domingo, 29 de julio de 2012

Raphael y la noble tarea


  • Raphael and the noble task
  • Catherine Salton [E.U]
  • Primera edición: 2001
  • Fábula (?)

“Esta Catedral en particular fue construida a lo largo de unos cuantos cientos de años, durante un periodo llamado la Edad Media. La Edad Media vino después de la Edad de Oro, en que la gente pensaba mucho en las matemáticas y andaba desnuda de acá para allá, y antes del Renacimiento, en que la gente también pensaba mucho en las matemáticas, pero esta vez con ropa. Sería apenas una leve exageración afirmar que durante la Edad Media casi toda la gente olvidó mayormente las matemáticas, salvo en lo que respecta a usarlas para construir Catedrales.”

Lo mejor que ofrece un libro es la oportunidad de viajar tanto geográfica como históricamente.  Las novelas históricas, sin embargo, pueden llegar a resultar aburridas. Pero no todo depende de la exactitud de los hechos y eso es lo que quiero presentar hoy; Raphael y la noble tarea combina la fantasía de la vida de una quimera con la realidad de la Edad Media y la búsqueda de algo que se remonta por siglos: nuestra misión en este mundo.  De ante mano les informo que éste libro lo pueden encontrar clasificado como un ‘cuento para niños’, aun así decidí dejarlo bajo el manto de una fábula ya que no parece destinado a distraer sólo mentes infantiles, sino a brindar compañía y dejar algo en que pensar a mentes maduras ­–o que al menos pretenden serlo.

El libro no se acerca a la seriedad de un tratado sobre el medievo, su lenguaje es sencillo y con mucho humor. No son monjes ni caballeros quienes atrapan nuestra atención, tampoco los dragones ni las princesas. Son otras las criaturas encargadas de llevarnos a través de esta época, son los guardianes de las catedrales–esculpidos en piedra y dejados a la intemperie–, silenciosos sobrevivientes del tiempo, que han llegado hasta nuestros días para dar observar nuestros pasos profanos por aquella arquitectura destinada a las deidades; son gárgolas, quimeras, estatuas y efigies sepulcrales las autoras de los embrollos de éste libro y, mejor todavía, otros testigos del paso de la humanidad –minúsculos y odiados por muchos– , tribus de ratones liderados por una sabia anciana  y comunidades enteras de palomas los encargados de arreglar todo el caos producido por una sola quimera: Raphael.

“–TODO ESTÁ EN CALMA ENTRE LOS HOMBRES DEL CALUSTRO, Y LOS MALDITOS LIBROS DE ESTE CONDENADO ESTABLO CONGELADO SE ENCUENTRAN EN BUENA SALUD Y CONDICIÓN EN LA CÁMARA SUR DEL CLAUSTRO, AUNQUE NO ES NADA DE SU INCUMBENCIA, ESTÚPIDOS IGNORANTES DE PACOTILLA.”

Como dije, el lenguaje tiene mucho humor. La historia se centra en Raphael, quien para ser una quimera tiene mucho de excéntrico. Su escultor la creó a partir de un grifo (cuerpo y patas de león, cabeza y alas de águila), sin embargo decidió darle un toque único y, en lugar de cabeza de águila, esculpió una cabeza y cuello de dragón junto con muchas escamas a lo largo del cuerpo y alas. Un efecto impresionante que premió al escultor con un ascenso y Raphael se convirtió en el guardia del Gran Portal, en el lado norte de la Fachada Oeste de la Catedral. Con sólo decir esto pueden ustedes imaginar una de aquellas catedrales descritas y transmitidas tantas veces en la televisión. Jamás he visitado una pero, acompañando a Raphael en sus travesías nocturnas, puedo deducir que son enormes.

Entonces, tenemos una quimera modificada vigilando el gran portal. El primer problema en Raphael deviene al no saber qué es. Tan difícil situación comparable con despertar un día y no saber si somos o no personas. Porque si no, ¿qué criatura somos?  Pero el segundo problema machaca más profundo en esta quimera, y viene siendo el problema que machaca la mente de toda la humanidad. Se siente solo y su soledad lo lleva pedir consejo a una antigua quimera conocida como el Alquimista, un viejo excéntrico vigilante de la Piedra Filosofal, que le da una respuesta precisa: debe realizar una Noble Tarea. Y la Noble Tarea es aquello por lo que estamos aquí, aquella misión que le debemos al mundo. El problema, claro está, es encontrarla.

Así empieza todo este show donde Raphael busca y rebusca la noble tarea. Su primera parada son los libros, pero estos (aunque me duela decirlo) son inútiles, porque ni ellos hablan ni él sabe leer. Y mientras el busca algo que le de sentido a su existencia la Catedral cae en desesperación, porque el invierno está muy próximo y la comida y el dinero se agotan. Son tantos los niños abandonados a las puertas de éste lugar que uno más morirá de hambre. Y ese uno más resulta ser la Noble Tarea de Raphael, cuidar a un bebé humano. Una extravagancia, una locura, una verdadera aventura. ¿Se imaginan cuidar a un bebé en lo alto de una catedral? Naturalmente todos enloquecen con esto, gárgolas y ratones exigen la devolución inmediata del bebé. Pero Raphael se niega; si no es ese niño quien le concede una razón a su existir, ¿qué va a ser?

Pero en situaciones difíciles no podemos, o al menos no debemos, dar la espalda a quienes nos necesitan. Las gárgolas mantienen un intenso odio hacia las quimeras, porque ellas pueden moverse de un lado a otro en la catedral mientras que aquellas otras se encuentras pegadas a las esquinas de cada torre, condenadas a la lluvia y al viento. Pero su odio se atenúa con la llegada de ésta Noble Tarea, Madra-Dubh (perro negro, en gaélico irlandés), líder de las gárgolas, cede ante Raphael y La Gran Anciana de los Clanes Ratoniles, Erian, accede a ayudarlo. Todo esto da como resultado un lío impresionante. Así se desarrolla esta fábula, entre ratones que luchan con perros, palomas que transportan leche, monjes que escuchan llorar al Niño Dios y una pobre madre enferma que no puede encontrar a su bebé. Todo con un humor impresionante, imágenes históricas muy claras, pero sobre todo, el cumplimiento de una Tarea que unificará toda la Catedral. Es por todo esto que no podemos marginar semejante relato a ‘una historia para niños’, porque de vez en cuando necesitamos que nos recuerden que estamos aquí para cumplir algo y, por más que intentemos, no podemos rehuir de aquello que nos corresponde.  ¿Quién mejor para recordarnos esto que una quimera llamada Raphael?
“Que el camino de piedras y ratones
el camino humano nunca estorbe.”

Fue una curiosidad de las librerías de viejo, sin embargo está disponible en
-El Péndulo
o por internet.

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