- A Visit from the Goon Squad
- Jennifer Egan [E.U.]
- Primera edición: 2010
- Novela / cuentos
“El álbum se llama ‘De A a B’, ¿no?”, Bosco dijo.
“pues esa es precisamente la pregunta que quiero resolver: ¿cómo pasé de ser un
rockstar a ser un mugre gordo que a nadie le importa? Y no pretendamos que no
es así.”
Stephanie estaba muy desconcertada para responder.
“Quiero entrevistas, apariciones, lo que me digas”, continuó Bosco. “Llena mi vida con esa mierda. Vamos a documentar toda esta jodida humillación. Esto es la realidad, ¿no? No te ves igual de bien veinte años después, y menos cuando te han quitado la mitad de las tripas. El tiempo es un canalla, ¿no?”
Stephanie estaba muy desconcertada para responder.
“Quiero entrevistas, apariciones, lo que me digas”, continuó Bosco. “Llena mi vida con esa mierda. Vamos a documentar toda esta jodida humillación. Esto es la realidad, ¿no? No te ves igual de bien veinte años después, y menos cuando te han quitado la mitad de las tripas. El tiempo es un canalla, ¿no?”
No sabía si hacer la reseña de este
libro aquí o en Audiorama, pero qué diablos. Es un texto que gira alrededor y
vive de la música, pero también tiene aspectos muy interesantes que tocan lo
humano en general y lo literario en particular, así que aquí está. A Visit from the Goon Squad es un libro
que deseé tener durante bastante tiempo, debido a que ganó el Pulitzer de su
año correspondiente y la verdad es que soy una víctima total de las ceremonias
de premios. Pero también soy una víctima de la música. Es curioso cómo, a pesar
de que la música popular es mucho más prevalente en nuestras vidas que la
clásica, las letras todavía no se ocupan con mucha frecuencia de ella. Jelinek
e Ishiguro escriben de pianistas clásicos y Murakami imbuye sus páginas con sinfonías
de Dvorak, por ejemplo. No hay mucha literatura que coloree su lienzo con la
paleta de lo que escuchamos en la radio, o bien buscamos en internet hoy en
día. En ese sentido, esta novela me parecía muy refrescante.
Pero la música popular no es sólo
un tema innovador en la obra de Jennifer Egan; es el motor y el centro. Los
personajes parecen llevar una lucha desesperada por dentro; un ansia por
permanecer en el tiempo. Pero resulta que eso no es tan fácil en nuestra
cultura. Franz Liszt fue un rockstar hace 150 años y sigue siendo recordado
hoy, ¿pero quiénes son Slint? ¿James? ¿Supergrass? ¿Ocean Colour Scene? No han
pasado ni 25 años de sus puntos más altos y ya han caído a las páginas de las
curiosidades semi-olvidadas, a pesar de que su música (en esos 4 casos) va de
aceptable a fenomenal. El modo en que consumimos cultura en estos tiempos
obliga a que una cantidad ingente de producción valiosa sea desechada, dejando
con ello una estela dolorosa de sueños rotos y hubieras y si tan sólos.
El mundo se olvida de lo que amó muy rápido en nuestra era —¿y quién recoge los
pedazos de esos sueños? El inclemente tiempo, normalmente. Y también Jennifer
Egan, si uno tiene la suerte de leer este libro.
Mil novecientos ochenta ya casi está aquí, gracias a
Dios. Los hippies se están poniendo viejos, se volaron los sesos con ácido y
ahora están pidiendo limosna por todas las calles de San Francisco. Su cabello
está enredado y sus pies descalzos son gruesos y grises como zapatos. Estamos
hartos de ellos.
La cosa va así. Bennie Salazar
nunca termina por despegar como músico, probablemente por llamarse Bennie
Salazar, pero sí adquiere fama como productor musical, sobre todo gracias a su
descubrimiento de una banda incendiaria llamada The Conduits. Pero 20 años
después su vida ya no pinta tan bien —vendió su compañía a una disquera
transnacional que le quitó el alma, el divorcio le quitó a su hijo y pasa las
horas tomando café con hojuelas de oro como tratamiento desesperado contra la
impotencia. A la gente que lo rodeó durante sus años de éxito tampoco le va muy
bien, desde los miembros de los Conduits hasta su cuñado periodista, quien
sirvió tiempo en prisión por acosar a una actriz durante una entrevista. Pero
la historia se concentra especialmente en él y en Sasha, su vieja asistente,
una pelirroja autodestructiva con tendencias cleptómanas. El libro salta en el
tiempo sin miedo ni aviso previo, y sus capítulos terminan por ser tan distantes
que parecería ser más una colección de cuentos. Lo único que une las historias
es la influencia de Bennie y su asistente sobre todos los personajes; y el rock,
por supuesto.
Una de las pequeñas reseñas que la
editorial puso en las primeras páginas de mi edición llama al comportamiento de
los personajes “exasperantemente humano”, y creo que esa es una descripción
perfecta. O en palabras de Nietzsche, todo aquí es demasiado humano. Las
acciones de las personas que pueblan la historia de Egan son terriblemente
equivocadas, o por lo menos confundidas, y a menudo sólo los llevan por sendas
de dolor eterno, pero son hechas con tanta ciega buena fe que casi da ternura.
El error trágico de todos es el mismo, en el fondo: pensar que eran eternos.
Como dice Bosco, otrora guitarrista de los Conduits, en la primera cita de esta
reseña, el tiempo es un canalla. Pero casi nadie en el libro logra darse cuenta
de que no es inmune a su paso hasta que ya es demasiado tarde. Se quedan
trabados en sus sueños de juventud, o bien pensando que mañana las cosas
saldrán mejor, pero ese mañana los encuentra acabados y viejos o simplemente
nunca llega, porque la vida no está comprada y a veces algo sale mal cuando te
balanceas a la orilla de un barranco.
El valor de Goon Squad como historia me parece fantástico, como ya vieron, pero
su valor como ente literario tampoco se queda atrás. Es un muy buen ejemplo de
cómo se puede jugar con lo experimental y posmoderno —saltos temporales,
capítulos compuestos por “textos encontrados” y hasta uno escrito en Power
Point— sin sacrificar profundidad emocional o legibilidad. El libro se va como
agua y al mismo tiempo uno siente que está leyendo algo importante, no sólo una
historia entretenida, que vaya que lo es. La única reserva que se me ocurre a
la hora de recomendarlo es si no les gustan los libros, ehm, clasificación C,
digamos. Si no tienen problema con el sexo y las drogas que completan el
tridente clásico del rock & roll, entonces este es un libro perfecto para
ustedes, ya que seguro apreciarán el modo en que logra conmover no con un drama
vetusto o clasicista, sino con algo que tenemos en nuestras narices, algo que
habita nuestros cerebros y iPods y nuestras almas cada día y lo seguirá
haciendo hasta que el tiempo nos acabe devorando.
Jules la rodeó con el brazo. “Si me hubieras
preguntado en la mañana, te habría dicho que estábamos acabados”, dijo. “Todos
nosotros, el país entero —todo el maldito mundo. Pero ahora siento lo
contrario.”
Stephanie sabía, casi podía escuchar la esperanza fluyendo desde su hermano. “¿Y entonces?”, le preguntó.
Stephanie sabía, casi podía escuchar la esperanza fluyendo desde su hermano. “¿Y entonces?”, le preguntó.
“Claro, todo se está acabando”, Jules dijo, “pero
todavía no.”
Minúscula: $497
Anchor Books (inglés): $220
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-El Péndulo
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