- Persepolis (son cuatro volúmenes y hay una edición completa)
- Marjane Satrapi [Irán]
- Primera edición: 2000
- Memoria gráfica (¿?)/Historieta/Memoria en forma de historieta (una de esas)
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…El Sha permaneció en el trono hasta 1979, cuando huyó de Irán para escapar de la Revolución Islámica.
Desde entonces, se ha
hablado de esta antigua y gran civilización sobre todo en relación con el fundamentalismo,
fanatismo y terrorismo. Como una iraní que ha vivido más de la mitad de su visa
en irán, sé que esta imagen está muy alejada de la verdad. Es por esto que
escribir Persépolis fue tan importante
para mí. Creo que una nación completa no debe ser juzgada por las fechorías de unos cuantos extremistas. Tampoco quiero
que esos iraníes que perdieron sus vidas en prisión defendiendo la libertad,
que murieron en la guerra contra Iraq, que sufrieron bajo la represión de
varios regímenes, o que fueron obligados a abandonar a sus familias y huir de
su tierra natal sean olvidados.
Uno puede perdonar,
pero no debe olvidar nunca.
A veces siento que hablar de
una novela cuya diégesis se desarrolla en lugares como Estados Unidos o Europa
del Oeste resulta demasiado sencillo, sobre todo al momento de entrar en el
contexto. Los lugares comunes, en estos casos, no son un problema. La Segunda
Guerra Mundial y sus principales protagonistas, aunado a muchas corrientes de
pensamiento predominantes (pero recientes) parecen dejar huella general en todo
lo que leemos. Así, los referentes no son del todo difíciles de entender,
porque mucho es conocimiento casi genético; líneas de escuela, relatos e
historias aisladas que se han grabado en nuestro sistema cultural. Sin embargo,
las cosas cambian cuando salimos de esa zona de confort cultural y llegamos a
donde los libros de texto no llegaron nunca. Probablemente estaba en alguna
parte del programa, pero las guerras y confabulaciones políticas que se
llevaron a cabo en lugares como China, Japón, India, África y Medio Oriente en
general son datos que la escuela no me proporcionó nunca. Tengo una vaga idea
de lo que fue la Guerra del Opio, y hace poco me enteré de una batalla entre
rusos y chinos (¿?), pero además de esos datos aislados mi cultura en relación
con esos lejanos lugares es más bien pobre. Pero los temas están ahí,
esperando. Y, en este caso, Medio Oriente, lo que alguna vez fue el imperio
Persa, estaba esperando para ser contado por Marjane Satrapi.
Investigar sobre lo que pasa
aquí puede ser tan sencillo como entrar a Wikipedia, y conseguir
un poco de contexto histórico. Pero el cómo se vive lo que se vive y cómo se
siente (y resiente) aquella cultura tan alejada es algo que la frivolidad de ciertas páginas
de datos no puede aportar. A diario los noticieros han hablado de los
conflictos bélicos entre religiones, insurgentes, extremistas, terroristas…
todo eso junto y revuelto o separado y confuso. Sabemos que la gente muere por una
ideología, pero las raíces de ésta nos pueden resultar confusas o incluso
inexistentes. El permitir que diariamente nos bombardeen con imágenes violentas
sin darnos a la mínima tarea de saber cómo se llegó a eso, o vivir ya con ciega
fe en los estereotipos no es algo aceptable. En realidad, es bastante injusto,
porque juzgamos un todo por una sola parte. Tan sólo imaginen por un momento
cómo se ve México ante los ojos del resto del mundo. En el mejor de los casos
todos utilizamos sombrero y dormimos debajo de un cactus, comemos una especio
de pan plano y gastamos todo lo que ganamos en alcohol. En peores situaciones,
teniendo en cuenta el narcotráfico y los “valores” que promocionan las empresas
de telecomunicaciones… bueno, debemos ser algo muy cercano a Sin City. Pero no, no queremos ser
vistos así. Queremos que se nos reconozca la grandeza de nuestras tradiciones, lo
exquisito de nuestra gastronomía, y lo colorido de nuestra cultura; queremos ser vistos como un
país civilizado y no que se nos juzgue por lo que capta la pobre mira de una
cámara. Y este mismo espíritu lo tienen muchas de las naciones con severos
conflictos internos. Las imágenes que recibimos a diario necesitan ser
explicadas con palabras, y es aquí donde la historieta de Satrapi entra en
acción.
Todo estaba perdido, ¿qué podía ser peor que esto? ¡MARJI, CORRE AL SÓTANO! ¡NOS ESTÁN BOMBARDEANDO! Era el inicio de la guerra. |
Medio Oriente connota lo
exótico y lo mágico, pero también lo doloroso y sangriento. Nos sentimos
incómodos ante lo que entendemos como una posición religiosa donde las mujeres no
pueden luchar por sus derechos y donde
los hombres viven en un paraíso de eterno control. El Islam ha pasado a
relacionarse de forma directa con el terrorismo, y la imagen colectiva que
recibimos de ellos es el de una cultura atrasada y condenada al subdesarrollo. Dentro
de este mapa, encontramos a Irán como un nombre que fácilmente se confunde con
Iraq, y como una nación que lleva el mismo uniforme fundamentalista. Sin embargo,
las cosas no siempre fueron así. Satrapi no nos ofrece una visión política
sobre lo que aconteció, sino algo mucho más real y frágil: los recuerdos de lo
que fuese una infancia interrumpida por algo que no puede ser explicado. Toda la
violencia de las muchas imágenes que hemos recibido comienza a significar con
lo que ella tiene que decir. Lo que duele no es la imposición de una dictadura
religiosa, sino la pérdida de una civilización fructífera en manos de supuestos
libertadores. La pérdida, además, de un pasado mítico y fundacional en el cual
se estructuraba el orgullo de toda una nación, y la felicidad de sus
residentes.
En 1979 la Revolución
Islámica parecía ser una promesa de mejoría y cambio, ya que ponía fin a más de
cincuenta años de un reinado impuesto (con ayuda de Gran Bretaña). No obstante,
lo que comenzó como una lucha contra un dictador terminó siendo la imposición
de un sistema sin rostro. En 1980 las cabezas de las mujeres y niñas fueron
escondidas, y las caras de los hombres comenzaron a poblarse de barbas. Persépolis comienza con la
representación de este primer símbolo: el velo. “No nos gustaba llevarlo. No
entendíamos porque debíamos llevarlo. Pero lo llevábamos”. Para este momento,
Marji sólo tiene diez años y entiende casi nada de lo que sucede en el mundo. Sus
padres la han educado en un ambiente progresista donde sus ideas son válidas, y
le han ofrecido diversos acercamientos a la cultura occidental. Sin embargo, la
llegada de la república islámica ha interpuesto un nuevo orden en su vida. Su escuela
ya no enseña francés, sus amigos estudian en un plantel diferente, y su cabeza
está cubierta. Sabe bien una cosa: ha nacido con la religión y cuando crezca se
convertirá en profeta. Sin embargo, la violencia que día con día le quita a sus
seres queridos le hace pensar que el Dios en quien confía la ha traicionado.
No es sólo una aproximación a
Irán y a su cultura, lo que encontramos aquí es una breve visita a cómo se
vivió la destrucción de una forma de vida entera y cómo se tuvo que reinventar
en tierras lejanas. En medio de una terrible guerra con Iraq, y para poder
terminar continuar con su educación, Marji
tiene que salir de Irán y continuar su educación en Austria. Las dificultades
son latentes desde el primer momento, no sólo no habla el idioma, sino que
tampoco entiende el comportamiento excesivamente liberal de esta nueva cultura.
La adaptación y el acercamiento son caóticos: se ha separado de sus padres con
tan sólo catorce años de edad. Su infancia termina en una despedida en el
aeropuerto, y su primer exilio comienza. No sólo es una extranjera: es una
iraní. La sociedad no lo juzgará como persona, sino como que se juzga a todo un
pueblo: terrorismo, fanatismo religioso y barbarismo son todas etiquetas que
limitan su espacio y parecen encadenarla a un estereotipo. Son muchos los años
que transcurren aquí, pero peor que la llegada es el regreso a Irán: su
espíritu ha sido derrotado, sus creencias traicionadas, y lo que ha vivido en
occidente la ha alejado de oriente. Una vez más, vuelve a ser extranjera, pero
está vez en su propio hogar.
Las ilustraciones son sencillas, en blanco y
negro, y las acompaña una narración directa de los hechos como pueden ser recordados (en un
aparente orden, pero lleno de contradicciones y cambios de opinión) y revividos. Nada está de más en este libro. La historia no es
demasiado acaramelada o dolorosa: las cosas son y nada puede rendir más honor a
los muertos que el hablar de su valor sin adornos innecesarios. Si bien Satrapi
ha dedicado su vida a la escritura, no nos encontramos ante las muchas veces
cansada prosa del Künstlerroman, el crecimiento del artista. Marjane no trata
de convencer a nadie de nada, ni de justificar su situación actual. Su infancia
no estuvo dedicada al arte y su adolescencia no fue una constante búsqueda de
la libertad del alma: simplemente es la historia de una vida en un determinado
contexto, conflictivo, en este caso. Una vida, además, que busca ser valiosa y
hacer una diferencia por medio de la memoria individual. Persépolis no habla de un colectivo, no abarca un todo y no, no lo
explica todo, pero nos habla de la creación de una identidad y de un espíritu
que va en contra de una cultura contraria. Nos recuerda que cada individuo entiende
su pasado de manera distinta, y que las imágenes genéricas que recibimos de la
Historia son en realidad pequeñas historias aisladas que construyen el espíritu
de un pueblo y el entendimiento interno de este. No podemos juzgar el todo por
la parte, y Satrapi nos abre un margen para encontrar una nueva forma de ver
las cosas. Quizá los factores políticos e históricos nos resulten complicados, pero
la memoria es un factor humano al que no podemos ser ajenos.
Quería olvidar todo, hacer desaparecer mi pasado, pero mi inconsciente no estaba de mi lado. |
La disponibilidad es limitada, pero ya saben
el internet es Todopoderoso.
Para completar:
Vincent Paronnaud y Marjane Satrapi (dir.), Persepolis (película)
Asghar Farhadi (dir.), Una Separación (película)
Nikki R. Keddie, Las raíces del Irán moderno
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