- Ensaio sobre a Cegueira
- José Saramago [Portugal]
- Primera edición: 1995
- Novela
“El hombre que está dentro vuelve
hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por
los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos, así es
realmente, como sabremos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta. Estoy
ciego.”
(Cuenten las comas de
la primera oración, yo perdí la cuenta mientras la escribía.) He aplazado esta
reseña por casi cinco meses, debió haber sido escrita desde Enero, que fue mes
de Saramago. Pero creo que mi decisión de postergarla no estuvo del todo mal.
Éste fue el primer libro que leí de José Saramago, si fue la mejor idea no lo
sé. Es curioso, porque no recuerdo como llegó el libro a mí. Mi edición pudo
haber sido o no nueva, –ahora es pieza de museo por las numerosas manos por las
que ha pasado –, pero lo más curioso es su diseño en sí, es de pasta dura. Esas
pastas duras negras que sólo lleva el título en el lomo y son cubiertas por un
cartón con la portada impresa, uno que apenas se ajusta. Nunca he visto una
edición similar, la mía está ya muy deteriorada. Será muy triste decir que no
fui yo la primera en leer mi propio libro; después de adquirirlo lo arrumbé en
mi librero y una amiga me lo pidió prestado, no sé si lo leyó o no. Después de
ella lo leyó su novio, ni siquiera me consultaron, sencillamente lo vi en su
mochila una tarde.
No soy la clase de
persona que preste libros, al menos no fácilmente. Asumí que no lo volvería a
ver y un sentimiento de capricho de apoderó de mí, algo así como ‘pero es mío’.
Sin embargo el libro volvió a mí y, debo señalar, tal vez lo hizo en el mejor
momento. Hoy, hace dos años, yo estaba internada en una clínica y fue este libro
el único compañero que tuve; lo leí ocho veces seguidas. Hoy, hace dos años,
cuando iba por la página ciento sesenta y dos, escuché por la radio que el
escritor José Saramago acababa de morir. ¿Saben lo que es el vacío?, ¿conocen
ese mal sabor de boca que queda tras una mala noticia? Yo lo sé, lo sé porque
no olvido la página, ni la línea que estaba leyendo cuando escuché la noticia:
“Si no somos capaces de vivir
enteramente como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como
animales.”
Es así como descubrí
al señor Saramago, a su aparente sencillez en el lenguaje y, a su vez, su
máximo uso del mismo. Cuando comencé el libro pensé que había un error en mi
edición. No había líneas de diálogo en ninguna parte, sencillamente todo iba de
corrido y, a pesar de este entramado de personas hablando a un solo tiempo, no
me confundí nunca. Fue después de leer Las
intermitencia de la muerte que me di cuenta de una reincidencia, a Saramago
le gusta quitarnos cosas. Cosas que damos por sentado como parte de nuestras
vidas. Le gusta arrebatárnoslas a conciencia y dejarnos desamparados en algo
que se asemeja a la locura, en una pesadilla que de alguna forma deseamos
alguna vez. En Las intermitencias de la
muerte es la muerte misma la que deja de visitarnos, entonces tenemos esa
paradoja eterna ‘La esperanza de la
inmortalidad ante el miedo de no morir nunca’, un país se cae en pedazos porque
la muerte está en huelga. Ensayo sobre la
ceguera fue escrita, si mal no recuerdo, unos diez años antes, pero el
contenido es igual de doloroso. La ciudad se ha quedado ciega, una ceguera
blanca, como un mar de leche. Todo aquel mundo que se pinta ante nosotros,
quizá un mundo muy gris, de repente se desvanece. Ahora aquella paradoja ‘Aquella noche, el ciego soñó que estaba ciego”.
Sea este uno de mis
libros favoritos. La ceguera blanca comienza desde la primera página, un automóvil
ha quedado varado a mitad de la calle, frente al semáforo que se encontraba en
rojo y ahora está en verde. Las quejas de los automovilistas de atrás no se
hacen esperar, pero dentro del auto el hombre agita los brazos y repite dos
palabras, una y otra vez. Esta ciego. Aquí inicia todo, si no es que fue antes.
Nunca sabemos a ciencia cierta quién fue el primer paciente en contraer la
ceguera blanca. Lo cierto es que notamos como los eslabones se unen, curiosas
coincidencias terminan uniendo en una sala de manicomio a todos los que
tuvieron contacto con ese primer ciego. Un manicomio, vaya ironía, ¿verdad? ‘Lo que nos faltaba, además de ciegos,
locos.’ Podríamos ver esta historia desde dos perspectivas, la de la ciudad
que –a pesar de los esfuerzos del gobierno por impedirlo– se desmorona ante
esta peste y la de los siete ciegos que nos acompañan en este viaje. Bueno,
seis. Creo que es lo que más me gusta de Saramago, en medio del desastre casi
apocalíptico logra encontrar amor donde ya no parece poder existir.
Seis ciegos. Una
muchacha con gafas oscuras, el primer ciego y su esposa, un anciano con una venda en un ojo, un niño
con un ojo estrábico y un doctor –un oculista que no sirve de nada en un mundo
sin ojos–, son ellos los ciegos. Y alguien que no esta ciego, alguien que
cedió su libertad y aceptó llegar a aquel manicomio a cambio de estar con la
persona que ama. La mujer del doctor no está ciega. Y es ella quien ve la
cloaca en la que lentamente se va convirtiendo aquel manicomio. Al igual que en
Las intermitencias de la muerte este
libro nos muestra lo poco preparados que estamos para una verdadera tragedia.
El manicomio se vuelve infierno, tierra de nadie donde la ley ya no es
factible. Un mundo de ciegos donde nadie es rey. La catástrofe se avecina con
la codicia humana, alguien tiene un arma. Ese alguien conoce a alguien más, los
intereses se unen, se refuerzan y se alían. El terror inicia, la comida escasea
y un día desaparece del todo. ¿Han oído de la anarquía? Están ciegos, pero no
sólo ciegos de los ojos, también ciegos de avaricia y poder. Peor que el mismo
Macbeth, ahora estos ciegos exigen dinero, ¿dinero para qué? Ni ellos mismos lo
saben. Ahora exigen joyas y ahora… ahora exigen mujeres.
Podríamos separar el
libro en dos secciones. La primera, la que acabo de describir, la del
manicomio, la del primer paso para la completa deshumanización, la apertura a
lo que no parece posible. El mal blanco. La segunda parte la encontramos fuera,
en la ciudad que ha quedado en ruinas. La imagen que jamás pude borrar de mi
memoria fue la de dos hombres que quedaron ciegos en un ascensor y, a la vez,
hubo un apagón total de luz. Pueden imaginar el escenario de dos cuerpos
encerrados más de un mes dentro de una caja de metal, yo no quiero. La ciudad
derruida. La ciudad apocalíptica. La ciudad ciega. Otro episodio tenebroso es
el de una iglesia donde las estatuas de los santos han sido cubiertas por una
venda blanca en los ojos y las pinturas han sido rayadas en los ojos con una
línea blanca también. El hombre ha arrastrado a la divinidad al mismo nivel, si
nosotros no los vemos ellos no tienen derecho a ver las monstruosidades que se
han cometido a falta de quien las juzgue. Y mientras, en todo este desenfreno,
en todo el caos blanco, la mujer del doctor sigue viendo. Ahora se ha vuelto
niñera de otros seis, es ella quien viste y da de comer. ¿Quién se la pasará
peor?, ¿estos ciegos forzados al mar de leche o esta mujer que ve cada
aberración cometida?
Son pocos los libros que
me han asustado, tal vez sea este uno de ellos porque teje lo peor del ser
humano. Nuestros más bajos instintos rebelados cuando nadie más nos puede ver.
Me recuerda un poco al El señor de las moscas, por aquello de lo que pasa
cuando en una sociedad se ausenta cualquier señal de autoridad. Todos somos
miserables, lo interesante es ver a que medida lo somos y a que medida estamos
dispuestos a actuar por cariño a alguien más. Son muchas las cosas que se
mezclan en este libro, lo recomiendo como una manera de conocer uno de los
lados más oscuros de Saramago con respecto a la humanidad misma. Si les
interesa, también hay una adaptación en cine llamada Ceguera que no se me hace del todo mala. Pero es el libro en sí
donde van a encontrar uno de sus mejores consuelos, –yo lo encontré por tres
meses que estuve encerrada en aquel lugar–, el consuelo de no ser uno de esos
ciegos en mar de leche.
“Habrá un Gobierno, dijo el
primer ciego, No lo creo, pero, en caso de que lo haya, será un gobierno de
ciegos gobernando a ciegos, es decir, la nada pretendiendo organizar la nada,
Entonces no hay futuro, dijo el viejo de la venda negra, No sé si habrá futuro,
de lo que ahora se trata es de cómo vamos a vivir este presente, Sin futuro, el
presente no sirve para nada, es como si no existiese, Puede que la humanidad
acabe consiguiendo vivir sin ojos, pero entonces dejará de ser la humanidad, el
resultado, a la vista está, quién de nosotros sigue considerándose tan humano
como creía ser antes, yo, por ejemplo, he matado a un hombre. “
Hoy Saramago cumple
dos años sin nosotros, pero sus personajes, sus personajes
v i v e n.
Editorial Punto de Lectura: $145
Editorial Alfaguara (excepto en Porrúa)
Disponible en:
-Gandhi
-Porrúa
-El Sótano
Editorial Alfaguara (excepto en Porrúa)
Disponible en:
-Gandhi
-Porrúa
-El Sótano
descubrí a saramago con 18 años. estaba en cuenca y el primer libro que leí fue "Memorial del Convento". Aparecieron dos personajes que han marcado para siempre parte de mi vida. unos años era sieteoles, y luego me convertí en sietelunas. Recuerdo que abrí mi primera dirección de correo. hace ya 14 años. baltasarsietesoles@hotmail.com. esa es mi dirección. He leído todos sus libros, los he devorado, y no puedo evitar decir que se convirtió en mi padre (el mío falleció cuando tenía 9 años. Me ha enseñado todo en ésta vida, Conseguí darle la mano, hace años, y fue una experiencia maravillosa. El no lo sabía, pero por primera vez di la mano a mi padre. Me firmó el libro de "Todos los nombres". Lo guardo como oro en paño
ResponderEliminarSu muerte me marcó. se le echa de menos.
Siempre veo de vez en cuando "la flor más grande del mundo" Su voz me enamora y emociona.
Preciosa entrada, un libro maravilloso.
un saludo