domingo, 17 de agosto de 2014

Murania



·  Alejandro Pérez Cervantes [México] 
·  Primera edición: 2007 
·  Cuentos
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Murania no es un lugar, apenas una temblorosa luciérnaga en la memoria de un viejo que en las madrugadas blasfema contra el foco de cuarenta watts.
Murania es el olvido. Un camino de polvo. Una camioneta. Un cine ambulante. Es la faz de plata de una muchacha en la oscuridad. La veta invisible de mineral que atraviesa la montaña como una lanza sagrada atraviesa el cuerpo de un gigante dormido.

No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero eso de los escritores contemporáneos en español no se me da mucho. Es una de esas instancias en las que agradecería que alguien más versado me mostrara el camino que rodea y evita los clichés, las regurgitaciones del Boom, el abuso del sexo que ya después de Girondo a nadie sorprende, las sempiternas historias de adicción a las drogas, todas esas páginas que pretenden estar escritas en el lenguaje del pueblo por narradores burgueses, universitarios, en las que todo mundo mezcla sus ‘cabrón’ y ‘mierda’ con ‘melifluo’ y ‘ontológicamente’. Pero debe haber otra cosa debajo de todas estas piedras. Y a veces uno se lo encuentra así nada más, sin bombo ni platillo. Un muy buen libro que parece materializarse del éter.

Encontré una pila de ejemplares de Murania en la última edición del remate de libros del Auditorio Nacional, y me llevé uno por el título y porque no había una gran gama de opciones suculentas. Me costó $30. Mis expectativas eran bastante ambivalentes. Por un lado, la contraportada declaraba que el libro había ganado el Premio Nacional de Cuento Joven Julio Torri en el 2006, pero la verdad es que muchos textos ganan premios o certámenes y luego son un verdadero bodrio. Que si era amigo del jurado o becario del FONCA, etc., etc. Esa misma contraportada tenía frases como “Murania es la transición de una generación extraviada que intenta encontrarse con el paso de los años” o “es la búsqueda de tiempos más apacibles pero no por ello menos memoriosos”. Ya saben, de esas frases que si las dices te salen una cerveza artesanal en la mano y una boina en la cabeza por generación espontánea. Afortunadamente no —en Murania no encontré esas cosas, y tampoco es un típico bodrio de concurso literario. Y no es porque no sea un texto pretencioso. Lo es. Pero no a lo estúpido, sino con buena pluma y  una idea estética harto interesante.


En el único número de «Murania», perdidos sus ejemplares para siempre, se publicó uno de los primeros cuentos de un ingeniero industrial, oriundo de León, que años más tarde moriría en un accidente aéreo en España; un soneto de un joven y silencioso zacatecano apellidado Almaguer, a quienes muchos despreciaban por preferir el bolero ranchero a Edith Piaf y las cintas mudas de vaqueros a las fábulas de Jean Cocteau; además de los delirios mal rimados de una joven y desequilibrada escribidora, que con su último ‘happening’ puso de moda el acto de arrojarse a las vías del metro. 

Como ya se habrán dado cuenta, ‘Murania’, la palabra, es muchas cosas. Se nos dice al principio que es una revista literaria norteña de la cual sólo se editó un número, pero con el paso de las páginas vamos viendo que es algo más. El libro se encuentra dividido, a grandes rasgos, en pequeños cuentos, o bien viñetas, cada una presentando un retrato breve pero entero de un personaje. Al principio esos personajes son colaboradores de la desaparecida revista, pero luego el libro comienza a saltar temporalmente. Deja de seguir el rastro de esos implicados en la publicación de esta ‘Murania’ tangible y prefiere contarnos la historia de la palabra en sí. ¿Cómo es que llegó hasta ahí? ¿Quién la inventó? ¿De que sueño extraño y subterráneo la robó? Hay personajes más memorables que otros dentro de este juego laberíntico de viñetas, pero ninguno toma hegemonía sobre los demás. El único protagonista e hilo conductor es ‘Murania’, la palabra, y la idea estética que conlleva.

Explicar esa idea es un poco difícil, ya que la prosa de Cervantes es a menudo muy poética cuando se avoca al tema de su vocablo mágico, y por lo tanto pierde claridad. Hasta donde reconstruí, el origen de la palabra yace en una vieja leyenda sobre un continente perdido durante la última era glacial, el cual (cuenta la leyenda) se convirtió en un imperio subterráneo avanzadísimo llamado Murania. Esta historia fue usada en 1935 para una película de vaqueros —sí, vaqueros sci-fi— llamada The Phantom Empire. Uno de los personajes de este libro ve esa película, queda marcado por ella, y de ahí se desata todo. Todo esto es una linda trama de relaciones intertextuales, pero el mérito de Cervantes es no quedarse allí, sino trazar paralelismos entre el mundo subterráneo de Murania y el mundo “real”. Si Murania es un continente perdido, hundido bajo capas y capas de hielo, olvidado por la civilización tal y como la conocemos, también eso son los personajes que se ven inmiscuidos con la palabra de algún modo. Son personajes que van sin equipaje por la vida; que conocen la belleza brevemente y después se hunden en el polvo para dejar apenas un recuerdo, apenas un nombre.

Siendo que este mes está dedicado a Rulfo en este espacio, es imposible no hacer la comparación entre el pesar del maestro jalisciense y el del novel narrador nacido en Coahuila. Ambos autores revisten su geografía de derrota y angustia, muy al estilo del gótico sureño estadounidense, sólo que desplazado. En el caso de Rulfo hacia las tierras olvidadas de México, y en el de Cervantes hacia toda la zona fronteriza —todo lo que se pueda llamar, de algún modo, tex-mex. Los personajes de Cervantes son mucho menos inocentes que los de Rulfo, ya que crean arte e interactúan con expresiones culturales varias, mientras que los otros parecen existir más como extensiones de su tierra que como personas. Del mismo modo, en Murania la gente se mueve, va del pueblo a la ciudad y viceversa, perdiéndose y encontrándose; mientras que en la obra de Rulfo la gente se ve a menudo atada al lugar en donde está, paralizada. Pero en ambos autores se sufre, se vive la búsqueda casi siempre inútil de algo perdido, de una mejor tierra, de un sitio que conozca la alegría. Por supuesto que Cervantes no es el genio que Rulfo era, ¿pero lo es alguien? Al menos puede decir que ha escrito un muy buen libro, cosa que no muchos hacen por aquí estos días. Quizá hasta un libro que merecería más fama de la que tiene pero que no puede obtenerla, la misma lectura me hace pensar, porque es el destino inamovible de ‘Murania’, en todas sus formas, estar oculta siempre por debajo de las piedras.

Ahora soy el muerto que los diarios venderán mañana. Evaporado de pronto como uno de los miles de desesperados que configuran esta oscura geografía.

Fondo editorial Tierra Adentro: $46
Disponible en:
-Librerías EDUCAL

PARA COMPLETAR (Me he dado cuenta que ningún libro viene solo, así que desde ahora daré una breve lista de obras afines a la reseñada, ya sea que guarden relación con ella o sólo encajen con su idea estética. Casi siempre serán libros, pero también pueden ser películas o discos si es el caso):
 -Yuri Herrera, Señales que precederán al fin del mundo
-Juan Rulfo, El llano en llamas
-James Churchward, The Lost Continent of Mu
-Otto Brower & B. Reeves Eason, The Phantom Empire (película)
-Algún disco de boleros rancheros; soy totalmente ignorante del género

4 comentarios:

  1. Gracias por el coscorrón y sobre todo, por la atenta lectura...

    http://www.fondodeculturaeconomica.com/editorial/prensa/ImpresionDetalle.aspx?fec=2008/12/14&id_desp=21684

    http://fabricadepolvo.blogspot.mx/search?updated-min=2011-12-31T22:00:00-08:00&updated-max=2012-03-12T16:27:00-06:00&max-results=26&start=5&by-date=false

    http://fabricadepolvo.blogspot.mx/search?updated-min=2011-12-31T22:00:00-08:00&updated-max=2012-03-12T16:27:00-06:00&max-results=26&start=5&by-date=false

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    1. Ah, mira, qué agradable sorpresa :) Al contrario, gracias a ti por el libro y la visión.

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  2. estos enlaces son otras visiones a mi libro... curiosamente, una de ellas cita a Rulfo. Otra a Bolaño... :S

    Y no, incidencias nomás. Fue sin querer. Saludos

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