lunes, 6 de febrero de 2012

1984


  • Nineteen Eighty-Four/1984
  • George Orwell (Inglaterra)
  • Primera Edición: 1949
  • Novela


Era un día claro y frío de abril y los relojes daban las trece. 

Recuerdo leer esa línea en un artículo de internet dedicado a las mejores primeras oraciones en una novela. Imaginé un cuarto, un pabellón, enorme. Helado y de paredes blancas, aunque de aspecto gris por las luces apagadas. Imaginé el cielo nublado y apático. No me equivoqué. Entonces, supongo que si, ésta oración es una de las mejores aperturas literarias que conozco. El humor que provoca es exactamente el que quiere provocar, tan sólo con un puñado de palabras simples, demasiado simples. Creo que lo que me encanta especialmente es lo último. Un reloj que marca las trece, como indicación de un mundo torcido; de un futuro que no está aquí, en nuestra realidad, pero sí muy cercano. 

Lo peor acerca de 1984 es que tiene fantasmas que nunca se van. Habla de gobiernos extremistas, obviamente llegando a territorios fuera de lo verdadero, pero nunca de lo verosímil. Para nosotros, respetables ciudadanos occidentales, es causa de pavor inusitado la eventual adopción de las ideas mostradas en esta novela, pero olvidamos que hay gente que vive efectivamente bajo tal yugo. Gente en Corea del Norte, gente en una multitud de países africanos. A veces no consideramos lares tan lejanos parte de nuestro mismo mundo; nos ensimismamos en la tibieza de nuestras sociedades avanzadas. 

Sin embargo, dejando fuera de momento el grotesco culto a la personalidad encarnado por el Gran Hermano, hay muestras de totalitarismo que sí nos acechan, lentamente, con el sigilo de lobos camuflados. Una de ellas está muy entreverada con el objetivo de este espacio: la aparente guerra de la sociedad contra la riqueza del lenguaje. ¿O acaso no son los lol, rofl, omg, y wtf de todos los días, versiones aún más concentradas de los dobleplusbueno y Miniver de la novela? ¿Acaso no nos acercamos a la neolengua cada que alguien en televisión se queda sin palabras, evidentemente limitadas sus ideas por la falta de vocabulario aprendido? Vivimos, sin duda, con fronteras intelectuales durísimas, que van en beneficio de un pensamiento más manejable, digerible. En ese sentido, al menos, vivimos en eterna espera de Oceanía, ese reino de neblina.

LA GUERRA ES LA PAZ. 
LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD. 
LA IGNORANCIA ES LA FUERZA.

Otro aspecto del absolutismo aplastante retratado en 1984 es el control de la memoria. La sociedad de Oceanía no sólo está maniatada en el presente, sino que las manos del poder han hurgado hasta despojarlos del pasado, y de cualquier consciencia distinta a la que se transmite por los medios de comunicación. ¿Qué tan humano se puede llegar a ser sin consciencia de nuestro pasado? Si el pensamiento es restringido, dentro de una celda de cuatro paredes, ¿todavía hay algo que nos distinga? Un alma, o como se le quiera llamar. Esa es la pelea de los desgraciados que están en el centro de esta historia. 

A 1984, como a muchos libros últimamente, se le ha dado la fama de hipster. Es cierto que este demográfico lo ama fervientemente, pero es una bestia diferente a La Naranja Mecánica, por poner un ejemplo. Yo leí éste libro bastante joven, lo que probablemente excitó mi impresión de él, pero aún ahora le veo un trasfondo mucho más profundo que el de la típica novela de ciencia ficción. Está claro que Orwell no pretendía ser un H. G. Wells o un Asimov; no quiere hacernos imaginar mundos o futuros extravagantes. Quiere hacernos pensar, darnos escalofríos con su visión tan cercana a lo real.

Al leer éste libro me estremecí no sólo por el total control del individuo, sino por la historia de amor tan sui generis, hasta un punto de poder ser llamada fría. Es evidente que en otro mundo, estos dos personajes podrían haber llegado a amar de verdad; con mayúsculas. Pero no, están tan atrofiados y contenidos que incluso en sus momentos más íntimos se siente un halo oscuro. Como si el miedo dominara su toque, como si nunca pudiesen deshacerse de esos ojos oscuros y penetrantes que observan impávidos desde un cartel.

En ese momento crees que no hay otra manera de salvarte y estas dispuesto a salvarte como sea. Deseas que eso le ocurra a la otra persona y no a ti. No importa en absoluto lo que pueda sufrir. Entonces lo único que importa eres tú mismo. 

¿Qué me dejó 1984? Un interés permanente en la distopía, género que desde entonces me ha fascinado; pero aún más importante, un lente para juzgar el deterioro de la sociedad. Mientras la guerra se apodera de múltiples países sin control ni raciocinio, mientras nosotros tejemos un capullo seguro a base de televisión y revistas, mientras nos aferramos con uñas de tigre a tener la razón en todo lo que creemos cierto, mientras olvidamos una y otra y otra vez nuestro pasado, y caemos de nuevo al pozo; 1984 está ahí, silenciosamente pasando revista de todo esto. No está feliz. Sacude la cabeza de un lado a otro, decepcionado, mientras nuestro mundo forja las cadenas del futuro.

Nos observa mientras, queramos o no, nos postramos a los pies del forzoso Gran Hermano.


Se encuentra en varias
editoriales a diferentes precios
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-Fondo de Cultura Económica

3 comentarios:

  1. Excelente reseña amigo. Sigue publicando. Yo también sentí escalofríos.

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  2. Tu reseña no dice nada tangible de la novela, es solo una impresión personal descrita con elocuencia.
    No habla sobre totalitarismo sino sobre el socialismo llevo a un extremo, si hay conciencia histórica solo que la historia es creada, manipulada e inventada por el Partido a un nivel en que ya no se sabe que es verdad y que no lo es. Es posible mantener una conciencia histórica por medio del doublethink.
    Si leyeras más sobre Orwell te darías cuenta que su "ciencia ficción" no se asemeja ni está cerca a la de Wells ni Asimov.
    Creo que lo único que tuviste bien fue la relación entre Winston y Julia y sobre Newspeak.
    Es una pena que hayas entendido tan poco de un libro tan rico.

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    Respuestas
    1. Hola, ehm, mira, esta reseña la escribí muy chamaco. Todavía no sabía analizar gran cosa, y el estilo del blog era diferente en esos tiempos. De hecho, cuando dices que esto es una "impresión personal descrita con elocuencia", le das al clavo: eso es lo que era el blog. Ciertamente no es la misma reseña que escribiría hoy. He estado pensando que hay artículos, como éste, que debería retrabajar en el futuro, ya con más bagaje. Por ejemplo, me intrigan las implicaciones del estructuralismo psicoanalítico de Lacan y Deleuze en esta novela, ya que tanto los enemigos bélicos de Oceania como Big Brother en sí son entidades que no importan por sus propias características reales o imaginarias, sino por su posicionamiento simbólico en una red relacional. Pero bueno, el caso es que hasta ahí va bien la cosa. Acepto que este escrito no es tan profundo como podría ser.

      Ahora, si leyeras con atención verías que cuando menciono a Wells y a Asimov es precisamente para decir que Orwell NO es paralelo a ellos. No soy tan tronco como para confundir una distopía ucrónica con ciencia ficción futurista. Los mencioné porque siempre se les menciona en el mismo aliento, y, como tú, tampoco creo que sea correcto. Sin embargo, sí debes admitir que ambos tipos de autores usan recursos similares cuyas implicaciones architextuales los posicionan dentro de la literatura no-mimética (ya que, si bien es cierto que Orwell exploró la mimética en obras como Keep the Aspidistra Flying, los misteriosos designios del canon han devenido en que sea recordado por 1984 y Animal Farm).

      No tienes por qué venir a decirme que "si leyera más X", porque tú tampoco eres ningún Dios ni portador de la antorcha de la verdad, y sinceramente dudo que sepas más que yo (hoy) sobre Orwell o sobre teoría de los géneros. Y aun si así fuera no creo que logres conseguir gran cosa, dado que te muestras incapaz de hacer un comentario crítico constructivo, inteligente o empático.

      Saludos.

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