· Chuck Palahniuk [EU]
· Primera edición: 1996
· Novela
⋆⋆⋆⋆
Tyler
me consigue un trabajo como mesero, después Tyler me está metiendo una pistola
en la boca y diciendo que el primer requisito para la vida eterna es morir. Por
un largo tiempo Tyler y yo fuimos mejores amigos. La gente siempre me pregunta
si conocía a Tyler Durden.
Todos
sabemos lo que ocurrió a nivel mundial durante 1968 y 1969, aunque los
mexicanos lo recordamos de una manera más trágica de lo común, con los pies
salpicados de sangre. La Primavera de Praga, Woodstock, las huelgas y revueltas
estudiantiles en Francia que se esparcieron como llama en la foresta por Europa,
por el mundo. Y detrás de todo esto, el hambre colectivo de liberación recargado
en la figura de varios pensadores, entre ellos un alemán llamado Herbert
Marcuse. Marcuse veía a la humanidad encadenada por la prevalencia cultural de
lo que Freud había llamado “principio de realidad” sobre el “principio de
placer”; esto es decir, que la civilización se había convertido en una
estructura mecánica inmensa y por completo avocada a encontrar “lo que sirve” y
“lo que es útil”, relegando a segundo plano la libertad biológica del hombre,
sus apetitos. En palabras del alemán, la civilización misma se había convertido
en represión. La represión no siempre viene en forma de tanquetas, escudos antimotines,
bombas lacrimógenas —la represión puede ser la estructura misma de nuestras
vidas, los trabajos de 9 a 5, la persecución eterna de la mejor casa, el mejor
carro, los muebles más prácticos, la camisa más suave.
Chuck
Palahniuk, hoy polemista consumado, debió leer bien a Marcuse y/o a sus afines
(Goldman, Zizek) antes de escribir ésta, su novela debut. En ella se plantea
una alternativa a esta represión de lo monetario y cotidiano; una alternativa
que ofrece la libertad corporal, la satisfacción al olvidado principio de
placer como modo de vida. Freud decía que una sociedad sin represión era
imposible, pues el placer pertenecía más a lo inconsciente que a lo real, pero
Marcuse responde que la coexistencia entre placer y realidad es viable. Mas no
se producirá sola. Es necesaria una revolución: la creación de un nuevo
paradigma, una nueva religión incluso, en la cual el reino de lo inconsciente tenga
libertad para volverse real (y esto ya debe sonar familiar a quienes hayan leído
la novela o visto la película). Todo esto debe sonar muy árido para algunos,
incluso lo es para mí, así que condensémoslo: la estructura actual apesta, dios
parece habernos olvidado, la sociedad dice que debemos controlar y retrasar los
impulsos en aras de ser útiles y productivos. ¿Hasta cuándo podemos aceptar?
¿Será posible crear otra estructura, otro dios, otra sociedad, en la que esos
impulsos no sólo sean aceptados sino que sean la norma?
Pintaremos
los rascacielos con caras de tótem y tikis de duendes, y cada tarde todo lo que
queda de la humanidad se retirará a esconderse en zoológicos vacíos,
encerrándose en las jaulas como protección ante los osos y felinos y lobos que
se pasean y nos miran desde afuera por la noche. […]
Una
edad glacial de la cultura. Una edad media prematuramente inducida.
Nuestro
narrador no tiene nombre y se gana el pan en un empleo miserable. No mal
pagado, sino basado en la miseria de otros: se trata de hacer que una compañía
no pague dinero cuando produce autos defectuosos. Sufre de insomnio y neurosis;
sólo puede conciliar el sueño después de llorar en grupos de apoyo para
enfermedades que no tiene. Durante un vuelo conoce a Tyler Durden, quien “tiene
montones de información útil”. Tyler sabe preparar dinamita con jugo de
naranja, sabe insertar pornografía en películas infantiles sin que nadie lo
note. Tyler tiene una idea. Lo reta a pelear. Crean un club de la pelea para
esparcir el evangelio de la liberación. La pelea no es un acto gratuito en la
novela de Palahniuk: destruir el cuerpo y la perfecta salud es el primer paso
para romper con el orden de lo utilitario y lo “bueno” —es experimentar algo
inmediato y simple, libre de la complejidad de la civilización represora. Es un
camino al auto-conocimiento mediante un rito que te separa de tu trabajo, de
tus deudas, de tu papel en el engranaje mezquino de la sociedad contemporánea.
