dentro de su
propia sociedad; no tan sólo una distracción literaria. Después de todo, éste es
el hombre que escribió Cándido, y por
tanto un enemigo declarado de la ingenuidad. Estamos tratando con un autor
astuto, y la astucia sabe de disfraces.
La situación política en Francia —y Europa
en general— no era un lecho de rosas; bueno, sólo basta decir que faltaban 20
escasos años para la revolución más incandescente de nuestra era. El
colonialismo comenzaba a respirar con trabajo, y los excesos monárquicos
ahogaban lentamente el vigor y la alegría de los pueblos. Lo único que quedaba
era la burguesía, los placeres vacíos de los acaudalados. Era necesario hablar
de igualdad, de gobierno justo, de gasto eficiente. Desgraciadamente también
era muy, muy peligroso. Entonces, una princesa persigue a un forastero por innumerables
tierras imaginarias y descubre, de todas las cosas, pueblos equilibrados y
justos. Vaya coincidencia.
Los príncipes del norte habían comprendido finalmente
que, si se quiere tener un harás, no se deben separar los caballos más fuertes
de las yeguas. Habían destruido también errores no menos extravagantes y no
menos perniciosos. En fin, la gente osaba ser razonable en estos vastos países,
mientras en otras partes se creía todavía que los hombres pueden ser gobernados
sólo cuando son imbéciles.
El lenguaje de Voltaire es el lenguaje de
ese hombre despiadadamente inteligente, y sabedor de ello. Oscar Wilde y
Jonathan Swift vienen a la mente como parientes cercanos. De hecho, encuentro
paralelismos importantes con la famosísima —y casi siempre malinterpretada—
saga Los viajes de Gulliver, firmada
por el segundo. No hay que ir muy hondo, basta con cerciorarse de que ambos autores
han sido leídos ampliamente como si fuesen cuentistas, cuando en realidad
buscaban una reflexión profunda de la sociedad hacia sí misma, por medio de la
ligera burla literaria. El hecho de que tanto ésta obra cómo su narración más
célebre (la ya mencionada Cándido)
sean crítica social agudísima en disfraces de la costura más elegante —sátiras
hasta cierto punto— revela que el intelectual francés es un maestro del
sarcasmo. No está asustado de decirle a las cosas por su nombre, simplemente lo
hace con estilo, y sin violar de forma explícita las reglas del sistema que oprime
a su gente. Brillantez extrema. No hay un enemigo más peligroso que aquél que
te vence en tu propio juego. ¿Y qué mayor prueba de su triunfo que la fila de
revoluciones subsecuentes, y los fundamentos de la sociedad contemporánea?
Formosanta, la princesa de Babilonia, es
la típica protagonista de cuento. Hermosa, inteligente, y con una virtud a
prueba de mil tentaciones. Su padre le busca casamiento, y para ello recluta a
los príncipes más renombrados de la región, y los hace competir en una serie de
pruebas. Hay uno que no es del todo despreciable, pero el corazón de la joven
es robado por un extraño forastero quién llega al torneo montado en un
unicornio. Su nombre es Amazán, es dueño de un ave fénix, y procede de la tribu
más fantástica del mundo: los Gangáridas. Son vegetarianos, de una fuerza
sobrehumana, nobleza suprema, y aparente perfección. Si hay un defecto en el
cuento, es éste. Amazán es tan perfecto que cae un poco mal. De cierto modo
siento que la otra pareja del cuento, la princesa Aldé y el rey de Escitia, son
más simpáticos para el lector. Ella es una bella princesa, pero siempre a la
sombra de su incomparable hermana Formosanta. Él es un gobernante digno y
valiente, pero no perfecto como Amazán. No sé si esto fuera enteramente
intencional, pero algo me dice que sí, hay un tono de farsa enorme dentro de la
relación protagónica, mientras que la secundaria se siente honesta.
Sin embargo, es claro que Voltaire buscaba
traer muchos de los valores atribuidos a los Gangáridas a la mesa de discusión.
El buen trato a las bestias y subordinados claramente aplica dentro del marco
europeo, tanto con los plebeyos del mismo país como hacia las colonias. La
libertad económica que disfrutan los agricultores es un contraste inconfundible
con el sistema semi-esclavista de las grandes casas monárquicas de Europa. Así,
aunque Amazán y su tribu de jinetes sobre unicornios resultan un ideal inalcanzable,
utópico en todo el sentido de la palabra, sus valores iluminan (no en balde se
venía encima la era de la Ilustración) el camino que la humanidad había de
seguir para el futuro. Parece insinuarse que, una vez que aprendamos a vivir
con respeto entre nosotros, el mundo se rendirá de un modo más completo que
antes, y nuestra vida será más amplia en todo aspecto. Puede que no existan las
aves fénix, pero cada uno de nosotros tiene el poder de renacer. Sólo es
cuestión —como lo fue en tiempos de Voltaire— de que tengamos el valor de
recordarlo. La valentía para cambiar.
Todo es resurrección en este mundo: las orugas
resucitan en mariposas, un hueso colocado en la tierra resucita en árbol, todos
los animales enterrados en el suelo resucitan en hierbas, en plantas, y nutren
a otros animales de los cuales pronto son parte de su esencia; todas las
partículas que componían los cuerpos se cambian en otras diferentes.
Sólo disponible en colecciones de obras de Voltaire, hay multitud de ediciones.
Algunas colecciones:
FCE (Cuentos completos): $264
Alianza (Cuentos escogidos): $188
Quizá sería más sabio buscarlo en librerías de viejo o de rebajas, mi edición (Editorial Fontana; la que está fotografiada al principio de la reseña) costó $30
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