Podríamos haberlos detenido, deberíamos haberlo hecho; lo único
que hacía falta era un tío con un fusil, ¿no? Soldados
profesionales, tiradores entrenados..., ¿cómo consiguieron pasar?
Los críticos y los Patton del sillón que no estuvieron allí
todavía se lo preguntan. ¿Cree que es tan sencillo? ¿Cree que
después de pasarnos toda la vida militar aprendiendo a disparar al
centro de gravedad podemos, de repente, conseguir tiros perfectos a
la cabeza una y otra vez? [...] ¿Cree que se puede mantener la
cabeza fría y disparar un puto gatillo con precisión después de
ver cómo todas las maravillas del armamento moderno se caen sobre su
hiperculo de alta tecnología, después de vivir tres meses de Gran
Pánico y de contemplar cómo un enemigo que no debía existir se
comía viva tu realidad?
Es muy probable que su experiencia con este libro se relacione con la
película, por lo que existen varias posibilidades: a) fueron al
cine y luego librería, b)cine pero sin librería, c)primero la
librería y luego el cine, d)librería sin cine, e)ninguna de las
anteriores pero les llamó la atención la reseña y tal vez se
animen. Quienes apuntaron al inciso a) o al c) –y que por
consiguiente hicieron la tarea completa– tienen otras dos
alternativas: la indiferencia para con la adaptación (“el libro es
mucho mejor” o un neutro “no está mal”), o estar preparando
antorchas y horcas para atacar Paramount Pictures y la productora de
Brad Pitt.
Siendo parte de las filas de la opción a), debo decir que mi
reacción a la versión cinematográfica no apunta ni a lo bueno ni a
lo malo. Lo único que tomó la película del libro es el título, ni
siquiera completo, y un par de párrafos memorables para el final.
(Y los zombis, claro.) La línea entre adaptación y apropiación no
es tan borrosa en este caso y, a mi juicio, no tiene caso quejarse de
algo que no cuenta como modificación sino reescritura. Al final, si
ignoramos a Brad Pitt siendo el héroe acostumbrado, la película
tiene buenos guiños en su realización: la tierra prometida se
pierde, el Mesías se dispara a sí mismo, el líder político es el
primero en caer*. En fin, todos los clichés Hollywoodenses se vienen
abajo en la primera media hora y sólo queda un rubio con un arma
contra millones de muertos vivientes. Con todo, ésa es la esencia
de ambas partes: la humanidad sola contra un enemigo sin táctica ni
debilidades. Criaturas letales, dominadas por un instinto destructor
que pudre todo a su alrededor, lideradas por puro instinto
biológico. Abominables, despreciables, autómatas y asesinas:
criaturas que sólo pudieron haber surgido de la humanidad misma.
[...]Puede que el alzamiento de los muertos fuese algo bueno para
ellos, una excusa para apretar más a una sociedad construida sobre la
obediencia ciega. El Gran Líder siempre quiso ser un dios viviente
y, ahora, como señor no sólo de la comida de la que se alimenta su
gente y del aire que respira, sino también de la mismísima luz de
sus soles artificiales, quizá su torcida fantasía se haya hecho por
fin realidad. A lo mejor ése era el plan original, y algo salió muy
mal. Mire lo que pasó con la “ciudad de los topos” en los
subterráneos de París. ¿Y si eso fue lo que ocurrió en Corea del
Norte, pero en todo el país? Quizá esas cavernas contengan
veintitrés millones de zombis, autómatas escuálidos aullando en la
oscuridad y esperando a que los suelten.
Probablemente
el nombre de Max Brooks les resulte familiar por The
Zombie Survival Guide
(2003) que imita los manuales de supervivencia. WWZ
sigue la misma temática: imita una documento histórico con un
conjunto de entrevistas a nivel mundial que fungen como memoria
colectiva. Leyendo una reseña de Goodreads me encontré con un
sujeto al que no le gustaba el libro porque, para empezar, “no es
una novela porque no tiene narrador”. Claro, como no encontró un
narrador en primera persona con complejos de inutilidad y diciendo lo
miserable que era su vida hasta que lo llevaron a los juegos de...
no, bueno, esa es otra cuestión. El punto es que el que no haya un
solo narrador, personajes fijos o una trama enteramente lineal no
saca al libro del género de novela. Recordemos que esto es una
“historia oral”, y que la oralidad es la madre de casi todas las
culturas; nada empezó siendo escrito, sino hablado. No, no existe un
narrador o un personaje fijo, existen muchas narraciones y muchos
personajes cuyas memorias componen un punto crítico en la historia
humana. Entonces, sí encontramos una trama común: los zombis
acabaron con la mitad del mundo y no estábamos preparados para eso.
El gobierno lo ocultó, la ciencia no pudo solucionarlo, la clase
media lo ignoró y la baja desapareció primero. Logramos
solucionarlo después de acercarnos a la extinción, pero nuestro
mundo no volverá a ser el mismo. Una trama desde diferentes partes
del mundo, no una historia de superación individualista. Sí, sí es
una novela, y sí, sí cumple su cometido “social”.
