martes, 21 de julio de 2015

Grey


    - Grey: Fifty Shades of Grey as Told by Christian
    - E. L. James [EE.UU.]
    - Primera edición: 2015
    - Romanzucho


Alguna vez, cuando era niño, leí una historia en una revista de Selecciones, o Reader’s Digest. Era sobre el pastel de pollo. Sí, el pseudo-jamón ese que está junto al queso de puerco en la cremería y que las abuelitas insisten está buenísimo. La historia, más bien una confesión, rezaba que la autora era madre de familia, y por lo tanto encargada de comprar la despensa (las revistas de Selecciones siempre han sido odas a la familia nuclear de clase media). El caso era que la susodicha ama de casa, cada mes o dos, compraba pastel de pollo. Le gustaba el olor, la apariencia. Cuando llegaba con éste a la casa y su familia lo consumía, el veredicto era inclemente: era una porquería. Incluso ella misma concurría, incapaz de explicar por qué lo había comprado mientras le masticaba, seguramente, con la lentitud deliberada y despreciativa de quien come guisado de hospital. Dos meses después y allí estaba de nuevo el pastel de pollo. Era un impulso estúpido, fuera de la razón, aberrante contra la memoria, versión alimenticia del síndrome de Estocolmo. Recurrencia inevitable.

Hace alrededor de un año y medio tuve mi primer encuentro con E. L. James y su multicitada epopeya sadomasoquista. No nos llevamos muy bien. Creía haber dicho todo lo que tenía que decir al respecto con aquel texto (y hasta cierto punto lo sigo creyendo), pero al final el maldito pastel de pollo es irresistible. En la metáfora, claro; no he tocado pastel de pollo real en más de cinco años. Y aquí estoy, pues, haciendo leña del árbol caído; habiendo pensado, quizás, ingenuamente y de nuevo, que la vacuidad de James al menos me haría reír. Pues no, ahora veo que este libro es incluso peor que el primero, y espero ser lo suficientemente fuerte para evitar la tentación del escándalo jamesiano[1] en mis próximos viajes al carrusel de novedades editoriales (Ajá). No, no lo compré, tampoco soy tan estúpido.


La premisa de Grey, ya de entrada, es un sueño dorado para quien busca desacreditar a la autora por ser (que lo es) una vil escribidora de fanfics malos: ¡ya sé, voy a escribir lo mismo pero al revés! No están ustedes para saberlo ni yo para contarlo, pero cuando era un puberto fui activo durante unos meses en un sitio de escritura creativa (al menos así se anunciaba, y yo por eso me inscribí) llamado Mibba. Comencé a escribir historias en Mibba y a publicarlas, y cuando noté que no estaban llamando la atención de casi nadie me avoqué a ver qué era lo que estaba haciendo mal. ¡Qué ciego fui! Todas las historias que ganaban popularidad en el sitio eran fanfics —en aquel momento de Harry Potter, MCR y Panic! at the Disco, principalmente—. Por los breves escarceos que tuve con el género durante esta investigación de campo deduje una curiosa marca distintiva que regresó a mi mente en cuanto supe que este libro iba a existir: la comunidad del fanfic está obsesionada con la perspectiva. Contar lo mismo dos, tres, cuatro veces, desde la perspectiva de él, de ella, del perro o de la mesa. Creo que sucede así porque es una forma de drenar a la historia de su jugo, de explorar tanto las sensaciones de la clásica Mary Sue que ve a su hombre perfecto con ojitos de borrego a medio morir como del hombre en sí, intocable y adonisiaco en su pedestal hasta que la chica —una chica común— lo hace descubrir el amor (esto por citar el escenario fanfic por excelencia). Si es un lugar común decir que el fanfic de este tipo es una ilusión o una proyección psicológica, entonces contar lo mismo en ambas perspectivas permite idealizar al objeto de amor tanto externa como internamente; es decir, tanto lo que vemos en él como lo que queremos que piense sobre nosotr@s, lo cual termina por idealizarnos a nosotr@s mism@s.

Dicho así no suena tan mal, y de hecho llegué a ver ejemplos de ello ejecutados, si no con maestría, sí con dignidad. El problema es que la persona promedio que escribe fanfics no cuenta con ningún privilegio a la hora de agarrar la pluma, sino que es sólo un o una fan más, buscando modos de expresarse y encontrando el literario sin saber muy bien cómo éste funciona. Esto lleva a marcadores textuales completamente innecesarios y torpes a la hora de efectuar el cambio de perspectiva, como escribir en una letra de otro color AQUÍ EMPIEZA LA SECCIÓN NARRADA POR HARRY, o cosas por el estilo. Es una de las marcas infalibles para reconocer a un amateur total. ¡Y voilá! Ahí está en el subtítulo de la novela de James: Fifty Shades of Grey as Told by Christian. Ya sabemos, mujer, ya sabemos. Es casi un insulto a la inteligencia del lector. Pero ya habiendo leído (hasta donde pude) el libro, creo que el problema no es tanto que James no confié en sus lectores, sino que genuinamente no tiene idea de cómo se hacen las cosas. Tanto textualmente como en sus anécdotas, Grey parece el trabajo de una persona que, antes que nada, es tonta. O se hace muy bien.

¿Por qué digo que es tonta si hay tantos escritores de bestsellers que, al igual que ella, escriben para el más bajo común denominador, y no diría eso de todos? Pues miren, se supone que ella estudió una carrera de letras, y de verdad no encuentro otra manera para explicarme cómo es que alguien puede hacer eso y creer que algunas de las cosas que están aquí funcionan. Hay un pasaje donde Anastasia, quien, se supone, también estudió letras, queda fascinada con un cuadro que hay en la oficina de Grey. Después de admirarlo por unos segundos, declara: “Eleva lo ordinario a lo extraordinario”. Precisamente la clase de cliché sentimental vacío que la gente que estudia letras pasa años tratando de expurgar de las preconcepciones que sus familias tienen sobre la carrera. Precisamente la clase de cosa que piensa esa gente que cree que estudiar letras es como tener un club de lectura donde uno se reúne a hablar de cuánto nos gustó el libro. ¿Y la reacción de Grey, quien, se supone, también tiene un gusto artístico bastante refinado? Pensar para sus adentros, “Ah, la Srita. Steele es brillante”. No, James, eso no es brillante; es una piedra opaca que pasa por brillo en la mina de carbón que debe ser tu cerebro.

A lo largo del libro, también, James demuestra una total ineptitud para escribir desde la perspectiva de un hombre. Básicamente tomó la perspectiva de 50 Shades, que es decir la de Anastasia —con la misma inseguridad, cursilería y tendencia esquizoide a usar múltiples voces dentro de un punto de vista— y le agregó una maldición cada tres líneas. Así hablan los hombres, ¿no? En las primeras 5 páginas, Grey dice/piensa variaciones de la frase “What the hell…” 4 veces, y así continúa indefinidamente. What the hell was that? Where the hell is it? What the hell are you thinking? etc., etc., lo cual hace preguntarse cómo es que este tipo logró hacerse millonario si, al parecer, las circunstancias enteras de su entorno le desconciertan y tiene la paciencia de un niño de tres años en carretera. Ah, y lo de las voces múltiples. ¿Recuerdan cómo, en 50 Shades, Anastasia entablaba frecuente contacto con un ente dentro de sí misma a quien llamaba “su diosa interior”, además de referirse varias veces a su “subconsciente”? Bueno, pues Grey es hombre, así que había que masculinizar esos apartados de la mentalidad. “¿Cómo piensan los hombres?”, se preguntó James. “¡Con el pene, por supuesto!” El problema es que, como había notado en mi reseña del libro original, la señora no tiene capacidad alguna para introducir símbolos ni motivos sin usarlos del modo más craso y obvio que se pueda. Quisiera estar bromeando, pero vean:



Y por último, está el sexo. Siendo que este libro está escrito en la perspectiva de Grey, una parte muy pequeña de mí pensó que quizá por ello ofrecería una explicación a una de mis dudas principales sobre 50 Shades: ¿por qué cada acto sexual dura como media página? ¿tiene Christian algún problemita del cual no nos hayamos enterado o que Anastasia haya omitido en su libro? Pero no; como todo en esta saga, la respuesta es más inquietante y dolorosa: parece ser que, de plano, James cree que el sexo no puede llegar más lejos. No entiendo. Si se supone que esto es literatura erótica, entonces debería llevar a sus lectores (aunque admito que estoy muy alejado del demográfico usual para el libro) hasta el paroxismo de la excitación, ¿no? ¿Cómo se excita uno si el tipo todavía ni acaba de empezar cuando ya acabó? Digo, tampoco es que una mayor duración y creatividad hubiesen ayudado a un texto con lenguaje como “Ambos estamos sudados y en un baño húmedo, pero no quisiera estar en otro lugar” o “Es tan hermosa. Y, ¡carajo!, eso estuvo para perder la cabeza”, pero sería un buen principio.

Así que bueno, ahí está, otro desastre más. La verdad esto ya no me preocupa tanto porque la novedad del asunto ya pasó, y el mercado dicta que lo más probable es que a este libro no le vaya tan bien como a los otros y James tenga que buscarse un trabajo, o al menos una nueva historia, en unos cuantos años. Pero bueno, por lo pronto aquí lo tenemos, haciendo bulto en la entrada de todos los Gandhi y los Sótano. Ya sólo queda reír. Vayan a la librería, siéntense en un sillón —si los hay—, hojeen el libro y ríanse un rato. Hay un bono si quieren ser escritores, porque les subirá el autoestima. “De pronto mis mugrosos cuentos ya no se ven tan mal, ¿eh?”, piensan allí arrellanados, quizá con un latté en la mano. Tengan cuidado: si se les cae en el libro lo van a tener que comprar. Después levántense y compren otra cosa, algo de, no sé, Calvino, Camus, quien sea. O no. Si quieren váyanse de la librería y lean los folletos que les dan en la calle, hay unos que atrapan más la imaginación que esto. Y si ya de plano lo que quieren es pornografía, pues para eso está el internet. Hasta les doy permiso de que usen la misma pestaña donde están leyendo esta reseña, sólo con tal de que prometan —prometamos, todos— no dar nuestro dinero a sanguijuelas editoriales de esta calaña.





[1] Con perdón de William y Henry James.


10 comentarios:

  1. Nunca subestimes a la gente simplona (por no ofender). Si compraron su libro anterior es porque vendía porno, una historia pitera y no representaba ningún reto leerlo. Éste tiene porno, la misma historia pitera y con ver la imagen del texto subrayado es un hecho que el libro, ya no sólo no representa ningún reto, sino que es estúpido. Y la estupidez es como una pandemia.

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  2. ¿Qué se puede decir? no se si sentir lástima o condescendencia (de quienes gustan de este libro) Aunque ambos sentimientos me resultan terribles y no sé si estoy siendo demasiado duro pero la literatura me apasiona me disculpo si es el caso. Admiro tu capacidad de digerir esta bazofia, ya que me costaría hacer crítica de algo que me resulta intratable. Me gusta esta crítica por que no es pretenciosa, es puntual y específica. Visitaré tu blog mas seguido. felicidades.

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  3. Muy errado, E L James no estudió Letras. De ahí que utilice todas aquellas frases.

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    1. Volví a checar y tienes razón, estudió historia. Tampoco son tan diferentes como parecen, ¿eh? Muchas lecturas y exploraciones teóricas son las mismas. Saludos.

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  4. Tenía una ínfima, muy ínfima curiosidad por leer 50 sombras, solo para poder tener mi propia opinión, no repetir: "es un esmirro pseudoerótico muy mal escrito" y cosas así, solo porque otros dicen eso. Pero luego del trailer honesto, se me quitaron las ganas (que no eran muchas igual). https://www.youtube.com/watch?v=Ls6nLfMKqWk

    A propósito de ser fanfiction, he recordado Sol de medianoche y, al menos, es más entretenida que Crepúsculo: la perspectiva de Edward es un poquito más centrada y madura que la de Bella (es un inmortal de más de 100 años, o sea...). Es sufrible y se retuerce, como toda la saga, pero más entretenida. Al menos Meyer, en mi opinión, sí logró algo mejor con ese libro, enderezó la historia lo suficiente como para leerla sin sentir toda esa espuma que exuda la saga en sí y que tanto fanático motivó.

