sábado, 2 de febrero de 2013

Escritor del mes: Jostein Gaarder


Cuando te das cuenta de que no entiendes algo, por lo general estás en el camino indicado para entender toda clase de cosas.

En ocasiones Wikipedia es más sabia de lo que parece. Antes que novelista o autor, algún editor anónimo decidió que el título más apropiado para denominar a Jostein Gaarder (n. Agosto 8, 1952. Oslo, Noruega) era el de intelectual. Y es curioso que esté de acuerdo con ello. He leído tres libros suyos, ninguno de los cuales es un serio estudio sociológico, ni un ensayo de filosofía. Los tres son historias humanas, carnales incluso. Pero Gaarder no tiene un corazón intempestivo; no se lanza a la escritura como quien busca asolar un pueblo con la fuerza de la emoción; no considera que una historia linda, fascinante, sea suficiente para sostener y elevar un libro. En efecto, independientemente de si es profesor universitario, de si escribe artículos culturales en la prensa, Gaarder es un intelectual de la narración. Sus mundos no sólo contienen historias atrapantes, sino que nos revelan, por si lo habíamos olvidado, que todo en este mundo puede ser una buena excusa para pensar, observar, o incluso para filosofar.

Quizá, hasta si son lectores asiduos suyos, se pregunten por qué hemos elegido a un hombre cerebral para liderar el mes más emotivo —supuestamente— del año. Pero resulta que nuestro intelectual sabe sentir, y hacer sentir, con una fuerza poética inimaginable. No teme relatar una historia de amor en apariencia sencilla, porque sabe que tiene la capacidad para teñirla de matices que no se ven a menudo. No teme tenderle al amor que crea en sus novelas —amor que es apasionado, eterno, tal como le gusta leer a los insalvables— una red de neurosis, errores, celos y muerte. En otras palabras, no teme en narras historias de amor verdadero, con un parecido tremendo a la vida. Son conexiones espirituales que nunca se diluyen, que permanecen estoicos enarbolando su bandera de anhelo y cariño, pero que sufren por los defectos tan propios de la raza humana, o bien por la fragilidad de la existencia. Todo esto contado no desde los ojos de un narrador cursi, sino de un escritor inteligente, sensible pero equilibrado, que sabe cuándo esparcir miel en sus páginas y cuando pintarlas con una mano de oscuridad.


Nuestras vidas son parte de una aventura única... Sin embargo, la mayoría de nosotros piensa que el mundo es ‘norma’, y se la pasa buscando algo anormal —como ángeles o marcianos. Pero eso es solo porque no vemos que el mundo es un misterio.

Y también hay un punto en el que los mares, mares que parecerían opuestos, se encuentran. El amor al conocimiento. Gaarder nunca pasa por alto una oportunidad de enfatizar el poder de la curiosidad, y recordarnos que el mundo es maravilloso y extraño. No porque sea maravilloso te lo pinta de rosa —eso no puede ser, simplemente—, muy al contrario, te hace ver que la maravilla yace en la existencia de la oscuridad que acompaña a los momentos luminosos. La curiosidad es una llave que abre innumerables puertas, como si el mundo fuese un pasillo largo, repleto de habitaciones por explorar; de allí nació la filosofía algún día lejano del pasado. De algo tan simple. Es por eso que no debemos estar asustados del conocimiento, de filosofar. Es por eso que no debemos sentir un aroma a pretensión cuando aparece la palabra ‘intelectual’ en algún sitio, sólo porque sí. El conocimiento es parte de la esencia humana, es inseparable de nosotros, y es una forma, quizá la más colorida, de ver el mundo.

Alguien que sabe cosas y que conserva intacta el hambre por seguir averiguando es también alguien que puede contar historias exquisitas, sólo como una excusa para explorar sus inquietudes —para dar un vistazo dentro de lo humano y seguir conociendo más y más. Es por eso, tal vez, que Gaarder gusta tanto de mezclar historias dentro de sus historias. Poner nombres reales dentro de mundos ficticios, inventarse personajes periféricos que alteran la vida de los reales, revisar y torcer la historia a través de un lente de curiosidad incansable, imitar al Quijote, burlarse de San Agustín, hablarnos de un joven Carl Sagan en potencia, ridiculizar a la industria editorial entera, en fin —no es sólo un contador de historias; es un surtidor de inquietudes. Es alguien que se mete con nuestra vida y la inyecta de preguntas.

Así es que bueno, quizá no sea la opción más romántica —aunque nosotros creemos que sí, y tenemos un libro en especial para mostrarlo. También tenemos otro propósito: el que no vean a Jostein Gaarder como el autor de El mundo de Sofía. Sí lo es, claro, pero en realidad ese libro es simplemente un escalón, si bien el más representativo y monolítico, de una interminable escalera rumbo al conocimiento humano. No al conocimiento estéril, académico, sino a aquél que no excluye los sentimientos o el alma. Aquél conocimiento que no observa la vida desde arriba, un microscopio, sino que se considera parte de la vida, que la ve desde adentro, que siente la sangre correr, el cuerpo palpitar, y se pregunta por qué y se inventa un cuento para explicarlo. De ese cuento surgen dos, y se multiplican cual células, formando un mosaico de historias curiosas. Cada una muestra algo. No me atrevo a decir que lo explica por completo, pero lo muestra en una nueva luz, siempre emotiva. Puede ser el amor, la infancia, la compulsión, la cultura, el pasado. Y al final, ya con tantos libros acumulados en su haber y aún algunos por venir, Jostein Gaarder ha formado un pequeño cosmos de conocimiento. Sus libros parecen muy distintos. Uno trata —con nombres y fechas— con la historia de la filosofía, otro cuenta de un amor inacabable, otro más llega a rozar las fronteras del thriller psicológico. Pero todos tienen un espíritu: ese que indaga, que sigue andando hacia lo desconocido siempre, impulsado por un cariño inquieto a preguntar, preguntar a diario, sólo porque sí. Sólo porque el mundo existe.

Somos como el conejo blanco que es sacado del sombrero. La única diferencia entre nosotros y el conejo blanco es que él no tiene idea de que es parte de un gran truco.

Links de interés:



No hay comentarios:

Publicar un comentario