viernes, 1 de junio de 2012

Escritor del mes: Ray Bradbury



Llena tus ojos de maravillas… vive como si fueras a morir en diez segundos. Mira el mundo. Es más fantástico que cualquier sueño hecho o pagado en fábricas.

El 24 de marzo de 1995, Ray Bradbury impartió una conferencia en la universidad de Brown; en la cual reveló: “Mi trabajo es ayudarles a enamorarse.” ¿Hasta qué punto podemos ver esto en él, o en su obra? Primero tenemos que hablar un poco del hombre.

Descendiente de un reparador de cables telefónicos, un estudioso de la obra Shakesperiana y una bruja de Salem (hurguen en su árbol genealógico un poco, es increíble el catálogo de locos de dónde venimos todos), Bradbury entra al camino de las letras de un modo que considero muy lindo —quizá por recordarme al propio: la biblioteca de su tía. Lo que ahí encuentra —y que puede leerse con claridad en su obra posterior— es la magia de tres pesos pesados: Edgar Allan Poe, Julio Verne y H.G. Wells. La primera vez que leí las historias de Crónicas Marcianas me pareció precisamente eso, una mezcla fenomenal del ingenio e inventiva de Verne, con el enfoque cósmico/social de Wells y la oscuridad poética de Poe. Eso dicho, salvo El Hombre Invisible, del segundo autor, creo que ningún libro de esos tres me ha llegado tan hondo como los de Bradbury. Creo que algo tiene que ver en su manejo del lenguaje, que es variado, nunca muy oscuro ni elevado; lo cual me lleva al siguiente punto —su educación.

Bradbury nunca pisó una universidad sino muchos años después, para impartir discursos y recibir doctorados. Pasó su juventud en bibliotecas, como él cuenta, por falta de dinero. Iba tres días a la semana y se nutría a placer. Eso es algo que yo amaría hacer, por ejemplo, y también un par de personas me han mencionado deseos similares, pero lo más probable es que los resultados no serían tan halagadores en nosotros. Es claro que él tiene una imaginación ancha cómo las puertas del Inferno Dantesco y que su mente absorbió de esas lecturas no sólo datos, sino un sentimiento y noción para la cultura y su relevancia. Esto es decir; Bradbury no es un autor que vaya a citar a Plutarco o Séneca, pero es uno que entiende cómo funcionan las maquinaciones internas de un humano, y eso es suficiente.

Podría tratar de hacer un pequeño análisis sobre la porción de su obra que he leído, claro. Muchos lo han hecho, después de todo. Pero es algo que él desprecia. Una de mis anécdotas literarias favoritas es de él en otra conferencia universitaria, esta vez en UCLA, dónde los alumnos se desvivían en impresionarlo con grandiosas interpretaciones de Fahrenheit 451. Hablaban de censura, de la guerra fría, del intervencionismo estadounidense… y él se hartó y se fue. Como tal; él escribió el libro y nadie va a venir a decirle de que se trata. Para él, la novela ilustra los peligros de digitalizar la sociedad, nada más y nada menos. De ese modo también desecha la academia: no hay porque sobre-analizar las cosas la mayoría de las veces en su obra. Pero eso no es tan malo, ni lo hace menor. De hecho, uno de sus mayores defensores fue el crítico literario Christopher Isherwood; célebre ‘más-que-amigo’ del poeta W.H. Auden, una de las figuras más analizadas del panorama angloparlante. Esto sugiere que Isherwood, alguien que sabía bastante de letras, halla en Bradbury la misma chispa de genialidad que en Auden. No me pondré a discutir con eso.

Volviendo al primer punto de la biografía, algunos han dicho que Bradbury es un “enamorado del amor”, y él mismo lo acepta como su mayor impulso creativo. Pero no hablamos de amor romántico, sino de una profunda consideración del prójimo, de la sociedad, de la historia, y sobre todo del acto de creación. Aunque su producción literaria no ha sido muy considerable en los últimos años, sí sigue activo y lúcido, lo cual es notable a sus 91 años. Y es que, seguramente, no piensa morir mientras le dure la necesidad de esparcir el amor creativo. Hoy en día parece estar en una gira interminable por escuelas de los Estados Unidos, y a donde sea que vaya, cual predicador, nos lleva ese mensaje: No se destruyan, vivan la vida plenamente y en paz uno con el otro.

De cierto modo, su obra es una gran metáfora de eso; en las ocasiones más famosas narrando lo que pasa cuando ignoramos el mensaje. Sus letras me entretienen mucho, pues nunca se toma el lenguaje como un ente demasiado serio, pero también me dan mucho miedo. Y, por ejemplo, como declaré el mes pasado en la reseña de Christine, Stephen King nunca me ha dado miedo. Pueden sacar de esto sus propias conclusiones; pero por lo pronto yo tengo las mías.

Bradbury importa porque no se limita a crear marcianos, máquinas y sabuesos mecánicos come-hombres. Importa porque hace esas fantasías brillar de una forma vívida mediante la intercalación de las figuras terrenales y el mensaje más profundo. No recuerdo batallas y explosiones en Crónicas Marcianas, por instancia. Recuerdo barcos con tripulaciones enmascaradas con plata navegando un paisaje desolado, y recuerdo una casa cediendo ante los embates del tiempo, tras miles de años de abandono. De este modo Bradbury nos demuestra que no está escribiendo Transformers; está difundiendo un mensaje —perturbador, aciago a veces— sobre el camino que debemos seguir. Tampoco está moralizando. Quiere que aprendamos a ser libres mediante la creación, y que con ello tengamos un mejor mundo, y comencemos a volar.

Si escucháramos sólo al intelecto, nunca tendríamos una aventura amorosa. Nunca una amistad. Nunca nos arriesgaríamos en negocios, pues seríamos cínicos. Bueno, esas son patrañas. Tienes que saltar de precipicios todo el tiempo y construir tus alas en el camino abajo.


Intempestivamente, Ray Bradbury decidió morir el día de ayer, 05 de junio. No pienso modificar la biografía; no por pereza, sino porque prefiero que quede así, como un testimonio del momento; de la imagen que teníamos de él tan sólo unos días antes de este desenlace. Recordemos, pues, esa imagen viva, dinámica, sabia. La imagen de todo lo que un autor debe ser.


No quemen libros. Que la única llama sea su amor.


RIP // Ray Bradbury // 1920-2012

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1 comentario:

  1. Dios mío, como amo a este autor, cuando descubrí sus escritos mi vida cambió, él es como una obsesión O.O. Me quedo con esta frase: "No intento describir el futuro. Intento impedirlo” (en referencia sobre todo a Fahrenheit 45). Gracias por dedicarle un espacio a este gran escritor.

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