- Guillermo Vidal Ortiz
- Primera edición: 1987
- Historias cortas
AVISO se permuta esta casa no
decimos de los recuerdos que tenemos en las paredes roñosas del pasillo ni el
baño de azulejos, nos llevamos el banco del comedor, también las camas, también
el juego sala, también. No explicamos que siempre hemos vivido aquí y una vez
cuchi cuchi el nene lindo y dicen que había una sola cama que es donde yo estoy
desnudo y ahora no me da la gana de enseñar esa foto ni la otra de los seis en que
aparezco con una rosquita colorada […]
¿Qué hace bueno a un
escritor? ¿Cuál es el elemento que forma a un Premio Nobel y cuál a una Meyer?,
¿qué o quién define un canon literario? Me provoca mucha tristeza pensar que existe
todo un cementerio de libros olvidados –muy al estilo de Carlos Ruiz Zafón. Éste
que les presento hoy representa, como muchos, una verdadera rareza. Una rareza
que encontré en algo llamado Libros Libres, y que será liberada en cuanto
termine esta reseña. Pero volviendo a aquello de la grandeza de la literatura,
¿qué hace bueno a un libro? El escritor de éste título es cubano y, según la
contraportada, fue acreedor del Premio del Cuento David de 1986 por (y cito) “El
acertado manejo de las técnicas narrativas contemporáneas en notable adecuación
con los contenidos narrados. Imaginación, lenguaje eficaz y estructura
narrativa que violentan los moldes tradicionales del género se combinan en este
libro que se inserta dentro de lo mejor de la más joven cuentística cubana y latinoamericana.”
Ahora, vuelvan a la primera cita y díganme que opinan.
Marianne Moore decía que
el hecho de que no entendamos determinados textos no significa que sean buenos.
El lenguaje entrecruzado, los adjetivos flotando en todas partes, las oraciones
sin pies ni cabeza; todas aquellas artimañas efectuadas en el lenguaje pueden
engrandecerlo al estilo de Shakespeare o dar por resultado novelas modernistas
cuyo mérito deviene a que no podemos entenderlas. Este libro se conforma de
diversos cuentos, algunos sumamente confusos, otros muy claros y, la gran
mayoría, inescrutables. No puedo decirles si me dejó un peso muy grande –el de
no haberlo comprendido– o la ligereza de un libro más. Pero la verdad es que
nunca me había acercado a la literatura cubana y no puedo tachar ésta primera
incursión como una mala experiencia.
Se detiene, apoya las dos manos
en el tronco, a esta hora la soga cuelga mientras le viene un vómito se supo,
las investigaciones arrojaron todo esto en detalles y los escritores inventaron
el resto, que sintió un nuevo vahído y se quejaba, pedía rabioso terminar ya
casi sin fuerzas acabó de hacer el alzo y ahí está la soga al cuello, la
sillita que los muchachos guardan de reliquia, propiedad de Nelsa Candelaria […]
dios mío, ¿diría dios mío? O me cago en esta vida de mierda […]
Las palabras consiguen
mucho. En este caso, lo que logré salvar –después de muchas hojas de sucesos
que no parecían relacionarse uno con el otro– es la imagen misma de Cuba. Sí.
La tertulia, el ruido, el movimiento, los gritos, las calles, las nubes, el
polvo y el calor de Cuba. Al final, estos cuentos no son más que una
recopilación de muchas escenas cubanas. No es un ámbito político, sino una
mirada hogareña. Nos colamos por las ventanas de las casas para saber qué ha
sido de aquel árabe que predice amantes, lee futuros y se acuesta con aquella
dueña que permaneció virgen hasta los cuarenta años; vemos a la muerte a través
de aquel que sabe que muere y nadie más puede comprenderlo; nos llegan noticias
de aquel hombre que se ha marchado a Estados Unidos y del que sólo queda una
hija.
Es todo un salto
cultural, no sólo por lo que se nos relata, sino por la forma. El lenguaje, el
español en éste caso, se maneja de diversas maneras. Es curiosa la abismal diferencia
que vemos entre Centroamérica y Suramérica, sea por el uso verbal o de
determinadas palabras que nos son desconocidas. Tal vez esto sea lo más difícil
al leer semejante libro, que la verdad no pasa de las cien hojas: manejar un
lenguaje con el que no estamos familiarizados. Dentro de todo, la narrativa no
es mala. Sin embargo las historias se desarrollan de una manera que resulta muy
difícil de seguir. El título resulta muy curioso. Se permuta esta casa, y parece que lo que se permuta no son sólo
las paredes y los muebles, sino los recuerdos y los gritos que encerraron el
tiempo. La primera historia inicia presentándonos el lugar, los cuartos y la
cocina; pero no como una simple construcción, sino como una cama donde Pura
Domínguez cambiaba sus batas perfumadas o donde fue velada América Julia.
Los personajes son
sólo nombres. Víctor, Clary, Mesa, Guillo, Manolón, Rubí… el hombre que se ha
matado antes de morir de una enfermedad que sólo él ve y la cieguita que ha
quedado en el pavimento tras una ráfaga enviada por el ejército. Parecen
pinturas, supongo que es eso. Historias escondidas tras una pintura. Hay libros
que valen la pena ser descubiertos, aunque sólo sea para acercarnos a un
panorama que se ve tan alejado, casi inexorable. No puedo decir si estoy de
acuerdo o no con aquellas palabras citadas al principio con respecto al premio
que recibió. Pero puedo hablar acerca de lo nocivo que resulta escapar de
aquellos autores que están tan escondidos en las estanterías. No se pierde nada
con intentar.
Y seguimos creciendo. Cuando
regresamos al velorio vimos que los habitantes eran simples susurros que
esperaban. Era como si sólo esperaran nuestro retorno, y que nosotros, viejos y
enfermizos, fuéramos un punto de partida necesario.
Tengo entendido que éste no es de sus libros más reconocidos.
Traten de buscar en Amazon o busquen algún otro título de éste mismo autor...
Traten de buscar en Amazon o busquen algún otro título de éste mismo autor...
Algún afortunado tal vez lo encuentre mañana, pienso liberarlo por metro Universidad.
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