· Chuck Palahniuk (E.U.)
· Primera Edición: 2007
· Novela
¿Alguna vez has visto a amigos que
reconoces ser acribillados por la policía en cámaras de tiempo real? ¿Alguna
vez te has visto atrapado en un mundo en dónde eres la peor pesadilla de todos?
Una de mis grandes frustraciones siempre
ha sido la tardanza con que las editoriales traducen libros interesantes al
español —si es que algún día lo hacen. Muchas obras deseables, inteligentes y
loables se quedan en la ignominia para que el mundo hispanoparlante pueda tener
Ghostgirl y Twilight, y eso no me parece justo. Va más allá del típico “es un
mal libro/deberían leer algo de verdad.” Es una cuestión de espacio
desperdiciado en los libreros.
Todo esto viene a colación porque uno de
los ejemplos más fehacientes que hasta hace poco tenía era la terrible
distribución de libros de Chuck Palahniuk. Para quien no lo conozca, es el
autor de El Club de la Pelea, nada
menos. Pero esto no impidió que me fuera imposible conseguir algo suyo en
librerías por más de un año. Afortunadamente, en los últimos tiempos algunos
editores han despertado, y han surgido traducciones e importaciones. Pero yo no
sabía que así iba a ser cuando encontré una copia de Rant y la sostuve en mis manos. Para mí era un evento raro; tanto como
la portada, que muestra un corazón deformado y una ‘R’ estilizada sobre un
fondo blanco. Palahniuk era alguien a quién siempre se me había negado leer, a
excepción de historias cortas por internet. Como tal, yo tenía todo el interés
del mundo, pero no sabía exactamente qué esperar. Sabía que era un transgresor,
un tipo que rompe las reglas y convenciones aparentemente sólo para reírse de
sus críticos. Pero no sabía que fuera, además, de una inteligencia tan
aplastante.
La novela inicia con una pregunta plantada
a media página, a la deriva —lanzada al aire sin ser atribuida a nadie. Es una
pregunta fácil. ¿Alguna vez has deseado
no haber nacido nunca? Y bueno, mi respuesta es sí. No es por ponerme de
emo ni nada por el estilo (para eso tengo otros momentos y espacios),
simplemente creo que es un deseo común. Es algo que uno piensa cuando descubre
nuevos niveles de sufrimiento, por lo general. Y claro que hay sufrimiento en
el libro —todos los buenos libros deben tenerlo—, pero reconsiderándolo creo
que la pregunta no iba por allí. Para nada. No sé de qué diablos se trata este
libro, pero mi mejor presunción es que tiene que ver con el tiempo y su
relatividad. Pero eso es una línea muy vaga, la verdad es que estas páginas son
un vórtice indefinible. Son como meter la cabeza en una licuadora; pero, eso
sí, de una forma gloriosa.
Pregúntense: ¿Qué desayuné hoy? ¿Qué cené la noche de
ayer? ¿Se dan cuenta de lo rápido que la realidad se desvanece?
El mundo, al principio, parece el nuestro.
La historia se abre con el testimonio (toda la novela se compone de
testimonios, como si un entrevistador omnisciente hubiera reunido las versiones
de todos los implicados, excepto del protagonista) de un simple vendedor de
autos usados. Relata cómo durante un
viaje en avión conoció al padre de un tal Rant Casey: “la andante y parlante
arma biológica de destrucción masiva.” Sin embargo, pronto se nota que el
espacio en que este peligroso personaje —con inmunidad a la rabia y una
tendencia sociópata a esparcirla— se desarrolla está modificado. La población
está dividida entre diurnos y nocturnos, y los unos tienen prohibida
la salida durante la parte del día que corresponde a los otros. La historia
transcurre, en su meollo, dentro de un submundo que se forma en la sociedad
nocturna: el mundo de los party crashers.
Ellos son un club —cosa similar a la ya mencionada obra anterior de
Palahniuk, Fight Club— que sale en
automóviles por las noches a chocar unos con otros sólo por la diversión y el
caos. O eso parecería.
En la escuela nos enseñan que 2+2=4, y que
E=MC2, y que por lo tanto la velocidad de la luz es la necesaria si
uno quisiera viajar en el tiempo. Pero, ¿y si no fuera así? ¿Y si hubiera otra
velocidad, combinada con otros factores? Factores biológicos, temporales,
místicos… ¿Y si todo dependiera de un desastre automovilístico? La novela es claramente una obra de ficción, incluso rozando las
fronteras del sci-fi, pero les juro que por un breve instante sentí como si me
estuviera revelando una gran verdad escondida. Así es: después de tanto tiempo
y tantos libros, llega alguien hablando de viajes en el tiempo y sus
implicaciones imaginarias, y me la creí.
Estilísticamente, Chuck Palahniuk no
escribe bonito. Eso lo aprendí desde su espeluznantemente atrevida historia
corta Guts. Pero sí es muy dinámico y
emocionante. Sus personajes rebozan de defectos e idiosincrasias; no son
recortes de cartón que sirven su propósito en la trama y ya. Se mueven, crean
misterio, arman escándalo, tienen sexo, meten bolitas de aluminio en la comida
para lastimar a sus invitados, se dejan morder por serpientes, estafan al ratón
de los dientes, y explotan en hermosas e incomparables bolas de fuego.
No sé a quién recomendarle esto. Se
necesita una mente muy abierta, pero no demasiado más. No necesitas
expectativas ni conocimiento previo mayor. Eso es lo mejor que encuentro de
este libro, además de su espíritu rebelde. Toca algunos de los temas más
estúpidamente complicados de nuestro mundo e imaginario, pero lo hace de un
modo hilarante, moderno y legible. Porque en el fondo, a pesar de tanta teoría,
no es una novela de sci-fi. No es una distopía ni una visión del futuro. Es la
historia del miedo que se tiene al paso del tiempo, a la mortalidad, y de los
extremos beligerantes a los que algunos pueden llegar para evitar difuminarse
en la nada.
Todo lo que digo es esto: ¿Qué tal si el tiempo no es
el frágil ala de mariposa que los expertos siempre dicen? ¿Qué tal si es como
una valla de eslabones metálicos; algo que a duras penas podrías arruinar?
Random House/Anchor Books (Edición en Inglés): $129
Disponible en:
- Gandhi
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