- Elia Barceló [España]
- Primeria edición: 2007
- Novela
Innsbruck siempre me había parecido
una ciudad triste, quizá porque siempre la había visto de noche, cuando ya se
había puesto el sol, o en las primeras horas de la mañana, cuando aún no había
salido. Una ciudad gris poblada por gentes grises, como si el peso de su
historia, de tantos y tantos muertos de tantos y tantos siglos, fuera una losa
que no los dejara alzar la mirada, el alma, la voz. Tuve en ese momento la
impresión fugaz de hallarme en compañía de fantasmas, el tango difumina las
cosas, las desdibuja, como el alcohol, y los fantasmas eran buena compañía para
mi yo nocturno…
Hace un par de años,
durante una Feria del Libro, la librería Gandhi decidió ponerse esplendorosa y
rematar algunos libros por algo así como el 15% de su valor original. La pila
que se ajustaba frente a mí era una inmensa marea de lomos negros con códigos
de barras y portadas grises, algo que llamó mi atención. Los títulos no sonaban
del todo mal, era un punto medio entre lo convencional, lo cliché y lo
extravagante, entre aventuras y romances. Terminé comprando la mitad de lo que
se ofrecía ahí (decisión excelente cuando me vine a enterar el precio
original), pero la verdad es que con el paso del tiempo sólo he podido leer dos
de esas adquisiciones. Y bien, he aquí que les hablo del segundo en la lista,
sacado del librero durante mis últimas vacaciones de navidad. Su título lo dejo
en la clasificación de cliché (es una canción), pero eso no le quita el
atractivo. Incluso la contraportada
promete mucho: “una obra inclasificable, que mezcla tango, fantasía e
historia”. Pero después de dicha promesa y de toda esa aventura sobre lo
afortunada que soy a veces encontrando buenos precios me quedo sólo con el
tango y sin certeza a mis criterios.
Leyendo mis últimas
reseñas, me doy cuenta de que casi siempre les hablo de libros con los cuales
desarrollé una conexión muy especial. Pero resulta que ahora me enfrento a un
problema hamletiano, si se me permite: ¿recomendar o no recomendar? He ahí la cuestión.
No, el libro no es malo. A decir verdad es una historia de amor lo
suficientemente buena para que se pueda disfrutar en una tarde. Y más que una
historia de amor, es una historia de tango: “una música ardiente, un baile de
ojos cerrados y sombras y humo de tabaco… una mujer que se movía como una flor
al viento y un hombre que la llevaba con porte de torero, atado a ella como por
una maldición”. El problema es que lo pasional del asunto se diluye a medida en
que las palabras pretenden ser fervientes, sin alcanzar a serlo de todo. Quizá
sea algo personal, pero las lecturas se vuelve tediosas cuando las palabras
“ardiente, pasión, obscuridad, fuego” y etc., se repiten con tanta vehemencia.
La fuerza de la música se va derrochando entre adjetivos, no del todo, pero sí
lo suficiente como para opacar la determinación lujuriosa del baile mismo. Se devuelve
al inicio: a una historia de amor que no puede ser, pero es. Aunado a esto,
existe el querer salir del cliché romántico por la tangente “mágica y
misteriosa” estilo Julio Cortázar, y fue con eso como se me vino abajo la mitad
del interés. Pero seguí y seguí y lo valió… y sigo con mi duda hamletiana. No
necesitas escuchar los quejidos de la tarima para sentir el arrastre de los
pies, y con eso basta.
Faltaban dos días para mi boda y
tres para mi cumpleaños. Yo lo había querido así. Me gustaba la idea de cumplir
los veinte siendo ya una señora y de poder decir el resto de mi vida que me
había casado a los diecinueve. En el mes de enero. En pleno verano.
[…] Papá me levantó el velo
delicadamente con una mano, sacó el pañuelo del bolsillo, me lo pasó por la
cara con mucha suavidad y luego se secó él y volvió a guardarlo.
–¿Es que no quieres? – preguntó por fin.
–¿Es que no quieres? – preguntó por fin.
[…] –No es eso, papá –dije yo, cada
vez más azorada–. Sí. Claro. Sí, pero…, no sé…, me habría gustado que alguien
me preguntara.
Lo dije y lo repito: la
historia no es mala. Quizá mi problema sea que se me dificulta mucho ser
objetiva cuando el agradecimiento viene siendo “a mi maestro, Julio Cortázar”.
Sí, lo tengo que admitir, con el dolor de mi corazón: detesto al hombre y la
fascinación que se ha desarrollado en torno a él. Pero esto es asunto de otro momento.
