sábado, 6 de octubre de 2012

El caso de Charles Dexter Ward

  • The Case of Charles Dexter Ward
  •  H. P. Lovecraft [E.U.]
  • Primera edición: 1941 (escrito en 1927)
  • Novela corta

Ha desaparecido recientemente, de una clínica psiquiátrica privada situada en las cercanías de Providence, Rhode Island, un sujeto que presentaba rasgos muy singulares. Su nombre era Charles Dexter Ward y había sido internado allí con gran consternación por su padre afligido, quien había sido testigo de una gran perturbación que, a pesar de que en un comienzo sólo era una actitud excéntrica, con el tiempo se convirtió en una alarmante manía, sugerente de posibles tendencias homicidas existentes y de una notable alteración de la materia mental. La incerteza que generó aquel caso no fue desmentida por los médicos, quienes encontraron en él tanto anomalías psicológicas como fisiológicas.

Si de manías hablamos, yo no puedo leer este libro junto a una ventana. A cada momento me siento observada por el extraño Ward, viejo a pesar de su juventud, pálido, con una mirada que se debate entre la victoria y la locura, además de la cicatriz en la ceja derecha, ¿no? Y eso es Lovecraft, una paranoia constante, una opresión en el pecho que no te deja soltar la historia –lo peor de todo es que ni siquiera al terminarla puedes estar tranquilo.  Historia o historias, si bien, ésta es una de las más emblemáticas. La favorita de miles, la pesadilla perfecta: no sabemos qué pasa. Tenemos los papeles, las cartas, las habladurías y las leyendas que han perdurado por ciento cincuenta años. Escuchamos ruidos agonizantes y terribles, sentimos la presencia de un hedor agrio, nefasto, infernal; pero no sabemos que pasa. No tenemos idea de en qué se ha metido Ward ni con quién. Y los qué, porqués y quienes, todos juntos, se amotinan a nuestro alrededor, nos sujetan y aprisionan. Vislumbramos una luz, unas teorías, una probabilidad, pero no puede ser… ¿cómo es posible?

Bienvenidos a la trampa, la horrible trampa que representa Lovecraft y sus personajes, que no son más que él mismo, vagabundos pertenecientes al siglo XX pero con sus mentes merodeando en pasados que no les corresponden. Estudiosos que no se conforman con todo lo nuevo que la ciencia tiene que ofrecerles, sino que necesitan más, necesitan de aquella magia que ha sido enterrada y olvidada –muchas veces por el bien de todos. Conocedores que encuentran secretos profanos y se sumergen en ellos, despertando criaturas que debían permanecer en el olvido.  Y, ¿saben qué es lo peor? Que nos arrastran a nosotros con ellos. Sus secretos y aventuras nos salpican, nos hunden. Necesitamos saber qué sigue, necesitamos saber qué pasó. ¿Por qué? Porque tenemos la misma naturaleza, porque no nos basta este mundo, gris y sencillo en donde cada cosa funciona como debe, porque no nos conformamos. Siempre debe haber algo más, algo más poderoso, tanto que nuestras mentes no puedan comprenderlo. Pero, ¿dónde?

Ahora que estoy listo para hablar debo confesar con gran humillación que la victoria que esperaba nunca será mía. En lugar de la victoria encontré el espanto. Mis palabras hacia usted no serían un ostentación de triunfo sino un pedido de ayuda y consejo para salvarme y salvar al mundo de un horror que excede a todas las fantasías y previsiones de la mente humana. Tendrá presente lo que decían las cartas de Fenner sobre el ataque realizado a la granja de Pawtuxet. Ahora debe repetirse y lo antes posible.

No puede salir bien, claro que no. El talento de Lovecraft es muy cuestionado. Quienes no lo aman ciegamente viven haciendo hincapié en su dudoso estilo. Es de admitirse, crea los demonios más temibles y las situaciones más espantosas, circunstancias que ponen en duda la razón humana y nuestros propios sentidos, pero sus descripciones de semejantes situaciones no pasan de “demasiado temibles como para ser descritas” u “horribles e inimaginables”. El hombre no es el Dickens de la descripción, eso queda más que claro. Pero su verdadero talento es eso mismo, la simpleza de su lenguaje. Sus personajes no son perfectos luchadores ni grandes magos, son hombres curiosos –como lo somos sus lectores– internándose en oscuras linderas, son antihéroes buscando un conocimiento que no les corresponde. ¿Héroes? Sus héroes son sencillas personas que se aferran con uñas y dientes a su razón; no abundan, muchas veces perecen en manos de aquello que no debió ser nombrado. Sus paisajes son frías catacumbas, oscuras veredas, terribles cuevas, prisiones, altares y mansiones antaño olvidadas… entonces, ¿su talento?  Requiere de muy pocas palabras para engancharnos y si sus historias son cortas es porque lo terrible de ellas jamás termina. Su talento es lo interminable de nuestros miedos.

