Febrero es un mes de
plástico. Cajas de chocolate con forma de corazón, rosas de papel pegadas con
silicón, bebés absurdos con alitas colgando de lugares insospechadas, osos de
peluche gigantes que terminarán en un closet, tarjetas de felicitación Hallmark,
Diario de una pasión, las imágenes de
Facebook con gatos y perros abrazados, todos los
cines/restaurantes/cafés/centros comerciales atascados a más no poder, porque,
aparentemente, es el único día del año en que las parejas/amigos/grupos de
convivencia/conocidos pueden verse. Y, por supuesto, también estamos los
quejumbrosos amargados denunciando al capitalismo, el fascismo, el
anarquismo, el consumismo, el cursilerismo y muchos otros –ismos (pero esa es
otra historia). A lo que quiero llegar es: ¿Por qué necesitamos de un mes
específico para “encontrar” el amor? Es más, ¿cuándo se supone que se nos
perdió? Es, entonces, un mes dedicado a
vender un producto gratuito pero empaquetable. Parece ser que es más fácil regalar
un globo diciendo “Tkm” que demostrarlo a lo largo del día.
Pero, dentro de toda esta
maldad comercial, existe un buen uso para febrero: vamos a hablar de libros de
plástico, libros que se parecen a este mes. Vamos a ocuparnos de libros que se
dedican a vender un producto gratuito en forma de “autoayuda” con “profundos
pensamientos y sabias reflexiones” o “young adult fiction” con “increíbles
aventuras amorosas y decisiones del corazón”, y que, encima de todo, lo hacen
mal. Dejando de lado lo reprensible de comercializar sentimientos, la manera de
hacerlo es verdaderamente burda. La escritura es pedestre, básica como el
diario de una púber de secundaria. Y vale, tener una técnica básica no siempre
es crítico. Hemingway es buen ejemplo: sus oraciones son bastante cortas, van
directamente al grano sin demasiados ornamentos. Pero con esas pocas palabras
logra crear un mensaje de dimensiones épicas, desintegra y crea vidas en
cuestión de un párrafo y con movimientos apenas perceptibles. El problema con
los autores que veremos este mes (y muchos otros que dejaremos fuera, como es
Moccia, Dan Brown, Meyer, Osho, Carlos Cuauhtémoc Sánchez y Corín Tellado) es
que tienen una técnica básica, pero también un pensamiento muy, muy, mediocre.
Esta es la parte en que
comienzan a decirnos pretenciosos, pseudointelectuales, elitistas, mamones,
etc, etc. Y pues sí, algo, pero creemos que una dosis de pretensión es más sana
que una carencia de criterio. Me explico —en nuestro tiempo y lugar se ha hecho
en exceso popular un argumento particularmente peligroso: todos los libros son
iguales. No voy a venir aquí a predicar la objetividad y decirles que una
varita mágica me ha tocado, concediéndome poderes de completa autoridad
literaria, pero tampoco estoy dispuesto a aceptar un mundo totalmente subjetivo
en el que leer a Coelho es lo mismo que leer a Orwell porque “cada quien tiene
sus gustos”. Declarar que cada quien tiene gustos propios, así, al 100%, es
ignorar que vivimos en una colectividad que sí nos moldea en gran medida, y que
tiene el poder de crear y destruir tendencias con pasmosa facilidad. En este
sentido, un buen 85% de quienes disfrutan Twilight
no lo hacen por ese “gusto propio” que oponen al académico (que les parece
aburrido y elitista), sino como una expresión de lo contrario: su falta de
capacidad para formar un verdadero gusto propio a través de años de lectura
retadora, un gusto ecléctico y capaz de ver a través del velo de las simples modas.
Decir que todos los libros
son iguales es también decir que todos los lectores son iguales, y eso es prácticamente
un insulto. Cada quien tiene derecho a dar la opinión que quiera sobre el libro
que quiera, pero la sociedad —sobre todo el segmento letrado de ella— tiene el
mismo derecho de ignorar o incluso desechar aquellas opiniones faltas de sentido,
conocimiento, fundamento. Sería como si yo me paro a media clase a hablar por
encima de mi profesor (quien para efectos imaginativos diremos que tiene un
doctorado), convencido de que todo ese esfuerzo que él puso en obtener
conocimiento literario no vale de nada y no a hace a sus opiniones generalmente
preferibles a las mías. Pareciera que en nuestra sociedad se ha vuelto un
crimen hacer la distinción entre lo que puede ser considerado válido como
interpretación literaria, o bien como literatura misma, y lo que no. Inmediatamente
eres un intelectualoide y un creído. Leer es una empresa que da gran placer,
sí, pero gran parte de ese placer proviene (al menos para mí) de saber que lo que
leo me está alimentando, me está haciendo llegar más profundo en las entrañas
del mundo o de mi ser, y que para causar eso no tuvo que recurrir a frasecitas
trilladas o a simples teatritos escapistas, sino que lo logra con arte, con dedicación,
con esa mano de artífice de la que hablaba Joyce. Así es que ni modo: vamos a
hablar de libros malos.
¿Y por qué Paulo Coelho? ...
¿Se les ocurre alguien mejor? El hilo conductor de sus novelas es una borrosa
línea entre lo romántico, lo místico, la autoayuda, la surreal, lo bíblico… es
como una torta cubana, pero incluye una agenda con frases célebres. El hombre
trafica con la obviedad, “todos necesitamos tranquilidad y el guerrero debe
luchar por ella…”, no me digas, ¿de verdad? Sus ventas son vergonzosamente
altas porque francamente vende todo: desde calendarios hasta playeras. Pero el
verdadero contenido de su obra se puede resumir a una colección de
tusfrases.com unidas con adverbios y preposiciones. ¿No me creen? Sólo esperen
un poco. Este va a ser un mes divertido, hasta interesante. Vamos a retirar
unas cuantas capas de plástico protector, ese plástico que ha protegido este tipo
de obras por tanto tiempo.
Nota: escribimos este entre los dos, disculparán los repentinos cambios de estilo.
Muy bueno! Me encanto.
ResponderEliminarQué bueno, no he leido nada de Paulo Coelho pero sí de Dan Brown, en inglés, nada menos!, y siempre me he preguntado, cómo yo, con un inglés tan primitivo como el mío, entiendo el "The Da Vicnci Code". Una vocecilla dentro de mí me susurra: -"ilusa!acaso crees saber inglés? Por qué? Porque es, salvando la idea, lingüísticamente hablando, malo, muy malo". Patidifusa me quedo si pienso en el furor que causan sus "seudoverdades".
ResponderEliminarMe parece muy interesante esta iniciativa! A pocos antes se les habria ocurrido dedicar todo un mes a reseñar libros malos. Y por cierto, me ha gustado la aseveración: Un poco de pretensión es mas sano que luna carencia de criterio.
ResponderEliminarJajaja. Amé tus frases.
ResponderEliminar"...con esas pocas palabras logra crear un mensaje de dimensiones épicas, desintegra y crea vidas en cuestión de un párrafo y con movimientos apenas perceptibles."
"Y pues sí, algo, pero creemos que una dosis de pretensión es más sana que una carencia de criterio."