- Laura Restrepo [Colombia]
- Primera edición: 2004
- Novela
Supe que había sucedido algo irreparable en el momento en que un hombre me abrió la puerta de esa habitación y vi a mi mujer sentada al fondo, mirando por la ventana de muy extraña manera.
Les presento uno de
mis libros favoritos, y perdonaran que esta entrada llegue a ser un tanto
personal, pero Restrepo atrapó una de mis fibras más sensibles desde el título
mismo: la locura. Sin afán de llenar espacio, les diré que este libro tenía
que llegar a mi vida. Lo había visto cuando fue estrenado, en 2004, con el
brillante moño del “Premio Alfaguara”, reposando en un estante del
supermercado. Pero la portada le dio desconfianza a mi padre: una mujer
acostada en una cama, un niño desnudo sentado al borde de la misma y muchos
peces dorados cayendo del techo – se llama Revenge
of the Goldfish y es mi imagen favorita–, por lo que no pude comprarlo. Tan
lejos y tan cerca, dirán algunos. Pasaron los meses y fue quitado del estante;
pasaron los años y fue apartado de mi memoria inmediata… hasta que apareció. Usado,
maltratado, costando la mitad de su precio original, arrumbado en una esquina
del mercado de libros viejos. Me esperaba; y yo lo esperaba a él.
¿Por qué esta
fijación? No era el logotipo de “Premio Alfaguara”, ni la portada, sino las
palabras impresas atrás. Todos los
secretos están guardados en un mismo cajón, el cajón de los secretos, y si
develas uno, corres el riesgo de que pase lo mismo con los demás. “Develar”,
quitar velos, encontrar la verdad. ¿Qué verdad escondían aquellos peces
cayendo? El libro ameritó el aplauso del señor Saramago; el problema fue que
cuando yo lo adquirí no tenía idea de quién era Saramago, por lo que ni
siquiera su aplauso tuvo influencia en mí. Leí el libro porque se llamaba Delirio, y por aquella época yo ya
deliraba en mis propios mundos que terminarían en desastre.
Cuando Aguilar devuelve las
fotografías a su lugar en la repisa, piensa que lo único que ha logrado
comprobar con su triste test de laboratorio es que el delirio carece de
memoria, que se produce por partenogénesis, se entorcha en sí mismo y prescinde
del afecto, pero sobre todo que carece de memoria.
Y Aguilar está en lo
correcto, porque el delirio te arrastra lejos del presente, de la realidad y,
sobre todo, lejos de ti mismo. Agustina linda, Agustina del alma, ¿dónde te has
metido? Será el rosario de Aguilar, su murmullo por días, por meses. Y Agustina
está atrapada en la inextricable barrera del presente Colombiano –ahogado en
drogas y lavado de dinero–, de su pasado familiar y de un pasado que ya no le
concierne. El pasado de su abuelo, el alemán, Nicolás Portulinus, quien fuera
un pianista reconocido en su natal Alemania y un compositor de ocasión en su ahora
tierra caliente, Sasaima. El abuelo
Portulinus que tuvo que casarse con su alumna, la ahora abuela Blanca, y a
quien ama más que a nadie. El abuelo que sueña con Farax, o tal vez Farax sueña
con él. El abuelo que insulta a Blanca, y le pide que lo deje volar, que deje
de ser una pesada carga para él. El abuelo que delira, que delira y enlista
todos los ríos de Europa por orden alfabético, siguiendo el cadáver de su
hermana ahogada. El delirio que ha llegado hasta Agustina. Agustina querida.
Agustina del alma. Agustina que se ahoga junto con el delirio. Pero no es tu
culpa, Agustina linda, no es tu culpa. La culpa ha sido del Midas McAlister y
del Araña y de una apuesta que hicieron junto con Joaco, tu hermano, y todo por
culpa del caballo Perejil. Pero tú no sabías, Agustina; nadie sabía en que iba a
terminar aquello. Nadie sabía que el Araña iba a quedar inválido y que luego
harían la Operación Lázaro, para ver si resucitaban su sexo. Nadie sabía, Agustina del alma, que todo iba a recaer en ti. Nadie sabía que Pablo Escobar iba
a querer hacer llorar a Colombia con cada peso que le sobrara del lavado de
dinero. Cada peso que se debe a mantener las riquezas de los magnates
colombianos, las riquezas de tu padre Agustina, las riquezas de Colombia. Porque
eso hace Pablo Escobar, Agustina, hacer ricos a los ricos y luego esos mismos
ricos aprueban una ley para mandar a los narcotraficantes a Estados Unidos. Por
aquí le besan los pies, por allá lo persiguen cual rata. Y Escobar dijo que
usaría cada peso en hacer llorar a Colombia, y siendo Escobar el hombre más
rico del continente, ¿te imaginas, Agustina preciosa, cuántas lágrimas nos
faltan por derramar? Pero ni Carlos Vicente Londoño, tu padre, Agustina, tu
padre al que, dicen, mataste de un coraje, ni él sabía que todo terminaría así.
Tú tampoco sabías que la magia se iba a romper, que las fotografías de la tía
Sofí no iban a proteger siempre al Bichi, ni que la madre le daría la espalda
al cordero. Nadie lo sabía, Agustina. Nadie sabía que en esa casa no pasaba
nada, nada en absoluto. Nada sobre el delirio. Pero Aguilar te está buscando,
Aguilar casi te encuentra, hasta que te vuelves a ir. Te vas lejos de él,
regresas con tu padre y con tu Bichi-bichito, y Aguilar se queda atrapado en
una esquina de la casa. Porque le has dicho que es un cerdo, le has dicho que
se debe quedar ahí porque tu padre viene de visita. Y Aguilar te espera, Agustina. Te espera porque sabe que el cajón de los secretos se ha roto. Y porque
el delirio del abuelo Portulinus te ha alcanzado. Y porque el Midas tampoco
tiene la culpa, su única culpa es haber nacido pobre con la ciega ambición de
llegar a rico. Y lo logró, Agustina, se hizo rico haciendo rico a tu hermano
Joaco. Por eso es el Midas, porque todo lo que toca se convierte en oro. Tampoco
la tía Sofí tiene culpas. Ni tú. Ni nadie. Tan sólo el cajón se tenía que
quebrar tarde o temprano. Y el delirio te arrastra por Sasaima, por la tierra
caliente. Y debes purificarlo todo, debes limpiar la casa, debes limpiarlos a
todos de pecado. Por eso pones baldes llenos de agua, para limpiar. ¿Es eso? Es
eso, Agustina linda. ¿O tal vez sólo recoges los peces dorados que van cayendo
del cielo? ¿Por qué, Agustina, por qué te hundes con Colombia? ¿Por qué no mejor
regresas al árbol del abuelo Portulinus? Suelta ya a tu padre, Agustina, suelta
ya al Bichi. Ven, Agustina, ven que te está llamando Aguilar. Vuelve al árbol. Vuelve
del delirio, que el todavía te quiere. Aunque pongas de cabeza la casa de su
ex-esposa, aunque te haya encontrado en un hotel donde tal vez tuviste una
aventura, aunque tú no lo recuerdes. Él te quiere, Agustina linda. Te quiere
aunque Escobar esté haciendo llorar a Colombia. Vuelve Agustina linda, vuelve
al árbol, vuelve.
¿Nuestro árbol?
El árbol nuestro.
¿Tuyo y mío?
Tuyo y mío
¿Tú y yo?
Tú y yo
¿Nosotros dos?
Sí, amor mío, nosotros dos.
El árbol nuestro.
¿Tuyo y mío?
Tuyo y mío
¿Tú y yo?
Tú y yo
¿Nosotros dos?
Sí, amor mío, nosotros dos.
starkes Mädchen.
Editorial Alfaguara: $239
Punto de Lectura: $139
Punto de Lectura: $139
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
Nunca he escrito aquí, pero he leído TODAS las entradas.
ResponderEliminarCon esto de que termina el semestre no tengo tiempo de nada, pero en vacaciones ya tengo una lista de libros que gracias a ustedes leeré en vacaciones.
Bueno éste justamente, Delirio, lo acabo de sacar de la biblioteca. Me encanta estresarme usando mi tiempo de tarea leyendo por placer.
Me encanta el blog, y lo he recomendado mucho (aunque parece que nadie me hace caso).
Eso, saludos :)
Éste también es uno de mis libros favoritos, agradezco la entrada tan bonita. :)
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