Charles Dexter Ward, ¿qué sabemos de él? Que le apasiona lo antiguo, que vive lejos de su época, que recorre Providence, Rhode Island, buscando rastros del siglo anterior y que ha dado con los rumores más oscuros de su pasado familiar, con un episodio olvidado de su ciudad –un olvido nada accidental–, con Joseph Curwen. Desde el inicio de la historia sabemos que algo ha salido mal, Ward está en un hospital psiquiátrico, ¿qué anda mal? Que usualmente sus personajes no pierden la razón, sino antes la vida, o la pierden después de veinte páginas. ¿Qué es diferente? Que el muchacho se ha deteriorado, ha perdido algo, ha cambiado. La curiosidad nos come, sabemos de antemano que no debemos dejarnos llevar, pero es muy tarde.

Curwen. Joseph Curwen. ¿Qué sabemos de él? Todo y nada a la vez. Un brujo odiado por todo el pueblo, un hombre que no parecía envejecer jamás, comerciante de los más raros productos: sales, especias, cadáveres. Pero, ¿qué más? ¿Por qué desaparecen sus esclavos y sus marinos?, ¿por qué consume tantas cabeza de ganado diariamente?, ¿qué son aquellos ruidos procedentes de su inaccesible torre? Ese es el problema. Todo lo que sabemos lo sabemos a medias. Los diarios han sido destruidos, los testigos llevan años muertos y a medida que Ward se encierra en sí mismo, sus secretos se encierran con él. Es el doctor Willett nuestra fuente de información, pero ha medida que él se queda sin recursos nosotros nos quedamos sin saber qué puede pasar. La oscuridad se cierne a cada página que avanzamos hasta llegar a un resplandor, un resplandor verde, un frasco, ¿un final?

Lovecraft no invoca fantasmas de sábana, no hay seres arrastrando cadenas de condena, no hay hombres lobo ni brujas en escoba. No. Es más, algo que nuestra imaginación no concibe, pero la suya sí. Nos mantiene al límite de nuestros sentidos, despiertos y motivados tratando de inferir, buscar y entender. Pero se nos va de las manos, muchas veces a él mismo se le va de las manos. Sus invocaciones ya no lo obedecen, merodean a nuestro alrededor, el hedor de los Vigilantes y el poder de los Antiguos. Esta reseña tardó mucho más que las anteriores, ¿por qué? Porque no hay forma de ordenar tantos hechos a la vez. Releí el libro y sigo sin poder imaginar muchas cosas y muchas otras prefiero no darles forma completa. Nunca había utilizado tantos signos de interrogación al escribir sobre un libro, pero es difícil no usarlos. Es la duda la que nos lleva a seguir los pasos de Ward, bajo la amenaza de tener su mismo fin, nos aventuramos sin decir que vencemos, ¿cómo le vences así?  La idea de Charles Dexter Ward merodeando en mi ventana es poco asequible e improbable para cuando se llega al final. Pero, ¿ellos?, aquellos seres en las catacumbas, aquellos que llevan años ahí, tal vez ya sean siglos. ¿Quién los recuerda?, ¿quién terminó con sus terribles quejidos? ¿Orne, Hutchinson? No me alivia saber que han sido exterminados, me corroe el no saber qué los acalló.

–¡Malditos! ¡Comen pero no tendrían que comer! Eso es lo más singular de todo. ¿Dice usted “un mes sin comer”? Querido señor, muchísimo más. ¡Qué gran desilusión se hubiera llevado si lo hubiera sabido el viejo Whipple con su mojigatería! ¡Quería matar a todos! Pero estaba tan perturbado por los ruidos exteriores que no logro oír los que emergían del fondo de la tierra. ¿Y si yo le dijera que esos seres luciferinos encerrados en los pozos están quejándose desde que despareció Curwen ciento cincuenta años atrás?

Múltiples precios, múltiples ediciones (la mayoría en Tomo) y disponible aquí

No hay comentarios:

Publicar un comentario