· The
Quiet American
· Graham
Greene [Inglaterra]
· Primera
edición: 1955
· Novela
No le vi la cara, solamente
los pantalones blancos de seda y la larga túnica floreada, pero no por eso dejé
de reconocerla. Tantas veces había esperado mi regreso, en ese lugar y a esa
hora.
—Fuong —dije.
Quiere decir Fénix, pero
hoy en día nada es fabuloso y nada resurge de sus cenizas.
¿Qué esperan del protagonista de un libro?
Es una pregunta incómoda; si me la hago a mi mismo encuentro algunas contradicciones.
Espero alguien interesante, simpático hasta cierto punto —pero no quiero ver a
alguien perfecto. Espero que, para el final del libro, el personaje de verdad
me importe —pero no quiero que lloren y pataleen con tal de verse desesperados.
En el caso de esta novela me sucedió algo muy curioso. El personaje es
interesante, sí. Muy bien desarrollado, también; en sombras grises que nunca
llegan a lo melodramático. Me resultó simpático porque es un solitario, y eso
siempre funciona hasta cierto punto. Thomas Fowler es un gran protagonista de
libro. Pero también es uno de los tipos más oscuros y cínicos que podría uno
imaginar. Me ha encantado leerlo, pero si me lo presentaran en una fiesta,
preferiría pasar de largo.
No sé hasta qué punto Fowler es el mismo Graham
Greene con otro nombre, pero sí sé que el escritor estuvo en los suelos que
describe —la guerra de Indochina, preámbulo a la hecatombe de Vietnam—, y eso
seguramente tuvo un efecto en su psique. A través de estas páginas se lee a un
hombre cansado de las explosiones, del miedo, de la muerte; pero que ya no sabe
cómo vivir sin ellas. Hay un mosquito en mi recamara, y me molesta. Imaginemos
que me hago su amigo, y él me cuenta que alimenta a una familia de 20 con mi
sangre, pero que el viaje de su guarida a mi cama le cuesta cansancio y dinero.
¿Lo mataría, o aprendería a acostumbrarme a él, manteniendo esa relación
confortable y conocida, pero que reclama dolor de ambos? Algo así es lo que
plantea este libro, y me imagino que era una pregunta importante para Greene.
Como sucede con todas las preguntas importantes y aciagas, en encontrar la
respuesta nos volvemos un tanto más amargos. De ahí que Fowler sea un personaje
tan atípico para comandar una novela, uno tan frío, tan distante en apariencia,
tan harto de todo —y también un antihéroe tan perfecto.
¿No haríamos mucho mejor todos nosotros si no
tratáramos de comprender, si aceptáramos el hecho de que ningún ser humano
comprenderá jamás a otro, ni una mujer a su marido, ni un amante a su amante,
ni un padre a su hijo? Quizá por eso los hombres inventaron a Dios: un ser
capaz de comprender. Quizá, si quisiera ser comprendido o comprender, me
atontaría hasta tener una religión; pero soy un reportero, y Dios sólo existe
para los que escriben editoriales.
Pero el meollo de El americano impasible no está en un hombre solitario y sus ideas
incendiarias. Eso da para grandes libros de filosofía, pero no para una buena
novela. El verdadero problema aquí es que, como siempre, Fowler se encuentra en
su tranquilo camino con otras personas; personas con sentimientos, con amores
anhelantes, y sobre todo con inexperiencia. El título del libro no se refiere a
él, sino a su contraparte, Alden Pyle, un soldado americano encubierto que
piensa que con un poco de sociología aplicada se puede salvar al mundo. Pyle
quiere resolver la guerra de un plumazo: el problema es que no puede siquiera
resolver su vida, porque es un chiquillo enamorado. Pero, eso sí, está lleno de
vida, ideales, y juventud. Fowler, sin quererlo, se enreda con éste joven, y
uno se convierte en el único amigo del otro dentro de aquella vorágine bélica. Sin
embargo, el pequeño Pyle se enamora de la peor persona posible. Supongo que a
todos nos ha pasado; el problema es que no todos estamos rodeados de minas y artillería,
en un ambiente que no permite movimientos en falso.
Técnicamente hablando, Greene no tiene
fallo. Es un escritor muy pulcro, que por tanto no tiene problema alguno en tejer
una historia como esta en narrativa circular. Hasta cierto punto, el final es
por todos conocido desde el principio, pero pronto —mediante los engaños del
autor— nos hallamos creyendo que puede haber algo que cambie el destino: o sea,
caemos en la misma ingenuidad idealista que Pyle. También debo decir que tiene
un hálito de libro importante. Al estar enraizado en la historia, y al ser ésta
cíclica, la historia es tan relevante ahora como lo fue entonces. Pues ser
leída casi como un documento histórico; uno que me recuerda mucho a Joseph
Conrad, un hombre que no sólo escribía sobre estas cosas, sino que había ido en
verdad al ‘corazón de las tinieblas’, al igual que Greene.
La recomendación es enorme; el libro es de
lo mejor que he leído en el año. El escritor ofrece una colección de personajes
trillados: el bueno, el feo y la chica. Pero después, en un giro maestro,
cuenta la historia desde la perspectiva de quien no es el héroe, ni nada
parecido. ¿Qué esperan del protagonista de un libro? Porque si esperan algo
bonito, esta no es la puerta indicada. Esta es una historia de guerra, pero no
precisamente de la que se pelea en los campos. Es una guerra privada, de
sentimientos y de ideas. Un estudio sobre la oscuridad, que —allí, en el fondo—
se pregunta algo que deja entrever un destello de luz engañosa: ¿Qué tan hondo
se puede caer en el abismo de la vida y seguir siendo capaz de amar?
En el estante estaban los libros ilustrados de Fuong.
Entre las lociones me había dejado un telegrama, algún mensaje seguramente de
la oficina de Londres. No me sentía de humor para abrirlo. Todo estaba como
antes de la llegada de Pyle. Los cuartos no cambian, los adornos se quedan
donde uno los pone; sólo el corazón se deteriora.
Alianza: $95
Vintage (Inglés): $200
La edición retratada al principio se encuentra en librerías de usado; a mi me costó $20.
Disponible en:
- El Sótano
- Porrúa
- FCE
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