martes, 26 de enero de 2016

El mal de Montano

-Enrique Vila-Matas [España]
-Primera edición: 2002
-Novela

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Termino de citar a Piglia y constato que vivo rodeado de citas de libros y de autores. Soy un enfermo de literatura. De seguir así, esto podría acabar tragándome, como un pelele dentro de un remolino, hasta hacer que me pierda en sus comarcas sin límites. Me asfixia cada día más la literatura, a mis cincuenta años me angustia pensar que mi destino sea acabar convirtiéndome en un diccionario ambulante de citas.

Admito que estoy haciendo trampa, o al menos subvirtiendo las reglas un poco. Se supone que este mes el blog dedicaría su esfuerzo a reseñar obras que trataran con enfermedades mentales y su tratamiento. Comparado con los otros libros a los que nos hemos acercado este mes, y los que todavía nos faltan, el de Vila-Matas es sin duda la oveja negra. Para empezar, es la única novela de fin completamente artístico que enlistaremos este mes. No es un libro de ensayos clínicos, ni una crónica, ni una novela de tintes didácticos. No se habla en ella de esquizofrenia, de compulsiones, de desórdenes evasivos ni de psicosis. Al menos no con esos nombres. Porque, la verdad sea dicha, es que las características del texto sí llegan a rozar dichas patologías. Acotando, El mal de Montano está aquí no porque lidie con o busque explicar la enfermedad mental en términos explícitos, sino porque es, de suyo, un texto demencial —impredecible, cambiante, imposible de asir y sin embargo definido por algunas recurrencias y pesadas obsesiones. En fin, es una locura.

Ya habrán notado (y si no se los repito ahora) que definí al texto como una novela de fines completamente artísticos. Esa última palabra es importante. No puedo decir “literarios”, porque al final los ensayos y las crónicas también son literatura. Y definitivamente no puedo decir “creativos”, porque éste no es un libro que cree, sino uno que hurga, que recicla, que extrae su discurso en gran parte de lo que ya está ahí, tal como Roland Barthes entendiera el proceso de escritura en su obra teórica S/Z. Pero allí donde Barthes ve una condición básica para la existencia de literatura moderna, Vila-Matas ve un peligro, una obsesión en la mente lectora que raya —¡al fin!— en la enfermedad mental. Y es que eso es la literatura en exceso, sugiere el libro. Un mal. Una obsesión que te hace regresar siempre a lo que ya leíste, que te obliga cada día a leer más, y que termina, si uno se descuida, por bloquear la creatividad propia, por dejarnos atrapados en ese mundo platónico de las cosas intangibles. Y sin embargo, también es algo irresistible. Todos sabemos que vamos a morir jóvenes si comemos demasiadas hamburguesas o fumamos cuatro cajetillas al día, pero muchos arguyen que si uno no puede hacerlo la cosa no vale la pena. El vicio sazona la vida. Pues así con la literatura.

Nadie duda, a estas alturas, que ser escritor es fracasar.

Cuando el libro inicia, nos encontramos ante la historia de un reputado crítico literario quien va a Nantes para visitar a su hijo, llamado Montano, quien a su vez es un novelista. Sin embargo, los impulsos creativos de Montano se encuentran completamente bloqueados después de la conclusión de su última obra, una novela sobre los escritores que, a lo largo de la historia, han decidido abandonar la literatura. Ya aquí se enreda, por primera vez, la realidad con la ficción, puesto que tal novela es, a todas luces, una alusión al libro anterior de Vila-Matas, Bartleby y compañía, publicado en 2001. El caso es que Montano no sólo está bloqueado, sino obsesionado con la literatura hasta un punto inquietante, patológico, y su padre (quien admite estar enfermo de lo mismo) comienza a preocuparse de que Montano esté pensando seguir los pasos de un personaje específico, Hamlet, y terminar con su vida debido a un viejo rencor familiar.

Pero esta historia no es tan simple como hacer una sinopsis y ya. Su realidad y su coherencia se verán comprometidas una y otra vez durante la narración, mientras Vila-Matas construye pequeños espacios de verosimilitud sólo para hacerlos explotar una y otra vez y reírse de nosotros, de nuestra credulidad decimonónica en la firmeza de las historias. En el dibujo y el desdibujo constante de los personajes y los espacios de la novela, el escritor barcelonés logra indagar en la pérdida de la personalidad, en su carácter inestable y cambiante y, sobre todo, en su tendencia a desaparecer en los placeres del escapismo (en este caso literario). Si este narrador y su esposa y su hijo pueden fluir dentro y fuera de la existencia de tal modo, el lector termina por preguntarse quién es uno mismo entonces. ¿Acaso uno habita ficciones efímeras, como los personajes, o incluso es una ficción efímera en sí? ¿Qué es lo que me distingue como persona real, aparte de mi nombre? De manera intrigante, el libro comienza con el crítico literario hablando del concepto de los dobles, o doppelgänger, usando como excusa su aparición en una novela ficticia que, según, le recomendó su hijo. De repente, el narrador suelta una sentencia que bien podría servir para resumir El mal de Montano, dado que su naturaleza multiforme me impide hacerlo del modo usual sin spoilearles demasiado. La sentencia va así: “Quizá la literatura sea eso: inventar otra vida que bien pudiera ser la nuestra, inventar un doble”. El problema es que Vila Matas no se conforma con un doble; los multiplica descaradamente por 316 páginas en afán de desaparecer, de encarnarse por completo en fantasía, en literatura,[1] en convertir a su persona en un mapa de lo literario. En cuanto a enfermedad mental se refiere, quizá les parezca de lo más suave o pintoresco, y quizá tengan razón, pero en cuanto a sus resultados textuales es de lo más interesante.

Otro de los adjetivos que saltan a la mente cuando uno habla de este libro es “conflictivo”. No sólo nos confronta con múltiples realidades ficcionales, y desestabiliza con ello nuestra percepción, sino que no tiene moraleja aparente. Miren, a pesar de lo abstracto que puede parecer este libro, es innegable que “el mal de Montano”, que es decir la obsesión con regurgitar citas de autores cada cinco minutos, con filtrar nuestra experiencia de vida siempre a través de sus palabras, es una enfermedad real, y tremendamente común entre la gente que se dedica a las letras, o incluso entre los que sólo las aman. Yo mismo soy algo así como un enfermo. Y el libro me pone en conflicto porque, al final, no sé si aplaudir o renegar ante la desaparición de la identidad propia entre el mar de la literatura —tesis central del texto—, siendo que ésta equivale a un triunfo de la enfermedad. No sé si Vila-Matas está acusando un síndrome que carcome la potencialidad creativa de los lectores asiduos, o si más bien su libro es un guiño, una confesión de la enfermedad propia expresada con la esperanza de que nosotros respondamos “Sí, yo igual, yo sé lo que es eso”, y sigamos con nuestras quijotescas vidas. Puede que esté haciendo ambas cosas. O incluso más. Y es que éste es un libro así, con múltiples entradas, salidas y formas de entender el trayecto. Acusación. Confesión. Diario. Novela. Diccionario de citas. Laberinto. Al mismo tiempo declaración de guerra y carta de amor a la literatura. Uno casi puede sentir a Borges sonriendo gustoso dentro de nuestro pecho.

Ya no tengo tantos complejos de enfermo de literatura como cuando, por ejemplo, llegué a Nantes en noviembre del año pasado. Por eso ahora puedo decir tranquilamente que, entre la vida y los libros, me quedo con éstos, que me ayudan a entenderla. La literatura me ha permitido siempre comprender la vida. Pero precisamente por eso me deja fuera de ella. Lo digo en serio: está bien así.

Para completar:
-Kis, Danilo. La enciclopedia de los muertos.
-Musil, Robert. El hombre sin atributos o Las tribulaciones del estudiante Törless.
-Valery, Paul. Monsieur Teste.
-Canetti, Elias. Auto de fe.




[1] El libro tiene un epígrafe del francés Maurice Blanchot, que reza: “¿Cómo haremos para desaparecer?” A lo largo de la novela, ese parece ser el objetivo principal del protagonista (¿o los protagonistas?). Dejar atrás la identidad personal y el mundo tangible para fundirse en uno con la literatura. Lo que no se resuelve es si eso es bueno o malo.

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