lunes, 1 de octubre de 2012

Escritor del mes: H. P. Lovecraft


Nada ha parecido fascinarme tanto como el pensamiento de alguna curiosa interrupción de las prosaicas leyes de la Naturaleza, o alguna intrusión monstruosa en nuestro mundo familiar por parte de cosas desconocidas de los ilimitados abismos exteriores.

Cuenta la pequeña biografía con que Editorial Tomo adereza su antología de H. P. Lovecraft (1890-1937) que nuestro autor de Octubre fue criado en un ambiente demacrado, si bien no violento. Su padre murió cuando el escritor era apenas un párvulo, y su madre lo usó desde entonces como receptáculo de todas sus frustraciones. Afortunadamente, como no siempre ocurre en esos casos, el pequeño Howard sí logró encontrar un refugio que le cubriera de estas tribulaciones (y de su frágil salud) con relativa seguridad. El refugio fue aquél que muchos de nosotros hemos hallado, y aquél que nos tiene aquí congregados: los libros. El infante solía pasar días enteros soterrado en la biblioteca de su abuelo, consumiendo por igual libros clásicos del siglo XVIII, historia antigua y distante, y —sobre todo— cualquier cosa que tuviera que ver con astronomía. Esto le sería importante después, cuando comenzó a escribir por su cuenta y fue requerido para aportar pequeñas cápsulas de tal ciencia a los periódicos locales. A lo largo de su vida nunca abandonaría por completo esa ocupación, además de escribir artículos varios e interesarse por la arquitectura. Su salud mejoró y viajó por todo el país. La vida del hombre no suena precisamente como un infierno. ¿Por qué es entonces que surgió de él ese genio irremisible del horror? O dicho en sus términos, ¿de qué cenagal profundo, de qué caverna grotesca, de qué calabozo de sombras sempiternas trepó el monstruo aberrante de su fantasía?

Tal cosa es algo que ni el mismo Lovecraft parece saber, ya que, deduciendo desde la forma en que relata su vida en el texto Algunas notas sobre algo que no existe, parece verse a sí mismo con un dejo de desinterés e indiferencia. A lo largo de su breve autobiografía, el núcleo de su ser parece estar en otro lado, mientras que él habla de cosas terrenales con frialdad y mecanicismo. Nos cuenta de sus viajes, por ejemplo, o de la arquitectura de la casa en que vive y en la cual se inspira —pero todo se siente desenfocado, como si en realidad estuviera pensando en otra cosa. Y es que Howard Philips Lovecraft, porque ese es su elegante apelativo completo, siempre estuvo más interesado en lo que no estaba allí. No es de extrañar que ese niño, quien tuvo que buscar un escape en mundos ficcionales y lejanísimos desde su infancia más tierna, hable de este mundo como si fuera cosa de nada. Bueno, para que les quede claro, en resumir su vida Howard se lleva 6 cuartillas: La llamada de Cthulhu se extiende por 34. Así que —ya que éstos fueron el lugar en dónde la persona retraída desembocaba sus pasiones—, hablemos de los cuentos.

La “gracia” de un cuento verdaderamente extraño es ser simplemente una violación o superación de alguna ley cósmica fija, una escapada imaginativa de la tediosa realidad, por lo tanto son los fenómenos, más que las personas, los héroes lógicos.

Los cuentos de Lovecraft revelan a un tiempo mismo los dos aspectos predominantes de su personalidad, los cuales son paradójicos entre sí: la necesidad de escapar de este mundo, y el arraigo a su pasado conflictivo y solitario. De la primera no tengo que decirles mucho; salta a la vista que el autor privilegia la rareza y la antigüedad sobre lo que él llama “lugares comunes”, y quizá es por esas creaciones tan vívidas que lo amamos. La segunda, sin embargo, queda impresa en su recurrente uso de locaciones cerca de su pueblo natal de Providence, RI para crear sus atmósferas fantásticas. Incluso cuando habla —como en Las montañas de la locura— de lugares distantes, siempre están descritos bajo una excusa ligada a este mundo cotidiano (por ejemplo, una expedición a la Antártida pagada por una universidad de Nueva Inglaterra) del que Lovecraft nunca se deshizo. A pesar de estas amarras geográficas, logró desarrollar una obra prolífica, variada, y nunca aburrida.

En efecto, Lovecraft es uno de los pocos cuentistas quienes han logrado trascender la barrera anti-cultural que nos corroe. En un círculo de personas que leen, es casi imposible preguntar por su cuento Lovecraftiano favorito y no obtener al menos 5 respuestas distintas. E incluso fuera de tal ambiente, el nombre del autor suscita una reacción comparable a la de algunos otros nombres de aquellos que él consideraba mucho mejores escritores que él —Poe, por decir uno. Mi tía nunca ha leído terror más allá de Agatha Christie; prefiere novelitas con temas lindos, tipo Jane Austen o Charlotte Brontë. Pues bien, incuso ella recuerda noches en vela escuchando cuentos de Lovecraft por una pequeña radio de AM. Tengo un amigo que cree poder predecir el futuro y  lanzar hechizos basándose en los textos del Necronómicon y varios mitos de los Antiguos. ¿Yo? Bueno, yo no puedo entrar a un bosque sin tratar de encontrar puertas ocultas. No puedo soñar sin sentir que se me revelan mundos ocultos, mundos que se abren con una llave de plata. ¿Y ustedes? Quizá alguno de ustedes haya sentido al susurrador de las tinieblas detrás de sus espaldas, o incluso descubierto el imposible color que cayó del espacio. No es casualidad que la gente se tome tantas libertades con sus fotografías, tampoco: a través del terror, éste hombre se ha ganado nuestro respeto, pero también nuestro cariño. Y es que quien sabe hacernos temblar, nos conoce; y quien nos conoce es parte de nosotros.

Siempre hemos tratado de enfocarnos en este tipo de autores, Los que nos tocan a todos, estemos o no involucrados de lleno en el mundo de las letras; y es por ello que hemos decidido hacer a Lovecraft baluarte de nuestro primer Mes de Terror. Todo terror, todo el mes. No cobramos la entrada, preparen sus disfraces. Preferentemente de Cthulhu.

No está muerto aquél que eternamente puede yacer,
y con el paso de los eones, la muerte misma puede perecer.

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2 comentarios:

  1. ¡Saludos! Me ha parecido uno de los artículos más inspiradores escritos por el genio. Leí por allí un epónimo con el que se referían a él (creo que de Molina Foix) como el Copérnico de la literatura de terror. Es más que eso, creo yo.

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  2. Nunca me ha interesado el terror, ni en la literatura ni en el cine, pero este autor me ha conquistado hasta tal punto de hacerme disfrutar del terror.
    El link del documental no sirve.
    Muy interesante blog, felicidades.

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