lunes, 27 de agosto de 2012

El americano impasible


·  The Quiet American
·  Graham Greene [Inglaterra]
·  Primera edición: 1955
·  Novela

No le vi la cara, solamente los pantalones blancos de seda y la larga túnica floreada, pero no por eso dejé de reconocerla. Tantas veces había esperado mi regreso, en ese lugar y a esa hora.
—Fuong —dije.
Quiere decir Fénix, pero hoy en día nada es fabuloso y nada resurge de sus cenizas.

¿Qué esperan del protagonista de un libro? Es una pregunta incómoda; si me la hago a mi mismo encuentro algunas contradicciones. Espero alguien interesante, simpático hasta cierto punto —pero no quiero ver a alguien perfecto. Espero que, para el final del libro, el personaje de verdad me importe —pero no quiero que lloren y pataleen con tal de verse desesperados. En el caso de esta novela me sucedió algo muy curioso. El personaje es interesante, sí. Muy bien desarrollado, también; en sombras grises que nunca llegan a lo melodramático. Me resultó simpático porque es un solitario, y eso siempre funciona hasta cierto punto. Thomas Fowler es un gran protagonista de libro. Pero también es uno de los tipos más oscuros y cínicos que podría uno imaginar. Me ha encantado leerlo, pero si me lo presentaran en una fiesta, preferiría pasar de largo.

No sé hasta qué punto Fowler es el mismo Graham Greene con otro nombre, pero sí sé que el escritor estuvo en los suelos que describe —la guerra de Indochina, preámbulo a la hecatombe de Vietnam—, y eso seguramente tuvo un efecto en su psique. A través de estas páginas se lee a un hombre cansado de las explosiones, del miedo, de la muerte; pero que ya no sabe cómo vivir sin ellas. Hay un mosquito en mi recamara, y me molesta. Imaginemos que me hago su amigo, y él me cuenta que alimenta a una familia de 20 con mi sangre, pero que el viaje de su guarida a mi cama le cuesta cansancio y dinero. ¿Lo mataría, o aprendería a acostumbrarme a él, manteniendo esa relación confortable y conocida, pero que reclama dolor de ambos? Algo así es lo que plantea este libro, y me imagino que era una pregunta importante para Greene. Como sucede con todas las preguntas importantes y aciagas, en encontrar la respuesta nos volvemos un tanto más amargos. De ahí que Fowler sea un personaje tan atípico para comandar una novela, uno tan frío, tan distante en apariencia, tan harto de todo —y también un antihéroe tan perfecto.

¿No haríamos mucho mejor todos nosotros si no tratáramos de comprender, si aceptáramos el hecho de que ningún ser humano comprenderá jamás a otro, ni una mujer a su marido, ni un amante a su amante, ni un padre a su hijo? Quizá por eso los hombres inventaron a Dios: un ser capaz de comprender. Quizá, si quisiera ser comprendido o comprender, me atontaría hasta tener una religión; pero soy un reportero, y Dios sólo existe para los que escriben editoriales.

Pero el meollo de El americano impasible no está en un hombre solitario y sus ideas incendiarias. Eso da para grandes libros de filosofía, pero no para una buena novela. El verdadero problema aquí es que, como siempre, Fowler se encuentra en su tranquilo camino con otras personas; personas con sentimientos, con amores anhelantes, y sobre todo con inexperiencia. El título del libro no se refiere a él, sino a su contraparte, Alden Pyle, un soldado americano encubierto que piensa que con un poco de sociología aplicada se puede salvar al mundo. Pyle quiere resolver la guerra de un plumazo: el problema es que no puede siquiera resolver su vida, porque es un chiquillo enamorado. Pero, eso sí, está lleno de vida, ideales, y juventud. Fowler, sin quererlo, se enreda con éste joven, y uno se convierte en el único amigo del otro dentro de aquella vorágine bélica. Sin embargo, el pequeño Pyle se enamora de la peor persona posible. Supongo que a todos nos ha pasado; el problema es que no todos estamos rodeados de minas y artillería, en un ambiente que no permite movimientos en falso.

Técnicamente hablando, Greene no tiene fallo. Es un escritor muy pulcro, que por tanto no tiene problema alguno en tejer una historia como esta en narrativa circular. Hasta cierto punto, el final es por todos conocido desde el principio, pero pronto —mediante los engaños del autor— nos hallamos creyendo que puede haber algo que cambie el destino: o sea, caemos en la misma ingenuidad idealista que Pyle. También debo decir que tiene un hálito de libro importante. Al estar enraizado en la historia, y al ser ésta cíclica, la historia es tan relevante ahora como lo fue entonces. Pues ser leída casi como un documento histórico; uno que me recuerda mucho a Joseph Conrad, un hombre que no sólo escribía sobre estas cosas, sino que había ido en verdad al ‘corazón de las tinieblas’, al igual que Greene.

La recomendación es enorme; el libro es de lo mejor que he leído en el año. El escritor ofrece una colección de personajes trillados: el bueno, el feo y la chica. Pero después, en un giro maestro, cuenta la historia desde la perspectiva de quien no es el héroe, ni nada parecido. ¿Qué esperan del protagonista de un libro? Porque si esperan algo bonito, esta no es la puerta indicada. Esta es una historia de guerra, pero no precisamente de la que se pelea en los campos. Es una guerra privada, de sentimientos y de ideas. Un estudio sobre la oscuridad, que —allí, en el fondo— se pregunta algo que deja entrever un destello de luz engañosa: ¿Qué tan hondo se puede caer en el abismo de la vida y seguir siendo capaz de amar?

En el estante estaban los libros ilustrados de Fuong. Entre las lociones me había dejado un telegrama, algún mensaje seguramente de la oficina de Londres. No me sentía de humor para abrirlo. Todo estaba como antes de la llegada de Pyle. Los cuartos no cambian, los adornos se quedan donde uno los pone; sólo el corazón se deteriora.

Alianza: $95
Vintage (Inglés): $200
La edición retratada al principio se encuentra en librerías de usado; a mi me costó $20.
Disponible en:
- El Sótano
- Porrúa
- FCE

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