-Relatos
breves/Reflexiones largas
En los días posteriores al rechazo, Anna
Ivánovich cayó en un estado de profunda apatía. Se peleó con la niñera y le
acusó de cepillarle los dientes a Mischa de lado y no de arriba abajo. Dejó de
comer con regularidad y fue a llorarle al psicólogo. “Debo de haber
desobedecido los designios de Dios para que me castigue de esta manera”, se
lamentaba. “Mis pecados deben de ser inconmensurables…, demasiados zapatos de
Prada”. Imaginó que un lujoso autobús de la Hampton Jitney intentaba
atropellarla, y cuando Armani le anuló la cuenta sin motivo aparente, se
encerró en su habitación y se echó un amante. No fue fácil ocultárselo a Borís
Ivánovich, ya que compartían el dormitorio y él no paraba de preguntarle quién
era el hombre que se acostaba con ellos. [El rechazo]
En el último año he leído dos libros
de Woody Allen y los dos han sido como un cubetazo de agua fría. Ojo, esta
expresión no deber ser siempre relacionada con lo malo: te puede dar una
pulmonía, es cierto, pero también te ahorras tener que preparar café para
despertar. Pura anarquía es mi primer
acercamiento formal a Allen en todos los campos que abarca. El libro tiene el
toque especial del “regreso”, ya que habían pasado veinticinco años desde su última
publicación literaria. Antes de leer estas dieciocho historias, el sujeto no
era para mí más que un nombre unido a buenas citas que de vez en cuando veía en
internet y que tenía cierto parentesco con mi profesor de poesía. No había
visto ninguna película suya o leído alguno de sus guiones, vivía en una
completa ignorancia de lo que hacía y decía en sus trabajos –y esto fue lo que
me dio el golpe de gracia.
Abrí el libro esperando humor (lo
siento, pero no se puede esperar otra cosa de alguien llamado Woody; además de
que la contraportada decía algo sobre “Kafka bailando claqué”) y claro que lo
encontré, pero con ello también terminé perdiendo horas de concentración al no
poder dejar de pensar que vivimos en un mundo muy absurdo donde cualquiera
puede levitar en la armonía del universo si come suficiente repollo. Se los
pongo así: en Londres, una trufa (no el chocolate, sino el hongo) de un kilo se
vendió en 110.000 dólares y en eBay la salvación espiritual está al alcance de
cinco libras. No, no se lo inventó Allen, son noticias del New Yorker de las
cuales se inspiró para hacer algunas de las historias. A decir verdad, creo que
el trabajo no fue demasiado difícil. Estamos rodeados por todos los flancos de
situaciones que rayan en lo estúpido, ¡pero hacía falta un ojo como el de Allen
para que Nietzsche y Mickey Mouse fueran puestos a descubierto como lo que son!
A saber: una dieta alta en grasas saturadas ideal para el Superhombre y un
roedor animado que delató las adicciones de Goofy en pleno juicio de Michel
Ovitz… (¿?).
Es para mí un gran alivio saber que por fin
el universo tiene explicación; empezaba a pensar que era yo. Pero resulta que
la física, como un familiar irritante, tiene todas las respuestas. […] ¿Cómo he
podido vivir hasta ahora ignorando que en el universo hay cosas pequeñas del
tamaño de la "longitud de Planck", que miden una millonésima de una
milmillonésima de una milmillonésima de una milmillonésima de centímetro? Si a
ustedes se les cae una en un teatro a oscuras, imaginen lo difícil que sería
encontrarla. ¿Y cómo actúa la gravedad? Y si de pronto dejara de actuar,
¿seguirían ciertos restaurantes exigiendo chaqueta? Lo que sí sé de física es
que, para un hombre situado en una orilla, el tiempo pasa más deprisa que para
un hombre que se halla en un barco, sobre todo si el hombre del barco va
acompañado de su esposa. [Tirar demasiado de la cuerda]
No estaba segura si hablar de una
historia en específico, como casi siempre hacemos, o bien tratar de abarcar toda
la colección. Aunque me decidí por lo segundo, cabe aclarar que estos relatos
no son una composición unificada por un solo fin, sino que muchos fueron publicados
por separado en The New Yorker en
diferentes momentos, por lo que no hay un patrón temático en concreto. Me
atrevería a decir que ni siquiera hay un estilo definido: la mayoría son
relatos en primera persona, pero algunos parecen surgir de la fantasía de los
días y otros de la propia vida del autor (en más de una ocasión, y no sólo en
este libro, Allen se queja de la cantidad de correo basura que le llega a
diario); otros se caracterizan por la forma epistolar o son guiones de cine
sacados de contexto. Así, lo único que los une y caracteriza es la crítica
ácida y el humor absurdo.
El primero, por ejemplo, “Errar es
humano; flotar, divino”, es un acercamiento vertiginoso a las nuevas filosofías
vitales que la moda New Age nos ha traído: desde el poder de los cristales
hasta la sanación holística, el poder de la adivinación al alcance de tus
manos, siempre y cuando pongas tu alma y tu economía en las manos de Max
Endorphine, claro. En “Pluma de alquiler”, por otra parte, nos encontramos con
una joven promesa de la escritura sólo comparable con Hemingway, pero que, por
desgracia, publica para La Revista de los
Barberos y su obra cumbre se puede encontrar en la sección de “leña para chimenea”.
Y en “El rechazo”, uno de mis favoritos, nos encontramos con una joven pareja
millonaria que ya no le encuentra ningún sentido a la vida porque su pequeño
hijo ha sido rechazado del parvulario más importante de Manhattan. La falla de
su niño de tres años al pasar el examen de aptitud (se dice que tuvo problemas
con las crayolas) desvanece toda la vida social de su angustiada madre y acaba
con los negocios de su padre.
La verdad es que no fue un libro
fácil. Una parte de mí quería escapar del bombardeo de referencias culturales
desconocidas y escenarios absurdos antes de terminar en una neurosis similar a
la de April Sensualle al descubrir que su esposo preparaba entremeses con
caviar de pez pulmonado, pero otra me suplicaba seguir leyendo para poder
seguir riendo en este poco tiempo que nos queda antes de que nuestro universo
caiga en un hoyo negro –del cual nos va a costar mucho trabajo salir sin perder
el oído musical (que, afortunadamente, yo nunca he tenido). Antes creía que
para entender un libro con plenitud se deben tomar al vuelo todas las
referencias que se encuentren en el camino (o mínimo intentar investigarlas),
pero, después de Pura anarquía, me
conformo con saber leer y poder aplicarlo en los carteles que se me cruzan en
la vida diaria.
Quizá mi desconocimiento subrayado y
acrecentado se deba a mi entorno social, que no se relaciona demasiado
con los pasajes oscuros de Hollywood ni con los contratistas de Manhattan, quienes insisten en que los detectores de movimiento tibetanos son la mejor opción,
pero nada de esto impidió que disfrutara el libro. Descubrí que lo ideal era
dejarme llevar por la pluma de Allen y aplicar lo poco, o mucho, que entendía
de cada relato a situaciones particulares de mi propio entorno. Dentro de todo,
no puedo decir que el trabajo de Allen en esta colección sea parte del absurdo
sin fin práctico que nos rodea. No cualquiera puede hacerte carcajear y
reflexionar al mismo tiempo. No es sólo tomar un clásico ícono cultural y
lanzarle macabras burlas hasta que no queda más que una esencia vacía, comerciable
y muy rentable. Tampoco es una simple reescritura de banales situaciones
cotidianas llevadas al colmo de lo exagerado. Existe un punto medio donde las
cosas no son sólo burlarse porque sí; bajo las capas de parodia existen
situaciones de partida reales, situaciones tristes, banales y/o absurdas en las
que probablemente estemos metidos hasta el cuello y ni siquiera nos hemos dado
cuenta.
Yo estaba intentando hacer entrar en razón a
Inchcape cuando de pronto me acordé de B. J. Sgmnd, el vidente. Sgmnd era un
pobre austriaco que había perdido todas las vocales de su apellido en un
accidente de navegación. [La Ley de Pinchuk]
Les dejo links a tres historias que logré encontrar:
-Sorpresa en el juicio de la Disney
-Sorpresa en el juicio de la Disney
Editorial TusQuets: $229
TusQuets Maxi: $89
(no entiendo cuál se supone que es la diferencia, pero tengo el Maxi)
Disponible en:
-Gandhi
-El Pédulo
-FCE
-El Sótano
-Porrúa
Excelente reseña. Allen es un magnífico cineasta también. En sus películas encontrarás lo que disfrutaste de Pura Anarquía, y bueno, todo lo demás también lo encontrarás ahí. Te recomiendo que le eches un vistazo a: Amor y muerte, Zelig, Take de money and run, Hollywood ending, Poderosa Afrodita... y la lista sigue y sigue.
ResponderEliminarAcabo de leer "Así comió Zaratustra", ha sido un placer, como leer esta reseña. Gracias.
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