· Kurt Vonnegut [EU]
· Primera edición:1969
· Novela
⋆⋆⋆⋆½
Todo esto sucedió, más o menos.
Quizá algunos estén familiarizados
con el término Oscar Bait; para los que no, explico. Se dice que una película
es Oscar Bait cuando sus temas son tan solemnes y/o políticamente correctos que
la Academia no puede evitar darle una nominación —o sea, morder la carnada— sin
importar que la película en sí sea buena o no (a veces lo es, como Schindler’s List, y a veces no tanto,
como la infame Pearl Harbor). A lo
largo de los años, una de las variaciones más básicas de este truco ha sido
hacer películas sobre el Holocausto o sobre la II Guerra Mundial en general. Todos
sabemos cómo van este tipo de películas —el enfoque recae siempre en el
heroísmo de los Aliados (quizá con la excepción de Cartas desde Iwojima) o bien en el sufrimiento de las víctimas
judías. La comunidad literaria no tiene Óscares, pero sí libros basados
en temas similares cuyo melodrama llega a tal escala que muchos lectores no
pueden evitar una lágrima. Hablando del Holocausto, tenemos El niño de pijama de rayas, El lector, La
ladrona de libros, etc. La mayoría de las historias sobre el Holocausto son
serias, temperadas, mientras que otras tienen una leve vena de ligereza
corriendo por sus páginas. Unas son muy buenas y otras son, bueno, carnada.
Pero nunca pierden de vista que están hablando de una tragedia, y que las tragedias
se tocan con una mano en el corazón y otra en la glándula lacrimal.
Slaughterhouse-Five destruye todo
eso. Para empezar, el enfoque está sobre
un tipo que parece estar en la guerra por error y ser un completo inútil en
ella; segundo, no hay heroísmo en ningún bando, y el sufrimiento está
fuertemente matizado por una capa de absurdo y ridículo; tercero, el libro pasa
tanto tiempo hablando sobre la guerra como sobre viajes en el tiempo y un
planeta muy lejano, llamado Tralfamadore, “del cual vienen los platillos
voladores”; cuarto, la gran tragedia bélica que acaece en el libro es un
bombardeo sobre Dresden, que mató ciudadanos alemanes; quinto, lo que predomina
en el lector es la risa. ¿Es esto una falta de respeto, una infracción al
código moral del escritor? ¿Acaso hay tal cosa? Al menos yo no lo creo. Más
bien siento aquí una terrible valentía por parte de Vonnegut: el valor de ver
la mayor tragedia que presenció en su vida (porque él estuvo allí, en el bombardeo) con los
únicos ojos que tenía, y que conservaría por el resto de su vida. Los ojos del
humorista más ácido de las letras estadounidenses.
“¿Por qué yo?”
“Esa es una pregunta muy ‘terrícola’, Sr.
Pilgrim.¿Por qué ‘usted’? ¿Por qué ‘nosotros’, si a esas vamos?¿Por qué
cualquier cosa? Porque el momento simplemente ‘es’. ¿Alguna vez ha visto bichos
atrapados en ambar?”
“Sí”.[…]
“Pues aquí nos tiene, sr. Pilgrim, atrapados en el
ambar de este momento. No hay un porqué”.
Kurt Vonnegut —aprendemos en el
primer capítulo— presencia el bombardeo de Dresden y decide escribir un libro
sobre él, pero no sabe cómo. Sabe lo que vio, pero no puede extraer una
historia coherente de ello porque “no hay nada inteligente que decir sobre una
masacre”, así que decide cambiar el enfoque. El bombardeo de Dresden no será el
escenario de la historia entera, sino un punto de inflexión en la vida de Billy
Pilgrim, un tipo cualquiera que sufre episodios involuntarios de viaje en el
tiempo debido a que fue secuestrado por aliens (o eso dice). Pilgrim no puede
controlar a dónde ni a qué lugar del tiempo viaja, y tampoco puede ir a fechas
más allá de su nacimiento y su muerte. Lo que los aliens le dicen a bordo de su
nave es importante: no hay un porqué. Esa parece ser la conclusión del libro
acerca de la guerra y sus atrocidades. Cada momento que vivimos, incluso los
más terribles, son inevitables en su pertenencia a un macrocosmos que no
entiende de razones y que no podemos comprender. Todo muy fatalista. ¿O no?
El libro, como será comprensible,
salta en el tiempo continuamente, llevándonos de la destrucción de Dresden al
tiempo que Pilgrim pasa en el hospital y a su vida posterior como oftalmólogo.
Nunca parece verdaderamente feliz. La interpretación pesimista de esto puede
ser que el trauma de la guerra impide que Pilgrim viva con satisfacción, ya que
siempre termina recordando Dresden, y para encubrir su herida ha inventado esta
charada sobre viajar en el tiempo. Esta hipótesis tiene su mayor evidencia en
el hecho de que Pilgrim se vuelve fanático de la ciencia ficción durante su
estancia en un hospital de veteranos. Pero también hay lectores que acabarán
convencidos de que Pilgrim en verdad puede viajar en el tiempo. También hay
evidencia a favor de esto, pero ya la descubrirán en el libro. En todo caso eso
es lo de menos, lo importante es encontrar lo que esos viajes significan.
Podríamos pensar en un oscuro eterno
retorno en el que no podemos controlar nuestras vidas, es cierto, pero es
curioso que el libro ponga en lugares preponderantes no sólo los momentos
amargos de la tragedia, sino también los breves instantes de paz y dulzura en
medio de ella. De este modo Slaughterhouse-Five
no se hace ilusiones, no disfraza a la guerra de asunto heroico tanto como de
absurdo inevitable, pero tampoco se ahoga en el lodo de la desesperación.
Vonnegut nos ofrece una salida terriblemente simple, que parece casi agridulce
en su resignación: tratar de no causar ningún mal, y disfrutar los momentos
buenos que la vida te da. Tomarlos, cuidarlos y no olvidarse de ellos, puesto
que parecen ser nuestro único patrimonio ante un futuro incierto. La vida, termine como termine, es una suma de momentos, así que lo más sensato es tratar de sacarle jugo a los buenos. Si eso es
triste o consolador ya será asunto de cada lector, pero lo cierto es que esta
novela no es una burla —es una reflexión muy profunda hecha en la clave del
humor. Y la clave del humor es, al fin y al cabo, una de las mayores luces en
el camino aciago que es lo humano.
A Robert Kennedy, cuya casa de verano está a ocho
millas de la casa donde yo vivo todo el año, le dispararon hace dos noches.
Murió anoche. Así sucede.
Martin Luther King fue balaceado hace un mes. También
murió. Así sucede.
Y cada día mi gobierno me da una lista de cadáveres
creados con ciencia militar en Vietnam. Así sucede.
Mi padre murió hace ya muchos años —de causas
naturales. Así sucede. Era un hombre dulce. Le gustaban las armas. Me heredó
sus pistolas. Se oxidan.
Anagrama: $151
Dell Publishing (inglés): $121
Disponible en:
-Gandhi
-El Péndulo
-El Sótano
-El Sótano
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