viernes, 5 de julio de 2013

Escritor del mes: Jorge Luis Borges

Uno no es lo que es por lo que escribe, sino por lo que ha leído.

[Buenos Aires, 24 de agosto 1899-Ginebra, Suiza, 14 de junio de 1986]
He de admitir que las dos personas que colaboramos en este Blog somos unas ingratas. La URL de este espacio y el nombre mismo, Inventario, están a deuda de Borges, y en un año y medio no nos hemos atrevido a mencionarlo. Las razones pueden ser muchas además del descuido, pero creo que el principal motivo no tiene nada que ver con la desidia: Borges es sencillamente demasiado. Su nombre lleva como paralelo una grandeza que podría parecer absurda si no fuera porque a cada línea nueva que leo de él, sea prosa o poesía, me convenzo más y más de que se la merece. Decir su biografía en un mes no alcanza para cubrir todo lo que representa, ni siquiera con una reseña diaria de un cuento suyo podríamos hacer justicia –y creo que nos terminarían odiando. Podría seguir los siguientes seis párrafos deshaciéndome en alabanzas y lisonjas, pero mi admiración quedaría en un plano superficial, porque Borges es tanto que casi todo se me escapa de las manos. Desconozco casi todas sus referencias, no entiendo la mitad de su filosofía. Merezco el desprecio de Marianne Moore porque, en sus palabras, admiramos lo que no entendemos. Eso me ocurre con Borges; veo páginas brillar con su nombre, pero me acerco con cautela, casi miedo, y si bien esas páginas me iluminan, aún no logro que me den brillo alguno.

Sería ridículo decir que semejante cohibición es exclusivamente mía. Pero, una vez que he aceptado el pánico, creo que puedo afrontar algo tan terrenal como su vida. (Al menos sé que no debo correr hacia ninguna enciclopedia de referencias Bíblicas de momento.) Si bien la línea familiar de Borges tiene entre sus cuadros principales a heroicos próceres que contribuyeron con la independencia de Argentina –los coroneles Isidro Suárez y Francisco Borges–, también se debe contar con la descendencia inglesa por parte de su padre: los Haslam. El nuevo y el viejo continente corrieron por las venas de este escritor, por lo que llamarlo Universal viene siendo (en mi perspectiva) algo biológico. Al llegar a Jorge Borges la tradición militar es dejada atrás; nos encontramos con un profesor de inglés y psicología, casado con Leonor Acevedo Suárez: los padres de Jorge Luis y Norah Borges. Me gustaría decir que lo que viene a continuación es una historia feliz sobre un hombre que creció en una gran casa llena de libreros, silencio, y posibilidades. Pero aquello sería una familia feliz, y son las infelices las que tienen una historia que contar.


Todas las teorías son legítimas y ninguna tiene importancia. Lo que importa es lo que se hace con ellas.


Intentaré ser breve porque todo esto lo pueden encontrar en Wikipedia. Fue en el barrio de Palermo donde sus primeros pasos hacia el mundo se mezclaron con los de inmigrantes, pero también con los de su abuelo, Fanny Haslam, quien le enseñó inglés. Como casi en todas las historias de gran éxito y genialidad, Borges comenzó su carrera literaria desde algo así como los siete años. Cuentos y traducciones llevaron su infancia, junto con burlas por parte de sus compañeros de clase en sus primeros cuatro años de escuela (llevaba gafas, traje, probablemente corbata, y sabía inglés, se expuso él sólo). Pero para 1914 cualquier clase de prosperidad o alegría se vino abajo. La ceguera finalmente derrumbó la carrera de su padre y, para cuando la Primera Guerra estalló, el hombre tuvo que dejar su trabajo en la universidad y arrastrar a su familia por París y Milán hasta encontrar refugio en Ginebra.

Pero aquellos años de éxodo no pueden contarse como pérdida de tiempo. La genialidad de Borges proviene de haber leído todo lo que pudo hasta, literalmente, quedarse ciego. El viaje por Europa lo acercó a franceses como Voltaire y Víctor Hugo, también a tétricos alemanes como Myrink, y españoles como José Hernández, Leopoldo Lugones y Evaristo Carriego. Tras Ginebra, la familia Borges reside unos años en España, donde Borges traba amistad con Rafael Cansinos-Assens, a quien proclamó como su maestro. Conoció también a Valle Inclán, a Juan Ramón Jiménez, a Ortega y Gasset, a Ramón Gómez de la Serna, a Gerardo Diego. Pero su trabajo se limitó a traducir y aprender, e incluso cuando regresó a Argentina en 1921su nombre seguía lejos del gran campo editorial.

