sábado, 2 de junio de 2012

Fahrenheit 451


  • Ray Bradbury [Estados Unidos]
  • Primera edición: 1953
  • Novela/ ficción distópica
“Era un placer quemar.”

Siéndoles muy sincera, esta entrada ha estado guardada en mi computadora un buen rato. La idea era ponerla como seguimiento de 1984, pero al final decidimos darle a Bradbury un mes propio, por lo que la tuve que postergar. He modificado algunas cosas, un recorte por aquí y por allá, pero la idea sigue siendo la misma. Declaro este como uno de mis libros preferidos. Tras leer Fahrenheit decidí hacer muchas cosas, por ejemplo, crear este Blog. No les puedo decir que me pareció maravilloso, la verdad, me asusté bastante. Y es que la idea es algo que sencillamente no puedo concebir: un mundo sin libros. No, no es sólo eso: Un mundo donde los libros son algo prohibido. Los libros como arma contra la ignorancia, un arma extremadamente peligrosa. El libro equivocado en las manos equivocadas es como darle a un niño una espada. 

Bradbury convierte algo tan inocente en algo letal. Un libro es una puerta a la calma o a la locura. Cuando lo terminé de leer me senté sin saber si la historia me parecía buena o mala. Por que es una trama muy caótica, baches que no esperas. La verdad me resulto frío en algunos aspectos.  Después observé atentamente el mundo, y sentí miedo. Nos estamos convirtiendo en esa distopía llena, atrapados en podredumbre y oscuridad. El panorama que nos relata Bradbury es un mundo donde todo es fácil, donde las personas han dejado de leer por su cuenta. Ahora todo se conforma por resúmenes que aparecen en la guía de televisión. Humanos grises y uniformados que han dejado de  amar y de sentir de verdad, los matrimonios se conforman por desconocidos. La familia se ha vuelto parientes, meras proyecciones en pantallas gigantes que cubren las paredes.  No es necesario escuchar a los demás, es más eficiente aprender a leer los labios, porque unos pequeños caracoles enganchados a los oídos te proporcionan todo tipo de charla, sin necesidad de que hables. Sin necesidad de que pienses.

“Nadie escucha a nadie. No puedo hablarle a las paredes. Las paredes me gritan. No puedo hablar con mi mujer; ella escucha las paredes. Quiero que alguien oiga lo que tengo que decir. Y quizá, si hablo bastante, adquiera sentido.”

Bradbury pide que no lo sobre-analicemos, sólo quiere que vivamos aquello que no ha sido alcanzado por la mano digital. Pero es difícil no leer este libro sin proyectarlo en nuestro tiempo. Tan sólo vean lo que pasa ahora mismo en México. Un candidato a la presidencia que no ha leído un libro en su vida y una televisora dominante que oculta y manipula información. Control. Todo es control. Fahrenheit es un cuadro extremadamente perturbador: el futuro nos alcanza, nos envuelve y nos devora. Levanten la vista, pongan atención a la rotación del mudo. iPods, iPhones, iPads, Blackberry, Smartphones, celulares en general, teléfonos; llamadas, mensajes, televisión encendida todo el día, computadoras funcionando toda la noche. No necesitamos ver a nuestros amigos para hablar con ellos, no necesitamos del contacto para sentirnos seguros.  Estamos desapegados de nuestra propia familia, es más fácil llamar hermano a un ajeno que a un sanguíneo. Nos expresamos mejor a través de una pantalla que de frente. Desdibujamos el mundo con audífonos, música repetitiva resonando en nuestras cabezas todo el día. Resúmenes de libros, resúmenes del resumen. Necesitamos la banda más rápida, la computadora más nueva, el auto que corre más. Necesitamos todo en este instante, es una extraña sensación de que algo se nos escapa en el valioso tiempo en que esperamos a que cargue una página. Nos hemos vuelto ansiosos, extraños, desadaptados al ritmo mismo de la vida por que intentamos crear uno nuevo.

Esto es Fahrenheit, un mundo descompuesto. El personaje principal, Montag, es considerado como uno de los mejores antihéroes de la literatura. De verdad no sabe que está haciendo. No es aquel hombre seguro y valiente, protagonista de la historia, salvador del mundo. No. Es un ser humano con todo el defecto de la palabra. Siente miedo y frustración, no tiene un plan ni un método, sencillamente sabe que algo está mal. Algo en su profesión de bombero, algo en quemar los libros, algo en desaparecer a las personas que leen libros, algo en su esposa que se ha tragado todo el frasco de somníferos. Algo está mal y el quiere descubrir qué es. Pero sus intentos son lentos, sus pasos son torpes. Tiene miedo.

Dice Bradbury que esto no es literatura. Es un hecho de nuestra nueva y cambiante sociedad. El libro tiene casi sesenta años, él imaginaba éste futuro y ahora que lo tenemos seguimos esperando el futuro. Hemos perdido la capacidad de sorprendernos y maravillarnos con los nuevos acontecimientos del día. Cada vez son celulares más sofisticados, tecnología que realmente nos hace más y más inútiles. La idea de quemar libros ya no es tan descabellada, sólo caen en el olvido, y aquellos que aún los usan representan un peligro. Una mente pensante, con propias ideas y propias decisiones. El cambio por el cambio se ha vuelto poco conveniente.  El mundo de Montag es eso. Es él un encargado de detener el cambio. Y es esa su traba, la traba de todos: ¿está bien hacer eso? Nobody wants a thankless job.

Estoy encariñada con la historia, más no con los personajes. Y es que es un mundo tan absurdo que hasta sus descripciones resultan exageradas. Sus modos de actuar y pensar  pueden presentarse extremistas y sin sentido. Algunos son demasiado fáciles de odiar y otros resultan extraños en el libro. Odio a Mildred por su indiferencia y apatía, odio a Clarisse por ser tan efímera, odio a Beatty por ser un cobarde, odio a Faber por su inseguridad. Pero a la vez me agrada Clarisse porque le abre un mundo a Montag, compadezco a Beatty porque él mismo se odiaba, admiro a Faber por su valor y quiero a Montag por intentarlo. Montag es ejemplo de que leer no te hace brillante, ya que son pocas las líneas que danzan antes sus ojos e inútiles sus esfuerzos para entenderlas. Y creo que es eso lo que lo hace un gran libro, su carácter humano. Es eso lo que me marcó tanto, el miedo creciente a esta sociedad que se desarrolla en un completo caos.

"Y no olviden esto. Ustedes no son importantes, no son nadie. Algún día nuestra carga puede ser una ayuda. Pero recuerden que cuando teníamos los libros a mano, hace mucho tiempo, no utilizábamos lo que ellos nos daban. Continuamos con nuestros insultos a los muertos. Continuamos escupiendo sobre las tumbas de todos los desgraciados que murieron antes que nosotros."

Disponible en diferentes ediciones a diferente precio.

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