Desde
mi perspectiva, es un buen libro. No le daría el término de
“excelente”, pero sí lo catalogaría como algo decente (tomando
en cuenta los estándares de hoy en día). Los zombis son un tema que
me agrada mucho porque no puedes arruinarlos como los vampiros o los
hombres lobo: su arquetipo no es sexy o elegante, su mal no es
sofisticado o salvaje. El zombi es algo puramente biológico:
cadáveres con hambre. Es cierto que se han vuelto la mascota de
nuestra generación: nos disfrazamos de ellos, los hacemos bailar,
los ponemos en juegos y los volvemos malas películas, pero su
esencia no se puede modificar. No son un alma en desgracia porque ya
están muertos, y no son algo que queramos ser, como las brujas o los
vampiros, porque sus acciones requieren no tener cerebro
–literalmente. Son nuestro potencial futuro caminando por las
calles, una terrible ruptura con el confiable “descanse en paz”.
Son el milagro de la inmortalidad mal concebido.
Ahora,
si buscan horribles monstruos devorando humanos de manera explícita
página tras página no se van a sentir cómodos con este libro, se
los advierto. En cambio, si les interesa un análisis social,
económico y político de cómo una plaga puede acabar con nuestra
normalidad están en el lugar correcto. Las entrevistas llevan un
orden cronológico desde la aparición de la plaga, el “paciente
cero” y su esparcimiento por al mundo, hasta el momento en que se
tomaron medidas y los diferentes métodos empleados por cada país.
No se van a encontrar con una clásica historia americana donde E.U.
es el héroe del mundo. Aunque sus medidas son buenas, sus métodos
no son inmediatos y su ayuda no alcanza a ser mundial. ¿Cómo va a
ayudar el Titán de la bondad cuando su propia gente se ha
amotinado?, ¿cómo quejarse del jardín del vecino si el suyo es un
asco? Existen mejores armas que otras, y mejores organizaciones que
otras, es cierto. Pero a diferencia de las previas guerras mundiales
que se redujeron a Europa y Estados Unidos, aquí la tempestad es
general. Ningún país se salva de la invasión o sus consecuencias,
ya que los zombis no siempre son el peor problema.
Dicen que los zombis funcionan como una crítica a nuestra sociedad
porque acentúan nuestros peores instintos o defectos. No, no nos
estamos cayendo en podridos pedazos de carne, pero estamos
corroídos por acciones muy poco sensibles, alejadas de aquello que
asociábamos con lo “humano”: ante computadoras, líderes
políticos y sustancias nocivas funcionamos como algo parecido a
máquinas automáticas. Nos hemos programado para avanzar bajo
nuestros deseos o los de alguien más, pero sin darnos el lujo de
razonar cada movimiento. No estoy segura de hasta qué punto Max
Brooks vuelve su libro hacia esa reflexión. Creo que una
interpretación más conservadora apuntaría a lo necesario de unir
fuerzas como individuos y dejar que sanen las heridas del pasado, así
como la desconfianza que generan nuestros gobiernos actuales y el
estado de parálisis en el que nos han atrapado las comodidades
modernas.
Yo creo que los zombis son nuestra última parada en el escalón
evolutivo. Tenemos todo, pero nuestros mejores instintos y hazañas se
encuentran inhibidos por el espíritu humano. Los zombis no tienen esa consciencia y, por tanto, no encuentran esa limitante. Son nuestros
sucesores perfectos: su objetivo es fijo, su avance individual y sus
reglas inexistentes. Quizá no sea el comer carne humana lo que nos
motive, pero existen muchas otras cosas que ya nos han cegado y
deshumanizado lo suficiente como para alcanzar el nivel de “muerto
en vida”. Poder, dinero, drogas, política, impulsos asesinos, sed
de conocimiento, tecnología..., el Internet. Somos individualistas y
ambiciosos, ¿qué nos falta para dar el siguiente paso?, ¿para
darlo en gran escala? Eso son los zombis, una peste a gran escala.
Una vez que nos liberemos de la culpa seremos máquinas perfectas.
Puede que algo nos controle, puede que no. Piensen en Lady Macbeth,
sólo necesitaba librarse de su cadena femenina para cometer el gran
crimen de la obra. ¿Y si nosotros nos liberamos de la cadena
humana? Sería bastante triste en un principio, pero sólo para ojos
terceros. Nuestro impulso fijo nos haría perder consciencia de todo
lo demás. Pasado, presente, futuro: todo se reduciría al instante
en que queremos una cosa y luego corremos tras la siguiente. Nuestro
tiempo se reduce a lo inmediato, lo continuo. No necesitaríamos
contacto o interacción; no querríamos esperar o tolerar; no
necesitaríamos nada de nada. Sólo lo que tenemos frente a una
pantalla, lo que nos espera en el siguiente vaso o lo que nos dicta
un líder, por ejemplo, para seguir alimentándonos.
Los muertos vivientes nos habían quitado algo más que tierra y
seres queridos; nos habían robado la confianza como forma de vida
predominante del planeta. Éramos una especie destrozada y hundida,
llevada hasta el borde de la extinción, agradecida por tener una
mañana en la que hubiese un poco menos de sufrimiento. ¿Era aquél
el legado que queríamos dejarle a nuestros hijos?¿Una gran ansiedad
y duda nunca visto desde que nuestros ancestros simios se escondieron
en los árboles más altos? [...] Sólo por esa razón, teníamos que
reclamar el planeta. Teníamos que demostrarnos que podíamos
hacerlo, y que aquella prueba fuese el mayor monumento de la
guerra. El largo y duro camio de vuelta a la humanidad o el hastío
regresivo de los que fueran los primates más orgullosos de la
Tierra.
Editorial Almuzara: $225
Disponible en:
-Gandhi
-El Péndulo
-Porrúa
-FCE
-El Péndulo
-Porrúa
-FCE
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