- Crow: From the Life and Songs of the Crow
- Ted Hughes [Inglaterra]
- Primera edición: 1970
- Poemario
⋆⋆⋆⋆½
Crow realized there were two
gods—
One of them much bigger than
the other
Loving his enemies
And having all the weapons.
Loving his enemies
And having all the weapons.
Hoy tuve un examen de poesía en el
que me di cuenta que me mueven los dioses sin piedad. Me agradan, hasta cierto
punto. Hay algo extrañamente reconfortante en saber que todos los asuntos de
vida o muerte que tanto nos empecinamos en engrandecer son en realidad un flujo
natural, un parpadeo insignificante del cosmos. No sé ustedes, pero a mí me
gusta dejarme ir a veces; sólo ser, sin considerar que todo lo que hago o
siento tiene un significado moral, o que debo encontrar forzosamente un camino
correcto. A veces no devuelvo las cosas que encuentro en la calle, y a veces
río cuando gente que no conozco resbala al agua. No me enorgullece, pero
tampoco veo en ello motivo de vergüenza, puesto que todos tenemos nuestro lado
lleno de descaro, colmillo, hasta malicia. Ted Hughes entendía esto, y le dio un
héroe a ese lado sinvergüenza que llevamos dentro —ese lado que no necesariamente
quiere hacer el mal, pero se siente atraído hacia él sin remedio en ocasiones.
Ted Hughes es un hombre que algunos
aman y muchos odian. Y es que no te casas con un ícono como Sylvia Plath y
luego la sometes a una relación tortuosa sin sufrir las consecuencias. Hughes
fue poeta laureado del Reino Unido desde 1984 hasta 1998, pero en la mente
colectiva quedó como el hombre que mató a Sylvia. La verdad me es oscura en
este respecto, pero sí puedo decirles que como poeta, él me merece un increíble
respeto. Quizá más que su esposa, aunque eso no se oiga muy a menudo. Cada uno
de ellos tenía concepciones distintas de la vida, las cuales pueden admirarse
desde el mirador de su poesía. Hughes tenía humor, y una capacidad
impresionante para aceptar la fatalidad del mundo como un aspecto necesario
más, como el ying para el yang. Plath, por su lado, pareciera buscar motivos
para sufrir con demasiada frecuencia, y se toma ese sufrimiento terriblemente
en serio (bueno, tanto es así que terminó por actuar y terminarlo todo ella
misma). Cada quién puede quedarse con quien prefiera, pero yo lo hago con
Hughes, y en específico con Cuervo —el héroe de este poemario, que explora
algunos de los lugares más mórbidos, oscuros, terribles y divertidos de la
humanidad; sitios que no solemos nombrar por miedo o falta de lucidez.
Words came with Life Insurance policies—
Crow feigned dead.
Words came with warrants to constrict him—
Crow feigned mad.
Words came with blank cheques—
He drew Minnie Mice on them.
Words came with Aladdin’s lamp—
He sold it and bought a pie.
Words came in the likeness of vaginas in a row—
He called in his friends.
Words came in the likeness of a wreathed vagina pouring out Handel—
He gave it to the museum.
Words came with barrels of wine—
He let them go sour and pickled his onions.
Crow whistled.
Crow feigned dead.
Words came with warrants to constrict him—
Crow feigned mad.
Words came with blank cheques—
He drew Minnie Mice on them.
Words came with Aladdin’s lamp—
He sold it and bought a pie.
Words came in the likeness of vaginas in a row—
He called in his friends.
Words came in the likeness of a wreathed vagina pouring out Handel—
He gave it to the museum.
Words came with barrels of wine—
He let them go sour and pickled his onions.
Crow whistled.
Cuervo/Crow no es un libro con un argumento como tal, a pesar
de funcionar como una secuencia de poemas sobre una figura central. El cuervo está
ahí, haciendo actos incomprensibles (como atacar al sol), despreciables (como
hacer llorar a Dios) o simplemente asquerosos (como tragar helado de un
basurero en la playa), pero no hay una temporalidad lineal. El cuervo es lo
mismo, pareciera ser, a través del tiempo, dado que en ocasiones le juega
bromas a Dios en los tiempos de Génesis y en otras se ve rodeado por un
ambiente urbano y actual. Lo que importa no es cuándo hace sus jugarretas, o si
las lleva a cabo en el Edén o en Yorkshire o en México, sino que siempre actúa
con una malicia juguetona que no puede reprimir. El mal se le sale por los
poros, incluso cuando no quiere, como en cierto poema que lo retrata tratando
de decir la palabra ‘amor’ y sólo sacando fuego y pestes de su boca. Pudiera
ser que Hughes difumine así el significado de esa palabra, ‘amor’, al hacer a
un ser natural incapaz de pronunciarla.
Del mismo modo borra el sentido de
la palabra ‘Dios’ al hacer que Cuervo lo supere varias veces en astucia o
resistencia. Hughes reta nuestros valores, nos obliga a confrontar el hecho de
que lo considerado correcto casi todo el tiempo podría no ser lo verdadero.
Podría ser que el camino realmente noble, realmente honesto, fuera aceptar que
el bien perfecto es una noción artificial e imposible. Es decir, que todos
deberíamos ser un poco más como Cuervo; dejarnos llevar por el impulso de jugar
con nuestro mundo y posibilidades; dejar de creer en Dios como un absoluto
insuperable y atrevernos a retar lo establecido. A atacar nuestro sol y vivir
para contarla, aunque nuestro plumaje pase de blanco virtud a negro medianoche
en el proceso. Cuervo/Crow se lee, a
mis ojos, como una invitación a morder la manzana prohibida del jardín y a ver
la calamidad como un lado necesario de la moneda que contiene al bien.
Mi recomendación es total. Hughes
no siempre es un poeta fácil, ya que su conocimiento botánico y animal superan
con mucho al de lectores urbanos como muchos de nosotros. Tampoco es fácil
imaginar la sexualidad del hombre como una jugarreta hecha por un pájaro, con
un gusano como material. No es fácil ver a Dios derrotado y patético ante un
ave. Este es un poemario excelsamente divertido, pero también muy doloroso,
pues le quita la cubierta de oro a todas las divinidades. Pero es necesario,
sobre todo para una época tan siniestra como la nuestra. Y es que si en las
noticias podemos ver a un hombre amenazando al mundo con armas nucleares y al
minuto volverse una burla en internet, es imposible no preguntarse en dónde ha
quedado la solemnidad ante la muerte. ¿En dónde se borran las fronteras entre
lo divino e intocable y lo terrenal, eso que podemos amasar con la mano y tirar
a la basura? ¿Quién ha hecho posible reír en la cara de la fatalidad?
It was Crow, probably.
Crow nailed them together,
Nailing heaven and earth
together—
So man cried, but with God’s
voice.
And God bled, but with man’s
blood.
[…]
The agony did not diminish.
Man could not be man nor God
God.
The agony
Grew.
Crow
Grinned
Crying: “This is my
creation,”
Flying the black flag of
himself.
Cita 1, poema "Crow's Theology"
Cita 2, poema "The Battle of Osfrontalis"
Cita 3, poema "Crow Blacker than Ever"
Me temo que tendrán que encargarlo, las librerías usuales no lo manejan. Estoy bastante seguro de que sus poemas completos están en algunas sucursales del FCE, o pueden intentar en librerías especializadas en inglés.
No hay comentarios:
Publicar un comentario