lunes, 19 de septiembre de 2016

Eleanor & Park

-Rainbow Rowell [EE.UU.]
-Primera edición: 2013
-Novela

⋆⋆

Eleanor tenía razón. No era guapa exactamente. Emanaba algo artístico, y el arte no busca ser bonito; busca despertar tus sentimientos.

Como pusiera Shakespeare en los labios de su personaje Casio en Julio César, y después John Green citara al revés para sentirse muy original y profundo en su simplonada esa de la portada azul con la nubecita, “La culpa […] no es de nuestras estrellas, sino de nosotros mismos”. Para efectos de esta reseña, digamos que las estrellas son los libros que leemos y, en general, toda la cultura a la que nos exponemos. A menudo nos resulta fácil, o simplemente natural, creer que los libros son los que tienen la responsabilidad unívoca de nutrirnos a nosotros, y que nuestro rol como vasija receptora no incluye más que dar un trago a la pócima y juzgar. No nos gusta analizar nuestro papel en el diálogo que conforma el acto de lectura, dado que ni siquiera lo consideramos tal. Yo levanto un libro, lo leo y doy mi opinión. El libro es bueno o malo o regular y ya: en eso termina el ciclo, ¿no? Pues no. El libro, desde el preciso momento en que lo sacamos del estante, también nos ilumina a nosotros. El libro también puede revelar si somos buenos, malos o regulares en nuestro papel.

¿De qué carajos estoy hablando? A ver.

Como ya saben, cada año llevamos a cabo en este blog un ciclo de reseñas llamado “Mes del libro malo”, aunque casi siempre dura más de un mes, como todos nuestros ciclos. Durante dicho periodo, las dos personas que componemos este espacio nos sentamos cómodamente en nuestras sillas de juez y apuntamos los defectos, por lo general muy evidentes, de algunas de las obras más populares, vendidas y publicitadas de la actualidad. Los apuntamos, más que nada, porque alguien tiene que hacerlo: los críticos dispuestos a hablar de estos libros son casi siempre engañosos títeres del marketing, como los booktubers más conocidos, y los críticos que no son títeres del marketing nunca se dignan a mancharse las manos con el lodo de las masas —prefieren, no sin razón, reseñar cosas que valgan la pena—. Así se perpetúa el status quo: cada quien en su burbujita, sin molestarse, comprando en pasillos opuestos de la librería, cada cual con sus vicios pero con paz mental y en confort. Inventario busca romper con eso y traer una visión académica, si bien a veces informal e incipiente, a la conversación sobre libros masivos. Queremos proveer un espacio libre de intereses de mercado y de la mirada hostil de los fandoms, en donde la gente pueda reunirse a decir, “ese libro es malo”, y conversar sobre las razones de su infamia. Así lo hemos hecho y nos la pasamos bien. Pero la conversación sobre Eleanor & Park es más compleja. La conversación sobre Eleanor & Park, me temo, revela más sobre nosotros —los lectores— que sobre el libro mismo. Quizá por primera vez en 3 años de “Mes del libro malo”, me encuentro ante una obra que podría no ser la principal villana de la historia, sino un artefacto inofensivo (aunque torpe y bobo) que ha sido mal usado por nosotros, por nuestras falencias y estrechuras como lectores, por nuestra negativa a analizar nuestro papel en el diálogo de la palabra.


No me malentiendan: no estoy diciendo que el libro esté muy bien. Si alguna vez en esta Tierra hubo un libro con limitaciones, ese es Eleanor & Park. Leerlo es como ver pintura secarse en una pared, como escuchar a un abuelo ajeno contar la misma historia cinco veces, como ver un documental sobre los avances de la contaduría en 1977 o como comer una rebanada de pan blanco humectada por un vaso de agua sola. Es un libro ingenuo, básico, aburrido y con severos problemas de ritmo. El último defecto, en particular, es imperdonable. Pero los otros tres… me inquietan. En concreto, me inquieta su origen. La ingenuidad, la llanura, la imperturbable simplicidad de Eleanor & Park, más que convertirlo en un mal libro a mis ojos, sencillamente me recuerdan otra época de mi vida como lector: la época donde tenía que leer esos libros blandos y didácticos que dejaban como encargo en la primaria y la secundaria. Esos libros donde todos los adultos son inexistentes o estúpidos, donde cualquier palabra de más de cuatro sílabas es cortada por el editor y donde se nota que la meta del autor es, casi como por encargo, poner a los jóvenes en contacto con la angustia de su crecimiento y sus cambios hormonales. Es un libro que, de haber sido escrito 12 años antes, precediendo así al boom de la literatura Young Adult, habría encajado sin problemas en la colección semi-infantil El Barco de Vapor, que era lo que me dejaban leer en la primaria y supongo que a muchos de ustedes también.

