miércoles, 6 de febrero de 2013

La joven de las naranjas


  • Appelsinpiken
  • Jostein Gaarder [Noruega]
  • Primera edición: 2003
  • Novela 
Mi padre murió hace once años, cuando yo sólo tenía cuatro. Creí que nunca volvería a saber nada de él, pero ahora estamos escribiendo un libro juntos. 

A veces el correo llega justo a tiempo. Una carta puede retrasarse años pero, si dejamos de lado las facturas y las promociones, las líneas que nos aguardan del retraso son casi siempre un alivio. Un sobre puede esconder una disculpa, una promesa o hasta una historia, y esta última es nuestro caso. La historia de un padre que no vivirá para ver a su hijo crecer y de un hijo que crecerá con recuerdos y videos. Once años es mucho tiempo, pero también es una capicúa, por lo que se puede pedir un deseo. El deseo aquí es el de presentar a dos desconocidos que comparten la misma sangre y que observaron las mismas estrellas. Presentarlos y unirlos en el mismo viaje y mismo misterio que nos une a todos: el de la vida; pero también el de la muerte. Ya lo decían las Memorias de Adriano, nadie sabe que sucede tras esa gran cortina que es pura oscuridad. Jan Olav tampoco sabe lo que hay tras esa cortina y, al igual que Adriano, sufre por no saberlo. Sólo que no es un imperio lo que está en juego, es un niño de cuatro años llamado Georg. 

Es curioso lo que las personas dejan en tu vida. La joven de las naranjas fue el primer libro que leí de Gaarder y llegó a mí por una recomendación muy sencilla: “es sólo una historia de amor muy bonita”. Tal cual. Sin grandes tragedias ni exageradas pasiones, sin rencores ni amores penantes: sólo un hombre recibiendo a la muerte y un hijo conociendo a su padre. Y una joven con un anorak que compra kilos de naranjas sin una razón aparente. Sí, es una historia de amor y lo maravilloso es su sencillez. El título mismo lo anuncia: la naranja no es un fruto de escandalosas características. Alguien muere y alguien sufre, pero no con los desenfrenados sufrimientos románticos de siempre, sino con la sensatez de reconocer que todo tiene un fin. Jan Olav llega a este fin antes de tiempo y lo único que puede hacer es redactar a su hijo una larga carta donde relata cómo conoció lo que es la vida. Aquel instante en que no se es un espectador sino que se entra al juego. Cuando se hacen locuras: como perseguir a una joven que compraba naranjas hasta Sevilla, como contar las estrellas al tiempo que se busca la posición del telescopio Hubble. 

No me digas que la naturaleza no es un milagro. No me digas que el mundo no es un maravilloso cuento. Quien no lo haya entendido, tal vez no lo haga hasta el momento en que el cuento esté a punto de acabar. Pues es cuando te dan la última oportunidad de quitarte las anteojeras, la última ocasión de frotarte los ojos de asombro, la última ocasión de entregarte a este milagro del que ahora te despides y al que vas a abandonar. 

Más de una vez, nos inclinamos a renegar de esa maravilla. Insistimos en la insensatez de amar el paso efímero de la vida, en negar la belleza sólo por la condena a no verla por siempre. Me parece una posición muy justa cuando se toma en cuenta el pedregoso camino que se tiene que recorrer sólo para terminar muriendo. Pero querer ser ciego a las treguas que nos ofrece este camino, eso es una necedad. Después de todo, no nos dirigimos en línea recta hacia ninguna parte. Los errores y los desvíos corresponden a la parte asombrosa de respirar cada día. Lo más crítico de este asunto es no poder comprenderlo hasta que se acaba el tiempo; pero más crítico aún resulta ser consciente de todas estas bellezas y ser arrancados de todas formas. No se puede ganar. Jan Olav no gana. 

Pero el libro no es una extensión de este pesimismo conjunto al que nos ha llevado el siglo XXI. Tampoco es una reflexión filosófica sobre muerte y vida. Ni siquiera es una historia de amor adolescente. Es un padre hablando con su hijo, es la palabra vuelta amor y extrañeza. Georg interviene cada determinado tiempo para agregar algún recuerdo de aquel hombre que jugó con él. Para mencionar los detalles de su nueva vida familiar, donde su padre se vuelve a casar e incluso tiene una hermana, o para mencionar al Universo. Tal vez sea eso el punto de unión entre él y su padre, el manto de estrellas que los cubrieron alguna vez al mismo tiempo y el misterio que esconden. Continuamente Jan Olav cuestiona a Georg sobre el rumbo de las investigaciones astronómicas, sobre las nuevas imágenes obtenidas con ayuda de satélites y telescopios. La intriga los une, pero Olav ya no está ahí para sorprenderse. Debería unirnos también a nosotros. 

Hubo algo antes de que llegásemos a ser la especia dominante. Hubo un vacío, una explosión, un espacio en blanco o una mano divina; difícil saberlo. Tampoco sabemos con certeza cómo llegamos hasta donde nos encontramos ahora: la perfecta anatomía que nos caracteriza puede tener algo que ver con la misma arquitectura que forma a la galaxia. ¿Qué compartimos con el Universo, además de las incertidumbres? Georg lo dice y yo lo comparto. Es una cosa de locos. Somos una isla en medio de la nada, una mota de polvo en la bola de cristal de algo. No creo que esto deba ser una meditación que absorba todo nuestro tiempo, pero debería impresionarnos. Debería haber chicas que no llevaran tanto rímel encima de los ojos y chicos que no golpearan un balón con la cabeza todo el tiempo, sólo un momento, para poder ver un poco más allá del horizonte. Con algo de suerte, verán que las cartas ya están echadas. Ya hemos nacido, ya hemos entrado a esta tómbola donde morir es el último premio. Pero, ¿si no fuera así? Si alguien nos preguntara si elegimos vivir, si elegimos pagar el precio por ver un amanecer, una estrella o una joven con una bolsa llena de naranjas cruzando por nuestras vidas…
  
¿Qué habrías elegido si hubieran dado la posibilidad de elegir? ¿Habrías elegido vivir un breve rato en la Tierra y al cabo de unos años ser arrancado de todo para jamás volver? ¿O habrías rechazado la oferta?
Te doy sólo estas dos alternativas. Así son las reglas. Si eliges vivir, también eliges morir.
Pero prométeme tomarte el tiempo suficiente y pensártelo bien antes de contestar. 

Tenemos toda una vida para contestar.
Editorial Siruela: $360
$263 (gandhi)
$95 (e-book, gandhi) 
(es absurdamente caro, pero pueden intentar en puestos de Donceles)
Disponible en:
-El Sótano 
-El Péndulo
-Porrúa
-Gandhi

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