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Vine a Comala porque me
dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo.
No es sólo un comienzo, es ÉL
comienzo. No creo que declarar lo anterior sea exagerado, al contrario, tengo
fuertes fundamentos. Me he encontrado con personas que odian a García Márquez y
declaran a Cien años de soledad
aburrido, muchos son los que encuentran a Paz sobrevalorado, a Borges
extravagante, y a Cortázar pretencioso. Quizá esto no hable muy bien de mis
círculos sociales, pero el punto al que quiero llegar es que algo pasa cuando mencionas a Juan Rulfo: un silencio extraño
invade los labios de muchos y despierta euforia en otros. Quizá sea lo escueto de su obra o de su persona misma, pero son mínimas las palabras que
he escuchado en contra de él, por no decir nulas. Algo tiene Rulfo que cautiva
el espíritu, pero también lo perturba. Pedro
Páramo es su única novela, algo que más de uno resiente —hasta de Salinger
tenemos promesas futuras—, pero este primogénito nos conduce a un abismo
estético ante el cual es muy difícil no sensibilizarse y caer de rodillas.
La novela es desconcertante
desde la primera ojeada. La segmentación de los diversos sucesos, los muchos
saltos temporales que nos vemos obligados a reacomodar para darle algo de
sentido a la situación, pueden desesperar a más de un incauto. Alguna vez,
alguien comentó que la estructura se debía a que Rulfo tiró el manuscrito
minutos antes de entregarlo para su publicación, por lo que se limitó a recoger
los papeles desordenados y entregarlos así. Aunque la anécdota resulta curiosa,
lo cierto es que la disposición de cada capítulo, la falta de cronología
cierta, no es lo único que reta al lector. ¿Quién es el personaje principal?, ¿cuál
es la trama?, ¿cuál es el centro del asunto? Las respuestas son de lo más variadas, y todas
ellas dependen de la perspectiva particular del lector. Para algunos, Juan
Preciado y su intento por escapar al olvido de su padre son lo interesante de
la trama; otros podrían a llegar a relacionar la obra con sus antepasados
literarios, la novela de la revolución; muchos se inclinarán por la obviedad
del título y decir que Pedro Páramo es centro y circunferencia; y una última
porción de sus lectores rumiara sobre la mágica posición de Susana San Juan. Su
mismo autor declaró que el protagonista era el pueblo, Comala. Pero
presten atención a esto: Pedro Páramo puede llegar a ser difícil, pero
la extrañeza de su redacción no la vuelve desquiciada. Rulfo puede darse
un merecido lugar entre las sutilezas narrativas de Joyce y Faulkner.
Hay aire y sol, hay nubes. Allá arriba un cielo azul y detrás de él tal vez haya canciones; tal vez mejores voces... Hay esperanza, en suma. Hay esperanza para nosotros, contra nuestro pesar.
Resumirles la historia, o
intentar hablar de los muchos juegos que se juegan en ella, sería aniquilar
todo el encanto que involucra esta lectura. Siempre es difícil reseñar sin
pecar de exceso o de carencia, sobre todo cuando nos encontramos en una
situación donde, como ya dije, cada quien encuentra a sus propios
protagonistas. Lo que haré será ofrecerles mi lectura, mi posición con respecto
al libro. Para mí, sus personajes son Comala y Susana San Juan, la una es el
candado y la otra es la llave, y sus papeles pueden ser intercambiables. Soy
consciente de que sus líneas no son las principales. Puedo ver el desarrollo
paralelo de un lazo sanguíneo: el padre es narrado a su hijo, su hijo escucha
las palabras de la muerte que ha provocado su padre, las muchas muertes. Juan
Preciado ha llegado a Comala para concretar una búsqueda que es de carácter universal: la del padre. Ya sea el progenitor biológico, el cósmico o el sagrado,
la pesquisa del padre ha sido un tema recurrente en la historia de la
literatura. Este primer héroe inicia su tarea con un descenso, escena infernal,
ya que Comala bien podría encontrarse en el centro mismo de la tierra. Pedro
Páramo fue cacique del lugar, su poder no tenía límites y todas sus ambiciones
eran cumplidas. Su dominio influye no
sólo en los personajes, también en el espacio: Comala pasa a significar como
lugar por mano de Páramo, el hombre que domina humano y naturaleza, ni siquiera
lo lógica cartesiana o temporal pueden contra esta fuerza. Sin embargo, existe
un alma que se le escapa como el viento, y que cambia el círculo cerrado de
aquel infierno dantesco.
Para salir de Comala hay que
entrar primero, por lo que los pasos de Juan Preciado son la primera guía para
explorar la sofocante reclusión que vive cada personaje en el cerco de la Media
Luna, y para entender a Susana como una figura que ha escapado del mismo. No
obstante, Preciado no podrá salir del lugar por la misma razón por la que nadie
ha podido hacerlo, por la que los muertos rondan las calles: es propiedad de
Pedro Páramo. El cacique poseyó el vientre de toda mujer, su semilla se
extendió por toda la Media Luna. Aunque este poder sobrenatural llegó con los
años, y tras mucho trabajo, Pedro logró hacerse dueño del símbolo femenino por
excelencia: aquella Luna es suya. Por esto, Preciado sólo fue alguien para su
madre, porque ante los ojos de su padre sólo es un Juan cualquiera. En aquella
extraña tumba, Dorotea le dice que escuche las voces de los muertos que también
son sus hermanos, de todos aquellos a quienes el cacique enterró. El ruido es
abundante, los espíritus son aquejados por los recuerdos y por arrepentimiento.
Comala es un candado del que nadie se pudo liberar, ni siquiera el único hijo
reconocido de Pedro. Algunos no lo hicieron por ser muy viejos y otros porque
el cacique se los impidió. Pero hay un muerto que no dice palabra, hay una boca
callada en medio de la muchedumbre nocturna: Susana San Juan, la única mujer
que Páramo no poseyó.
Es aquí donde la figura de Susana San Juan aparece como un
ensayo a la apertura de Comala: ella sale del pueblo mucho antes de que Pedro
tenga alguna autoridad y mucho antes de que los años la consuman. Susana
sobresale a lo largo de toda la obra debido a la notable diferencia que
mantiene con otros personajes de su género y que la hace inmune a Pedro desde
un principio. Las mujeres en Páramo se caracterizan por un ciego y callado
sentido de obediencia. Susana escapa de Comala no para
encontrarse en brazos de otro hombre, sino para encontrar la pureza del mar: al
escapar del infierno, el agua purifica su cuerpo y la vuelve lo más parecido a
una santa. Pero la santidad no asegura inmunidad física, y cuando las garras de
Comala por fin alcanzan a su fugitiva, el único escape de Susana es su mente. Su
presencia puede relacionarse fácilmente con Juana la Loca, enloquecidas ambas
por juegos de poder y dolorosas relaciones con los hombres. La mente de Susana
es un hilo que se rompe, como la cuerda que la sostiene mientras sus manos
encuentran un cráneo. La locura la protegió en vida de ser poseída por el
hombre, y el agua que fluye es el pensamiento que la salva de las quejumbres de
la muerte: el recuerdo de aquel momento en que la comunión con el mundo fue
total.
Cuando su voz por fin es
escuchada bajo tierra, la historia que cuenta es la suya y no la del pueblo, el
arrepentimiento no existe porque no tiene noción de haberse fallado a sí misma.
