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—No sabía que los pastores fueran capaces de leer
libros —dijo una voz femenina a su lado. […]
—Es porque las ovejas enseñan más que los libros.
Para ser un escritor, Paulo Coelho odia
muchísimo a los libros. Muchos de ustedes recordarán aquel fiasco cuando
declaró que el Ulysses de Joyce podía
resumirse en un tweet, pero en realidad no era necesario salir de sus escritos
principales para encontrar el desprecio, el recelo con que Coelho ve la
literatura. Está todo aquí, en este texto omnipresente que uno puede encontrar
casi casi hasta en tiendas de abarrotes, y que hace poco recibió una manita de
gato, una preciosa y alba edición especial por su 25 aniversario. La han visto:
pasta dura, relieves en color plata. Feliz cumpleaños al Alquimista, supongo.
El mundo de los lectores de supermercado estalla en júbilo y confeti. Pero,
aquí entre nos, ¿qué estamos celebrando? ¿Quién es este famoso Alquimista, y de
qué madera se construye?
De una mal entendida, para empezar.
Coelho declara en el prólogo que el estilo de la obra es “simbólico”, al tiempo
que hace alarde de haber tomado la simplicidad que lo marca de otros
escritores quienes "también entendieron el lenguaje del mundo”, entre los
cuales lista a Hemingway y Borges. Flaco favor que les hace. Borges siempre
prefirió los textos cortos; Hemingway escribía en oraciones simples y directas;
es cierto. Pero ninguna de esas dos cosas implica el reduccionismo intelectual,
la entrega de los significados en bandeja de plata que Coelho adopta. En ambos
casos las cosas funcionan de un modo opuesto, de hecho. En Borges la brevedad
esconde del lector detalles que quizá harían sus laberintos menos ennervantes;
en Hemingway el lenguaje es tan recio y falto de modales que el lector a menudo
debe llegar a sus propias conclusiones sobre el significado de un objeto o una
escena entera. Coelho parece creer que decir “me fui caminando bajo la lluvia”
es lo mismo que decir “me fui caminando bajo la lluvia mientras mi corazón
lloraba y todas las cosas lloraban conmigo”. La barrera entre la literatura
buena y la mala se encuentra muchas veces ahí, en la frontera de lo dicho y lo
insinuado. Coelho no es el peor escritor de la historia, ni El Alquimista el peor libro. Pero sí
tiene una tendencia malsana a confundir la simplicidad de lenguaje con la
superficialidad de pensamiento —el autor parece creer que escribir bien no es
sólo no complicarse en vocabulario (lo cual sería una teoría estética dudosa
pero admisible), sino poner todas las cartas sobre la mesa y no guardarse ningún
significado, no forzar al lector a interpretar nada, no hacer pensar a nadie. Y
además, insisto, veladamente odia a los libros.
Evidencia #1: El muchacho también tenía un libro
que había intentado leer durante los primeros días de viaje. Pero encontraba
mucho más interesante contemplar a la caravana y escuchar el viento. Así que
aprendió a conocer mejor a su camello y al aficionarse a él, tiró el libro.
Evidencia #2: “No sé por qué estas cosas tienen
que ser transmitidas de boca en boca,” pensaba. […]
Él sólo tenía una explicación para este hecho: las
cosas tenían que ser transmitidas así porque estarían hechas de Vida Pura, y
este tipo de vida difícilmente consigue ser capturada en pinturas o palabras.
Porque las personas se fascinan con pinturas o palabras,
y terminan olvidando el Lenguaje del Mundo.