A lo que quiero llegar es que la lectura se volvió en mi contra por el mero
hecho de saber que seguía los pasos de un autor específico. La narración es
llevada por cuatro voces y lo cautivante del asunto es que no se tiene idea de
lo que está pasando. A mitad de Europa se baila tango, y los hombres de corbata
y sombrero, y las mujeres de sastre y sonrisa, se desprenden de su disfraz de
oficina para entregarse al baile. Una desconocida seduce a uno de los
bailarines, un desconocido seduce a una de las bailarinas. Por accidentes de la
vida, cuando termina la milonga, se ven solos en la noche, sin aquel cuerpo que
envolvieron con su aliento a cigarro y miseria. De repente los dos seducidos se
ven persiguiendo cordeles invisibles del baile que los llevan a Buenos Aires,
al hogar de la música misma, a un museo, a una pintura. El problema es que el
uno no sedujo al otro. El problema es que se parecen, pero no son. El problema
es que uno estaba en Innsbruck y el otro en Landsberg. El problema aquí son los
amores que no fueron, pero son.
Es envolvente, lo juro.
Dejaré de hablar de mis molestias ”adjetivescas” y “cortazianas” para dejar en claro todo lo bueno
del libro. Buenos Aires se reconoce como el corazón, cuerpo y alma del tango. Y
es justo aquí donde ocurre la historia que no fue, porque los estereotipos se
introdujeron a mitad del camino. Ser joven, bella y soltera son cosas que no se
mezclan, mucho menos si tu casa se encuentra cruzando el mar, en España. Natalia
se llama la estereotipada, y su único problema fue aquel de nacer mujer en unos
años donde las libertades femeninas no iban más allá de decidir la comida. Así que
un buen día un alemán que apenas si habla español decide liberarla de su
libertad, y sin preguntas directas la lleva al altar. Le dicen el Rojo por su
cabello, aunque se llama Berstein, y es marinero. Lo último implica una
clausula absurda en el acta matrimonial: estar casada sin ver nunca a tu
esposo, porque el Rojo debe estar surcando a Neptuno once meses al año. Claro que
Barceló no iba a dejarle un dolor tan fútil a la pobre criatura, eso no se
puede cuando escribes sobre milongas que enamoran a dos y matan a tres –en palabras
de Tin Tan. Antes de amarrar su vida a un perfecto extraño y hacerse una señora
decente, Natalia conoce los placeres del tango y los ojos de Diego mientras la
lleva de la mano.
Y en la misma Argentina
está un hombre mediocre, enamorado de una mina que ya va para el altar y con
pies hechos para el baile. Diego conoce a Natalia un par de días antes de su
boda y su dolor no lo orilla a la locura sólo por su deber con la milonga. Y
así muere la historia de amor, o nace otra en Europa, muchos años después. Si
sigo dando detalles les arruinaré lo atrapante de la música, aunque si conocen
las letras bien sabrán que casi nunca terminan con sonrisas. Por alguna razón, el libro
parece atraer especialmente a los lectores norteamericanos (vean Goodreads), quizá
porque esperan una empapada de cultura latina, y supongo que salen muy
decepcionados. La condición migrante de Natalia la hacen ajena a la tierra,
excepto en la música. La condición natalicia de Diego hace contraste. Tenemos
una variedad de registros, incluyendo al alemán y su fallida sintaxis, lo que
termina haciendo de la historia algo múltiple, universal. Tan universal como
los amores y héroes perdidos de los que hablan las milongas, hasta las de
Borges. Tan universal que no exige más que compadecerse de aquellos dos que no
pueden bailar más de una pieza, para luego tener que aguardar en su pose eterna
del lienzo. Y si bien tuve problemas con el agradecimiento, no lo tengo con la
dedicatoria: a todos los hombres y mujeres que buscan el amor.
Toda
mi vida había servido para llegar a ese instante. Toda mi vida se detendría
allí, en sus labios, en su aroma, en aquella mujer que ya era parte de mí, que
era yo, pero puro, elevado, perfecto, el yo que nunca supe que podría llegar a ser.
-Editorial 451
Incidentalmente, ya no está disponible en ningún lado (al parecer); ni siquiera
en Gandhi (lo cual es una tontería).
Pero si quieren conseguirlo, aquí les dejo el link a la página de la editorial;
Pero si quieren conseguirlo, aquí les dejo el link a la página de la editorial;
ahí viene disponibilidad para España y me parece que pueden pedirlo por correo.
Una disculpa, pensé que seguiría en librerías...
A mi tampoco me gusta Cortazar, bueno, decir "no me gusta" es quizás exagerado, sobre todo teniendo en cuenta que hace 20 años que leí su obra maestra "Rayuela" y fue tal la antipatía que me produjo su Horacio, intelectual de tres al cuarto, que, desde entonces, no me ha merecido la pena leer nada más del genio. Sólo tengo que pensar en "la Maga", simple, inocente, cándida, en armonía con el mundo para que las fantasías surrealistas de Julio Florencio me pongan agresiva. No sé pero atendiendo a tu reseña, "Corazón de tango" suena a "mucha música pero pocas nueces". De todas maneras que no se nos ofendan los autores, el gusto o no gusto por una obra es siempre relativo;-)esther
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