· I am Legend
· Richard Matheson [EU]
· Novela
⋆⋆⋆½
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Así había sido. Algo oscuro y nocturno había asomado
en las sombras medievales. Algo imposible e inconsistente, algo que sólo vivía,
en hechos e ideas, en las páginas de la literatura fantástica. Los vampiros
pertenecían a otra época, como los idilios de Summers o los melodramas de
Stoker. Eran sólo un párrafo en la ‘Enciclopedia Británica’ o materia prima
para escritores o películas de segunda clase. Una débil leyenda que había
pasado de siglo en siglo.
Bueno, era cierto.
Siempre me ha encantado leer o ver películas
sobre el apocalipsis. Quizá es porque uno siempre piensa que será parte de la
resistencia, o incluso que será el único ¿afortunado? de nuestra raza en pisar
el suelo de la tierra. Como el relato invita a ponerse en los zapatos del
protagonista, y el protagonista está necesariamente vivo, la muerte patética y
anónima a los treinta minutos de empezado el evento apocalíptico en cuestión parecería
no estar dentro de nuestro menú. Creemos que tenemos algo de heroico en nuestro
ser, algo que nos separa de los millones y millones de muertos, y eso deshumaniza
el escenario, haciéndolo más atractivo para leer. Pensamos —o al menos yo
pienso— que viviremos para ver la extraña y desfasada belleza de la atmósfera
del fin de los tiempos. Todos esos lugares vacíos; edificios cubiertos de hiedra;
carreteras infinitas sobre el desierto; estatuas caídas y enmohecidas. De visualizar
tales escenas, y a nosotros en ellas, se alimenta una parte muy importante y
olvidada del alma humana: la que anhela estar consigo misma, en soledad.
Por supuesto, a pesar de que todo esto
constituye un atractivo fortísimo del género del horror post-apocalíptico,
también es una manera un tanto ingenua de leer. Las leyes de la probabilidad
están contra nosotros, gente. Es casi seguro que seríamos cadáveres sin nombre,
una pila de cenizas, algo así. Richard Matheson sabe esto, y decide tomar el
gran cliché de la aventura de horror (el del héroe contra las criaturas
espantosas) y cocinarlo a fuego lento hasta que estuviese a punto, sólo para
entonces macerarlo en uno de los finales más espléndidos de la literatura
fantástica del siglo XX. Y no, si vieron la película con Will Smith no han
leído la novela, no la conciben. Ni siquiera tienen una idea. Así que
aprovechen y saboreen la obra maestra de Matheson ahora, antes de que un cometa
nos vaporice o un virus nos convierta en vampiros medio muertos.
No se había resignado a nada, no había aceptado
aquella vida. Sin embargo, seguía allí, ocho meses después de que la plaga
hubiera atacado a su última víctima, nueve desde que había hablado por última
vez con un ser humano, diez desde la muerte de Virginia. Allí estaba, sin
futuro, y virtualmente sin presente. Todavía en la brecha.
Robert Neville es el último
sobreviviente (hasta donde sabemos en la narración) de una epidemia que condena
al resto de la humanidad a un destino peor que la muerte; el destino tórpido e
instintivo de un zombi vampírico. Neville pasa los días asesinando vampiros dormidos de
formas varias, y las noches investigando y tratando de ignorar su pesar. Ha reforzado su casa contra los ataques nocturnos, pero también la ha
enriquecido y decorado con pintura y música, como si la esencia de la cultura e
historia humanas se hubiera concentrado en él y buscase sobrevivir. De cierto
modo, Neville encarna todo lo humano.
Escucha música, lee, admira un mural que desmontó de algún edificio para poner
en su sala —pero también muestra un admirable instinto científico, una sed de
sangre viciosa y una trágica debilidad ante la tentación del alcohol. Como personaje no es un hombre marcado por pequeños
rasgos particulares —de hecho es bastante escueto en ese aspecto—, sino una
conjunción de lo humano. Una conjunción de nosotros.
El problema es que lo humano es un
concepto mucho más volátil de lo que podría pensarse. Los vampiros son cosas
semi-muertas, aberraciones de la naturaleza causadas por coincidencias de la
ciencia y el destino, eso es cierto. Pero si nos olvidamos de que la narración
nos pone en el lugar de Neville por un instante y consideramos el escenario
completo, ¿qué pasa? ¿Acaso no hay más vampiros qué “humanos” en este
escenario? ¿Cuál es el verdadero significado de eso? ¿Qué tanto se puede
considerar un simple horror a algo que te rodea, que es tu entorno, que es
mucho más numeroso que tú? Neville, comprensiblemente cegado por su condición
de último sobreviviente, comete un error trágico que transforma la esencia de
esta novela. Hay una frase clave en la narrativa: “Las bacterias pueden
también, bajo circunstancias adecuadas, mutar”. Pues bien, la novela misma es
un ejemplo de que la ciencia ficción puede mutar, a su vez, en horror puro.
Sólo se necesita de suficiente desesperanza, y de un giro brutal.
Lamento que mi reseña sea tan vaga,
de verdad no puedo contar mucho detalle. Pero sí puedo asegurarse de que se van
a espantar si logran mantenerse metidos en la historia a pesar de sus pasajes
más áridos. Matheson se toma la parte científica de su historia muy en serio, y
hay partes que parecen sacadas directamente de libros de biología y medicina.
Pero tengan pericia y serán recompensados. Ray Bradbury lo admiraba; Stephen
King lo cita como su mayor influencia; y la verdad es que es la mezcla perfecta
entre ambos. Un artífice fantástico genial, y también un verdugo terrible
en el destino de sus personajes. No esperen finales rosas. No esperen que los buenos
venzan a los malos, ni que los malos vencan a los buenos. No esperen sobrevivir
esta vez, pero tampoco esperen morir. El relato de Matheson, como todo lo
espantoso en esta vida, es más complicado que una simple división entre blanco
y negro, entre sangre y carne, entre lo que respira y lo que es muerte.
Entonces alguien lo vio.
Durante un momento las voces se elevaron un poco, Se
oyeron algunos gritos.
Pero luego el silencio cubrió las cabezas, como una
manta pesada. Todos volvieron hacia Neville unos rostros pálidos. Neville los
observó serenamente. Y de pronto comprendió.
Minotauro: $100-110
Disponible en:
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