lunes, 18 de junio de 2012

Ensayo sobre la ceguera


  • Ensaio sobre a Cegueira
  • José Saramago [Portugal]
  • Primera edición: 1995
  • Novela

“El hombre que está dentro vuelve hacia ellos la cabeza, hacia un lado, hacia el otro, se ve que grita algo, por los movimientos de la boca se nota que repite una palabra, una no, dos, así es realmente, como sabremos cuando alguien, al fin, logre abrir una puerta. Estoy ciego.”

(Cuenten las comas de la primera oración, yo perdí la cuenta mientras la escribía.) He aplazado esta reseña por casi cinco meses, debió haber sido escrita desde Enero, que fue mes de Saramago. Pero creo que mi decisión de postergarla no estuvo del todo mal. Éste fue el primer libro que leí de José Saramago, si fue la mejor idea no lo sé. Es curioso, porque no recuerdo como llegó el libro a mí. Mi edición pudo haber sido o no nueva, –ahora es pieza de museo por las numerosas manos por las que ha pasado –, pero lo más curioso es su diseño en sí, es de pasta dura. Esas pastas duras negras que sólo lleva el título en el lomo y son cubiertas por un cartón con la portada impresa, uno que apenas se ajusta. Nunca he visto una edición similar, la mía está ya muy deteriorada. Será muy triste decir que no fui yo la primera en leer mi propio libro; después de adquirirlo lo arrumbé en mi librero y una amiga me lo pidió prestado, no sé si lo leyó o no. Después de ella lo leyó su novio, ni siquiera me consultaron, sencillamente lo vi en su mochila una tarde.

No soy la clase de persona que preste libros, al menos no fácilmente. Asumí que no lo volvería a ver y un sentimiento de capricho de apoderó de mí, algo así como ‘pero es mío’. Sin embargo el libro volvió a mí y, debo señalar, tal vez lo hizo en el mejor momento. Hoy, hace dos años, yo estaba internada en una clínica y fue este libro el único compañero que tuve; lo leí ocho veces seguidas. Hoy, hace dos años, cuando iba por la página ciento sesenta y dos, escuché por la radio que el escritor José Saramago acababa de morir. ¿Saben lo que es el vacío?, ¿conocen ese mal sabor de boca que queda tras una mala noticia? Yo lo sé, lo sé porque no olvido la página, ni la línea que estaba leyendo cuando escuché la noticia:

“Si no somos capaces de vivir enteramente como personas, hagamos lo posible para no vivir enteramente como animales.”

Es así como descubrí al señor Saramago, a su aparente sencillez en el lenguaje y, a su vez, su máximo uso del mismo. Cuando comencé el libro pensé que había un error en mi edición. No había líneas de diálogo en ninguna parte, sencillamente todo iba de corrido y, a pesar de este entramado de personas hablando a un solo tiempo, no me confundí nunca. Fue después de leer Las intermitencia de la muerte que me di cuenta de una reincidencia, a Saramago le gusta quitarnos cosas. Cosas que damos por sentado como parte de nuestras vidas. Le gusta arrebatárnoslas a conciencia y dejarnos desamparados en algo que se asemeja a la locura, en una pesadilla que de alguna forma deseamos alguna vez. En Las intermitencias de la muerte es la muerte misma la que deja de visitarnos, entonces tenemos esa paradoja eterna ‘La esperanza de la inmortalidad ante el miedo de no morir nunca’, un país se cae en pedazos porque la muerte está en huelga. Ensayo sobre la ceguera fue escrita, si mal no recuerdo, unos diez años antes, pero el contenido es igual de doloroso. La ciudad se ha quedado ciega, una ceguera blanca, como un mar de leche. Todo aquel mundo que se pinta ante nosotros, quizá un mundo muy gris, de repente se desvanece. Ahora aquella paradoja ‘Aquella noche, el ciego soñó que estaba ciego”.

Sea este uno de mis libros favoritos. La ceguera blanca comienza desde la primera página, un automóvil ha quedado varado a mitad de la calle, frente al semáforo que se encontraba en rojo y ahora está en verde. Las quejas de los automovilistas de atrás no se hacen esperar, pero dentro del auto el hombre agita los brazos y repite dos palabras, una y otra vez. Esta ciego. Aquí inicia todo, si no es que fue antes. Nunca sabemos a ciencia cierta quién fue el primer paciente en contraer la ceguera blanca. Lo cierto es que notamos como los eslabones se unen, curiosas coincidencias terminan uniendo en una sala de manicomio a todos los que tuvieron contacto con ese primer ciego. Un manicomio, vaya ironía, ¿verdad? ‘Lo que nos faltaba, además de ciegos, locos.’ Podríamos ver esta historia desde dos perspectivas, la de la ciudad que –a pesar de los esfuerzos del gobierno por impedirlo– se desmorona ante esta peste y la de los siete ciegos que nos acompañan en este viaje. Bueno, seis. Creo que es lo que más me gusta de Saramago, en medio del desastre casi apocalíptico logra encontrar amor donde ya no parece poder existir.

Seis ciegos. Una muchacha con gafas oscuras, el primer ciego y su esposa,  un anciano con una venda en un ojo, un niño con un ojo estrábico y un doctor ­–un oculista que no sirve de nada en un mundo sin ojos­­–, son ellos los ciegos. Y alguien que no esta ciego, alguien que cedió su libertad y aceptó llegar a aquel manicomio a cambio de estar con la persona que ama. La mujer del doctor no está ciega. Y es ella quien ve la cloaca en la que lentamente se va convirtiendo aquel manicomio. Al igual que en Las intermitencias de la muerte este libro nos muestra lo poco preparados que estamos para una verdadera tragedia. El manicomio se vuelve infierno, tierra de nadie donde la ley ya no es factible. Un mundo de ciegos donde nadie es rey. La catástrofe se avecina con la codicia humana, alguien tiene un arma. Ese alguien conoce a alguien más, los intereses se unen, se refuerzan y se alían. El terror inicia, la comida escasea y un día desaparece del todo. ¿Han oído de la anarquía? Están ciegos, pero no sólo ciegos de los ojos, también ciegos de avaricia y poder. Peor que el mismo Macbeth, ahora estos ciegos exigen dinero, ¿dinero para qué? Ni ellos mismos lo saben. Ahora exigen joyas y ahora… ahora exigen mujeres.

Podríamos separar el libro en dos secciones. La primera, la que acabo de describir, la del manicomio, la del primer paso para la completa deshumanización, la apertura a lo que no parece posible. El mal blanco. La segunda parte la encontramos fuera, en la ciudad que ha quedado en ruinas. La imagen que jamás pude borrar de mi memoria fue la de dos hombres que quedaron ciegos en un ascensor y, a la vez, hubo un apagón total de luz. Pueden imaginar el escenario de dos cuerpos encerrados más de un mes dentro de una caja de metal, yo no quiero. La ciudad derruida. La ciudad apocalíptica. La ciudad ciega. Otro episodio tenebroso es el de una iglesia donde las estatuas de los santos han sido cubiertas por una venda blanca en los ojos y las pinturas han sido rayadas en los ojos con una línea blanca también. El hombre ha arrastrado a la divinidad al mismo nivel, si nosotros no los vemos ellos no tienen derecho a ver las monstruosidades que se han cometido a falta de quien las juzgue. Y mientras, en todo este desenfreno, en todo el caos blanco, la mujer del doctor sigue viendo. Ahora se ha vuelto niñera de otros seis, es ella quien viste y da de comer. ¿Quién se la pasará peor?, ¿estos ciegos forzados al mar de leche o esta mujer que ve cada aberración cometida?

Son pocos los libros que me han asustado, tal vez sea este uno de ellos porque teje lo peor del ser humano. Nuestros más bajos instintos rebelados cuando nadie más nos puede ver. Me recuerda un poco al El señor  de las moscas, por aquello de lo que pasa cuando en una sociedad se ausenta cualquier señal de autoridad. Todos somos miserables, lo interesante es ver a que medida lo somos y a que medida estamos dispuestos a actuar por cariño a alguien más. Son muchas las cosas que se mezclan en este libro, lo recomiendo como una manera de conocer uno de los lados más oscuros de Saramago con respecto a la humanidad misma. Si les interesa, también hay una adaptación en cine llamada Ceguera que no se me hace del todo mala. Pero es el libro en sí donde van a encontrar uno de sus mejores consuelos, –yo lo encontré por tres meses que estuve encerrada en aquel lugar–, el consuelo de no ser uno de esos ciegos en mar de leche.

“Habrá un Gobierno, dijo el primer ciego, No lo creo, pero, en caso de que lo haya, será un gobierno de ciegos gobernando a ciegos, es decir, la nada pretendiendo organizar la nada, Entonces no hay futuro, dijo el viejo de la venda negra, No sé si habrá futuro, de lo que ahora se trata es de cómo vamos a vivir este presente, Sin futuro, el presente no sirve para nada, es como si no existiese, Puede que la humanidad acabe consiguiendo vivir sin ojos, pero entonces dejará de ser la humanidad, el resultado, a la vista está, quién de nosotros sigue considerándose tan humano como creía ser antes, yo, por ejemplo, he matado a un hombre. “


Hoy Saramago cumple dos años sin nosotros, pero sus personajes, sus personajes
v i v e n.
Editorial Punto de Lectura: $145
Editorial Alfaguara (excepto en Porrúa)
Disponible en:

-Gandhi
-Porrúa

-El Sótano

1 comentario:

  1. descubrí a saramago con 18 años. estaba en cuenca y el primer libro que leí fue "Memorial del Convento". Aparecieron dos personajes que han marcado para siempre parte de mi vida. unos años era sieteoles, y luego me convertí en sietelunas. Recuerdo que abrí mi primera dirección de correo. hace ya 14 años. baltasarsietesoles@hotmail.com. esa es mi dirección. He leído todos sus libros, los he devorado, y no puedo evitar decir que se convirtió en mi padre (el mío falleció cuando tenía 9 años. Me ha enseñado todo en ésta vida, Conseguí darle la mano, hace años, y fue una experiencia maravillosa. El no lo sabía, pero por primera vez di la mano a mi padre. Me firmó el libro de "Todos los nombres". Lo guardo como oro en paño
    Su muerte me marcó. se le echa de menos.
    Siempre veo de vez en cuando "la flor más grande del mundo" Su voz me enamora y emociona.
    Preciosa entrada, un libro maravilloso.
    un saludo

    ResponderEliminar