sábado, 27 de abril de 2013

Blancanieves

  • Sneewittchen
  • Jakob & Wilhelm Grimm [Alemania]
  • Primera edición: 1812
  • Cuento folclórico
Era un crudo día de invierno, y los copos de nieve caían del cielo como blancas plumas. La Reina cosía junto a una ventana, cuyo marco era de ébano. Y como mientras cosía miraba caer los copos, con la aguja se pinchó un dedo, y tres gotas de sangre fueron a caer sobre la nieve. El rojo de la sangre se destacaba bellamente sobre el fondo blanco, y ella pensó: "¡Ah, si pudiere tener una hija que fuere blanca como nieve, roja como la sangre y negra como el ébano de esta ventana!". No mucho tiempo después le nació una niña que era blanca como la nieve, sonrosada como la sangre y de cabello negro como la madera de ébano; y por eso le pusieron por nombre Blancanieves. Pero al nacer ella, murió la Reina.

Quise citar todo el párrafo inicial porque, a pesar de todos los años pasados desde su creación y de lo compleja que la literatura pueda ponerse, me parece un buen párrafo con todas las de la ley. Es claro, simbólico y bonito. Contiene, sobre todo, una imagen que encanta a nuestras mentes desde la primera vez: la del contraste entre blanco y rojo. Entre nieve y… ¿sangre? Miren, yo no sé qué le hemos dado durante siglos a los pequeños en el desayuno, pero es de resaltar la manera tan inseparable en que se entreteje el morbo con lo infantil, la crueldad con el juego de niños. Es curioso que cuando llegamos a la edad adulta, o incluso sólo a la adolescente, vemos la infancia como un periodo de pureza mental y alma incorrupta. ¿Acaso olvidamos toda la sangre derramada en estos cuentos, el sufrimiento extenuante en los de Wilde, o la crueldad y el humor negro en los de Dahl? No, nunca somos enteramente inocentes. Blancanieves es una buena historia, y está escrita con la mayor cantidad de arte que he visto a los Grimm poner en un cuento, pero también es otra cosa: es una muestra imperdible de que la naturaleza humana, desde sus años tiernos, tiene inclinaciones hacia el lado oscuro de la luna.

Antes he dicho que muchos de los cuentos de los Grimm no estaban planeados originalmente para niños, pero creo que este sí lo estaba. El hecho de que presenciemos la historia de la protagonista desde que nace es importante para concluir esto: el cuento resalta la belleza y calidad noble de las generaciones nuevas sobre las mayores, y eso tiene a todo niño comiendo de la palma de la mano del narrador. Además, tenemos a los 7 Enanos. Algunos dicen ver a los 7 pecados capitales en ellos, pero yo sinceramente no lo hago. Más bien me parecen una versión extendida de los 4 humores medievales —y extendida hacia el número 7 sólo por su valor simbólico. Entonces, las semillas de este cuento son en verdad infantiles. ¿De dónde está surgiendo toda esta brutalidad? Y es que la historia, en verdad, no te da un momento de descanso al leerla.

-¡Piedad, buen cazador, déjame vivir! -suplicaba-. Me quedaré en el bosque y jamás volveré al palacio.
Y era tan hermosa, que el cazador, apiadándose de ella, le dijo:
-¡Márchate entonces, pobrecilla!
Y pensó: "No tardarán las fieras en devorarte".

Ya saben lo importante. Blancanieves es hija de una bella reina que muere al alumbrarla (brutalidad #1). Su padre se casa de nuevo[1] con una tipa vana y envidiosa que no soporta la belleza de Blancanieves, así que la manda matar (#2) y reclama que le traigan órganos como trofeos (#3). Afortunadamente, el verdugo resulta enternecerse con la niña, así que… la deja a su suerte en el bosque (#4). Después la muchacha encuentra refugio en la cabaña de los 7 Enanos, a cambio de tareas domésticas (#5 si eres feminista). Tras ello hay un periodo de paz, pero es cortado del cuento; no interesa. Regresamos a la acción en el momento en que el espejito comete un acto de delación imperdonable y le revela a la reina que Blancanieves sigue viva. Entonces ocurre lo que ya sabemos, la reina va al bosque y tienta a la niña con varios instrumentos envenenados, pero ella es salvada las primeras dos ocasiones por los Enanos. Pero la tercera parece ser la vencida.