Eleanor cargando con Park las compras de la abuela. Dando cuenta de la cena con educación, aunque fuera algo tan asqueroso como el hígado encebollado.
Siempre estaban juntos y sin embargo a Park no le bastaba.

[Ningún libro para niños está completo sin el sempiterno odio al hígado encebollado, ¿verdad? Más que a cualquier tipo de literatura adulta, Eleanor & Park recuerda a una historia alterna en el universo de Hey Arnold!...]

Pero escudriñemos el libro más de cerca. Eleanor es una chica pelirroja y ligeramente rolliza que se integra a un nuevo instituto con el año escolar ya iniciado, esto tras mudarse de vuelta con su familia (mamá, padrastro monstruoso, hermanitos genéricos) después de haberse escapado de casa por una temporada. Convenientemente para la trama, los populares del instituto inmediatamente la odian, porque parece ser que en el Nebraska de 1986 no hay mayor pecado que ser blanca, pecosa y con escasos 5 kilos de más (¿?). Digo que esto es conveniente para la trama porque así se establece la camaradería entre ella y Park: se supone que ambos son “rechazados” y “raros” (porque, como nos enseñó John Green, decir que tus personajes son “raros” se traduce en “esto no es una típica historia de amor” a la hora de la mercadotecnia). Sin embargo, Rowell es tibia hasta en el establecimiento de los dos personajes como marginados, puesto que Park es presentado inicialmente como un coreano rockero que se sienta solo en el autobús escolar, pero a lo largo de la historia no sufre del escarnio de nadie y de hecho parece que todos lo quieren y lo respetan. Otra de las conveniencias ingenuas de la historia es que Park tiene un amigo inseparable llamado Cal, pero éste no usa el autobús: claro, para que Eleanor pueda sentarse en ese asiento y desencadenar todo.

Bueno, más o menos esa es la idea, porque —en la práctica— durante el primer cuarto del libro no se desencadena nada. Los dos personajes se sientan juntos en el autobús por pura conveniencia espacial, pero no se hablan y parecen disgustarse. Él suele leer comics en el autobús; un día la descubre pasando los ojos por el cómic y decide, quién sabe por qué, prestárselo. Al cabo de un par de capítulos de comics prestados y devueltos, junto con un Walkman y las obligadas referencias a canciones de The Smiths, ya se agarran la mano y no pueden vivir el uno sin el otro. La torpeza del ritmo es abismal. Rowell tiene en sus manos los componentes fundamentales de una historia, honestamente, linda, pero los maneja con una falta de tacto y una pobreza de detalle psicológico más parecido al comportamiento de una niña de 5 años chocando las cabezas de su Barbie y su Ken para que se besen que a la narradora de un romance humano.

Algunos de los críticos del libro se quejan de que Eleanor venga de una familia conflictiva, dizque porque eso la hace una “damisela en apuros” (ya saben que ahora todos somos muy feministas), pero la verdad eso a mí no me molesta. Todos podemos correr con la mala suerte de que nos toque una familia abusiva, y un personaje literario, a pesar de que sea mujer, puede necesitar el apoyo y la ayuda de alguien más (¡qué horror! ¡nos duele el individualismo!) para soportar una situación tal. Sin embargo, de la subtrama familiar de Eleanor sí surge uno de los problemas fundamentales del libro, o por lo menos lo ejemplifica a la perfección cuando llega la hora del desenlace. En concreto, dicha subtrama es utilizada para extraer forzosamente compasión y simpatía para con el personaje de las entrañas del lector, pero para muy poco más. Eleanor es una víctima, sí, pero también lo son sus hermanos y su madre, y eso parece que a Rowell se le olvida o le vale tres pepinos. El modo en que la narración, al final del libro, abandona a los demás personajes involucrados en la subtrama de abuso familiar es verdaderamente sorpresivo, por no decir imprudente y hasta insensible. De nuevo aparece la falta de tacto, la simpleza, la convicción infantil de que el amor es ensimismamiento absoluto y de que, por lo tanto, en un libro de romance, no es necesario darle vida a nadie más que a los dos amantes.

