· Paul
Torday [U.K.]
· Primera
edición: 2007
· Novela
Este año ha sido muy parecido al pasado, que fue a su
vez muy similar al anterior. Si en alguna ocasión echo en falta un poco más de
pasión o entusiasmo en nuestra vida, suelo achacarlo a no seguir las pautas
dietéticas que las personas de mi grupo sanguíneo (A) deben seguir: no consumir
demasiada carne […] No lo sé muy bien. ¿Estoy aburrido, quizá? Imposible.
La primera vez que oí sobre este libro fue
en clase de inglés; mi profesora lo recomendó. No suena muy extraño, pero dejen
que lo matice. Mi profesora de inglés y cultura de las islas británicas en ese
tiempo era una viejecita a quien le calculo no menos de 75 años, cuyas manos
tiemblan mientras sostiene los papeles. Cualquier persona con un compromiso lo
suficientemente grande con la literatura para seguir dando clases a esa edad,
claramente cuenta con un criterio de respetarse. La recomendó con una sonrisa
en la cara, puesto que “está compuesta enteramente de e-mails”. La idea sonaba
ingeniosa, así que la anoté en mi cuaderno. Poco después, Editorial Quinteto
sacó una traducción al español bastante económica (probablemente impulsados por
la versión en cine), y eso decidió todo. ¿Estoy de acuerdo con la sonrisa de mi
maestra? Sí y no.
Para empezar, la novela no está
completamente compuesta de e-mails. En realidad éstos son una parte pequeña, ya
que son intercalados con artículos de la supuesta prensa, y escritos personales
de los personajes, entre otros tipos de testimonio escrito. Aun así, debo decir
que la idea me atrae mucho. Es un juego interesante, puesto que parecería no
haber un narrador, sino que uno mismo va descubriendo la historia abriendo
ciertos cajones y archivos de papeles clasificados por el gobierno. Porque no
dejen que el título los engañe, La pesca
del Salmón en Yemen no es un libro de completa broma —es más bien una
sátira del gobierno británico mezclada con una historia de amor/desamor un
tanto sencilla. Y hay peces; eso le da un punto positivo. Sin embargo, el sabor
que me dejó es el de algo incompleto. Una gran intención con resultados un poco
dudosos.
Mis compatriotas se alinearán en las riberas, codo con
codo, y pescarán salmones. Y su manera de ser cambiará también. Experimentarán
el hechizo de este pez plateado y el irresistible amor que tanto usted, doctor
Alfred, como yo sentimos por el salmón y por el río en que habita. Y así,
cuando la conversación derive hacia lo que dijo tal o cual tribu, o que si los
israelíes y los americanos, y la cosa suba de tono, alguien dirá “Levantémonos
y vayamos a pescar.”
Alfred Jones es un aburrido científico
piscicultor, que normalmente se toma las cosas muy en serio. El Dr. Jones tiene
una reputación que sostener, y una esposa horrible a quien mantener relativamente
contenta, así que no está para bromas. Es por eso que cuando una extraña
compañía inmobiliaria le ofrece participar en el proyecto Salmón en Yemen a
nombre de su lugar de trabajo (que no es otro que la división de ciencias del
gobierno británico), él se apresura a decir “no, gracias” y soltar alguna
carcajada. Pero resulta que no puede deshacerse del proyecto tan fácil: hay
fuertes intereses económicos y políticos detrás de él —especialmente después de
que el mismísimo primer ministro de la isla se entera, y decide que financiar
la absurda pesca le traería grandes dividendos en su imagen como hombre de
estado. Además, el Dr. Jones enfrenta circunstancias personales que lo llevan a
creer cada vez con más fervor en el proyecto —la personalidad magnética del
hombre que concibió la idea, su orgullo científico herido por los insultos de
su esposa, y la compañía de una bella asistente que le asistirá en el trabajo.
Esa es la historia, y si les atrae por sí
sola ya pueden anotar el título del libro para buscarlo en las tiendas, porque
les aseguro que en ningún momento se pone aburrida, a pesar de sus tintes
políticos. El pecado que sí comete, y de forma recurrente, es el de la
inverosimilitud. No estoy hablando de la premisa arriba descrita, ya que los
jeques árabes son personas excéntricas y los políticos europeos tienen la
suficiente vanidad como para hacer la situación creíble. Me refiero más bien a
la forma en que la novela está escrita. Como les dije, el texto se compone sólo
del testimonio escrito que los personajes involucrados (y quienes los
observaron) pudieron dejar sobre papel o en archivo electrónico. El gran
problema es que Paul Torday parece no confiar demasiado en la inteligencia del
lector en algunos puntos, y termina produciendo escritos totalmente exagerados
en la cantidad de información que proveen. Por ejemplo, el Dr. Jones es
cuestionado por la policía acerca de su relación con un ministro. En vez de
responder “era un conocido” o “nunca me cayó bien, era un arrogante” como lo
haría cualquiera, Jones relata una semana entera que pasó en compañía del
referido. Incluye diálogo recordado a la perfección y digresiones sobre cómo se
sentía emocionalmente esos días. Nadie habla así en un interrogatorio
policiaco, y todos lo sabemos. Cosas como estas terminan por hacer que la
fachada del libro decaiga con rapidez.
Aun así, me gusta el mensaje final de la
novela; aunque sea muy cursi. Primero que nada, es
encomiable ver a un europeo haciendo un retrato tan positivo de un hombre
árabe; resulta refrescante. Pero no se queda allí, sino que usa a ese personaje
para soltar sentencias sobre el amor al prójimo, y bueno, son sentencias que
todos hemos oído mil veces, pero dentro de la anécdota suenan entonadas. Y es
que algunos clichés terminan por ser absolutamente ciertos, allí, en el fondo.
Todos necesitamos algo en qué creer, algo que le dé sentido a nuestra vida, algo
por lo que nuestra patria y el mundo entero nos recuerden —aunque sea una cosa
absurda, imposible y hasta, por momentos, soberanamente estúpida.
“Le enseñé a dar el primer paso: aprender a creer en
el hecho de creer. Un día usted dará el segundo paso y descubrirá qué es en lo
que cree.”
Suelto los juveniles en el arroyo cascajoso y poco
profundo, y le digo: “¿Cómo lo sabré?”
La respuesta, más tenue que el murmullo de los
riachuelos sobre el lecho de piedras, es: “Lo sabrá.”
Quinteto: $62
Salamandra: $300-360 (no tiren su dinero allí)
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-El Péndulo
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