Requeriría más espacio para hablar del simbolismo en este cuento de gran belleza, porque me parece detectar fuertes vibras bíblicas. Todo viene en grupos de siete o de tres, la reina ofrece tentaciones a Blancanieves como Satanás a Jesús en el desierto, y una mordida a la manzana termina siendo un paso fatal. Dado que hacer un estudio serio sobre esto requeriría lecturas que no tengo y espacio que una reseñita de blog no debería jamás obligar a sus lectores a soportar, no sé qué tan válida sea la interpretación final que he extraído: Blancanieves es un ser puro, surgido en un génesis de sangre y agua muy parecido al de la Venus griega. Los enanos, para mí, representan a la buena sociedad —con todos sus distintos humores— que trata de proteger a la inocencia de la tentación ofrecida por la reina bruja. Por supuesto, y como suele suceder, llega un momento en que no pueden protegerla ya; y la inocencia parece morir. Es puesta en un pedestal oscuro, como para lamentarse de su partida eterna, pero resulta que no todo está perdido. Queda el amor.

Lindo, ¿no? Es por esa enseñanza tan preciada que el cuento ha sobrevivido como un legado cultural de lo más valioso para los niños. He ahí la mayor apología de los mensajes rosas en la literatura. Si ese mensaje, cursi tal vez, no les resulta valioso, entonces dudo que puedan sentir entrega ante su mundo. Dudo que quien no crea en el amor pueda llegar a mucho más que un nihilismo cerrado y patético. Dudo que un lector de verdad —uno enamorado de lo que yace entre, sobre y debajo de las letras— pueda vivir sin creer en el mensaje de este pequeño cuento; sin creer que hay una unión indescifrable que nos une por momentos a alguien o a algo de maneras divinas; sin creer que en ello hay una salvación, quizá, o un reposo al menos; sin creer que su nombre es impronunciable para nuestros labios, pero que se parece mucho a ‘Amor’, y que es el camino más noble para andar. Por eso, puede ser, es que al final Blancanieves regresa al castillo. Se ha ganado, esta vez, su nobleza y su perfección. Y para los demás, para los demonios tentadores, están las zapatillas de hierro.

La malvada mujer soltó una palabrota y tuvo tal sobresalto, que quedó como fuera de sí. Su primer propósito fue no ir a la boda. Pero la inquietud la roía, y no pudo resistir al deseo de ver a aquella joven reina. Al entrar en el salón reconoció a Blancanieves, y fue tal su espanto y pasmo, que se quedó clavada en el suelo sin poder moverse. Pero habían puesto ya al fuego unas zapatillas de hierro y estaban incandescentes. Tomándolas con tenazas, la obligaron a ponérselas, y hubo de bailar con ellas hasta que cayó muerta.

***
[1] ¿Qué diablos con los padres de las niñas en cuentos folclóricos? Parecería que entrevistan a sus segundas esposas preguntándoles qué cantidad de infierno tienen preparada para sus hijas.

1 comentario:

  1. Otro cuento de madrastras... perfecto... jajaja. Debo admitir que yo, la persona más rosa y cursi del mundo, no veía venir ese párrafo acerca del amor. ¡ME ENCANTÓ! Y bueno, la nota al final, XD!!!!!!!jejeje...Me hiciste el día con la nota, Daniel XD Sí, padres y sus segundas esposas. Suena hasta un buen tema para hacer un ensayo. Bueno, saludos, chicos. Nos vemos en la escuela.

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