¿Así o más claro? El Alquimista es la historia de
Santiago, un pastor español que tiene un sueño sobre un tesoro en las pirámides
de Giza y es guiado por las fuerzas del mundo (y eventualmente un Alquimista)
en su búsqueda. Ya pueden ver algunos problemas desde allí, ¿no? Para empezar,
esta creencia en una especie de destino unívoco y singular que debemos seguir a
toda costa, a riesgo de vivir tristes y vacíos por siempre. Un solo propósito, una sola
meta, o bien la muerte lenta. También está el hecho de que Santiago recibe
ayudas ridículas e inexplicables, e incluso es investido con dones mágicos
inigualables sólo por el hecho de estar ahí —todo esto bajo la excusa de que “cuando
en verdad deseas algo, todo el universo conspira a tu favor”. Si ustedes son
optimistas o no es lo de menos, deben reconocer que la historia de un tipo sin características
especiales quien es ayudado por todo mundo (incluyendo al mundo mismo) sólo porque
sí no suena muy interesante para leer. Y no lo resulta. En tercer lugar tenemos
el problema de los estereotipos, de lo que Edward Said llama orientalismo. Coelho
está vendiendo espejos: está enarbolando el estereotipo de los egipcios sabios,
de los hombres inefables y barbados que transitan el desierto, de los oasis
donde vírgenes de ojos avellanados llevan cántaros en la cabeza, de las tierras
orientales donde cualquiera, hasta el barrendero, habla en parábolas
cuasi-bíblicas. Todo lo cual no existe, claro, más que en las mentes occidentales
que desearían ver todos los lugares que desconocen como cornucopias de misterio
y sabiduría.
Así pues, si Coelho nos habla de
hazañas místicas ubicadas en un mundo que no existe, ¿por qué habríamos de
tragarnos su moraleja? Su España no es España, su Egipto no es Egipto, sus
personajes son más recortes de cartón que personas. ¿Por qué deberíamos
creerle? ¿Tan sólo porque es fácil de leer? Esa parece ser la pretensión. El
Alquimista es exitoso no sólo por sus lecciones new-age acerca de conseguir tus
metas con el mínimo esfuerzo, sino porque está escrito para personas que no
leen —que es decir la mayoría de las personas. Está escrito jerarquizando lo
mundano sobre el conocimiento hallado en los libros (lo cual le viene perfecto
a nuestra sociedad: lee El Alquimista
y ya no necesitarás leer nada más, pues habrás aprendido que no sirve de nada). Los
capítulos y los párrafos se dividen con arbitrariedad en aparentes aras de ser
lo más cortos que se pueda (pareciera que buscan que el lector pueda ir con sus
amigos y decir “ayer leí 10 capítulos” cuando, en términos de contenido, sólo
leyó uno). Exige el mínimo de interpretación al explicar todos sus simbolismos
mediante tibias máximas universales que los personajes piensan o dicen a la menor provocación. Es un libro escrito para ser diseccionado y dividido en
frasecitas por equipos de marketing; hecho para ser cortado, descuartizado y convertido en agendas; no
hay problema en hacerlo, no se pierde nada porque la historia no importa, es
sólo un vehículo para que Coelho traiga a la luz sus cursis aforismos.
El
Alquimista no es lo peor que
puedes leer, y eso me queda claro con todas las cosas que hemos reseñado este mes.
Tiene un par de pasajes legibles y uno bastante humorístico cerca del final. Incluso
parece el tipo de libro malo que alguien escribe no necesariamente por falta de
talento, sino por inexperiencia. Parece el libro de un escritor que no ha aprendido
dos cosas: dejar que el lector interprete con libertad, y no darse aires de
pensador universal. El problema es que todos sabemos el resto de la historia:
sabemos que Coelho no era joven cuando escribió esto, ni estaba tampoco en
condiciones intelectuales de aprender y mejorar después de ello. Se estancó en
la inexperiencia y en la falta de artificio literario, y ya conocemos la razón
principal: $$$. Pero quizá haya otra razón, una más escondida —o bueno, una tan
escondida como puede estarlo dentro de las páginas de un libro que se precia de
no esconder nada. Quizá Coelho nunca escribió mejor, nunca maduró ni salió de
sus creencias estrechas y letras básicas porque en realidad siempre desconfió
de las letras. Quizá prefiera, no sé, ver el desierto y el viento que mueve las
dunas, como repite 10,000 veces en esta novela, a leer Ulysses. Lo cual está bien, qué haga lo que quiera. Pero que no me quiera
vender eso como cultura, eso sí le advierto, porque de mí no va a sacar ni un
quinto escribiendo fantasías de humo y arena. Para él este libro ha sido la Piedra Filosofal, el boleto de ida a las montañas de oro eterno, pero no seamos ingenuos: al lado de aquellos escritores cuyos pasos dice seguir, a este alquimista le falta elixir, sustancia, amor al arte sobre su misma voz.
Donde yo vivo sí lo venden en tiendas de abarrotes.
ResponderEliminarMuy buena reseña, no se me había antojado leer a Cohelo, y ahora menos.
ResponderEliminarsolo un punto a considerar:
ResponderEliminarcuando expresas la parte de --Coelho parece creer que decir “me fui caminando bajo la lluvia” es lo mismo que decir “me fui caminando bajo la lluvia mientras mi corazón lloraba y todas las cosas lloraban conmigo”--, creo que le denominan 'realismo mágico' o una chorada así.
Yo, en lo personal, ODIO el 'realismo mágico' y a todos sus exponentes, y me parece un poco hipócrita criticar a Cohelo por eso, y decir que GGM es un genio por usarlo (desconozco si sea tu caso, he visto que se hace mucho en otros foros)
y ya, a mi ver, Cohelo y sus similares pueden irse juntitos al infierno literario, y nunca los extrañaría ni poquito.
Gracias por la opinión. No lo digo por el aspecto "mágico" de las cosas, sino por la cursilería. En ese pasaje no estaba resaltando el uso del tropo mágico "todas las cosas me acompañaban", sino el solo hecho de que no pueda escribir una oración sin explicar lo que el lector debe entender por ella.
EliminarAhora, en mi opinión, GGM no hace lo mismo porque 1) no pretende dar lecciones morales con su escritura, y 2) sus creaciones mágicas son de una potencia que Coelho ni se imaginaría, como el primer párrafo de Cien años de soledad, que es una recreación miniatura del Génesis bíblico. Por supuesto, no todos los libros de GGM son del poder de Cien años (y para el caso no todos sus libros son mágicos), pero el punto es que Márquez no es moralino ni simplón en sus intentos literarios. Se le pueden hacer críticas, claro, pero nunca que sea un facilón cursi ni un panfletero de auto-ayuda, cosas que Coelho sí es.
Estás en todo tu derecho a que no te guste, claro; pero bueno, esa es mi justificación. Saludos.
otro punto a considerar, creo que 1) el realismo mágico "no se usa" como quien usa calzones, 2) si no puedes definir realismo mágico con algo que no sea "una chorada así" no tienes ningún criterio para juzgarlo o posibilidad de entender lo que es, 3) sí, a ti tampoco te extrañarán cuando llegues al infierno de los tarados
EliminarJajajaja Misha, en el punto 2 tienes mucha razón.
ResponderEliminarNo olvidemos la "extraña coincidencia" de este libro con el cuento HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON de Jorge Luis Borges---- ¿!PLAGIO!?
ResponderEliminarHay un cuento que Borges adaptó de la Mil y una noches que se llama "los dos que soñaron" que se parece al bodrio de Coelho
ResponderEliminarEn una ocasión. Luego de terminar de leer la divina comedia, intenté leer un libro un poco más "popular". Me topé con: "Veronica decide morir". Con solo leer un par de capitulos, me sentí ofendido por la manera en la que lo presentaba todo y su excesivamente exagerado "el universo conspira a tu favor". Desde ese día me aparté definitivamente de todo lo relacionado con P.C. y sus contemporaneos amigos de sagas juveniles.
ResponderEliminarAlguien me recomendaría un libro excelente por favor?
ResponderEliminarMe encantaría que valga la pena buscarle, encontrarle y leerle.
Puedes pasearte un poco por las reseñas y encontrarás libros con cinco o cuatro estrellas (es una adaptación reciente que esperamos añadir a todas las entradas). Entre recomendaciones personales de novela podría mencionar "El nombre de la rosa", "Las intermitencias de la muerte", "El Evangelio según Jesucristo", "Todo está iluminado", "El cuento de la criada" o "Las vírgenes suicidas".
EliminarTe recomiendo infinitamente "La Sombra del Viento", de Carlos Ruíz Zafón, mi libro favorito. A mí me llenó el corazón de arriba hacia abajo.
EliminarEl extranjero de Albert Camus
EliminarNo te arrepentiras.
O bien, Matar a un Ruiseñor.
Por dios, no confundan! Los dos que soñaron no se parece a Coelho. En todo caso Coelho 'plagió' (el plagio bien hecho conlleva cierto análisis del plagiador) a Borges. Coelho no escribe mal. No escribe bien. No escribe.
ResponderEliminarYo he leído como 5 libros de Coelho, me avergüenza decirlo pero es la verdad. Los leí por inexperiencia porque luego de leer los cuentos de Quiroga pensé que cualquier libro era bueno, además mi primo dejaba a mi disposición la obra de este tipo. Sin embargo, los leí y aprendí que había libros que solo se debían leer para diferenciar lo bueno de lo excrementicio. Es más, gracias a un libro de Coelho descubrí a Borges que me hizo sentir ese amor por la literatura que Coelho me estaba quitando.
ResponderEliminarNo tesientas mal, yo prácticamente leí todos sus libros publicados hasta el 2006 porque no había otra cosa que leer, y de verdad creía que cualquier libro era bueno. Afortunamdamente cayó en mis manos "Cien años de soledad" y descubrí mi erros. No creo que sea completamente malo iniciar con autores mediocres o fáciles, incluso con libros predecibles o infantiles, pero sí creo que mucha gente prefiere quedarse leyendo siempre ese tipo de cosas en lugar de buscar algo mejor y más complejo.
EliminarNO SOY QUIEN PARA CRITICAR SOY UN NOOBSTER EN LITERATURA PERO A MI ME HIZIERON LEER EL ALQUIMISTA Y LO LEÍ CON MUCHO AGRADO POR FAVOR QUISIERA QUÉ ME HAGAN BULLING CON SUS RESPUESTAS PARA APRENDER MAS GRACIAS.
ResponderEliminar1. Hicieron*
Eliminar2. No creo que tenga nada de malo que te haya gustado si apenas estás entrado a los libros, pero no te estanques en eso. Hay mil opciones mucho mejores y puedes consultar catálogos y reseñas para ver qué te puede gustar. Siempre es bueno empezar con los clásicos más populares, como Wilde o Borges, y de ahí comenzar a moverte a diferentes estilos según tus gustos. Siempre te puedes ayudar de plataformas como Goodreads para darte una idea de qué va cada cosa y, si no tienes muchos problemas con el inglés, leer comentarios también ayuda mucho.
Borges escribió hace ya muchos años un cuento de apenas dos paginas titulado: Historia de los dos que soñaron. Como la gente es idiota y no lee ni por accidente, tuvo que venir Paulo Cohelo y hacer la versión para estúpidos titulada: El alquimista. Le costo un libro a la humanidad.
ResponderEliminarLo único que he leído de Coelho es Veronika decide morir. La prosa simplona, los personajes unidimensionales, el uso arbitrario y despersonalizado del sexo, la gratuidad de los hechos y sobre todo las reflexiones obvias (las citas citables par agenda que menciona usted) me vacunaron contra otro ejemplar del vendehumo.
ResponderEliminarDaniel E. Maldonado Sánchez. Saludos desde el norte de México.
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