- Laura Restrepo [Colombia]
- Primera edición: 2001
- Novela corta
“Le duele el aire, la sangre quema sus venas y su cama es de alfileres”, son las palabras que escribí al comienzo, poniéndolas en boca suya, y que ahora debo modificar si quiero ser honesta: Me duele el aire. La sangre quema mis venas. ¿Y mi cama? Mi cama sin él es camisa de ortiga; nicho de alfileres.
No sé muy bien si ponerme a hablar de
realismo mágico. En las páginas de este libro no encontrarán gitanos haciendo
ferias en donde exhiban hielo, pero aun así hay algo aquí, bajo la corriente,
algo silencioso, oculto, quizá en el ambiente, quizá en el espíritu, que
recuerda muchísimo a García Márquez. Hay algo que me hace pensar que tal
similitud está enraizada en la condición de peregrino que tiene el personaje
principal, y en que los lugares por donde pasa siempre parecen etéreos, mágicos,
como un Comala o un Macondo son mágicos, a pesar de tener esta novela un tinte
histórico un tanto más marcado. Y es que esta novela también tiene el
sentimiento muy afinado para encontrar las fibras sensibles dentro del corazón
latinoamericano —especialmente de esos corazones que palpitaron hace unos 70
años. Nuestros abuelos iban naciendo, quizá. Gente que fue perseguida, asediada
por el rigor incansable del tiempo y de los gobiernos militares.
Y en medio de todo eso, tenemos un par de
protagonistas que son perseguidos por otra cosa —igual de ruda e inevitable:
las pasiones humanas. En el entorno místico e histórico de estos pequeños
pueblos destruidos y vueltos a construir, tenemos a dos personas formando un
triangulo amoroso. Mis matemáticas no están mal, lo juro; es tan sólo que el
tercer vértice del triangulo no está allí. Al hombre le llaman Siete por Tres (puesto
que tiene 21 dedos), y está completamente enamorado de una memoria, ya de hace
años, y por cuya causa se tortura internamente y se obliga a viajar por el país
entero. Y claro, como suele suceder, eventualmente se topa con una chica que no
tiene más remedio que perseguirlo a él. El errar del que habla el título no es
enteramente atribuible a la condición de nómada a la que te reduce un gobierno
que te odia; el errar sin rumbo también se lleva por dentro, y está compuesto
de ilusiones, decepciones e ilusiones de nuevo.
A todas éstas, Siete por Tres parece haberse borrado del mapa; tal vez
finalmente se halla reencontrado con Matilde Lina en esos terrenos del nunca
jamás que ella regenta. A veces deseo con toda el alma que haya sido así, para
que descubra que ella también mide mediana estatura y arrastra pequeñas
miserias, como todos nosotros.
¿Ven a lo que me refiero cuando digo que el
libro me huele a realismo mágico? No sé si, simplemente, hay un cierto estilo
sudamericano que me suena a esos autores gigantescos, pero detecto otra cosa,
al menos eso creo. Matilde Lina es una presencia enorme, aplastante, que prácticamente
define las acciones y no-acciones de los personajes a pesar de nunca aparecer o
de ser parte de otro mundo —mucho como el Godot de Samuel Beckett, pero también
como múltiples personajes en Pedro Páramo.
La búsqueda incansable que Siete por Tres emprende en pos de ella es trágico en
cierto sentido: mientras él trata de retomar la vida que perdió, otras personas
buscan hacer que olvide e inicie de nuevo, y otras más —las personas que tienen
rifles y a la ley de su lado— sólo quieren que desaparezca.
Otro aspecto que dota a la novela de una
nitidez mágica es la paleta de color. La portada de la edición que leí es gris,
y aunque bastante linda, no me parece enteramente adecuada. Logra transmitir la
antigüedad, eso es cierto, pero la antigüedad que retrata Restrepo no es como
la de esas películas en blanco y negro. Es una antigüedad viva, refulgente, en
la cual las vírgenes tienen colores inmaculados y las bandas de metal viajan en
carritos amarillos. ¿Bandas de metal? ¿Carritos? Sí, y es que ese es el gran
momento de la novela, en mi opinión: el salto temporal que llega de pronto, en
donde la civilización irrumpe dentro del olvidado albergue para desprotegidos
en que toma sitio la historia. En ese momento nos enteramos que no estábamos en
donde creíamos, y que el pasado y el presente se interconectan de modos muy
confusos en ocasiones. Ocasiones en que podemos hacer algo para ayudar a
quienes viven enterrados en lo ya sido —aparentes lecciones de historia.
La prosa de Restrepo en esta novela, que
además podría ser leída en un día o dos sin problema, es honesta y pura, como
la mente de su narradora. Quizá, sólo quizá, sufre un poco de ese síndrome
latino tan notorio que es usar adjetivos a la menor provocación, pero no es
nada grave. Por la mayor parte, esta prosa tan descriptiva no afecta, sino que
se agradece, pues trae a un lugar que parecería gris a la vida total, y a un
amor que parecería —desde fuera— soso y desequilibrado al territorio de la
pasión desbordada. Además, si son personas melancólicas, les recomiendo esta
lectura ampliamente. Les va a mostrar algo de valor: las personas de esta
historia han vivido sin un hogar real, o lo han perdido; sienten amores que no
les cuadran; tienen defectos que no los dejan pertenecer; en fin, no se sienten
en paz. Pero luego llega algo, una revelación, un cisma temporal y colorido que
hace que todo eso quede enterrado bajo una leve capa de ilusión. Dejar ir el
pasado da miedo, sí, porque el futuro y sus promesas son de humo. Pero también
es cierto que la vida se vive en donde uno está puesto, y si uno aprende a
dejar ir y apreciar el presente puede que pase algo lindo. Puede que haya
alguien esperándonos, cálido, al final de nuestro largo viaje errante por el
mundo.
De momento, ha cedido la angustia que suele gravitar
sobre el albergue, disolviéndose con modestia en la amplitud de su contrario,
que es el resplandor que me deslumbra en esta noche quieta, y que me regala estas
ganas de creer que nos arrullan días ambles, pese a todo. Por primera vez desde
que conozco a Siete por Tres, el pulpo de la ansiedad ha dejado de oprimirme el
corazón. Esta paz se asemeja a la felicidad, pienso, y como no quiero que el
sueño ni el aire la disipen, agradezco la vigilia y apago el ventilador.
La Nación: $80
Alfaguara: $150
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
-El Pendulo
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