sábado, 9 de marzo de 2013

El barón rampante


  • Il barone rampante
  • Italo Calvino [Italia]
  • Primera edición: 1957
  • Novela
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Mi padre se asomó al antepecho.
—¡Cuando te canses de estar ahí ya cambiarás de idea! —le gritó.
—¡Nunca cambiaré de idea! — dijo mi hermano, desde la rama.
—¡Ya verás, en cuanto bajes!
—¡No bajaré nunca más!
Y mantuvo su palabra.


Comienzo por lo personal, volviendo a las raíces de este blog. El diciembre pasado, justo a tiempo para la temporada de fiestas, una tía a quien no frecuento encontró un depósito de libros básicamente abandonados, los cuales habían sido de un tío-abuelo ya finado. A falta de espacio y con una familia concentrada en otros deberes o distracciones, los llevó a su oficina, en un laboratorio médico, y le dijo a los empleados que podían tomar a su antojo. El resultado, bastante triste, fue el que ustedes seguro ya prevén. Entonces recordó que yo existía, y me llamó para que tomara los libros que me interesaran. Cuando llegué no esperaba mucho —unos cincuenta, quizá—, pero encontré, pasmado, la añeja colección de Club Bruguera casi en su totalidad (100 libros), aparte de otros ciento cincuenta volúmenes varios. Huelga decir que fue un gran día, y acorde a él, decidí que el primer libro que leyera de ese montón tendría que ser feliz, o al menos fantástico. Esa lectura, el número 14 de la colección Bruguera, es la novela que les presento hoy. Y sí, me hizo sonreír, incluso soltar alguna carcajada ante la inventiva desatada de la fábula, pero he de decir que no se halla exenta de melancolía y preguntas difíciles.

La verdad es que debí saberlo. Calvino es el admirador y discípulo número uno de Jorge Luis Borges, y por lo tanto puede hacer todos los juegos temporales, espaciales e imaginativos que quiera, pero nunca logrará convertirse en un escritor puramente cómico. Ahora, sí logra ser simpático y hasta encantador. Aun así en sus líneas se nota, sobre todo, que sus preocupaciones temáticas son más serias de lo que parecería. Un niño rico y noble no quiere comerse la sopa y se trepa a un árbol de su jardín. ¿Y luego? Luego viene el tiempo, con los amigos y enemigos infaltables, y un espacio ético en el que uno debe preguntarse dónde marcar la frontera entre valentía y testarudez. Y es que Cósimo, nuestro héroe, ya nunca baja de los árboles. Allá crea su imperio, bajo sus reglas y sin rendirse ante ninguna limitación aparente. Así se crea un cuento entrañable y divertido. Pero también, con el paso de los años, es imposible no pensar que Cósimo también trama su perdición.


El viejo padre Fauchelafleur se alejaba por la alameda entre aquellos valentones armados, y alzaba los ojos a los árboles, y en cierto momento pegó un brinco, como si quisiera correr hacia un olmo y trepar a él, pero las piernas le fallaron. Cósimo ese día estaba de caza en el bosque y no sabía nada, por lo que no se despidieron.

Hay muchas escenas como esa en el libro, demasiadas como para pensar que El barón rampante es sólo un libro de aventura eufórica y común. Son escenas en las que Cósimo queda atrapado por el mundo que él mismo creó, y no puede descender de él para ir en ayuda o en pos de aquellos a quien quiere, o que lo quieren a él. La novela es un bildungsroman, una historia de crecimiento: en ella, que no es larga, vemos transcurrir desde la infancia hasta la senectud del protagonista, y como sus árboles lo definen y lo encierran por partes iguales. Si no fuera por sus árboles no habría encontrado el amor, por ejemplo, pero también habría sido un mucho mejor amante de no haberse aferrado a sus ideas. De no haber ascendido a las copas nunca habría sido un héroe para nadie, quizá, pero su familia habría contado con él en todas esas ocasiones importantes. Bodas, cenas, funerales. En fin, la vida se dibuja como una eterna disyuntiva entre la individualidad y la sociedad, entre tener a un Yo totalmente pleno o encontrar un Nosotros satisfactorio.


La familia es otro punto interesante del cuento. Nuestro narrador —hermano de Cósimo— es la persona en apariencia más cuerda y balanceada de la historia, pero ello no le lleva a tanta felicidad como se esperaría. En ningún momento dice ‘el demente de mi hermano’ o ‘las estupideces que hizo Cósimo’. Al contrario, le tiene un respeto prominente a la decisión que tomó el primogénito de su familia. Esto podría ser porque es su hermano mayor, o porque en una historia fantástica es bueno tratar los elementos increíbles con naturalidad, pero también podría deberse a que nuestro narrados admira lo que Cósimo se atrevió a hacer y él no. Así, la disyuntiva entre vivir una vida social común y una vida totalmente individualista no está sólo en la mente del protagonista, sino en la estructura del libro. Tenemos un personaje que se aferra a sí mismo mientras que otro sólo puede observar embelesado sus andanzas, mientras que lleva una vida adecuada y aceptable —adjetivos que, si bien son comendatorios, no llevan nada de poético o bello.

También disfruté, y estoy seguro que ustedes lo harán por igual, los momentos en que la historia fantástica de Calvino se cruza con la historia real de Europa. Un hombre que vive en los árboles, obviamente, es una celebridad segura. Eso lo lleva a ser mentado por Voltaire, a entrevistarse con Napoleón, y a ser un defensor de su pueblo en las numerosas guerras de Italia. De este modo, Calvino nos entrega no sólo una narración entretenida y emocional en varios niveles, sino una narración anclada en momentos históricos que le van como anillo al dedo a su personaje principal. Y es que los filósofos de la Ilustración describieron vidas guiadas por la decisión del hombre, apartada de la iglesia, el estado, la familia. Pero Cósimo verdaderamente la vivió. De su vida, ficticia y fantástica como sea, nosotros podemos extraer preguntas y respuestas invaluables: ¿Qué tanto importan los ideales? ¿Qué tanto importa el amor? ¿Qué tanto importo yo y qué tanto el mundo?

¿No será lo más importante, sin importar el final que nos llegue, saber que lo vivimos todo sin reservas, sin arrepentimientos, y sin más vestiduras que nuestra propia persona defectuosa, virtuosa, humana?

Ahora que él no está me parece que tendría que pensar en muchas cosas, filosofía, historia, política; sigo las gacetas, leo los libros, me rompo la cabeza con ellos, pero lo que él quería decir no se presenta; es otra cosa lo que él  pretendía, algo que lo abarcase todo, y no podía decirlo con palabras, sino viviendo como vivió. Sólo siendo tan despiadadamente él mismo como fue hasta su muerte podía dar algo a todos los hombres.

Siruela: $250-$395
Disponible en:
-Gandhi
-Porrúa
-El Péndulo*

*por alguna razón El Péndulo cuenta con algunos libros usados en su catálogo de internet. De acuerdo a él, pueden conseguir mi edición (Bruguera) por $85
 

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