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Discutimos sobre su teoría de la psicología
invertida, algo que se le ocurrió poco tiempo después del fallecimiento de
Freud. (El fallecimiento de Freud, según Ernest Jones, fue el incidente que
causó la ruptura definitiva entre Helmholtz y Freud; prueba de ello es que en
muy contadas ocasiones volvieron a dirigirse la palabra.)
Es difícil escribir sobre la
narrativa de Woody Allen porque hay muchas cosas que parecen no tener sentido.
Es como analizar un sketch de Monty
Python, uno corre el riesgo de toparse únicamente con una pared de
ladrillos. Hablar del absurdo es como tocar la trompeta con los pies (¿?), y
estos cuentos pertenecen a la faceta más absurda de Allen, que es decir la más
temprana. De hecho, algunos pasajes de este libro son retomados de forma
fílmica en Bananas, quizá su película más fársica. ¿Entonces no se
puede decir nada más que “este libro es divertido”? ¿Sería más sabio dejar el
absurdo en paz en vez de hablar de él y posiblemente quedar en ridículo? No
puedo asegurar que no sea más sabio, pero en definitiva no sería interesante,
¿y para qué es uno reseñista si no para interesar a los demás en los mismos
legajos de papel que uno? Así pues, hablemos del absurdo.
Cómo acabar de una vez por todas
con la cultura es una colección de las historias publicadas por Allen en la
revista The New Yorker de 1966 a
1971 —aunque tal vez llamarles historias sea muy apresurado. Algunas de las
piezas se asemejan más al ensayo, otras adoptan métodos teatrales, mientras que
otras más prefieren jugar con descaro a ser extractos de otros libros. A Woody
le importa poco construir una trama convencional —lo que quiere es parodiar la
solemnidad con la que nuestra sociedad se toma ciertas cosas, y para hacerlo
recurre a la creación, sí, de situaciones propias, pero también a la inserción
cuasi-textual de cosas externas. Así, tenemos personajes como el psiquiatra
Helmholtz (protagonista de la cita unos renglones arriba), que es ficticio,
pero que sostuvo una agria relación con el muy-real Sigmund Freud, y quién además tiene
una hostil conexión maestro-discípulo con el narrador del cuento, muy al estilo
de la que alguna vez sostuviera Jacques Lacan con Felix Guattari. Pero toda esa
faramalla cultural poco importa, porque al final de lo que se trata el libro es
de reírnos de ella, de reducir todo lo que alabamos como “cultura” a una pila
de cenizas obsoletas.
El universo no es más que una idea transitoria en la
mente de Dios. Es un hermoso pensamiento, aunque bastante incómodo, sobre todo
si acabas de pagar el anticipo de una casa.
A falta de la posibilidad de hacer
una sinopsis más precisa que “Woody Allen cortando la cultura occidental en
cubitos sobre una tabla de picar en forma de bufón”, les compartiré la anécdota
de algunos de mis cuentos favoritos para que sepan en lo que se meten. La
colección abre con “Las listas de Metterling”, el cual funciona como una
noticia editorial alabando la póstuma publicación de las listas del
supermercado de un autor inexistente, lo cual es hilarante hasta que
consideramos que este abuso sí pasa —a menores extremos— con Cortázar, Bolaño y
Foster Wallace, entre otros. “Correspondencia” es un cuento epistolar que narra
una partida de ajedrez a distancia en la que se hace muy pronto patente que
ambos jugadores están tratando de hacer trampa. “¡Viva Vargas!” es el diario de un
revolucionario latinoamericano con un fervor deliciosamente patético, que se ve
inmiscuido en un golpe de estado compuesto por mozalbetes inútiles que buscan
el poder para hacer lo mismo que hacen los gobernantes. En fin, detrás de una
máscara de farsa y de fingida textualidad (una mayoría de los cuentos pretenden
ser diarios, libros, cartas, etc.) se esconden pequeñas verdades amargas. Allen
no confía en la gente ni en sus creaciones, y lo libera en un coctel ácido que
sólo resulta comprensible si eres un pesimista.
Quizá esa sea la única barrera que
tengo a la hora de recomendar este libro: para ser 130 páginas de humor, hay
muchos requisitos que se deben cumplir antes de disfrutarlo. Primero, la
actitud sardónica ante el mundo. Segundo, una cantidad considerable de cultura
general, ya que el libro salta de Nietzsche a Bergman en un parpadeo, pasando
por Dostoievski y regresando un número inquietante de veces a Freud; si son de
esas personas a quienes les parece pretencioso que un autor les suelte
bofetadas de cultura en la cara cada dos renglones, manténganse lejos. Tres,
van a necesitar una cierta paciencia para aceptar los cuentos que no tienen una
historia como tal. Y listo, si pueden hacer eso se la van a pasar bien, aunque
quizá terminen detestando todavía más a la gente.
Por último, quisiera decir lo que
pienso de Allen como escritor en oposición a su trabajo fílmico. Es más difícil
leerlo que verlo, y hasta donde puedo deducir esto se debe a que, en cine,
Woody siempre pone sus dones al servicio de una historia, mientras que en prosa
no tiene jefe ni meta alguna, más que la total representación de su ideología
humorística. Es decir, si los libros de Allen fueran películas, serían un
eterno monólogo beligerante, no una historia sarcástica pero encantadora como
sus filmes clásicos. No hay bonitos paisajes, no hay melodías de jazz; hay una
confrontación directa con un modo fatalista de ver el mundo y burlarse de él.
Así que bueno, adelante; si quieren divertirse mirando al abismo y viendo
marionetas realizar pantomimas absurdas, que de algún inexplicable modo les
recuerdan algo verdadero, aquí están estos libros. Si prefieren sólo pasarla
bien, soltar risas y lágrimas más fáciles, más bellas, vean sus películas. Eso
es lo genial de Woody Allen, puedes ser un amargo profeta de lo oscuro o un
donnadie cualquiera que sólo busca una historia de amor: él te comprenderá. Y
es que en el fondo, aunque a veces parezca poco más que un viejo loco, hay algo
que me dice que Allen nos comprende a todos nosotros, hasta la dolorosa e
hilarante médula.
—Todavía a la caza de Dios?
—Sí.
—Sí.
—¿Un ser todopoderoso? ¿El Creador? ¿El Principio
Universal? ¿Un Ser Supremo?
—Así es.
—Un tipo que se ajusta a la descripción acaba de
aparecer en el depósito de cadáveres. Mejor que vengas a darle un vistazo.
Fábula Tusquets: $99
Vintage (en inglés): $177 (sólo Péndulo)
Disponible en:
-Gandhi
-El sótano
-Porrúa
-FCE
-El péndulo
No conocía a Woody Allen en su faceta de escritor, en una de vuestras reseñas encontré un enlace para uno de sus cuentos. Me sorprendió porque no tenía ni idea que escribiera hasta que os leí, además me gustó y me reí mucho con su cuento, otro Alfred Jarry o quizás otro "payaso triste" de lo absurdo. Me lo voy a apuntar, gracias, a ustedes les debo este descubrimiento.
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