domingo, 27 de octubre de 2013

Guerra Mundial Z: una historia oral de la guerra zombi

-World War Z: An Oral History of Zombie War
-Max Brooks [E.U.]
-Primera edición: 2006
-Novela

Podríamos haberlos detenido, deberíamos haberlo hecho; lo único que hacía falta era un tío con un fusil, ¿no? Soldados profesionales, tiradores entrenados..., ¿cómo consiguieron pasar? Los críticos y los Patton del sillón que no estuvieron allí todavía se lo preguntan. ¿Cree que es tan sencillo? ¿Cree que después de pasarnos toda la vida militar aprendiendo a disparar al centro de gravedad podemos, de repente, conseguir tiros perfectos a la cabeza una y otra vez? [...] ¿Cree que se puede mantener la cabeza fría y disparar un puto gatillo con precisión después de ver cómo todas las maravillas del armamento moderno se caen sobre su hiperculo de alta tecnología, después de vivir tres meses de Gran Pánico y de contemplar cómo un enemigo que no debía existir se comía viva tu realidad?

Es muy probable que su experiencia con este libro se relacione con la película, por lo que existen varias posibilidades: a) fueron al cine y luego librería, b)cine pero sin librería, c)primero la librería y luego el cine, d)librería sin cine, e)ninguna de las anteriores pero les llamó la atención la reseña y tal vez se animen. Quienes apuntaron al inciso a) o al c) –y que por consiguiente hicieron la tarea completa– tienen otras dos alternativas: la indiferencia para con la adaptación (“el libro es mucho mejor” o un neutro “no está mal”), o estar preparando antorchas y horcas para atacar Paramount Pictures y la productora de Brad Pitt.

Siendo parte de las filas de la opción a), debo decir que mi reacción a la versión cinematográfica no apunta ni a lo bueno ni a lo malo. Lo único que tomó la película del libro es el título, ni siquiera completo, y un par de párrafos memorables para el final. (Y los zombis, claro.) La línea entre adaptación y apropiación no es tan borrosa en este caso y, a mi juicio, no tiene caso quejarse de algo que no cuenta como modificación sino reescritura. Al final, si ignoramos a Brad Pitt siendo el héroe acostumbrado, la película tiene buenos guiños en su realización: la tierra prometida se pierde, el Mesías se dispara a sí mismo, el líder político es el primero en caer*. En fin, todos los clichés Hollywoodenses se vienen abajo en la primera media hora y sólo queda un rubio con un arma contra millones de muertos vivientes. Con todo, ésa es la esencia de ambas partes: la humanidad sola contra un enemigo sin táctica ni debilidades. Criaturas letales, dominadas por un instinto destructor que pudre todo a su alrededor, lideradas por puro instinto biológico. Abominables, despreciables, autómatas y asesinas: criaturas que sólo pudieron haber surgido de la humanidad misma.

[...]Puede que el alzamiento de los muertos fuese algo bueno para ellos, una excusa para apretar más a una sociedad construida sobre la obediencia ciega. El Gran Líder siempre quiso ser un dios viviente y, ahora, como señor no sólo de la comida de la que se alimenta su gente y del aire que respira, sino también de la mismísima luz de sus soles artificiales, quizá su torcida fantasía se haya hecho por fin realidad. A lo mejor ése era el plan original, y algo salió muy mal. Mire lo que pasó con la “ciudad de los topos” en los subterráneos de París. ¿Y si eso fue lo que ocurrió en Corea del Norte, pero en todo el país? Quizá esas cavernas contengan veintitrés millones de zombis, autómatas escuálidos aullando en la oscuridad y esperando a que los suelten.

Probablemente el nombre de Max Brooks les resulte familiar por The Zombie Survival Guide (2003) que imita los manuales de supervivencia. WWZ sigue la misma temática: imita una documento histórico con un conjunto de entrevistas a nivel mundial que fungen como memoria colectiva. Leyendo una reseña de Goodreads me encontré con un sujeto al que no le gustaba el libro porque, para empezar, “no es una novela porque no tiene narrador”. Claro, como no encontró un narrador en primera persona con complejos de inutilidad y diciendo lo miserable que era su vida hasta que lo llevaron a los juegos de... no, bueno, esa es otra cuestión. El punto es que el que no haya un solo narrador, personajes fijos o una trama enteramente lineal no saca al libro del género de novela. Recordemos que esto es una “historia oral”, y que la oralidad es la madre de casi todas las culturas; nada empezó siendo escrito, sino hablado. No, no existe un narrador o un personaje fijo, existen muchas narraciones y muchos personajes cuyas memorias componen un punto crítico en la historia humana. Entonces, sí encontramos una trama común: los zombis acabaron con la mitad del mundo y no estábamos preparados para eso. El gobierno lo ocultó, la ciencia no pudo solucionarlo, la clase media lo ignoró y la baja desapareció primero. Logramos solucionarlo después de acercarnos a la extinción, pero nuestro mundo no volverá a ser el mismo. Una trama desde diferentes partes del mundo, no una historia de superación individualista. Sí, sí es una novela, y sí, sí cumple su cometido “social”.