Dicho todo de otro modo: Eleanor & Park es un libro sumergido en la inmadurez psicológica y narrativa. Sus mayores metas son, hasta donde distingo, acompañar a un público de adolescentes tempranos en su primer amor, prevenirlos de que el abuso familiar y el bullying son malos (como si no supieran) y darles un libro de lenguaje extremadamente fácil para que se puedan entretener al mismo tiempo que cultivan su imagen de intelectualoide libresco, tan en boga estos días. Todo eso lo logra sólo en los términos más tibios: así como pasaba tan a menudo con esos libros de la primaria y la secundaria de los que les hablaba, E&P está tan ansioso por dar su mensaje que termina siendo más un esqueleto moralino que la cosa completa, para cuya obtención se requerirían matices, intensidad, ritmo... todas ellas cosas ausentes en la obra. Ah, bueno, también quiere hacerle notar a su público que Watchmen y The Smiths existen. Eso está bien, supongo: llegado el momento, ambos nutrirán la mente y el espíritu de los jóvenes bastante más que este libro.

Y volvemos al principio. Un libro tan elemental que parece más un diagrama resumido de sí mismo que la consecución total de sus objetivos temáticos. Un libro ingenuo, con múltiples huecos y cabos sueltos. Un libro que se esfuerza desesperadamente para no ser “la típica historia de amor”, sin darse cuenta (o tal vez sí) de que sus esfuerzos lo hacen parte del nuevo cliché: “la típica no-típica historia de amor”. Un libro intrascendente, blando, seguro. No un libro terrible, pero nada que celebrar. Y una industria que nos lo vende como una novela para todas las edades, que nos asegura —de labios de John Green, Publishers Weekly y el New York Times, ni más ni menos— que en sus páginas hay sabiduría y humanidad. Y nosotros, el público, que nos tragamos el anzuelo. Otra vez.

No, si la culpa no la tiene el indio…

El problema no es que Eleanor & Park exista, sino que a fin de cuentas es un libro para niños que se le vende a adultos jóvenes como una historia de amor conmovedora. A riesgo de sonar como un anciano a mis 22 años, el conflicto principal que tengo con esta obra no se deriva de la obra misma, a pesar de todas sus flaquezas, sino de la existencia de una cultura que permite que libros como él sean exitosos con lectores de más de 14 años. No pequemos de crédulos: bestsellers del carácter y la calidad de Eleanor & Park siempre han existido y existirán mientras haya una industria editorial moderna. Son el pan de cada día y no los vamos a borrar de la faz de la Tierra. Hasta cierto punto, y como les decía al principio, advenedizos como Rowell no tienen la culpa: ellos vieron una oportunidad y la explotaron. El cambio —aquí sí, no como en el dólar o la petroguerra en Medio Oriente— está en nosotros. En que tengamos el valor de escapar al asfixiante relativismo de nuestros días, el cual afecta tanto a legos como a críticos especializados, y le digamos pan al pan y al vino, vino. Esto no es un libro para adultos jóvenes. No es una historia conmovedora ni sabia. No es una reflexión sobre la violencia familiar. Es una fábula cuasi-infantil sin ritmo ni noción apenas del comportamiento humano.

La literatura no tiene que ser física cuántica para dejarnos algo. Puede ser, de hecho, tremendamente escueta en términos sintácticos. Ahí está Hemingway. Ahí está Carver. Ahí está Saint-Exupery, si vamos a lo juvenil. Pero la sencillez no equivale a simpleza ni a superficialidad. No equivale a abandonar subtramas ni a delinear personajes como quien recorta siluetitas prescindibles para amontonar en un collage. Pero ni modo. En este punto de la vida, siento, lo mejor que podemos hacer ante libros como éste es sencillamente apartarnos. No creerle a la máquina de reseñitas prefabricadas. Cualquier libro, he dicho, nos ilumina también a nosotros desde el momento en que lo sacamos del estante. Tenemos 20, 23, 26 años de edad. Demostrémoslo a la hora de elegir lecturas.

Tal vez por eso Park no podía parar de reír, ni siquiera cuando hablaban de “Helter Skelter”, que no es precisamente la canción más divertida de los Beatles.


Ah, y en caso de que por aquí haya un joven incauto que ya leyó esto: no hagas caso. “Helter Skelter” es la madre.

7 comentarios:

  1. Y a mí que todas las reseñas me lo pintan como una historia de amor no convencional super innovadora xDDD pero ya decía yo que había algo que no cuadraba en eso, yo huyo del romance, siempre, no me gustan mucho los libros románticos, rara vez consiguen gustarme pero me convencieron de darle una oportunidad, y aún se la quiero dar a este libro, lo que no quiero es ponerlo en un pedestal por algo que no es.
    Probablemente la novela pudo haber sido mejor, no lo sé porque no lo he leído, pero la manera en que dices como la autora abandona subtramas que pudieron haber sido abordadas de mejor manera me preocupa mucho, es algo común en los libros juveniles, tienen potencial y terminan siendo sosos y se estacan, me pasó con divergente, me gustaron los personajes, la idea principal no así que no seguí con la saga.
    Me gustó eso del nuevo cliché la "no típica historia de amor", me hace preguntarme cuántos libros del tipo he leído que sin darme cuenta tienen esa configuración, cosa de analizar.
    No sé que más decir, me da miedo perder el tiempo en leerlo, pero a la vez tengo un poco más de ganas por hacerlo, ya decidiré.
    Gracias por compartirlo. Bonita semana, estaré pendiente a las demás reseñas.
    PD. Me encontré con otro libro salido de wattpad, pero ni idea si era fanfic o qué, se llama Bad Boy Girls, de Blair Holden, esta para reirse y poco innovador, bastante genérico diría yo, pero comparado a After, le lleva por encima por lo menos un poco, igual no deja ser genérico y bobo. En fin, solo quería decir eso xDDD

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  2. Excelente reseña, minuciosa y muy aguda. Creo que da en clavo: el problema de este tipo de escritos es que subestiman a los jóvenes... y da mucha lástima que éstos le den la razón. Es como literatura para vagos, sin complicaciones... como papilla literaria, que promete (y cumple) no hacer pensar, no cuestionar, no hacer sentir realmente. Lo único que debo apuntar es que el género infantil tampoco se merece cosas como esta. Por hablar de la misma colección El Barco de Vapor, ¿leyeron, por ejemplo, La Hija del Espantapájaros? El segmento infantil y preadolescente también merece literatura real en lugar de clichés reblandecidos.

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  3. Excelente reseña, minuciosa y muy aguda. Creo que da en clavo: el problema de este tipo de escritos es que subestiman a los jóvenes... y da mucha lástima que éstos le den la razón. Es como literatura para vagos, sin complicaciones... como papilla literaria, que promete (y cumple) no hacer pensar, no cuestionar, no hacer sentir realmente. Lo único que debo apuntar es que el género infantil tampoco se merece cosas como esta. Por hablar de la misma colección El Barco de Vapor, ¿leyeron, por ejemplo, La Hija del Espantapájaros? El segmento infantil y preadolescente también merece literatura real en lugar de clichés reblandecidos.

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    1. Tienes razón, este libro incluso se queda corto para colecciones como El Barco de Vapor. No recuerdo haber leído la que dices, pero tengo muy marcado uno llamado Una vida de película, que era una maravilla, y uno llamado El buscapleitos, que era extrañamente conmovedor. También había uno bastante inventivo llamado La ciudad de las esfinges, pero creo que era de otra editorial.

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  4. Precisamente escuché la reseña con una booktuber y pensé "Oh, qué bonito" pero lo que más me intrigaba es que la chica en cuestión lo recomendaba para aprender inglés por su manejo súper básico del idioma y sí, por eso pensé en comprarlo jajaja.. ¿En qué idioma lo leíste tú?

    Gracias.

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  5. Me encanta la forma casi ofensiva en que resaltan la responsabilidad que tiene el lector-consumidor en el triste y sorprendente éxito de estos libros... hacen falta más cojones como estos en las editoriales.
    Saludos

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