· Gabriel
García Márquez [Colombia]
· Primera
Edición: 1972
· Novela corta/Cuento largo (?)
La abuela, desnuda y grande, parecía una hermosa ballena blanca en la alberca de mármol. La nieta había cumplido apenas los catorce años, y era lánguida y de huesos tiernos, y demasiado mansa para su edad. Con una parsimonia que tenía algo de rigor sagrado le hacía abluciones a la abuela con un agua en la que había hervido plantas depurativas y hojas de buen olor, y éstas se quedaban pegadas en las espaldas suculentas, en los cabellos metálicos y sueltos, en el hombro potente tatuado sin piedad con un escarnio de marineros.
Construir personajes en el espacio
limitado de un cuento puede resultar una tarea descomunal, y—peor aún—que casi
nadie aprecia. Nadie ha decidido muy bien si esta obra, de título kilométrico,
es una novela corta o un cuento largo. Abrí la reseña con el pasaje citado
porque me parece un muy buen ejemplo de la escritura de García Márquez, y de
cómo logra traer a los personajes al mundo. Es una escritura dinámica, llena de
símiles extraños y vívidos, y rebosante de conocimiento sobre la superficie y
el alma de América Latina. Sé que tenemos algunos lectores furtivos de España y
E.U., y quisiera aprovechar para explicarles un poco. Verán, los latinos somos
una cosa extraña.
Somos seres creados dentro de una mezcladora
de cemento. Somos el jamón de un emparedado diabólico: el furioso deseo de ser
occidentales contra el rigor incansable de nuestras raíces indígenas. Estamos
anclados al megalodón llamado E.U. (como se explora en Cien Años de Soledad), el
cual nos fuerza a barrer quienes solíamos ser bajo la alfombra. Siempre estamos
en guerra con ese pasado; queremos ser más altos, más blancos, más finos, más Procter
& Gamble. En nuestras cajas de cereal hay familias rubias que sonríen en
cocinas inmaculadas, y cada mañana nos levantamos a vivir en el contraste
horrísono entre ese mundo y el nuestro: duro, desigual e ignorado.
Por eso no puedo evitar ver ese tipo de ambivalencias
en mi mente cuando García Márquez crea una imagen donde conviven las plantas
medicinales de nuestros antepasados con un tatuaje marinero, indudable herencia
de la era colonialista. Quizá por eso, aunque no es lo único, el llamado realismo mágico de Gabo nos impacta
tanto. Sí, el cuento aquí narrado (como la mayor parte de la obra del autor) narra
una anécdota fantástica, con personajes que parecen más alegorías que personas,
pero son esas pequeñas espinas de realidad —conectadas a la tan tribulada historia
del continente— las que nos mantienen con la guardia arriba. Si bien su proeza
narrativa nos hace imaginar a marchas forzadas, el alma de sus relatos es el
alma de un hombre que no quiere huir de sus raíces, sino afrontarlas. Y nos
hace afrontarlas junto con él, lo que nos deja siempre con un pie sobre la tierra.
La abuela contemplaba con un abatimiento impenetrable
los residuos de su fortuna. Eréndira, sentada entre las dos tumbas de los
Amadises, había terminado de llorar. Cuando la abuela se convenció de que había
muy pocas cosas intactas entre los escombros, miró a la nieta con una lástima
sincera.
—Mi pobre niña —suspiró—. No te alcanzará la vida para
pagarme este percance.
Ahora bien, pasemos a la historia. Leyendo
varias reseñas y resúmenes en línea, me di cuenta de que muchos resaltan la
prostitución en la obra como si se tratara en exclusiva de ella. Es imposible que
el escritor no dedujera que esto iba a pasar, mientras escribía estas páginas.
Cuando uno escribe algo relacionado con ese tipo de mundos oscuros —prostitución,
abuso, adicción—, se es consciente del peso que caerá sobre el producto final.
Nunca va a faltar el lector superficial que creerá que se hace apología de la
violencia sólo con tocarla, y rechace nuestro esfuerzo literario. Tampoco es
posible pensar que todo mundo va a rascar muy profundo en aras de descubrir una
verdadera esencia. No todos los lectores tienen tiempo o cerebro para eso; y
por tanto uno corre el peligro de que al final, cuando la contraportada se
cierre, lo que salga de los labios de quien lee sea “Que cosas tan feas.”
Por eso creo que es una historia valiente.
Tenía un punto al cual llegar, y llegó a él sin importar la opinión futura de
la crítica y la gente en general. Si me preguntan a mí (y sí están leyendo esto
ya lo hicieron de forma tácita, al menos) La
Increíble y Triste Historia… se arrastra por el fango de prostitución y
sangre para llegar a un sitio muy lindo —una playa silenciosa, el batir de un
oleaje que se lleva lejos la tormenta. No, el final no es bonito. Me abstendré
de spoilers, pues lo último que pretendo es que salgan de ésta reseña
detestándome, pero sí diré lo que significó para mí esa última escena; quienes
hayan leído el libro me comprenderán, y quienes no, espero les incite para
hacerlo.
Creo que hay momentos de ruptura en la
vida de todos. Cada quien tiene tormentas en su pasado, pero no todos han sufrido
el yugo de un villano absoluto como la abuela. Sin embargo, no hay persona que
no tenga su propia abuela desalmada. Piénsenlo: puede ser pequeña o grande, actual
o distante, pero es sin duda algo que oprime nuestros deseos, nuestra
personalidad. ¿No peleamos para huir? ¿Acaso no deseamos correr? Soñamos con
ese momento de liberación, en el que nos dispararemos lejos, separándonos de
todo lo que nos recuerde lo miserables que fuimos ahí, viviendo en la sombra de
algo o de alguien.
Por lo demás, el lenguaje se mueve de esa
forma suave y serpentina que García Márquez maneja tan bien. Uno espera con
ansias su siguiente pasaje descriptivo, ya que es un placer leer a un escritor
quien instala mosaicos frente a tus ojos en vez de abandonarte a la vaguedad.
Cada vez que uno entra a un cuarto se habla de las sábanas, los baúles, las
cortinas, las alfombras. Y todo tiene carácter, todo enriquece. Siendo tan
breve, se puede leer en una o dos tardes; y hacerlo de otro modo es en verdad
difícil, pues además de ser atrapante en demasía, no tiene capítulos. Estas características
apuntan a que es un cuento, pero la riqueza en ambientes y personajes parecería
indicar una novela. Mas eso es irrelevante, porque seríamos estúpidos si le pidiéramos
a Gabriel García Márquez que se acomodara a un estándar, sea cual sea. Él es un
hombre que ha cambiado el mundo creando uno propio; que nos ha adentrado en una
fantasía tan terrible, tan brutal y —quizá por ello— tan deliciosa, que no
queremos salir jamás.
Eréndira corrió entonces hacia el desierto, decidida
para siempre, y de perdió entre las tinieblas del viento donde cantaba la
lechuza.
Editorial Diana: $98
Editorial Diana (Re-edición): $198
Editorial Oveja Negra: $71
Disponible en:
- Gandhi
- El Sótano
- Porrúa
- FCE
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