domingo, 22 de diciembre de 2013

Las correcciones

· The Corrections
· Jonathan Franzen [EU]
· Primera edición: 2001
· Novela

 ⋆⋆⋆⋆½

La especie humana recibió el dominio sobre la tierra y tomó la oportunidad para exterminar otras especies y calentar la atmósfera y generalmente arruinar las cosas a su propia imagen, pero pagó un precio por sus privilegios: que el finito y específicamente animal cuerpo de su especie contenía un cerebro capaz de concebir lo infinito, y de desear ser infinito también.

Este no es un libro de navidad. Pasa en navidad, y es cierto que la usa como pretexto para desencadenar la anécdota (si es que puede hablarse de una sola anécdota en lo que es a todas luces una saga familiar), pero bajo ningún motivo debe ser acompañado con ponche o leído en un momento de paz mientras uno se acurruca cerca del árbol en un suéter de lana. Si es que uno en realidad hace ese tipo de cosas utópicas, claro. Este es un libro enervante. Y lo es precisamente porque te recuerda la pesadez de las cargas y los símbolos sociales que la navidad ejemplifica y condensa tan bien. La familia a la que odias pero tienes que atender, la persecución de un ideal (arbolito-cena-brindis) creado por una cultura publicitaria reduccionista, la ilusión de que un día bonito en diciembre puede hacer que las dificultades de la vida se borren y concedan espacio a un nuevo principio. Y no, eso no es la vida real: es un comercial de Coca-Cola, es un placebo facilón e ilusorio.

Recuerdo que iba en un avión leyendo este libro en los ratos en que no estaba comiendo o temiendo por mi vida. Era un vuelo larguísimo, así que la ley de probabilidad demandaba que intercambiaras al menos unas palabras con la persona de junto. Resulto que esa persona de junto venía leyendo Vivir para contarla, de García Márquez, así que nos pusimos a hablar un poco y me preguntó de qué trataba mi libro. Mi primera respuesta fue un suspiro. Después tuve que pedirle que se preparara para escuchar una avalancha de verbo. Las correcciones es así; no es una lectura resumible; abarca demasiados años, demasiadas almas, demasiadas emociones. Pero sí, creo que sí hay un núcleo. Un pequeño día predeterminado en diciembre no puede cambiar mucho, no tiene el poder para eso. La navidad por sí sola no puede hacer que pare una guerra o aceptemos quienes somos en verdad o abandonemos adicciones y vicios. Pero el poder existe. No está en una fecha del calendario, no está en un ideal creado por la cultura de consumo, pero existe. En nosotros.

“¿Y qué? ¿Tú también tienes quemaduras de cigarrillo?”, dijo Gitanas.
Chip mostró su palma, "No es nada".
"Te las hiciste tú mismo. Patético yanqui".
"Es otra clase de cárcel", dijo Chip.

Los Lambert son una familia originaria de St. Jude, un pequeño pueblo irrelevante a la mitad de los Estados Unidos en el cual los padres, Enid y Alfred, todavía viven. Sus tres hijos, sin embargo, escaparon del pequeño empaque provinciano en cuanto tuvieron la oportunidad y ahora llevan vidas de éxito variable en New York y Philadelphia. Por un buen tiempo las cosas se mantuvieron así, pero ahora Alfred comienza a sufrir de Parkinson y para llevar a cabo su tratamiento es probable que deba vender la casa de St. Jude, sobre todo porque es demasiado apocado como para pelear por una compensación de dinero que una compañía farmacéutica le debe por robarle una patente. Mientras tanto Enid, su esposa, hace intentos desesperados de traer a sus tres hijos a pasar una última navidad en el pequeño pueblo, todos juntos y en su sitio de origen, antes de abandonar la casa y probablemente perder a Alfred ante su enfermedad. Pero la historia no está ahí.

La historia está en los sutiles modos en que esta familia, que parecería no tener nada de que quejarse (“patéticos yanquis”), ha encontrado miles de maneras a lo largo de los años para dañarse y humillarse unos a otros, a menudo sin siquiera darse cuenta, y por consiguiente ha tenido que hallar cómo curarse. Algunos buscan su cura con pastillas y psicología barata, algunos buscan su cura en escapadas sexuales, algunos se largan a Lituania con tal de olvidar lo miserable que hace su vida la familia. Los Lambert se quieren, pero lo arruinan todo con frecuencia. Se insultan, se cuelgan el teléfono, se desesperan. Cada miembro de la familia va por ahí buscando una forma de estar en armonía consigo mismo, tratando de separarse de la familia —y en medio de todos Enid, tratando de juntarlos para una cena, inconsciente de que sus propios defectos son una gran parte de lo que rompió a su clan desde el principio. Las correcciones es una tragicomedia de 500 páginas en la que una señora trata de pegar con pritt lo que metió años antes a la trituradora.

Si lo logra o no es cosa que Franzen no resuelve por completo y que cada lector deberá decidir, y eso es parte de lo que hace al libro tan bueno: no hay villanos, no hay héroes, hay gente. Cada quien es imperfecto en formas que son únicas y balanceadas con las imperfecciones de los demás. Como en la vida. Y la felicidad no llega de golpe sólo porque sea 25 de diciembre, sino que consiste una campaña larga y espinosa para recobrar territorio que la necedad y el individualismo nos han quitado. Como en la vida, también. Puede que en la vida los viejos de 80 años no sobrevivan caer al mar ni tengamos un hermano que se exilia en Europa central, pero esos detalles disparatados son lo de menos. Los nutrientes están en el corazón del libro, un corazón que rechaza las múltiples salidas fáciles que la cultura occidental ofrece al crédulo individuo —llámense éstas Prozac o “Jingle Bells”— para enarbolar en su sitio la incómoda verdad: que la vida es eternamente difícil y escollada; que nadie te va a regalar nada; que debes hallar un camino propio que no se motive en la venganza; y que todas y cada una de las personas en tu familia son un asco. Bueno, eso si no estás dispuesto a aceptarlos. Feliz navidad.

Y cuando el evento, el gran cambio en tu vida, es simplemente una reflexión—¿acaso no es eso extraño? Absolutamente nada cambia, excepto que ahora ves las cosas de un modo distinto y tienes menos miedo y menos ansias y eres más fuerte en general: ¿no es increíble que una cosa por completo invisible en tu cabeza pueda sentirse más real que todo lo que has experimentado antes? Ves las cosas con más claridad y SABES que las estás viendo con más claridad. Y te das cuenta que amar la vida se trata de esto; que esto es a lo que se refiere cualquier persona que habla con seriedad de Dios. Momentos como éste.

Salamandra: $335-$380
Picador (ed. en inglés): $230 (sólo en Péndulo)
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
-El Péndulo
 


No hay comentarios:

Publicar un comentario