- Áнна Карéнина
- León Tolstoi [Rusia]
- Primera edición: 1877
- Novela
“Todas las familias
felices se parecen entre sí, pero las familias desdichadas lo son cada una a su
manera”
Es éste el
inicio más determinante que he encontrado en una novela,
la apertura más humana y realista; que toda nuestra individualidad está
sustentada en que cada quién sufre lo que puede, y lo que quiere. La más bella
oración, una que nos prepara para todo lo que viene después, para el bombardeo
de imágenes y sonidos que nos esperan. Ana
Karenina puede parecer un libro intimidante. Amerita su renombre y su
posición en la literatura universal desde la primera hasta la última de sus
casi mil páginas –un número que puede ahuyentar a cualquiera (incluyéndome),
pero que no desmerita la obra. No por tener un manuscrito enorme nos podemos
jactar de estar frente a una gran novela. En realidad, uno de los grandes
traspiés de la literatura es no poder sintetizar –o, a veces, sintetizar
demasiado–; muchos libros son abandonados a la mitad por ser propietarios de cientos de páginas en
las que nada relevante ocurre. Ana
Karenina no pertenece a esa clasificación, al contrario, se encuentra muy sobre de ella, luciendo
entre aquellos libros que, una vez iniciados, no se quieren ni se pueden dejar
ir.
Sea, tal
vez, la novela más amarga y dura de Tolstoi. Me arriesgo a decir esto aún bajo
la mirada acusadora de Guerra y paz y
las lágrimas que le hizo derramar a la zarina. Pero mientras fue Guerra y paz su primer gran grito en el
tintero, Ana Karenina sobresale como
un eco inextinguible. La dureza y la frialdad de las batallas vividas en el primero
llegan refinadas y sutiles en el segundo. Ahora el espectáculo no es un campo
de guerra carbonizado; son las mansiones, los banquetes, las plazas, los
grandes restaurantes, los silenciosos estudios y los sembradíos rusos los
nuevos escenarios. Son condes, príncipes, princesas, generales y otros muchos títulos los participes de éste
escenario; un escenario de riquezas y corrupción. Y es La Karenina la estrella
del espectáculo de la noche, la tragedia griega del mes –que se asemeja a la
comedia humana que es la vida– y la lección del día. ¿Qué pasa cuando
alcanzamos nuestros deseos?, ¿cómo se corrompen el amor, la pasión y la persona
misma? ¿Es posible que seamos felices si no es por el camino de la rectitud?
Leer Ana Karenina es leer la parte
más obscura y sincera de Tolstoi.
“– ¡Oh! En todo caso,
no veo nada de horrible para ella. Toda muchacha siempre se alegra de que la
pidan por esposa.
–Todas, sí; pero no ella.
Oblonsky sonrío. Conocía los sentimientos de su amigo y sabía que para él todas
las mujeres del mundo se dividían en dos clases: una que comprendía todas las
existentes, víctimas de las flaquezas de su sexo y la otra se componía más que
de ella sola, sin la más pequeña imperfección y muy
por encima de todo lo humano.”
Escapé por mucho tiempo de Ana Karenina. El lomo rojo de mi edición sobresalía del librero, como una culpa que no ha sido redimida. Me sentía amenazada por su grosor, pero aún más por su mensaje. Son muchas las personas que leen sin leer de verdad, pasan las palabras por sus ojos sin entender lo que ocurre justo en sus narices. Tenía mucho miedo de ser una de esas personas, miedo de perderme entre las palabras y no poder extraer o entender nada del libro. Lo que finalmente me dio valor para leerlo fue, irónicamente, un libro francés. Hace no mucho –por no decir que en cada reseña– mencioné que un libro puede convertirse en tu mejor amigo, y mi mejor amigo es La elegancia del erizo. Un libro, el de Barbery, que se forja y complementa con la tradición de Tolstoi.
Relato esto
para dar un ejemplo de lo bueno que es leer un poco, o un mucho, de todo. La
mejor ayuda que tuve para leer a Karenina,
y no perderme entre las palabras, fue la supervisión previa de Renée en La elegancia. Funcionó como una clase de
prólogo, que me ayudo a fijar una meta (que creo haber cumplido bien): no
perderme en la trama. Si quisiera hablar sobre todos los temas que aborda la
obra no terminaría nunca o, tal vez, escribiría una tesis muy mediocre. Como
consejo para leer la obra, es bueno no tratar de indagar mucho en todo. Son
muchos los personajes, muchas las ciudades y muchos más los sucesos; por eso es
bueno decidir un estilo de lectura. Analizar los personajes, las alegorías o
los lugares; pero no todo a la vez.
Son los
lugares los que construyen a los personajes. Lo más notable del estilo de
Tolstoi es el equilibrio que alcanza su mundo. Por cada mujer perdida y
pasional como Ana existe un alma pura e ingenua como Kitty; para un parrandero
y optimista Esteban se encuentra un callado y frío Karenin; y para un mundano e
impulsivo Wronsky aparece un sencillo y temeroso Levine. No puedo declarar ésta
como una historia de amor, al menos no por completo. En realidad, el amor
aparece en un plano secundario, como un capricho, una formalidad social o un
remedio contra la soledad. El primer plano del asunto radica en el existir
mismo del hombre. En las responsabilidades de una Rusia que se enfrenta a una
edad moderna que no parece acomodarle. Levine no logra que sus campesinos
trabajen más aprisa, ni que utilicen las máquinas que agilizarían el trabajo,
sus cosechas no ganan más y eso no parece ser ninguna novedad. Su lucha es la
de un hombre contra las costumbres, un hombre que desprecia todas aquellas
banalidades de la gran ciudad y cuyo sudor es el pan de cada día.
En
contraste con Levine y su vida, Esteban lucha por ser el hombre estereotipo.
Por mantener a una familia demasiado numerosa, con una mansión y servidumbre
demasiado costosas, un amorío clandestino cada cuando y un trabajo en la
burocracia. El sudor de su frente es el equivalente a un bolsillo siempre
vacío. Ana y Kitty, por su parte, se mantienen en los estándares que
corresponden a su género. Ellas, junto con muchas otras mujeres, mantienen vivo
el cotilleo social. Sus ambiciones se reducen a un esposo y a criar una
familia.
Ana es la madurez de una mujer que nunca ha amado de
verdad a su esposo; una flor retenida en un frasco y que lucha por no florecer
en algún descuido. Florecer y encontrar una felicidad que le debería ser ajena.
Oculta la mirada en un hijo que la adora, engaña el frío de su hogar con una
simple manta de noche. Son los banquetes, las magnificencias y su belleza misma
lo que al fin la corrompe, la sustrae de su engaño. Pero es la embriaguez de la
felicidad, el placer de lo prohibido y las miradas de desaprobación de toda la
sociedad lo que finalmente la desquicia y termina con todo asomo de vergüenza o
remordimiento. Las privaciones de una verdadera convivencia con sus semejantes
serán la última estación de su tren. Ella,
al igual que la ciudad, , se ha corrompido y ensuciado. Es el descuido de sus
emociones lo que no le permite florecer más, los charcos sucios y el ruido
pudren su belleza, el lujo atenta de una manera cruel contra su sensibilidad.
Sencillamente, es demasiado.
“Presentarse en el teatro con ese traje en unión de la princesa, a quien todos conocen, no sólo
significaba reconocer su papel de mujer perdida, sino, además, desafiar a la alta sociedad, es decir, renunciar a ella para siempre.”
Es Kitty la
inocencia y la ingenuidad. El corazón de una juventud que, a la primera
ruptura, se vuelve madura y da paso a una mujer. Tal vez sea ella el personaje
que evoluciona más a lo largo de la obra. Kitty tiene la belleza y frescura de
los campos rusos. Unos campos que dan lugar a la nostalgia de la primavera. Una
vez que hielo se ha derretido los pastos develan un color esmeralda, promesa de
un nuevo año y una nueva cosecha. Una cosecha que debe ser cuidada y atendida;
igual que Kitty. Será ella quien pierda un poco de inocencia a cada paso que
da; ella a quien el amor da un golpe casi fatal, pero del que logra recuperarse y hacer brillar aquello que la rodea. Mientras Ana desciende hacia
el escandalo, Kitty sube trabajosamente la cuesta de un camino sincero. Son
estas las preocupaciones de Tolstoi, para quien el mejor mérito era llevar una
vida limpia, sincera.
Los castigos que reciben sus personajes van de acuerdo a sus actos. Para Tolstoi no hay más vida que aquella donde se pueda servir y ayudar. Sí, es moralizadora, pero no en un tono soso o cansado. Es una historia cruel porque es un mundo cruel. Ana Karenina es una crítica a la desigualdad, a las miles de vueltas burocráticas, a la lucha de Rusia para no rezagarse de aquel mundo que progresa y, a su vez, una delicada forma de construir y acabar con una vida; sin importar su estatus social o su belleza; una manera de hacernos iguales a todos, aunque sea en nuestros impulsos más primitivos.
“Durante toda aquella
primavera Levine vivió momentos terribles, no parecía el mismo hombre:
<<No puedo vivir sin saber lo que soy y con qué fin existo; y puesto que
no puedo alcanzar este conocimiento la vida me es imposible, se decía.
<<En lo infinito del tiempo, de la materia, del espacio, se forma una
célula orgánica, se sostiene un momento y por fin estalla. Esa célula soy yo.
[…] Y Levine, hombre
casado y feliz, fuerte y sano, estuvo varias veces tan cerca del suicidio, que
hasta llegó a ocultar las cuerdas para no estrangularse, y temió salir de caza
por miedo a que le acometiera la idea de disparar contra sí mismo la escopeta.”
Lean Ana Karenina sólo por el placer de
viajar a Rusia un momento, sentir el frío de las carrozas, escuchar el llanto
de Ana, las dudas de Levine y la voluptuosidad de los banquetes, después
regresen y por un momento mediten qué hubieran hecho en su lugar. Harán feliz a Tolstoi, un autor que invita, siempre, a la reflexión.
Múltiples precios, múltiples ediciones.
(Cuidado con la traducción)
Hola otra vez, como te había prometido antes que leería tu critica de Ana Karenina me gusto, concuerdo contigo es difícil escribir a detalle esta obra, analizar cada personaje, conocer la historia de Rusia, las acciones de los personajes. Noto una critica un tanto fuerte hacia Ana, ella me cae bien siento que sus acciones son producto la doble moral de la sociedad y su machismo.
ResponderEliminaral igual que tu yo decidí leerla porque vi la película La elegancia del erizo (no he leído el libro porque esta algo caro y soy pobre) ya había leído Guerra y Paz y tenia planeado leer algo mas Tolstoi, buscaba lo que vi en la elegancia del erizo.
Bueno hoy no estoy de mucho animo para escribir mucho.
¿Cuál es la traducción que recomendarías? Yo leí la de Alianza Editorial.
ResponderEliminarNosotros tenemos una edición viejita; la traducción es de J. Martínez Pelayo, de Editorial CREDSA. Seguro la de Alianza está bien también. Con que no traduzcan los nombres ya es ganancia...
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