· José Saramago [Portugal]
· Primera edición: 2008
· Novela
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Dando tiempo al tiempo, todas las cosas del universo
acabarán encajando unas en las otras.
Hace no mucho discutíamos en una de
mis clases sobre las complicaciones de leer a Saramago. Hay algunas que son
inmediatas, que saltan a la vista de cualquiera que abra uno de sus libros y lo
hojee, aunque sea distraídamente, en los estantes de una librería: no hay
marcadores de diálogo, las oraciones son eternas y los párrafos son (por
extensión) todavía más largos que esa eternidad. Hay otras que no saltan a la
vista de cualquier observador casual, pero que sí son fáciles de notar si uno
compra el libro que encontró en la tienda y se lo lleva a su casa. Una de las
complicaciones más salientes en el estilo de Saramago es que es, siempre y de
modo avasallador, más listo que tú. Mientras más pronto puedas aceptar eso
mejor, porque el portugués no teme —temía— soltar páginas y páginas de debate
filosófico y/o existencial, el cual es capaz de llevar a alturas
estratosféricas sólo para dejarlo caer al suelo de golpe con un chiste. Por
esto, es necesario tener la guardia bien preparada cuando uno se enfrenta a él.
Otro escollo lo representa algo más temático, cosa que suele ser fatal para los
lectores inexpertos o impacientes de Saramago o cualquier otro autor de narrativa
no-tradicional: el clásico “no pasa nada”.
Ahora, esto funciona en un modo
distinto que en los trabajos de, por ejemplo, Nicholson Baker u ocasionalmente
James Joyce, en los que de verdad no pasa
nada más que una serie de recuerdos y sensaciones dentro del personaje. En
Saramago siempre hay una anécdota, pero es su manejo lo que la distingue de la
narrativa más convencional. Las novelas del portugués hacen que algo pase, pero
después no se ocupan demasiado con la tarea de desenrollar ese evento, sino en
hacer lo contrario —enrollarnos en él mediante una serie de conversaciones y
monólogos en los que los personajes se enfrentan cara a cara con sus
limitaciones frente a su situación. Es decir, si hay un terremoto es probable
que Saramago nos muestre no a los rescatistas de la Cruz Roja en su heroico
trabajo, sino a uno solo de ellos en una pelea terrible con su mortal
existencia. O bien, en los casos menos trágicos, como éste, en el que la
historia (verídica) está centrada en un elefante que va de Lisboa a Viena en el
siglo XVI, la narrativa concentra sus fuerzas en describir no tanto el viaje
del elefante, sino el viaje interno de quienes lo acompañan. Pero eso no es
suficiente para hacer de Saramago un genio; lo verdaderamente increíble sobre
esta novela es que, aun con todo ese peso existencial encima, se siente ligera,
divertida, vivaz.
[…]está bien que Jesús hiciera el milagro de
expulsar los espíritus inmundos del cuerpo del geraseno, pero consentir que
entraran en unos pobres cerdos que nada tenían que ver con el caso, no me
parece una buena manera de acabar el trabajo, sobre todo porque, siendo los
demonios inmortales, ya que si no lo fueran dios habría acabado con la raza
nada más nacer, lo que quiero decir es que antes de que los cerdos hubieran
caído al agua los demonios se habrían escapado, en mi opinión Jesús no lo pensó
bien [...]
El rey de Portugal quiere hacerle
un presente al archiduque de Austria, primo de su esposa, aprovechando que éste
se encuentra cerca de sus tierras, en Valladolid. Después de algunas
deliberaciones, se decide mandarle al elefante Salomón, que a su vez fuera
recibido unos años antes como tesoro de la India. Por supuesto, el elefante no
puede ir hasta Valladolid, y de ahí hasta Viena, solo —es ahí donde entran
nuestros personajes principales: los capitanes militares de la escolta que
siempre rodea a Salomón, pero sobre todo su cuidador, Subhro, hombre
multicultural que sirve de puente entre lo portugués y lo indio, lo cristiano y
lo hindú, lo humano y lo animal. Una de las cosas más rescatables del libro es
que viaja por buena parte de Europa sin jamás tomar partido: son tan ridículos
los persignados portugueses como los estirados austríacos; tan decaída España como
corrupta Italia. Y sin embargo, debajo de toda la mugre y decadencia, surgen
amistades, preguntas imposibles de resolver mas urgentes de considerar,
momentos de reconocimiento en el que tanto hombres como animales parecen
encontrar su contrapunto preciso en el mundo. Wikipedia dice que El viaje del elefante es un cuento de
amistad y aventura, y no van del todo mal, pero hay otras cosas.
La más distintiva de todas es el
gusto del narrador por meter cizaña, la cual muchas veces proviene de que
Saramago no pretende narrar desde el siglo que describe. Su narrador se planta
firme en el siglo XXI, y apunta de manera anacrónica y humorística todas las
cosas que no comprende o le parecen fáciles de resolver con la tecnología de
hoy. Así, por ejemplo, habiendo puentes gigantescos en nuestro tiempo, él no
puede comprender cómo es que las personas de antaño arriesgaban sus vidas cruzando
pasos montañosos, así que admite su limitación a la hora de imaginar tal paso
montañoso —y ya, no los describe. También menciona lo fácil que el viaje
hubiera sido en un camión o la importancia de que el escritor de hoy cuente con
onomatopeyas que reducen las descripciones innecesarias. Esta es una de las
grandes sorpresas que se encontrarán quienes nunca hayan leído al portugués y
piensen que, por ser un Grande, un Nobel, es también una completa aburrición.
En fin, si ya han leído algunos de
los clásicos más potentes de Saramago —Ensayosobre la ceguera y El evangelio según
Jesucristo siendo los más prominentes— y les gustaron, este libro no los
decepcionará. Si no les gustaron, puede incluso que este libro los haga
reconsiderar, ya que está escrita en un tono impecable y lúcido, pero mucho más
ligero que el de sus obras más conocidas. En este aspecto le encuentro
similitudes con El hombre duplicado:
es una novela que explora el alma humana (y hasta la animal) sin cuartel, sí,
pero que lo hace con humor y un guiño juguetón en el ojo. El viaje del elefante fue la penúltima obra de Saramago en vida, y
me agrada que tanto éste como el último libro que terminó, Caín, no sean atronadoras
en su oscuridad. Me agrada que el incansable viajero y pensador haya encontrado
quizá (como su elefante) una cierta paz al final de sus días; la suficiente para simplemente
sentarse y escribir una historia que le pareció interesante y convertirla,
mediante el puro virtuosismo de sus letras, en un cuento grandioso y entrañable.
“Siempre acabamos llegando a donde nos esperan.”
-Libro de los itinerarios
Alfaguara: $160
Punto de lectura: $119
Alfaguara (ed. especial ilustrada): $680-$860
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
-El Péndulo
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