sábado, 15 de marzo de 2014

El club de la pelea



·  Fight Club
·  Chuck Palahniuk [EU]
·  Primera edición: 1996
·  Novela

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Tyler me consigue un trabajo como mesero, después Tyler me está metiendo una pistola en la boca y diciendo que el primer requisito para la vida eterna es morir. Por un largo tiempo Tyler y yo fuimos mejores amigos. La gente siempre me pregunta si conocía a Tyler Durden.

Todos sabemos lo que ocurrió a nivel mundial durante 1968 y 1969, aunque los mexicanos lo recordamos de una manera más trágica de lo común, con los pies salpicados de sangre. La Primavera de Praga, Woodstock, las huelgas y revueltas estudiantiles en Francia que se esparcieron como llama en la foresta por Europa, por el mundo. Y detrás de todo esto, el hambre colectivo de liberación recargado en la figura de varios pensadores, entre ellos un alemán llamado Herbert Marcuse. Marcuse veía a la humanidad encadenada por la prevalencia cultural de lo que Freud había llamado “principio de realidad” sobre el “principio de placer”; esto es decir, que la civilización se había convertido en una estructura mecánica inmensa y por completo avocada a encontrar “lo que sirve” y “lo que es útil”, relegando a segundo plano la libertad biológica del hombre, sus apetitos. En palabras del alemán, la civilización misma se había convertido en represión. La represión no siempre viene en forma de tanquetas, escudos antimotines, bombas lacrimógenas —la represión puede ser la estructura misma de nuestras vidas, los trabajos de 9 a 5, la persecución eterna de la mejor casa, el mejor carro, los muebles más prácticos, la camisa más suave.

Chuck Palahniuk, hoy polemista consumado, debió leer bien a Marcuse y/o a sus afines (Goldman, Zizek) antes de escribir ésta, su novela debut. En ella se plantea una alternativa a esta represión de lo monetario y cotidiano; una alternativa que ofrece la libertad corporal, la satisfacción al olvidado principio de placer como modo de vida. Freud decía que una sociedad sin represión era imposible, pues el placer pertenecía más a lo inconsciente que a lo real, pero Marcuse responde que la coexistencia entre placer y realidad es viable. Mas no se producirá sola. Es necesaria una revolución: la creación de un nuevo paradigma, una nueva religión incluso, en la cual el reino de lo inconsciente tenga libertad para volverse real (y esto ya debe sonar familiar a quienes hayan leído la novela o visto la película). Todo esto debe sonar muy árido para algunos, incluso lo es para mí, así que condensémoslo: la estructura actual apesta, dios parece habernos olvidado, la sociedad dice que debemos controlar y retrasar los impulsos en aras de ser útiles y productivos. ¿Hasta cuándo podemos aceptar? ¿Será posible crear otra estructura, otro dios, otra sociedad, en la que esos impulsos no sólo sean aceptados sino que sean la norma?

Pintaremos los rascacielos con caras de tótem y tikis de duendes, y cada tarde todo lo que queda de la humanidad se retirará a esconderse en zoológicos vacíos, encerrándose en las jaulas como protección ante los osos y felinos y lobos que se pasean y nos miran desde afuera por la noche. […]
Una edad glacial de la cultura. Una edad media prematuramente inducida.

Nuestro narrador no tiene nombre y se gana el pan en un empleo miserable. No mal pagado, sino basado en la miseria de otros: se trata de hacer que una compañía no pague dinero cuando produce autos defectuosos. Sufre de insomnio y neurosis; sólo puede conciliar el sueño después de llorar en grupos de apoyo para enfermedades que no tiene. Durante un vuelo conoce a Tyler Durden, quien “tiene montones de información útil”. Tyler sabe preparar dinamita con jugo de naranja, sabe insertar pornografía en películas infantiles sin que nadie lo note. Tyler tiene una idea. Lo reta a pelear. Crean un club de la pelea para esparcir el evangelio de la liberación. La pelea no es un acto gratuito en la novela de Palahniuk: destruir el cuerpo y la perfecta salud es el primer paso para romper con el orden de lo utilitario y lo “bueno” —es experimentar algo inmediato y simple, libre de la complejidad de la civilización represora. Es un camino al auto-conocimiento mediante un rito que te separa de tu trabajo, de tus deudas, de tu papel en el engranaje mezquino de la sociedad contemporánea. Pero también es algo así como una droga de umbral: una iniciación que va encaminada a cosas más grandes, a la destrucción de la sociedad entera, incluyendo a personas que quizá no quieran ser destruidas.

A menudo se piensa en Fight Club como un libro que usa la violencia y la rebelión por su mero shock value. Como pornografía para jóvenes frustrados. Y sí, la novela le habla a los jóvenes frustrados, pero no es tan ingenua y nihilista como parece. Tanto el Club de la pelea como su posterior evolución terrorista, el Proyecto Estragos, cuentan con reglas y mandamientos y jerarquías. El objetivo de estos grupos es una salvación espiritual, casi cristiana. La forma en que los personajes se arremolinan alrededor de Tyler Durden y su ideario se parece mucho a lo que pasaría ante un mesías. El control que Tyler ejerce sobre la vida de sus discípulos parece demasiado; se siente incluso, y cada vez más a medida que el libro avanza, tan opresivo como el de la sociedad de la que querían escapar. La retórica del protagonista es increíblemente seductora en su elogio del instinto y el placer sobre las cadenas de la sociedad moderna, ¿pero está rompiendo estas cadenas o sólo reemplazándolas por otras, disfrazadas con un poquito de anarquía y otro poco de Rousseau? ¿Es Tyler un mesías o un dictador?

No hay respuestas fáciles a esto —Fight Club es un libro sin interpretación definitiva. Tan es así que miles de personas han ignorado los defectos éticos en las tácticas de Tyler y fundado cientos de Clubes de la pelea alrededor del mundo. Tal acción es un reflejo de la capacidad de la retórica anarquista de este personaje para enamorar. Esto es válido: hasta un lector crítico saldrá con al menos un par de frases innegablemente profundas y relevantes para lo que es vivir en el siglo XXI. Pero no creo que haya que morder el anzuelo por completo. Fight Club no es un manifiesto. No es bueno vivir como un zombie de la vacua vida moderna, pero tampoco como un zombie de ninguna otra cosa, creo; así ésta se llame Revolución, Salvación o Tyler Durden. Eso es leer sin cuestionar, y leer sin cuestionar no es para lo que estamos aquí. Fight Club es una cruda y fascinante novela sobre violencia indiscriminada y explosiones y sexo, por eso es amada por los adolescentes inconformes en cualquier lugar del planeta; pero también es una novela sobre política y religión y economía y el Ser ante la Nada, y eso lo hace también también un libro genuinamente complejo y abierto a cuestionamientos. Es algo más que pornografía para los sentidos: es alimento para el cerebro.

Estaba cansado y loco y apurado, y cada vez que abordaba un avión deseaba que se estrellara. Envidiaba a personas que morían de cáncer. Odiaba mi vida. Estaba cansado y aburrido de mi trabajo y mis muebles, no veía manera de cambiar las cosas.
Sólo de terminarlas.
Estaba atrapado.
Estaba demasiado completo.
Era demasiado perfecto. […]
Así que me tomé unas vacaciones, me quedé dormido en la playa y cuando desperté ahí estaba Tyler Durden…

DeBolsillo: $149
Ediciones Gandhi: $120
W.W. Norton (inglés): $220
Disponible en:
-Gandhi
-El Sótano
-Porrúa
-FCE
-El Péndulo
 

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