- Álvaro Mutis [Colombia]
- Primera edición: 1988
- Novela
⋆⋆⋆½
…No es ése ya nuestro
mundo. Los hombres sólo conseguimos ahora cumplir con la mezquina cuota de
venganza que nos imponen otros hombres. Poca cosa. Nuestro modesto infierno en
vida no da ya para ser materia de la más alta poesía.
Lo bueno de los remates de
libros es que, como todo es tan barato, cualquier excusa es buena para comprar
algo. Adquirí esta pequeña novela por un capricho básico en mí (y creo que de
mi género): la portada me pareció preciosa. Todavía me lo parece. La misma imagen
de un pequeño barco repetida cuatro veces en cuatro diferentes colores. Cuatro colores
que, además, puestos en cualquier otro lugar, jamás combinarían los unos con
los otros. Fuera del barco en la portada y lo del Tramp Steamer en el título, no tenía mucha idea del tema de la
obra, y quizá por eso decidí leerlo lo antes posible. No, no me atraen las
novelas de mar. Valoro mucho El corazón
de las tinieblas de Conrad, pero difícilmente he leído alguna otra novela
relacionada con la marinería. Ni siquiera soporto Titanic. Pero vamos, el libro en cuestión tiene apenas cien
páginas, una cantidad bastante razonable para pasar una tarde de domingo. Bastaron
menos de veinte páginas para descubrir de qué se trataba todo: las historias de
amor pecan de ser todas las mismas y comenzar todas con los mismos indicios de
oquedad. Pero el hecho de que fuera predecible no la hacía mala ni
despreciable, mucho menos aburrida.
Verán, el contenido de este
libro tiene el mismo encanto de aquella portada que me atrapó: Mutis lleva su
historia con tal sencillez y delicadeza que
seguir leyendo no es ningún dolor a pesar de que ya se sepa en qué termina
todo. Además, los elementos que se mezclan en esta historia, de haber sido
narrados por alguien más, no conseguirían verse así de bien, ni volverse así de
apreciados. Un barco inalcanzable, un hombre sin nacionalidad, una mujer con
demasiadas raíces y, en medio de todo eso, un mar profundamente azul que
recubre al mundo y conecta a todos. Por supuesto, nosotros nunca veremos el
orgullo del barco, mucho menos la alegría de quien solía manejarlo. Llegamos a
la historia cuando ya todo se ha venido abajo, cuando el Tramp Steamer ha sido tragado por las aguas y la mujer por la
tierra. Ya sólo tenemos los caprichosos recuerdos de Jon para acompañarnos mientras
cruzamos un triste río de aguas turbias.
Warda, desnuda,
adquiría como un aura que emanaba de la perfección de su cuerpo, de la
estructura de su piel elástica y levemente húmeda y de ese rostro que, visto
desde arriba, en el lecho, cobraba aún más su carácter de aparición délfica. No
es fácil explicarlo, describirlo. A veces pienso que no lo viví nunca. Lo único
que me ha detenido muchas veces ante la voluntad de morir, es pensar que esa
imagen muera también conmigo.
No hay demasiada grandeza en
lo que ya está condenado. Al menos eso parece querer decirnos un primer
narrador autodiegético que protagoniza insulsas historias de negocios. Presuntamente,
podríamos decir que es Mutis, pero la ausencia de nombre nos impide hacer
demasiadas conjeturas. Las trampas de la narrativa son muchas y el anonimato de
quien cuenta siempre tiene alguna
intención oculta –en este caso, la de convencernos sobre la veracidad de los
hechos. Sea cual sea la cuestión, nos encontramos con un hombre cuyo trabajo lo
obliga a viajar a los rincones más alejados y extremos del mundo. Una tarde lo
tenemos contemplando el atardecer en Finlandia y meses después aparece en
Jamaica.
Pero en ambas escalas se
encuentra una misma aparición: la de una pequeña embarcación arrastrando óxido
por las aguas, la pintura se ha perdido desde hace ya mucho tiempo, y las
crípticas letras …CIÓN pretenden atestiguar lo que alguna vez fue un nombre. Su
primera aparición es en las cercanías de Rusia, y aunque su estado es triste su
fortaleza es latente, o al menos no parece a punto de hundirse. Lo mismo sucede
en un segundo encuentro, cerca del Caribe. Aunque la última visión que tenemos
de él será ya en aguas más tibias, no por ello son menos implacables. No sabemos
aún por qué, pero el narrador reconoce que en esa última imagen de la
embarcación se encuentra un ciclo que se cierra por completo.¿Cuántas
posibilidades hay de encontrarse con un mismo barco en tres diferentes puntos
del globo terráqueo por completa casualidad? Pocas. Pero las posibilidades de
encontrarse, tiempo después, con el capitán de ese mismo barco, y emprender con
él una travesía de orden petrolero por un pequeño riachuelo son aún menores.
Aun así, si las cartas ya
están dadas, lo único que queda es revisar aquel ciclo que se cerró ante
nuestros ojos. Mi mención inicial del Corazón
de las tinieblas no fue ni vagamente accidental. Hay mucho de Conrad
escondido en este libro. El corazón de Jon Iturri es un Congo que habrá que
recorrer, y la presencia de una enigmática Warda, cuya imagen se extingue cual
luz de vela, tiene varios ecos con la de un Kurtz que muere al ser llevado al
río. Si pensamos en cuestión de contrastes, nos encontramos con un hombre que
ha perdido su nacionalidad a fuerza de forjar su vida en el mar, y con una
mujer musulmana que pretende deshacerse de sus costumbres y tradiciones al emprender
un viaje por Europa. El resto de la historia es del dominio público, porque al
final siempre contamos las mismas historias, sin importar lo mucho que cambien
los contextos. No, este libro no esconde nada nuevo, pero siempre es grato
reencontrarse con viejas lecciones. Además, cada infierno en vida se siente de manera distinta, quema de manera distinta. Jon explora un pequeño pasaje de su vida
con el vago propósito de que sea recordado por alguien más, y ese alguien más
la comparte con nosotros. Son pequeñas memorias humanas que conforman el gran
amasijo que llamamos recuerdos.
Los hombres –pensé–
cambian tan poco, siguen siendo tan ellos mismos, que sólo existe una historia
de amor desde el principio de los tiempos, repetida al infinito sin perder su
terrible sencillez, su irremediable desventura.
Para completar:
Joseph Conrad - El corazón de las tinieblas
Rudyard Kipling - Capitanes intrépidos
Gabriel García Márquez - Del amor y otros demonios
Muy buena reseña. Pero me queda la misma sensación que tuve cuando lo leí por primera vez: un aura como misteriosa y atrayente por parte del libro. De hecho, me acerqué al libro después de una larga lista de casualidades: 1. Leí un fragmento en un libro de español del colegio, y siempre me llamó la atención que hablaba de Finlandia (un país que me gusta mucho) y el sonido de las palabras "Tramp Steamer". 2. Lo encontré completo por primera vez en unos libros de segunda; en ese momento no tuve dinero suficiente, y cuando volví ya no estaba. Luego volvería a encontrarlo y perderlo. 3. Por fin lo encontré un día en que iba buscando qué leer, y me enganché enseguida; fue como un flechazo que aún no comprendo. 4. Lo presté y todavía no lo recupero, y dudo poder hacerlo. Ha sido una historia bastante larga con ese libro.
ResponderEliminar