Pero también es algo así como una droga de umbral: una iniciación que va
encaminada a cosas más grandes, a la destrucción de la sociedad entera,
incluyendo a personas que quizá no quieran ser destruidas.
A
menudo se piensa en Fight Club como
un libro que usa la violencia y la rebelión por su mero shock value. Como pornografía para jóvenes frustrados. Y sí, la
novela le habla a los jóvenes frustrados, pero no es tan ingenua y nihilista
como parece. Tanto el Club de la pelea como su posterior evolución terrorista,
el Proyecto Estragos, cuentan con reglas y mandamientos y jerarquías. El
objetivo de estos grupos es una salvación espiritual, casi cristiana. La forma
en que los personajes se arremolinan alrededor de Tyler Durden y su ideario se
parece mucho a lo que pasaría ante un mesías. El control que Tyler ejerce sobre
la vida de sus discípulos parece demasiado; se siente incluso, y cada vez más a
medida que el libro avanza, tan opresivo como el de la sociedad de la que
querían escapar. La retórica del protagonista es increíblemente seductora en su
elogio del instinto y el placer sobre las cadenas de la sociedad moderna, ¿pero
está rompiendo estas cadenas o sólo reemplazándolas por otras, disfrazadas con
un poquito de anarquía y otro poco de Rousseau? ¿Es Tyler un mesías o un
dictador?
No
hay respuestas fáciles a esto —Fight Club
es un libro sin interpretación definitiva. Tan es así que miles de personas han
ignorado los defectos éticos en las tácticas de Tyler y fundado cientos de
Clubes de la pelea alrededor del mundo. Tal acción es un reflejo de la
capacidad de la retórica anarquista de este personaje para enamorar. Esto es válido:
hasta un lector crítico saldrá con al menos un par de frases innegablemente
profundas y relevantes para lo que es vivir en el siglo XXI. Pero no creo que
haya que morder el anzuelo por completo. Fight Club no es un manifiesto. No es bueno vivir como un zombie de la
vacua vida moderna, pero tampoco como un zombie de ninguna otra cosa, creo; así ésta se llame Revolución, Salvación o Tyler Durden. Eso es leer sin cuestionar,
y leer sin cuestionar no es para lo que estamos aquí. Fight Club es una cruda y fascinante novela sobre violencia
indiscriminada y explosiones y sexo, por eso es amada por los adolescentes inconformes en cualquier lugar del planeta; pero también es una novela sobre política y religión y
economía y el Ser ante la Nada, y eso lo hace también también un libro genuinamente complejo
y abierto a cuestionamientos. Es algo más que pornografía para los sentidos: es
alimento para el cerebro.
Estaba
cansado y loco y apurado, y cada vez que abordaba un avión deseaba que se
estrellara. Envidiaba a personas que morían de cáncer. Odiaba mi vida. Estaba
cansado y aburrido de mi trabajo y mis muebles, no veía manera de cambiar las
cosas.
Sólo
de terminarlas.
Estaba
atrapado.
Estaba
demasiado completo.
Era
demasiado perfecto. […]
Así
que me tomé unas vacaciones, me quedé dormido en la playa y cuando desperté ahí
estaba Tyler Durden…
DeBolsillo: $149
Ediciones Gandhi: $120
W.W. Norton (inglés): $220
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
-El Péndulo
No hay comentarios:
Publicar un comentario