Así, Susana modifica a Comala, modifica la parálisis de ese espacio donde
tantas ilusiones se fundaron y fueron derruidas por un solo hombre. Vuela
como un papalote, uno que Páramo no puede atrapar, y que representa para el espacio, aquella
Media Luna oscurecida por la muerte, una estrella que da un
último atisbo de luz. Hay mucho más escondido en todo este asunto; decir que
Pedro fue malvado no lo convierte en un villano, así como observar que Juan cavó su propia
tumba no lo hace un tonto. Comala es el protagonista, el espacio que encapsula
muchas pequeñas historias que se entrelazan en un solo hombre y que modifican
su significado ahí. Hablar de Susana es sólo abarcar una pequeña parte de todo
lo que ocurre aquí. A pesar de que Rulfo decidió no seguir alimentando a este
pueblo, a pesar de que muchos hubiésemos preferido tener más historias que
escuchar, lo cierto es que Comala nunca murió, porque el juego de murmullos desordenados que la novela propone está diseñado para no acabar nunca, no realmente, sólo volver a empezar. Leer este libro no es ninguna
pérdida. Tenemos que ir ahí, tenemos que ir a Comala porque ahí vamos a encontrar
a un padre literario.
Mi cuerpo se sentía a
gusto sobre el calor de la arena. Tenía los ojos cerrados, los brazos abiertos,
desdobladas las piernas a la brisa del mar. Y el mar allí enfrente, lejano,
dejando apenas restos de espuma en mis pies al subir de su marea... Era
temprano. El mar corría y bajaba en olas. Se desprendía de su espuma y se iba,
limpio, con su agua verde, en ondas calladas.
Disponible en muchas ediciones y a muchos precios,
generalmente es mu accesible. También lo pueden encontrar
en PDF.
Como siempre, es de admirar tu reseña, aportan (al menos para mi nuevos elementos de análisis para un libro). Es curioso que al principio menciones a Gabriel García Márquez por se dice que poco después de que se publique Pedro Paramo se lo llevaron a él y le dijeron "tenga esta vaina para que aprenda" por lo poco que he leído (pero he visto varios reportajes sobre él) me puedo dar cuenta de que Rulfo ha influido mucho en él, a Rulfo lo considero quizás el padre del "realismo mágico" y hasta como el mejor en ello. Su estructura sin duda abrumadora, no muchos le entienden a la primera (se dice que por esa razón en su tiempo no se le reconoció si no hasta después, en otra nueva generación de intelectuales y críticos) y Rulfo declaro que lo había hecho así a propósito, él quería que su libro no sólo se leyera una vez sino que se debía de leer mas veces para poder apreciarlo, en lo personal su obra la considero un verdadero reto, a el llano en llamas lo he leído dos veces y varias veces he releído algunos cuentos al azar. He de confesar que después de leer a Pedro Paramo vi la película para dos cosas ver si entendí él libro y si recordaba varios detalles y la otra razón era para entender mas el libro. Además de que par muchos la obra de Rulfo fue una transición entre la vieja literatura revolucionaria y otra que reflejara la posrevolución y la vida en provincia, el sentir colectivo de una nación donde no ha todos se les ha hecho justicia. Retomando algo del principio de mi comentario, la influencia de Rulfo se ha visto en otros escritores como (no tengo fundamento pero yo le encuentro relación) en Delirio de Laura Restrepo, esos saltos en la historia, esos repentinos cambios sin avisar, que al leerse por completo uno puede armar cronológicamente los hechos pero no en el libro.
ResponderEliminarLa influencia de Rulfo en García Márquez es clarísima en el inicio de Cien años de soledad: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”. En Pedro Páramo dice los siguiente: “El padre Rentería se acordaría muchos años después de la noche en que la dureza de su cama lo tuvo despierto y después lo obligó a salir. Fue la noche en que murió Miguel Páramo” .
EliminarBueno yo no he leído 100 años de soledad, es uno de mis libros en espera.
EliminarInteresante visión. Nunca nos cansaremos de hablar del bueno de Rulfo. Ah, hay algo mejor aún que el comienzo de Pedro Páramo, su frase final: "... y se fue desmoronando como si fuera un montón de piedras".
ResponderEliminarBuen blog. Saludos desde España.
Pdta: dejo aquí el mío por si fuera de interés: http://musicabajolasunas.blogspot.com.es/
Cada vez que intento leer a Rulfo o Joyce, es como preguntarme ¿Qué mira Afrodita en "El nacimiento de venus" de Botticelli ? Qué es lo que el pintor quiso que mirara o simulara mirar; si son sus pies o la ostra lo que la sostiene. Saludos.
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