En 1938 comenzó a trabar como bibliotecario en las afueras de Buenos Aires; pero su agudizada ceguera lo llevó a sufrir un accidente que casi le cuesta la vida. Así fue como su vida pasó a depender de su madre y sus amigos; su vista no le daba ya para poder escribir, por lo que muchos de sus trabajos terminaron siendo dictados. Entre 1940 y 1942 realiza un par de trabajos compartidos con Bioy Casares. El primero es una Antología de la literatura fantástica, seguida de una Antología poética argentina. El último sería una serie de cuentos policiales –Seis problemas para don Isidro Parodi, que se entregaron bajo el seudónimo H. Bustos Domecq, pero que no obtuvieron el éxito deseado –fracasó en el Premio Nacional de Literatura.
Muchos de los impedimentos que tuvo Borges a lo largo de su vida, incluido no haber ganado el Premio Nobel, se debieron a su actitud política. Su vida siempre estuvo dirigida hacia los pasos conservadores, pero la dictadura de Perón sacudió muchas de sus oportunidades, junto con las de muchos otros escritores. Por haber firmado manifiestos antiperonistas y por declaraciones de su madre y su hermana contra el régimen, Borges es despedido de su puesto en la biblioteca y nombrado inspector de aves y conejos –destino cruel e indeseable al que el poeta casi ciego tuvo que renunciar. Pero en 1949 El Aleph vio la luz del día y al año siguiente la Sociedad Argentina de Escritores lo nombró su presidente. El prestigio lo alcanza por fin y, cuando el peronismo cae en 1955, el recién constituido gobierno lo designó director de la Biblioteca Nacional e ingresó en la Academia Argentina de las Letras.

Tras eso su vida parece ir y venir de la cumbre al fin. En el lado amoroso, en 1967 contrae matrimonio con Elsa Astete Milán, pero su relación fue breve y desdichada, y en 1970 se separaron. Borges volvió a quedar bajo la abnegada protección de su madre, quien sería reemplazada después por María Kodama, joven secretaria y lazarillo del poeta, con quien se casaría y nombraría su heredera universal (aunque muchos están en desacuerdo con estos últimos trámites de su vida). El último revés político sería cuando en 1974 cuando Perón volvió al poder. Sus antiguos enemigos se dieron a la tarea de desposeerlo de su cargo en la Biblioteca Nacional y excluirlo de la vida pública. Cuando dos años más tarde la Junta Militar Argentina  derrocó a Perón, Borges la recibió con un grito de alegría que el público jamás le perdonaría. Fue esta Junta Militar la encargada de instaurar una dictadura aún peor que la de Perón; fueron muchos los escritores desaparecidos por su posición.

A pesar de que Borges participó en varias pláticas con este nuevo gobierno para arreglar la situación de los desaparecidos, su posición política (incluyendo haber apoyado Pinochet) le costó un Premio Nobel que de verdad merecía. Su obra ha cubierto el mundo, y eso es algo literal. No me cuesta decir que después de Borges sólo han quedado dos caminos, y ambos incluyen seguir sus pasos, la divergencia es si sale bien o mal.  Este argentino fue creador de un cosmos donde el tiempo, el espacio, destino y realidad se enredan y explican con su propia filosofía. Sea ensayo o sea prosa, leer a Borges es alimentar el alma, aún si no se entiende todo de lo que habla. Sus influencias, principalmente inglesas, como Shakespeare, Thomas de Quincey, Rudyard Kipling y Joseph Conrad, lograron hacerse de una nueva voz, latina y única. A veces dice que uno de ellos se ha equivocado, porque los ha conocido lo suficiente como para tener aquella confianza. El Cábala y la Biblia alimentan su fuerza imaginativa, sus grandes relatos nos llevan a bibliotecas enormes donde la palabra de Dios y la sabiduría del mundo nos aguardan. Su vida se apagó debido al cáncer, escapó a Ginebra para no volverse presa del público. Murió ciego, tal como su padre, como sus abuelos, como otros dos directores de Biblioteca, escritores también, como Homero, como Milton, pero espero que sonriente. Si algo me enseño este hombre es que los libros nos esperan, nos buscan, nos anhelan: nos vuelven universales. No vuelven, por un momento, más grande que lo grande. Colosales. Hay un Inventario enorme donde una simple línea, catorce palabras quizás, pueden cambiar todo nuestro destino. Hay una llave que ha perdido su puerta, deberíamos empezar a buscar, a probar, una a una, hasta encontrar.

2 comentarios:

  1. A modo de comentario, encuentro a Borges sublime y catártico, creo que todos hemos pasado por lo que mencionas al principio: "siento que Borges se me escapa de las manos", pero provoca algo fascinante. Empero me causa curiosidad y gracia los lectores que critican mucho la literatura esotérica, puede que esté equivocado, pero la gran mayoría ve con despectivamente esta literatura (tampoco puedo culpar, ya que es un área muy compleja, y da para muchos pedantería, sin embargo, pedantes hay en todos lados). A lo que me refiero es que no se puede leer a Borges -al menos para tener una lectura perenne- sin conocer sobre alquimia, kábala, magia, etc., y lo divertido es que muchos de los leyentes que se burlan de esta ciencia dicen ser lectores de Borges. Yo no soy amante de la lectura, porque considero que para ser "amante" de eso, debes ser capaz de leer lo que pongas en tus manos; pero me encanta como construyen y canalizan de forma tan inteligente y creativa un modo de ver la vida; debe ser porque mi lado apolíneo es más dominante jajjaja y a propósito de eso, también me gustaría si puedes hacer pequeñas críticas de los libros, para gente (como yo) que no somos lectores amantes y nos gusta más "la forma".

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