Desde mi perspectiva, es un buen libro. No le daría el término de “excelente”, pero sí lo catalogaría como algo decente (tomando en cuenta los estándares de hoy en día). Los zombis son un tema que me agrada mucho porque no puedes arruinarlos como los vampiros o los hombres lobo: su arquetipo no es sexy o elegante, su mal no es sofisticado o salvaje. El zombi es algo puramente biológico: cadáveres con hambre. Es cierto que se han vuelto la mascota de nuestra generación: nos disfrazamos de ellos, los hacemos bailar, los ponemos en juegos y los volvemos malas películas, pero su esencia no se puede modificar. No son un alma en desgracia porque ya están muertos, y no son algo que queramos ser, como las brujas o los vampiros, porque sus acciones requieren no tener cerebro –literalmente. Son nuestro potencial futuro caminando por las calles, una terrible ruptura con el confiable “descanse en paz”. Son el milagro de la inmortalidad mal concebido.

Ahora, si buscan horribles monstruos devorando humanos de manera explícita página tras página no se van a sentir cómodos con este libro, se los advierto. En cambio, si les interesa un análisis social, económico y político de cómo una plaga puede acabar con nuestra normalidad están en el lugar correcto. Las entrevistas llevan un orden cronológico desde la aparición de la plaga, el “paciente cero” y su esparcimiento por al mundo, hasta el momento en que se tomaron medidas y los diferentes métodos empleados por cada país. No se van a encontrar con una clásica historia americana donde E.U. es el héroe del mundo. Aunque sus medidas son buenas, sus métodos no son inmediatos y su ayuda no alcanza a ser mundial. ¿Cómo va a ayudar el Titán de la bondad cuando su propia gente se ha amotinado?, ¿cómo quejarse del jardín del vecino si el suyo es un asco? Existen mejores armas que otras, y mejores organizaciones que otras, es cierto. Pero a diferencia de las previas guerras mundiales que se redujeron a Europa y Estados Unidos, aquí la tempestad es general. Ningún país se salva de la invasión o sus consecuencias, ya que los zombis no siempre son el peor problema.

Dicen que los zombis funcionan como una crítica a nuestra sociedad porque acentúan nuestros peores instintos o defectos. No, no nos estamos cayendo en podridos pedazos de carne, pero estamos corroídos por acciones muy poco sensibles, alejadas de aquello que asociábamos con lo “humano”: ante computadoras, líderes políticos y sustancias nocivas funcionamos como algo parecido a máquinas automáticas. Nos hemos programado para avanzar bajo nuestros deseos o los de alguien más, pero sin darnos el lujo de razonar cada movimiento. No estoy segura de hasta qué punto Max Brooks vuelve su libro hacia esa reflexión. Creo que una interpretación más conservadora apuntaría a lo necesario de unir fuerzas como individuos y dejar que sanen las heridas del pasado, así como la desconfianza que generan nuestros gobiernos actuales y el estado de parálisis en el que nos han atrapado las comodidades modernas.

Yo creo que los zombis son nuestra última parada en el escalón evolutivo. Tenemos todo, pero nuestros mejores instintos y hazañas se encuentran inhibidos por el espíritu humano. Los zombis no tienen esa consciencia y, por tanto, no encuentran esa limitante. Son nuestros sucesores perfectos: su objetivo es fijo, su avance individual y sus reglas inexistentes. Quizá no sea el comer carne humana lo que nos motive, pero existen muchas otras cosas que ya nos han cegado y deshumanizado lo suficiente como para alcanzar el nivel de “muerto en vida”. Poder, dinero, drogas, política, impulsos asesinos, sed de conocimiento, tecnología..., el Internet. Somos individualistas y ambiciosos, ¿qué nos falta para dar el siguiente paso?, ¿para darlo en gran escala? Eso son los zombis, una peste a gran escala. Una vez que nos liberemos de la culpa seremos máquinas perfectas. Puede que algo nos controle, puede que no. Piensen en Lady Macbeth, sólo necesitaba librarse de su cadena femenina para cometer el gran crimen de la obra. ¿Y si nosotros nos liberamos de la cadena humana? Sería bastante triste en un principio, pero sólo para ojos terceros. Nuestro impulso fijo nos haría perder consciencia de todo lo demás. Pasado, presente, futuro: todo se reduciría al instante en que queremos una cosa y luego corremos tras la siguiente. Nuestro tiempo se reduce a lo inmediato, lo continuo. No necesitaríamos contacto o interacción; no querríamos esperar o tolerar; no necesitaríamos nada de nada. Sólo lo que tenemos frente a una pantalla, lo que nos espera en el siguiente vaso o lo que nos dicta un líder, por ejemplo, para seguir alimentándonos.

Los muertos vivientes nos habían quitado algo más que tierra y seres queridos; nos habían robado la confianza como forma de vida predominante del planeta. Éramos una especie destrozada y hundida, llevada hasta el borde de la extinción, agradecida por tener una mañana en la que hubiese un poco menos de sufrimiento. ¿Era aquél el legado que queríamos dejarle a nuestros hijos?¿Una gran ansiedad y duda nunca visto desde que nuestros ancestros simios se escondieron en los árboles más altos? [...] Sólo por esa razón, teníamos que reclamar el planeta. Teníamos que demostrarnos que podíamos hacerlo, y que aquella prueba fuese el mayor monumento de la guerra. El largo y duro camio de vuelta a la humanidad o el hastío regresivo de los que fueran los primates más orgullosos de la Tierra. 

Editorial Almuzara: $225
Disponible en:
-Gandhi
-El Péndulo
-Porrúa
-FCE

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