Allen Ginsberg (Junio 3, 1926, New Jersey – Abril 5, 1997, New York) fue un escritor profundamente genealógico, a pesar de ser al mismo tiempo profundamente original. Lo mismo puede decirse de su persona, en un nivel no-literario. Lo cierto es que Allen Ginsberg y sus eventuales compinches —la generación Beat— han venido a reforzar nuestra idea posromántica y pos-Rimbaud de lo que es un genio literario. Problemático, atribulado, con una familia espantosa, rebelde, sensible. Este no es un estereotipo que me agrade demasiado, debo admitir, pero debo callarme la boca cuando el escritor en cuestión en verdad es bueno, y en el caso de Ginsberg lo es. Muchos dicen y seguirán diciendo que él y todos los Beats eran poco más que una bola de drogadictos con mediana habilidad para escribir, pero una lectura verdadera de Ginsberg revela otra cosa.
En la superficie, su poesía apenas y parece tal cosa. Parece más una prosa informe salpicada de las imágenes más grotescas y disonantes. Su obra más reconocida, Aullido, fue llevada a juicio en 1956 ante cargos de obscenidad y “atentado a las buenas costumbres”, y es que Ginsberg tuvo la valentía de expresarse sin tapujos en medio de la Norteamérica macartista y cuasi-victoriana de los 50’s. Su admiración por Whitman lo llevó a declamar y actuar como profeta, y le funcionó: la represión de los 50’s americanos llevaron al país a una explosión libertina en los 60’s, tal y como nuestro escritor parecería haber predicho en sus poemas. Muchas de las banderas que él había tejido serían enarboladas en la década siguiente: la libertad religiosa, sexual, de consumo. Allen Ginsberg y los Beats tienen mucho que ver con la evolución de la juventud en aquellos tiempos, mas por extensión tienen también que ver con nosotros; con nuestros propios desenfrenos y decepciones.
I began to feel my misery in pallet on the floor,
listening to music, my misery, that’s why I want to sing.
Amiri Baraka, poeta y crítico musical, resume a la generación Beat como un collage ecléctico de individuos surgidos de diversas nacionalidades y clases, quienes llegaron a la misma conclusión: la sociedad apesta. Pero no estamos hablando de cualquier sociedad, o de La Sociedad en general, sino de ese enjambre cerrado que se formó en la posguerra americana. El ideal de la familia nuclear. El hombre persiguiendo al dólar como caballo tras zanahoria. Liberty and justice for all. Conformismo al máximo. Un ambiente “sano” y sólido que era adecuado para todo menos para criar a una generación joven, con sed de rebelión y novedad. La encontraron, por supuesto, en los callejones pútridos de la ciudad —entre hambre —entre jeringas —entre pinturas que parecían nada en particular y música que lo encapsulaba todo, que lo abarcaba todo, que llevaba el ritmo preciso para expresar sus almas atribuladas.

Es precisamente en esa eminente apertura a todo el espectro de lo humano que se basa la relevancia actual de Ginsberg y su corriente. Fueron una generación que sufrió de abandono por parte de aquellos que tenían la sartén por el mango, socialmente, y que en lugar de caer en derrotismo decidieron hacer de su pena un arte. Nuestro escritor del mes (aunque el mes será dedicado o todos los escritores de la G. B.) declararía muchos años después que ellos no buscaban escribir para promover ninguna revolución social, sino sólo para satisfacerse a sí mismos y para conversar entre sí. Tiene sentido, porque los Beats no advocaron por la revolución: ellos eran la revolución. El cambio literario y social estuvo siempre en sus adentros, explotando en fastuosos géiseres de poesía, sí, pero sobre todo simplemente estando —como la esencia de la juventud, que tiene una permanencia perenne a través de las tierras y los tiempos.
Holy forgivenes! mercy! charity! faith! Holy! Ours!
bodies! suffering! magnanimity!
Holy the supernatural extra brilliant intelligent
kindness of the soul!
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