- The Case of Charles Dexter Ward
- H. P. Lovecraft [E.U.]
- Primera edición: 1941 (escrito en 1927)
- Novela corta
Ha desaparecido recientemente, de
una clínica psiquiátrica privada situada en las cercanías de Providence, Rhode
Island, un sujeto que presentaba rasgos muy singulares. Su nombre era Charles
Dexter Ward y había sido internado allí con gran consternación por su padre
afligido, quien había sido testigo de una gran perturbación que, a pesar de que
en un comienzo sólo era una actitud excéntrica, con el tiempo se convirtió en
una alarmante manía, sugerente de posibles tendencias homicidas existentes y de
una notable alteración de la materia mental. La incerteza que generó aquel caso
no fue desmentida por los médicos, quienes encontraron en él tanto anomalías
psicológicas como fisiológicas.
Si de manías hablamos,
yo no puedo leer este libro junto a una ventana. A cada momento me siento
observada por el extraño Ward, viejo a pesar de su juventud, pálido, con una
mirada que se debate entre la victoria y la locura, además de la cicatriz en la
ceja derecha, ¿no? Y eso es Lovecraft, una paranoia constante, una opresión en
el pecho que no te deja soltar la historia –lo peor de todo es que ni siquiera
al terminarla puedes estar tranquilo. Historia
o historias, si bien, ésta es una de las más emblemáticas. La favorita de
miles, la pesadilla perfecta: no sabemos qué pasa. Tenemos los papeles, las
cartas, las habladurías y las leyendas que han perdurado por ciento cincuenta
años. Escuchamos ruidos agonizantes y terribles, sentimos la presencia de un hedor
agrio, nefasto, infernal; pero no sabemos que pasa. No tenemos idea de en qué
se ha metido Ward ni con quién. Y los qué, porqués y quienes, todos juntos, se
amotinan a nuestro alrededor, nos sujetan y aprisionan. Vislumbramos una luz,
unas teorías, una probabilidad, pero no puede ser… ¿cómo es posible?
Bienvenidos a la
trampa, la horrible trampa que representa Lovecraft y sus personajes, que no
son más que él mismo, vagabundos pertenecientes al siglo XX pero con sus mentes
merodeando en pasados que no les corresponden. Estudiosos que no se conforman
con todo lo nuevo que la ciencia tiene que ofrecerles, sino que necesitan más,
necesitan de aquella magia que ha sido enterrada y olvidada –muchas veces por
el bien de todos. Conocedores que encuentran secretos profanos y se sumergen en
ellos, despertando criaturas que debían permanecer en el olvido. Y, ¿saben qué es lo peor? Que nos arrastran a
nosotros con ellos. Sus secretos y aventuras nos salpican, nos hunden.
Necesitamos saber qué sigue, necesitamos saber qué pasó. ¿Por qué? Porque
tenemos la misma naturaleza, porque no nos basta este mundo, gris y sencillo en
donde cada cosa funciona como debe, porque no nos conformamos. Siempre debe
haber algo más, algo más poderoso, tanto que nuestras mentes no puedan
comprenderlo. Pero, ¿dónde?
Ahora que estoy listo para hablar
debo confesar con gran humillación que la victoria que esperaba nunca será mía.
En lugar de la victoria encontré el espanto. Mis palabras hacia usted no serían
un ostentación de triunfo sino un pedido de ayuda y consejo para salvarme y salvar
al mundo de un horror que excede a todas las fantasías y previsiones de la
mente humana. Tendrá presente lo que decían las cartas de Fenner sobre el
ataque realizado a la granja de Pawtuxet. Ahora debe repetirse y lo antes
posible.
No puede salir bien,
claro que no. El talento de Lovecraft es muy cuestionado. Quienes no lo aman
ciegamente viven haciendo hincapié en su dudoso estilo. Es de admitirse, crea los
demonios más temibles y las situaciones más espantosas, circunstancias que
ponen en duda la razón humana y nuestros propios sentidos, pero sus
descripciones de semejantes situaciones no pasan de “demasiado temibles como
para ser descritas” u “horribles e inimaginables”. El hombre no es el Dickens
de la descripción, eso queda más que claro. Pero su verdadero talento es eso
mismo, la simpleza de su lenguaje. Sus personajes no son perfectos luchadores
ni grandes magos, son hombres curiosos –como lo somos sus lectores–
internándose en oscuras linderas, son antihéroes buscando un conocimiento que
no les corresponde. ¿Héroes? Sus héroes son sencillas personas que se aferran
con uñas y dientes a su razón; no abundan, muchas veces perecen en manos de
aquello que no debió ser nombrado. Sus paisajes son frías catacumbas, oscuras
veredas, terribles cuevas, prisiones, altares y mansiones antaño olvidadas…
entonces, ¿su talento? Requiere de muy pocas
palabras para engancharnos y si sus historias son cortas es porque lo terrible
de ellas jamás termina. Su talento es lo interminable de nuestros miedos.