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  5. No se el motivo del porque pienso esto, pero siento que esta mujer en un momento de su vida, dará un comunicado diciendo la verdad acerca de su libro, que su única intención -además de hacerse millonaria y famosa- era comprobar que tan idealista y utópicas pueden ser las personas en si, que todo fue una forma de verificar que aun las personas sueñan con la historia del príncipe y la princesa azul, por que al final el libro es solo eso, donde el Pseudo Sadomasoquismo, es solo una tapadera de la verdadera historia sin sentido y falsa en si. Me gusto tu Blog en especial la frase de apertura de blog de Gabriel García Márquez, Saludos.

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    1. Qué curioso, yo tengo la misma fantasía, y no sólo con ella, sino con toda la bandada de autorcillos vendehumo estos. Es un mecanismo de defensa de nuestra arte para tratar de convencernos de que el mundo no es tan malo, pero —si a las pruebas del pasado nos remitimos— creo que los que estamos delirando somos nosotros. Saludos

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  6. Todos tenemos la libertad de expresarnos y de igual manera de leer lo que queramos.
    El problema es cuando las editoriales promueven más el fanfiction y el bestsellers alejando de nuestros ojos a los que en verdad pueden considerarse escritores y como mencionas, dejan los almacenes y bibliotecas a tope y en vitrina a la calle a esos dichosos libros que son y lo digo con respeto, basura.

    En fin, eso por una parte. Lo que quiero compartir es mi crítica a la falta de erotismo (que espero no haber sido el único que pensó que la novela iba hacia ese género y que esperaba más cuchi cuchi que otra cosa, si, así es pura perversión aquí xD).
    Para excitar al lector no hace falta una descripción extensa, corta o media; no hay medida para eso pero lo que si importa es la atmósfera que lo provoca. Cosa que la escritora no supo y dudo que lo sepa hacer (halla estudiado Letras o no).
    Otra falla es la falta de conocimiento y exploración de una persona… por un lado tenemos a un empresario joven millonario y por el otro a una mujer estudiante de literatura inglesa (sino me equivoco) y su primer encuentro es… insípido, no hay alguna fricción, choque de identidad… ¡no sé!.
    No dice nada. (recordé a Shakespeare "Rey Lear" cuando se enamora el Rey de Francia de Cordelia. ¡PUM! diferente, ¿no?)

    Y a humilde opinión, debe de leer más porque plano que no la hace ni si quiera se nota una pizca de sadismo, no se contagia el lector de ese erotismo que se pretende.
    Por favor, es una persona atormentada por placeres destructivos que él no quiere pero que no puede vivir sin ellos.
    Tenemos a Sade si la escritora quería explorar el masoquismo, Bataille, Nabokov, Fadanelli (seudónimo Peggy López para algunas publicaciones), Eduardo A. Parra (el cuento "nadie los vio salir")… no se necesita ir a palabras tan obscenas para estallar la lujuria, el placer, el deseo..
    Ahora es un súper libro que todos leen con su supuesto seudomasoquismo y engañan a la gente… bueno, en fin. hay mucho que decir de éste y muchos libros como el que aquí comentamos.
    Saludos y me gusto tu blog.
    "Coman libros y verduras"

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  7. TE AMO, jajaja, me encanta(s) tú estilo. Tampoco eres Borges pero se pasa. xD Cuando llegue el libro acá (a Venezuela) haré lo del café y eso, al menos aquí puedes lanzar basura en la calle, y seguro el libro lo dejaré por ahí. Insisto, me excitas intelectualmente. xD Me siento grupie al esperar con ansias la próxima reseña. (aunque te confieso, me gustaría saber qué piensas de El Túnel de Sábato, o de Las Intermitencias De La Muerte de Saramago). Saludos.

    P.D: ¿Ya te dije que te amo por cómo escribes? ¿No? ok.

    P.D.2: Te amo por cómo escribes.

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  8. Independientemente de que concuerdo con tu opinión, lo que me motiva a dejar un comentario es esta cómica situación que se presenta entrada tras entrada del blog: gente que viene a decir que tienes razón y que trata de hacerlo intentando escribir con las palabras más elevadas que se le vienen a la mente para que no vayas; tú, un perfecto desconocido y a quien le beneficia la popularidad en redes sociales; a pensar que son lerdos o a reprobarles como seres pensantes, y lo hacen con faltas de ortografía. Será que soy simplona, pero la situación despierta legítima socarronería en mí.

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