jueves, 20 de marzo de 2014

El curioso incidente del perro a medianoche

-The Curious Incident of the Dog in the Night-Time
-Mark Haddon [U.K.]
-Primera edición: 2003
-Novela
⋆⋆⋆⋆
Arranqué la horca del perro y lo tomé en brazos. Le salía sangre de los agujeros de la horca.
Me gustan los perros. Uno siempre sabe qué está pensando un perro. Tiene cuatro estados de ánimo. Contento, triste, enfadado y concentrado. Además, los perros son fieles y no dicen mentiras porque no hablan.
Sí, lo siento, el perro está muerto. Y sí, lo siento, de nuevo, fue una muerte dolorosa. Pero no vamos a dejar que la página tres de este libro nos escandalice demasiado; después de todo, sin perro muerto no hay curioso incidente, sin incidente no hay cuaderno sobre el incidente, sin cuaderno no hay cartas, sin cartas no hay viaje, sin viaje no hay una devastación familiar, y sin devastación Christopher John Francis Boone no tendría historia que contar. Como verán, un perro muerto puede ser una gran parte del show. Además, hay una rata bastante entretenida. Ahora bien, ya que este pequeño homenaje al perro fue presentado y que los apacibles corazones de los amantes de los animales siguen apacibles, pongamos las cartas sobre la mesa y aclaremos algunas cuestiones:
1)   Sí, sí es el libro en el que está basada la obra de teatro que actualmente se presenta en México (estelarizada por el “mirrey” de Nosotros los Nobles, cuyo nombre no recuerdo, pero que igual no importa).
2)      No, no apruebo esa obra y, lo crean o no, casi no tiene que ver con que sea producida por Televisa.
3)      NO ES UNA HISTORIA INFANTIL.
4)      Esta reseña se relaciona ligeramente con nuestra entrada sobre Cincuenta sombras de Grey.
5)      ___________________________________ (dejemos el punto cinco abierto a opciones porque no hay quinto malo).
Iniciemos con el cuarto punto.
En la reseña sobre Cincuenta sombras se habló sobre lo peligroso de involucrarse con personajes con un equilibrio mental débil, fallido o nulo. Así, Anastasia Steele fue el ejemplo claro de lo que pasa cuando el autor de la mascarada ni siquiera intenta comprender las implicaciones de sus temas principales, o cuando no tiene ni la menor idea de cómo escribir. Yo sé que el proceso de creación implica un mar de cosas que pueden dividirse entre lo técnico del estilo aprendido o lo romántico de la musa cantando al artista, pero todo esto se puede reducir a un hecho muy razonable: no hay que ser un perfecto idiota pretencioso. Y siendo que E. L. James es justamente eso, hoy he decidido recomendarles un libro que demuestra que puedes asomarte al abismo de una mente diferente a lo establecido y producir un efecto estético profundamente humano sin necesidad de dar lástima o sodomizar a alguien.