Charles Dexter Ward,
¿qué sabemos de él? Que le apasiona lo antiguo, que vive lejos de su época, que
recorre Providence, Rhode Island, buscando rastros del siglo anterior y que ha
dado con los rumores más oscuros de su pasado familiar, con un episodio
olvidado de su ciudad –un olvido nada accidental–, con Joseph Curwen. Desde el
inicio de la historia sabemos que algo ha salido mal, Ward está en un hospital
psiquiátrico, ¿qué anda mal? Que usualmente sus personajes no pierden la razón,
sino antes la vida, o la pierden después de veinte páginas. ¿Qué es diferente? Que
el muchacho se ha deteriorado, ha perdido algo, ha cambiado. La curiosidad nos
come, sabemos de antemano que no debemos dejarnos llevar, pero es muy tarde.
Curwen. Joseph Curwen.
¿Qué sabemos de él? Todo y nada a la vez. Un brujo odiado por todo el pueblo,
un hombre que no parecía envejecer jamás, comerciante de los más raros
productos: sales, especias, cadáveres. Pero, ¿qué más? ¿Por qué desaparecen sus
esclavos y sus marinos?, ¿por qué consume tantas cabeza de ganado diariamente?,
¿qué son aquellos ruidos procedentes de su inaccesible torre? Ese es el
problema. Todo lo que sabemos lo sabemos a medias. Los diarios han sido
destruidos, los testigos llevan años muertos y a medida que Ward se encierra
en sí mismo, sus secretos se encierran con él. Es el doctor Willett nuestra
fuente de información, pero ha medida que él se queda sin recursos nosotros nos
quedamos sin saber qué puede pasar. La oscuridad se cierne a cada página que
avanzamos hasta llegar a un resplandor, un resplandor verde, un frasco, ¿un
final?
Lovecraft no invoca
fantasmas de sábana, no hay seres arrastrando cadenas de condena, no hay
hombres lobo ni brujas en escoba. No. Es más, algo que nuestra imaginación no
concibe, pero la suya sí. Nos mantiene al límite de nuestros sentidos,
despiertos y motivados tratando de inferir, buscar y entender. Pero se nos va
de las manos, muchas veces a él mismo se le va de las manos. Sus invocaciones
ya no lo obedecen, merodean a nuestro alrededor, el hedor de los Vigilantes y
el poder de los Antiguos. Esta reseña tardó mucho más que las anteriores, ¿por
qué? Porque no hay forma de ordenar tantos hechos a la vez. Releí el libro y
sigo sin poder imaginar muchas cosas y muchas otras prefiero no darles forma
completa. Nunca había utilizado tantos signos de interrogación al escribir sobre un libro, pero es difícil no usarlos. Es la duda la que nos lleva a seguir los pasos de Ward, bajo la amenaza de tener su mismo fin, nos aventuramos sin decir que vencemos, ¿cómo le vences así? La idea de Charles Dexter Ward merodeando en mi ventana es poco asequible e improbable
para cuando se llega al final. Pero, ¿ellos?, aquellos seres en las catacumbas,
aquellos que llevan años ahí, tal vez ya sean siglos. ¿Quién los recuerda?,
¿quién terminó con sus terribles quejidos? ¿Orne, Hutchinson? No me alivia
saber que han sido exterminados, me corroe el no saber qué los acalló.
–¡Malditos! ¡Comen pero no
tendrían que comer! Eso es lo más singular de todo. ¿Dice usted “un mes sin
comer”? Querido señor, muchísimo más. ¡Qué gran desilusión se hubiera llevado
si lo hubiera sabido el viejo Whipple con su mojigatería! ¡Quería matar a
todos! Pero estaba tan perturbado por los ruidos exteriores que no logro oír
los que emergían del fondo de la tierra. ¿Y si yo le dijera que esos seres luciferinos encerrados en los pozos están
quejándose desde que despareció Curwen ciento cincuenta años atrás?
Múltiples precios, múltiples ediciones (la mayoría en Tomo) y disponible aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario