martes, 1 de abril de 2014

Bestiario

-Julio Cortázar [Argentina]
-Primera edición: 1951
-Colección de cuentos

½

De cuando en cuando me ocurre vomitar un conejito.
A veces me pregunto cuánta presión sienten quienes escriben la contraportada de los libros. Aquellas personas encargadas de hacer un breve resumen de la obra y de alabarla como un trabajo maestro o un “clásico instantáneo”; aquellas personas encargadas de que el libro se venda y que muchas veces parecen no haber leído ni un resumen del mismo –por lo que optan llenar el espacio con frases vacías como “impredecible”, “todo un acontecimiento”. Debe ser un trabajo difícil. Sólo imaginen aquellas pobres almas encargadas de resumir Brida, por ejemplo, es obvio que no pueden poner “un somnífero alargado” (porque no vendería), por lo que terminan mintiendo hipócritamente cual diputado del PRI[1]. Mi edición de Bestiario dicta lo siguiente en su contraportada: “… el primer libro de relatos que Julio Cortázar publicó con su auténtico nombre. Sin embargo, en estas ocho piezas maestras, no hay ni el menor balbuceo ni resacas juveniles: son perfectas”. A eso me refería con lo de frases vacías. Hay muchas maneras de calificar este libro, pero aquello de “perfecto” está muy lejos de ser verdad.
Ahora bien, no me malinterpreten y salgan con que estoy equiparando a Brida con Bestiario. Lo primero sólo fue un ejemplo sobre ciertos trabajos miserables, mi comentario sobre lo segundo tiene que ver con expectativas creadas alrededor de determinados autores. Hablar sobre Cortázar es hablar sobre un titán de la literatura, y también es meterse con el 90% de los lectores hispanohablantes. Decir que algo en su trabajo no es perfecto no es descalificarlo, sino señalar que la inmensidad de su nombre ha llevado a que sus obras se estimen de manera inmediata como algo perfecto, sin siquiera un intento de juzgarlo. Esto va más allá de una contraportada, después de todo su trabajo es vender; más bien se extiende hasta muchos lectores que toman las cosas de quien les viene y no se permiten cuestionar ni por un segundo lo que llega a sus manos. En las líneas de Bestiario se nota la grandeza creativa del hombre, eso no lo puedo negar, pero también hay algo más, un algo que me causó incomodidad y que al final sólo pude definir como pobreza en el lenguaje humano: a veces, la imaginación de Cortázar es tan grande que las palabras parecen no alcanzarle, aún no tiene ese dominio total sobre sus ideas y las imágenes que intenta proyectar quedan difusas porque las descripciones no encuentran la sintaxis adecuada. Muchas veces pienso en Cortázar como un autor hermético que más que invitar a su lectura pone trancas a todas las puertas del libro. Vamos a dejarlo así: parece imaginar mejor de lo que escribe.

Mover esa tacita altera el juego de relaciones de toda la casa, de cada objeto con otro, de cada momento de su alma con el alma entera de la casa y su habitante lejana. Y yo no puedo acercar los dedos a un libro, ceñir apenas el cono de luz de una lámpara, destapar la caja de música, sin que un sentimiento de ultraje y desafío me pase por los ojos como un bando de gorriones.
Bestiario cuenta con ocho relatos unidos por una misma estética de lo sublime, el terror que no necesariamente culmina en el horror total, y el tema del acecho de algo que trasciende lo humano, algo bestial que amenaza la cotidianeidad de las cosas. Creo que pueden dividirse en tres categorías: memorables, irrelevantes y desbalanceados. (Recuerden que esta es una división subjetiva, no tienen por qué estar de acuerdo y ni pasar a recordármela.)
En el primer grupo se encuentran “Casa tomada”, “Ómnibus”, y “Bestiario”. Por memorables me refiero a que la experiencia de lectura perduró hasta el día de hoy (leí el libro hace dos años), y que en el momento mismo tuve la certeza de estar leyendo algo parecido al oro. “Casa tomada” y “Bestiario” son parecidos: una pareja de hermanos o una agrupación familiar se encuentran cercados por una presencia inhumana que carcome el espacio. En el primero, sólo nos enteramos de diversos ruidos que poco a poco inundan la casa, se apropian de sus lugares más amados (y, por ende, de la memoria de los objetos) y obligan a los protagonistas a salir. Muchas reseñas dicen que es un cuento rico a pesar de ser muy corto, pero nadie me explica el porqué de los ruidos y la huida. Personalmente, relacionaría el hecho como un castigo al posible incesto que ambos protagonistas, descritos como un “matrimonio de hermanos” comenten. Pareciera que la casa y los vestigios generacionales de la misma los rechazan hasta el punto de expulsarlos. Los murmullos sociales e individuales expulsan a esta tranquila pareja. Algo similar sucede con “Bestiario”, aunque esta vez el terror encuentra una forma concreta: un tigre se pasea por la casa. Siguiendo la misma temática, podría relacionarse con culpas, mentiras o secretos que acechan los rincones de la vida cotidiana y amenazan con atacar en cualquier momento a los habitantes más vulnerables. Lo curioso de esta historia es que se necesita de un habitante externo a las culpas de esta casa, Isabel, para poder ver las dolorosas relaciones familiares que toman la forma de una bestia. “Ómnibus”, por otra parte, aborda de manera extensa el tema de la otredad y la aceptación. Una chica aborda un medio de transporte masivo para dirigirse a un lugar llamado Retiro (desde aquí queda claro la paradoja de querer separarse de la multitud), pero se descubre siendo atacada por ser la única pasajera que no lleva flores. Los ataques se vuelven cada vez más agresivos, el hombre convencional responde a lo “otro” o a lo diferente como un animal defiende su territorio de cualquier elemento extraño. Lo inexplicable de la situación y la lentitud del cuento mismo vuelven la historia casi insoportable de leer, Retiro no parece llegar nunca.
Dentro de las historias irrelevantes situaría “Circe” y “Las puertas del cielo”. No tomen aquello de “irrelevante” como peyorativo, pero las dos historias no me son trascendentes y, hasta cierto punto, estorban en el ritmo de lectura. Quizá esto tenga que ver con su posición en el libro: son casi los últimos cuentos. La animalidad que hasta ese momento se había rescatado de la mejor a la peor manera se pierde aquí casi por completo. Ambas historias tratan temas relacionados con la muerte, el deseo y la locura. El primero establece una clara conexión con la hechicera griega devoradora de hombres, por lo que el cuento nos habla de una muchacha que ya ha perdido dos novios.  El segundo cuento aborda el duelo de un hombre, o tal vez las consecuencias de un duelo mal ejecutado. Pero para poder decir esto he tenido que volver a leerlos y estudiarlos con todas las precauciones posibles, porque al terminarlos ninguna reacción queda y es difícil no preguntarse para qué se leyeron en primer lugar.
Ahora viene la parte más difícil: desbalanceados. La etiqueta es movible, no se relaciona con algo malo y la verdad no estaba segura de cómo llamarlos; al decir que les falta balance me refiero a que hay demasiado de algo. A veces un exceso de imaginación que no termina en nada, a veces un exceso de detalles mínimos que no organizan ni dejan entrever explicaciones fundamentales. Son cuentos escritos en un código puramente cortaziano, el lector no parece invitado a terminar de entender lo que ha sucedido en el relato ni a darle sentido al mismo. Se pueden encontrar muchos elementos estilísticos o de género, muchas reseñas dicen “juega con el lenguaje”, “es surreal”, “hay elementos mágicos”, pero nadie parece identificar temas o motivos, no parece que el texto tenga un porqué además de que el buen acomodamiento de las palabras. Aquí entran “Carta a una señorita en París”, “Lejana” y “Cefalea”. El primero sí tiene un tema y sigue el asunto de la animalidad: un hombre vomita conejos blancos, secretos vergonzosos que se ha guardado a través de los años y que ya no puede controlar. La idea es maravillosa, pero ¿en realidad avanza la historia hacia algún lugar?: ¿quién es esa señorita?, ¿por qué debe ser ella la destinataria? Al no poder contestar esto, el sentido de la historia no parece poder avanzar. “Lejana” sigue una línea narrativa parecida a lo epistolar de “..la señorita en París”, sólo que al ser un diario no hay un destinatario claro y podrían ser palabras del personaje para el personaje. Sin embargo esto sólo es una particularidad menor; son muchos los rasgos extraños que se enumeran en las reseñas, pero el motivo dentro del desquiciado discurso resulta impenetrable, sino es que inexistente. Lo mismo sucede en “Cefalea”, nadie niega la enorme entrega creativa encontrada en esta pieza ni el notable efecto estético alcanzado en el lector: un insuperable dolor de cabeza. ¿Pero cómo se justifica el crear mancuspias?, ¿hacia dónde se pretende llegar con ellas? El tema de lo excluido puede verse en aquellos que tienen que cuidar a tan molestos animales, pero después de eso el entretejido de la trama es muy difuso. El horror nunca se consuma porque el lenguaje mismo es impenetrable, pero el no poder descifrar el código vuelve el asunto frustrante y cansado.
Decía un profesor que Cortázar es para las almas jóvenes y Borges para los espíritus viejos; quizá tengo ciento veinte años y aún no lo sé reconocer. Lo cierto es que el libro no puedo terminar de amarlo, y que si no lo catalogo como “malo” es porque estaría siendo muy poco objetiva. Quizá haya que cuidar un poco más los pedestales en los que ubicamos a los escritores, crear expectativas demasiado buenas respecto a alguien no puede desembocar en nada bueno. Si seguimos alabando ciegamente apellidos sólo porque otros así lo han hecho antes o si decimos que algo es muy bueno sólo porque no lo entendemos y aun así nos maravillamos (o intentamos maravillarnos), es muy probable que terminemos como aquellos súbditos que no podían reconocer que el emperador estaba desnudo.
Me pregunto que hubiera hecho Irene sin el tejido. Uno puede releer un libro, pero cuando un pullover está terminado no se puede repetirlo sin escándalo.




[1] Supongo que por eso la editorial Grijalbo optó por poner una fotografía gigante de Coelho a manera de contraportada: ningún pago vale un trabajo tan miserable.

PDF muchachos, muchos PDF por ahí

3 comentarios:

  1. Me gustan mucho tus opiniones. El problema es que a la mayoría les encanta ver desnudo al rey, para no se los bichos raros.

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  2. Bestiario me parece uno de los mejores libros de Cortázar. Creo que te decepcionó porque lo leíste con una expectativa equivocada y, probablemente, porque no conocías el contexto social y político de la época, al menos en el caso de Casa Tomada y Ómnibus. Luego, intentar clasificarlo ya es complicado, es cierto, pero decir que sólo lo salva el apellido ya es demasiado.
    Solo concuerdo en que se vuelve innecesariamente denso en algunas ocasiones.
    En fin, menos Rayuela y mas "Bestiario", "Un tal Lucas" y "Todos los fuegos el fuego".
    Saludos desde Argentina, me gustan sus reseñas.


    ¿Tenés 120 años porque te gusta Borges y no Cortázar?

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    1. Creo que me decepcionó porque lo leí muy joven y, como bien dices, no conocía el contexto. Ya en este punto puedo aceptar que es una reseña que escribí más en el afán de molestar a alguien que se lucía de experto (perdón) que de recomendar. También acepto que algunos de mis cuentos favoritos están aquí,justamente Casa tomada y Ómnibus. Sigo creyendo firmemente que está desvalanceado y que a veces el hombre imagina mejor de lo que escribe, y siempre voy a odiar visceralmente las mancuspias, pero no creo, ni creía en ese momento, que sólo lo salva el apellido. Creo que a veces las personas se lanzan a los pies de un cierto escritor porque los hace ver más "interesanres y únicos", y muchos usan a Cortázar para eso. Mi idea al reseñarlo era señalar que a veces no todo te funciona a la perfección, así te apellides Cortázar, y que es bueno (como lector) aceptar cuando no te gusta algo, siempre y cuando sepas decir por qué. Al final sí acepté que era poco objetiva (al menos), pero trate de ser meticulosa para que no todo fuera una pérdida de tiempo.

      Creo que más que un alma de 120 años era una niña de 17, y ya he aprendido a lidiar un poco con los dos. Gracias por comentar.

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