A mí me parece que la gente cree en el cielo porque no le gusta la idea de morirse, porque quiere seguir viviendo, y no le gusta la idea de que otras personas se muden a su casa y echen sus cosas a la basura.
Este libro está escrito en primera persona y por momentos la narración resulta bastante seca y distante, incluso llega a resultar dolorosa. Pero denle un respiro, el niño en cuestión no es uno de esos héroes “fríos, indiferentes y sin autoestima” que tan de moda se han puesto últimamente. En realidad, a sus quince años, Christopher se encuentra bastante bien consigo mismo: conoce los número primos hasta el mil, sabe todas las capitales del mundo, está a punto de presentar una prueba universitaria de matemáticas, y ya casi aprende que esto J significa feliz y esto L triste. Sí bueno, tiene autismo, posiblemente síndrome de Asperger, pero es una suposición. Todo inicia con una noche en que este singular muchacho decide dar un paseo por el patio de su vecina y encuentra  muerto al perro Wellington. A partir de aquí, Christopher se propone resolver el  misterio de quién mato a ese peludo amigo, pero las investigaciones lo llevan a descubrir actitudes aún más oscuras del comportamiento humano que su mente no puede terminar de procesar: para él todo debería ser blanco y negro, de lo contrario la vida se vuelve complicada sin necesidad.
Se imaginarán que más de uno tiene este libro en la categoría de “novela detectivesca”, y también debo decir que no les puedo contar demasiado porque después de la página veinte ya hay spoilers suficientes. Pero centrémonos en dos cosas importantes: no es  una novela bonita y no es divertida. Un par de episodios te pueden arrancar una carcajada, pero independientemente de eso no es algo que recomendaría para un mal momento de la vida. ¿Por qué? Porque es una novela sobre un mal momento que no parece acabar nunca. Pueden ponerse del lado del chico autista que busca su camino en la difícil vida que ha llevado: alimentos diferentes en un mismo plato, una madre muerta, un asesinato canino que investigar, las personas que se ven así :s y un padre sobreprotector. Es demasiado. O pueden ponerse del lado del padre: tiene que proteger a un chico que considera que caminar por el vecindario a las tres de la mañana es buena idea. En cierto sentido, ambos buscan su libertad. El primero cree contar con la suficiente madurez como para vivir por su cuenta y el segundo sólo quiere ejercer libremente el cariño que le tiene a su hijo, pero no puede tocarlo.
Piensen en la gama de sentimientos que diariamente presenciamos y experimentamos, imaginen no poder identificarlos. O mejor aún, que no importen. ¿Cómo empatizas con un personaje que no puede empatizar con nadie a su alrededor? Simplemente no puedes, es aquí cuando nuestra humanidad se pone a prueba, Christopher es un filtro poderoso y su comportamiento puede dejarnos pasar muchas cosas. Si le doy tanto énfasis al padre es con toda la intensión de que le presten atención durante su lectura, porque pasa casi desapercibido frente a su hijo. Esta novela es muy interesante, no es sólo la aventura de un niño en busca de respuesta, sino todo un análisis de lo que él considera “sentimientos”. Mientras que nuestra relación con el mundo se logra a través de los sentidos, la de Christopher es a través de la razón y la ciencia. Muchos capítulos son largas explicaciones de la importancia de los números en nuestra vida diaria y las diferentes relaciones lógicas que se ejecutan a nuestro alrededor sin que nos demos cuenta.
Y aún con esto no deja de ser una historia humana. La pretensión no es que tengan lástima de Christopher ni de nadie con Asperger, no hay un error en ellos sólo porque procesan las cosas de manera diferente. Mucho de la novela nos indica que él puede divertirse y querer a su manera, y ese es el gran obstáculo que debe enfrentar su padre: la frontera de los prejuicios, la barrera social que nos han impuesto una sola forma de amar, de pensar y de reír. Pero para que esto pueda ser entendido, necesitamos de un narrador en primera persona que nos abra una visión diferente al mundo. Es por esto que no apoyo la puesta en escena: dentro del mundo teatral la perspectiva de Christopher se pierde en algo que simula ser una comedia, el filtro no existe. Un poco de dos mundo se determina en esta novela, elegir un bando no es obligatorio, tan sólo ampliar fronteras. Creo que ése es el punto cinco: una mayoría establecida no tiene que ser el centro del universo. Hay demasiadas cosas en este mundo como para permitirnos miras angostas o condenatorias tan fácilmente. Es una lección cruda, pero necesaria.
Y yo dije que sí, porque querer a alguien es ayudarlo cuando se mete en líos, y cuidar de él, y decirle la verdad, y Padre me ayuda cuando me meto en líos, como cuando vino a la comisaría, y cuida de mí cuando me prepara la comida, y siempre me dice la verdad, lo que significa que me quiere.


(Un consejo extra, si no han leído El sabueso de los Baskerville de Conan Doyle, les recomiendo saltarse todo el capítulo 107 o leerlo antes)
Editiorial Salamandra $125-245
Disponible en:-Gandhi-Porrúa-El Sótano

2 comentarios:

  1. Este libro me encanta. Christopher definitivamente no es el típico chico de 15 años, y no solo porque tenga Asperger. La trama es mucho más compleja de lo que uno pueda imaginarse, definitivamente hay que darle una oportunidad.

    ResponderEliminar
  2. Este libro es espectacular. Al comienzo, no solo no soportas al chico porque, como narrador, no ofrece vestigios retóricos o artísticos para que uno quede envuelto en la historia (si no está "siendo" literario... ¿por qué se presenta como novela?); sino porque tiene Asperger (tiene 15, pero parece que la historia la cuenta un niño de 8). Pero al mismo tiempo, se vuelve interesante ese enfoque particular que ofrece, cómo lo continúa, cómo es atípico. Ya desde el primer capítulo, cuando el policía lo toca y él automáticamente lo golpea porque no le gusta que lo toquen, te das cuenta de todo lo que se pierde este chico, y cada vez es más y más. Pero a medida que avanza la trama, te das cuenta que ese no es el meollo. Todo lo que él se pierde, lo "gana" el lector, y ahí reside el impacto de la novela, y no se torna psicológica para nada por eso. Sin soltar a Christopher, uno comprende, más y mejor que él, lo que pasa con los secundarios, la verdadera situación, y eso no lo hace un tonto, ni es una parodia, como el héroe tonto, que suele hacer las cosas mal aunque sin mala intensión pero terminan bien contra todo pronóstico. Eso sí, no estoy de acuerdo en que el padre es sobreprotector. Luce como tal; pero es cuestión de considerar que su hijo es Asperger (y eso cambia todo: la forma de tratarlo, lo que come, sus costumbres diarias, la escuela, lo que le gusta, lo que no le gusta, sus reglas, etc.) y que tiene que sobrellevar un secreto que por sí solo lo ha hundido a él. Yo veo que si Christopher fuera un chico normal de 15 años, dudo mucho que el padre hubiera montado esa mentira para protegerlo; al contrario, el chico habría tenido presente la verdad, se habría dado cuenta solo.

    ResponderEliminar