jueves, 15 de agosto de 2013

El tiempo es un canalla


  • A Visit from the Goon Squad
  • Jennifer Egan [E.U.]
  • Primera edición: 2010
  • Novela / cuentos 
⋆⋆⋆⋆


“El álbum se llama ‘De A a B’, ¿no?”, Bosco dijo. “pues esa es precisamente la pregunta que quiero resolver: ¿cómo pasé de ser un rockstar a ser un mugre gordo que a nadie le importa? Y no pretendamos que no es así.”
Stephanie estaba muy desconcertada para responder.
“Quiero entrevistas, apariciones, lo que me digas”, continuó Bosco. “Llena mi vida con esa mierda. Vamos a documentar toda esta jodida humillación. Esto es la realidad, ¿no? No te ves igual de bien veinte años después, y menos cuando te han quitado la mitad de las tripas. El tiempo es un canalla, ¿no?”

No sabía si hacer la reseña de este libro aquí o en Audiorama, pero qué diablos. Es un texto que gira alrededor y vive de la música, pero también tiene aspectos muy interesantes que tocan lo humano en general y lo literario en particular, así que aquí está. A Visit from the Goon Squad es un libro que deseé tener durante bastante tiempo, debido a que ganó el Pulitzer de su año correspondiente y la verdad es que soy una víctima total de las ceremonias de premios. Pero también soy una víctima de la música. Es curioso cómo, a pesar de que la música popular es mucho más prevalente en nuestras vidas que la clásica, las letras todavía no se ocupan con mucha frecuencia de ella. Jelinek e Ishiguro escriben de pianistas clásicos y Murakami imbuye sus páginas con sinfonías de Dvorak, por ejemplo. No hay mucha literatura que coloree su lienzo con la paleta de lo que escuchamos en la radio, o bien buscamos en internet hoy en día. En ese sentido, esta novela me parecía muy refrescante.

Pero la música popular no es sólo un tema innovador en la obra de Jennifer Egan; es el motor y el centro. Los personajes parecen llevar una lucha desesperada por dentro; un ansia por permanecer en el tiempo. Pero resulta que eso no es tan fácil en nuestra cultura. Franz Liszt fue un rockstar hace 150 años y sigue siendo recordado hoy, ¿pero quiénes son Slint? ¿James? ¿Supergrass? ¿Ocean Colour Scene? No han pasado ni 25 años de sus puntos más altos y ya han caído a las páginas de las curiosidades semi-olvidadas, a pesar de que su música (en esos 4 casos) va de aceptable a fenomenal. El modo en que consumimos cultura en estos tiempos obliga a que una cantidad ingente de producción valiosa sea desechada, dejando con ello una estela dolorosa de sueños rotos y hubieras y si tan sólos. El mundo se olvida de lo que amó muy rápido en nuestra era —¿y quién recoge los pedazos de esos sueños? El inclemente tiempo, normalmente. Y también Jennifer Egan, si uno tiene la suerte de leer este libro.

Mil novecientos ochenta ya casi está aquí, gracias a Dios. Los hippies se están poniendo viejos, se volaron los sesos con ácido y ahora están pidiendo limosna por todas las calles de San Francisco. Su cabello está enredado y sus pies descalzos son gruesos y grises como zapatos. Estamos hartos de ellos.

La cosa va así. Bennie Salazar nunca termina por despegar como músico, probablemente por llamarse Bennie Salazar, pero sí adquiere fama como productor musical, sobre todo gracias a su descubrimiento de una banda incendiaria llamada The Conduits. Pero 20 años después su vida ya no pinta tan bien —vendió su compañía a una disquera transnacional que le quitó el alma, el divorcio le quitó a su hijo y pasa las horas tomando café con hojuelas de oro como tratamiento desesperado contra la impotencia. A la gente que lo rodeó durante sus años de éxito tampoco le va muy bien, desde los miembros de los Conduits hasta su cuñado periodista, quien sirvió tiempo en prisión por acosar a una actriz durante una entrevista. Pero la historia se concentra especialmente en él y en Sasha, su vieja asistente, una pelirroja autodestructiva con tendencias cleptómanas. El libro salta en el tiempo sin miedo ni aviso previo, y sus capítulos terminan por ser tan distantes que parecería ser más una colección de cuentos. Lo único que une las historias es la influencia de Bennie y su asistente sobre todos los personajes; y el rock, por supuesto.

Una de las pequeñas reseñas que la editorial puso en las primeras páginas de mi edición llama al comportamiento de los personajes “exasperantemente humano”, y creo que esa es una descripción perfecta. O en palabras de Nietzsche, todo aquí es demasiado humano. Las acciones de las personas que pueblan la historia de Egan son terriblemente equivocadas, o por lo menos confundidas, y a menudo sólo los llevan por sendas de dolor eterno, pero son hechas con tanta ciega buena fe que casi da ternura. El error trágico de todos es el mismo, en el fondo: pensar que eran eternos. Como dice Bosco, otrora guitarrista de los Conduits, en la primera cita de esta reseña, el tiempo es un canalla. Pero casi nadie en el libro logra darse cuenta de que no es inmune a su paso hasta que ya es demasiado tarde. Se quedan trabados en sus sueños de juventud, o bien pensando que mañana las cosas saldrán mejor, pero ese mañana los encuentra acabados y viejos o simplemente nunca llega, porque la vida no está comprada y a veces algo sale mal cuando te balanceas a la orilla de un barranco.

El valor de Goon Squad como historia me parece fantástico, como ya vieron, pero su valor como ente literario tampoco se queda atrás. Es un muy buen ejemplo de cómo se puede jugar con lo experimental y posmoderno —saltos temporales, capítulos compuestos por “textos encontrados” y hasta uno escrito en Power Point— sin sacrificar profundidad emocional o legibilidad. El libro se va como agua y al mismo tiempo uno siente que está leyendo algo importante, no sólo una historia entretenida, que vaya que lo es. La única reserva que se me ocurre a la hora de recomendarlo es si no les gustan los libros, ehm, clasificación C, digamos. Si no tienen problema con el sexo y las drogas que completan el tridente clásico del rock & roll, entonces este es un libro perfecto para ustedes, ya que seguro apreciarán el modo en que logra conmover no con un drama vetusto o clasicista, sino con algo que tenemos en nuestras narices, algo que habita nuestros cerebros y iPods y nuestras almas cada día y lo seguirá haciendo hasta que el tiempo nos acabe devorando.

Jules la rodeó con el brazo. “Si me hubieras preguntado en la mañana, te habría dicho que estábamos acabados”, dijo. “Todos nosotros, el país entero —todo el maldito mundo. Pero ahora siento lo contrario.”
Stephanie sabía, casi podía escuchar la esperanza fluyendo desde su hermano. “¿Y entonces?”, le preguntó.
“Claro, todo se está acabando”, Jules dijo, “pero todavía no.”

Minúscula: $497
Anchor Books (inglés): $220
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-El Péndulo
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario