-Jeanette
Winterson [U.K]
-Primera
edición: 1992
-Novela
⋆⋆⋆⋆
Dijiste, “Te amo”.
¿Por qué la cosa menos original que podemos decir el uno al otro sigue siendo
la que más anhelamos escuchar? “Te amo” es siempre una cita. Tú no lo dijiste primero, yo tampoco, y aun así, cuando tú lo dices y cuando yo lo digo hablamos
como salvajes que han encontrado dos palabras y las veneran… ¿Cómo puedes
apegarte a un juego cuando las reglas siempre cambian? Debería llamarme Alice y jugar croquet con los flamencos. En el País de las Maravillas todos engañan,
y el amor es el País de las Maravillas, ¿no? El amor hace que el mundo gire. El
amor es ciego. Todo lo que necesitas es amor. Nadie ha muerto nunca de un corazón
roto. Lo superarás. Será diferente cuando te cases. Piensa en los niños. El tiempo
lo cura todo… Los clichés son los que causan problemas.
Después
de lo dicho sobre Bajo la misma estrella,
muchas preguntas que podrían estructurarse más o menos así llegaron a mi correo:
“Bueno, ¿entonces qué quieres?, ¿qué otro libro sobre amor, cáncer, y muerte
recomiendas?” Aunque ya se ha mencionado Un
grito de amor desde el centro del mundo, creo que sería conveniente traerles
una nueva opción, una muy inglesa, para precisar un poco. Quizá sea apresurado
declarar este como un libro de “cáncer”, cuando alguien se toma la molestia de
diseñar una historia de verdad, darle diversos giros a la travesía de los
personajes en lugar de mantenerlos en una línea narrativa hueca, el proceso de
etiquetar se vuelve algo más complejo. Ni siquiera aquello de “amor” puede
adaptarse por completo a esta obra, porque buena parte de las acciones están
guiadas por el deseo. Lo que es más, el movimiento trágico no llega hasta la
página cien, condición razonable cuando los personajes no son de cartón, pero
esas cien páginas no son ningún desperdicio. Jeanette Winterson tiene un
sentido del humor arrollador, pero también muy inteligente. Sus líneas más
irónicas no están diseñadas para dar una lectura ligera, tampoco darle fin a
una escena dolorosa, sino que se encuentran sutilmente entrelazadas con las
reflexiones del personaje principal, y pueden pasar desapercibidas si no se
leen con el tono adecuado.
Pongamos orden al asunto.
La trama se sintetiza de manera sencilla:
una persona recuerda sus muchas y muy variadas experiencias amatorias, pero el
punto central es la relación que mantiene con una mujer llamada Louise, con
quien cree descubrir lo que es amar de verdad, pero que está enferma de
leucemia. El primer gran gancho de este libro es que su narrador, protagonista
y punto focal, no tiene nombre, edad, o género.
Evitemos hablar de la parte en que esta acción, cuya ejecución requiere de
mucho ingenio, vuelve a la novela casi imposible de traducir (en Anagrama se ha
optado por decir que es una “ella”), y hablemos de los muchos significados que
rodean la simple cuestión narrativa. La idea se puede interpretar de muchas
maneras, la visión más humana permite pensar que Winterson propone una historia
sin ataduras: al amor, o al deseo, no le importan las limitantes sociales que
te definen, el acto existe entre dos personas sin importar particularidades
físicas, económicas, etc. El hecho de que quien narra no tenga género
cristaliza la metáfora “el amor es ciego”.
Escrito en el cuerpo hay un código
secreto, sólo visible bajo ciertas luces: los pasos de toda una vida se acumulan en él.
En algunos sitios el palimpsesto está tan trabajado que las letras, al tacto
parecen braille. Me gusta guardar mi cuerpo enrollado, lejos de las miradas
curiosas. Sin llegar nunca a desplegarme demasiado, a contar toda la historia.
No sabía que las manos de Louise podían leer. Ella me ha traducido,
convirtiéndome en su propio libro.
Ahora bien, el que sea la
visión más humana no significa que sea la más aceptada. Una rama significativa
de los lectores han considerado que el mejor lugar para ubicarla es “La mejor
ficción lésbica”. ¿La razón? La biografía de la autora. A los dieciséis años Jeanette
se marchó de su hogar adoptivo: se había enamorado de una chica y sus
inclinaciones sexuales no podían ser aceptadas por la familia evangelista. Con esta anécdota acompañándola, su
subsecuente posición feminista, y la temática de muchas de sus novelas, no es
de extrañar que muchos lectores (o, siendo más acertada, muchas lectoras)
busquen denominar al narrador como una “ella”, y encubrir sus aventuras bajo el
manto “el único amor posible es entre mujeres”. Sin embargo, aún sin conocer la
historia de la autora, nadie está exento de darle género, incluso edad, a la
voz narrativa. Esto puede interpretarse de dos maneras: que todos tenemos la
necesidad de emitir juicios, siempre limitados por nuestra educación, porque
con ellos comprendemos lo que nos rodea, o que a todos nos gusta jugar a ser
Sherlock Holmes —no conozco a nadie que haya leído la novela sin buscar algún
error que delate al narrador.
La historia abarca el
tema del cáncer, pero, de cierta manera, la enfermedad nunca se manifiesta ante
los lectores. Nunca vemos a Louise enferma –y la razón de esto la tendrán que
descubrir ustedes, pero es francamente desesperante. Sin embargo, la angustia
de la idea misma, el dolor que ocasiona la palabra, lo demoledor de la
enfermedad se encuentra en cada acción, cada decisión tomada. El dolor se
vuelve más fuerte que el deseo, y la separación parece ser un acto de amor. La
novela se divide en cinco secciones, donde la a primera y la última mantienen
una línea narrativa más o menos tradicional, quizá guiada por el flujo de consciencia,
donde el personaje central nos habla de sus muchas y muy excéntricas relaciones
con diversas mujeres: una feminista anarquista que no puede volar en miles de
pedazos la Torre Eiffel porque también es una romántica empedernida, una amante
que no dejará nunca a su esposo y a la cual no puede dejar de ver porque es su
dentista, una chica con la que hizo el amor en todos los rincones posibles de
la calle pero nunca en una cama… la lista es larga, a todas ellas les ha dicho “te
amo” y con ninguna ha terminado bien. Para cuando conoce a Louise, nuestro
personaje principal ya ha entablado una relación “formal” con una trabajadora
del zoológico, y volverse a embrollar con una mujer casada no está ni
remotamente en sus planes. Pero ningún plan es infalible, y Louise entra en su
vida aunque no lo quiera.
Quizá suene a una
posición muy genérica, a una historia dicha ya mil veces, “pasar por muchas
manos hasta encontrar a la pareja correcta”, pero lo que atrae en es el evento
ya conocido, sino cómo se relata. Partiendo desde el título mismo, sabemos que
nos encontramos ante una oda al cuerpo: Winterson no sólo se ocupa de seguir el
entramado camino de los sentimientos, sino que se ocupa de la lucha terrenal
que ocurre entre dos personas que se desean. Las tres secciones de en medio, “Los tejidos…”,
“La piel”, y “El esqueleto”, son una exploración del cuerpo de Louise, el ser
amado y enfermo, o de lo que fue su cuerpo. La intertextualidad es utilizada de
una manera muy elegante: los capítulos abren con párrafos técnicos acerca
de los tejidos, los sistemas y las cavidades del cuerpo, palabras sin vida cuyo
fin único es brindar información utilitaria sobre determinada función, pero que
adquieren dimensión, textura, y se vuelven fuente de dolor y recuerdo en cuanto
el protagonista encuentra estas palabras existiendo en el cuerpo de Louise. Su piel,
sus huesos, sus órganos, su cuerpo es un conjunto de todo esto, es vida que se
traduce en amor, pero también es polvo que vuelve al polvo.
El espacio temporal es
confuso y segmentado, los saltos son muchos y muy variados, pero una cosa es clara: hemos llegado a
escuchar las confesiones de este personaje cuando Louise ya no está. Ahora
bien, queda en manos de los lectores definir si esto es de manera pasajera o definitiva.
El que Winterson rechace etiquetas de género, utilice la enfermedad para volver
la historia más y más reflexiva, no significa que plague su historia de lugares
comunes y creencias cliché para darle comodidad al lector. Por el contrario,
sus primeros dos párrafos están diseñados para aplastar los lugares comunes,
desenmascararlos como una fuente de conflicto, por el hecho de ser
construcciones sociales aceptadas. ¿Por qué todo lo que necesitamos es amor?,
¿por qué el matrimonio es la solución a todo?, y, la más importante: ¿Por qué el amor se mide con la pérdida? Todas esas escenas románticas de Hollywood
que hacen ver las relaciones humanas como algo sencillo, que se construye sin
ningún esfuerzo y se mantiene sin remodelaciones, son puestas en entredicho
desde el primer momento. Todos cometemos errores, todos nos lanzamos al vacío
persiguiendo el deseo y confundiéndolo con amor, todos hacemos estupideces y
creamos un pasado que afectará nuestras decisiones futuras. El narrador que
encontramos aquí ha cometido esos errores, y además es egoísta, completamente
falible, se encuentra ante una situación desesperanzadora, y lo único que le
queda por preguntarse es quién leerá ahora aquellas marcas que han quedado en
su cuerpo.
“Lo superarás…” Son los clichés los
que causan problemas. Perder a alguien que amas es alterar tu vida para
siempre. No lo superas porque “es” la persona que amaste. El dolor se detiene,
hay nuevas personas, pero la brecha nunca se cierra. ¿Cómo podría? La
particularidad de alguien que te importaba lo suficiente como para lamentarse no
se hace anodina por la muerte. Este hueco en mi corazón tiene tu forma y nadie
más puede llenarlo. ¿Por qué querría que lo hicieran?
No es fácil de encontrar, les recomiendo buscarlo por Amazon
No hay comentarios:
Publicar un comentario