jueves, 14 de enero de 2016

I Know This Much is True


  •       Wally Lamb [U.S.A.] 
  •       Primera edición: 1998
  •       Novela
⋆⋆⋆1/2

Ocasionalmente, alguien se mejora en Hatch. Le dan de alta. Pero eso tiende a suceder a pesar de las cosas. Para la mayoría de los pacientes, la puerta sólo se abre hacia un lado, y al pueblo de Three Rivers eso le parece perfecto. A la mayoría de la gente aquí no le importa tanto la rehabilitación como el aislamiento de los dementes y fenómenos —mantener al estrangulador de Boston y al “Hijo de Sam” fuera de las calles, contener a Norman Bates dentro del hotel Hatch— .[1]

De los buenos libros puede uno salir con respuestas o no, pero jamás saldrá sin preguntas. Éste, un buen libro a todas luces, no es la excepción. Elegí reseñar esta novela, que aparentemente no tiene traducción al español, porque lidia con el mismo ominoso tema que nuestro autor del mes, Oliver Sacks: la enfermedad mental. Siendo así, ya podrán imaginar algunas de las preguntas que I Know This Much is True deja como estela tras su lectura. “¿Qué es normal y qué es inaceptable?”, por ejemplo, la cual es, quizás, la pregunta más gorda y explorada del tema. Pero hay otras también. ¿Cómo logra uno vivir con la enfermedad mental dentro, o bien al lado de alguien que la lleva? ¿Qué tan profundos traumas deja, y qué tanto estamos preparados para curarlos? ¿Cuánta es la importancia de la familia y la fraternidad ante este mal? Todas ellas cuestiones de peso, y que constituyen algo así como el núcleo de ideas que buscamos discutir este mes en el blog.

Pero hay otra cuestión en juego dentro de la novela de Wally Lamb, y es una que me duele un poco admitir, porque este es un libro valioso, y uno que —aparte— me costó bastante trabajo conseguir en nuestro país. Es otra pregunta. ¿Qué tan malo puede ser un libro, y seguir siendo bueno? Lo sé, es extraño, pero es una cuestión válida e interesante para explorar, creo. ¿Dónde marcamos la frontera entre un libro que vale la pena y uno que no? ¿Hay libros en los que algún aspecto formal de importancia normalmente suprema a la hora de juzgar literatura (la belleza, digamos) pueda ser subordinado a otro aspecto, uno de apariencia tan mundana y con tan poco crédito en nuestros tiempos como es “la moraleja”? Pasar por este libro resulta interesante no sólo por lo que deja en el lector, sino porque, en el recorrido, presenta características que obligan a tomar decisiones en la manera de valorar y leer. A veces esas decisiones son rudas. A veces uno quiere aventar el libro por la ventana. Pero perseveré, y aquí está lo que he rescatado.

Cuando regresamos [al asilo] y la enfermera nocturna escoltó a Thomas a su cuarto, él se volteó de pronto y dijo, “Ese es el problema con la supervivencia del más apto, ¿no, Dominick? El cadáver a tus pies. Esa pequeña inconveniencia”. Hasta el día de hoy, esas palabras han sido un misterio para mí. Todavía no puedo decidir si era su locura o su razón hablando.

I Know This Much is True es la historia de Dominick Birdsey, un tipo con muchos problemas. Su madre murió hace poco, dejándole vivo a un padrastro cuyos abusos de antaño nunca ha podido perdonar. También puede presumir de un matrimonio que implotó después de la muerte súbita de su hija pequeña, y de una subsecuente crisis existencial que lo lleva a dejar su carrera de profesor y convertirse en pintor de brocha gorda. Por si fuera poco, y este es el verdadero centro de todo, cuenta con un hermano gemelo, Thomas, quien desde los 19 años ha vivido semi-enclaustrado, víctima de una espiral de deterioro causada por esquizofrenia paranoide. En cuanto a anécdota se refiere, es la obsesión de Thomas con un verso de la Biblia la que desencadena todo, al llevarle a amputarse una mano con un cuchillo en una biblioteca pública durante uno de sus permisos para ir a la ciudad. Esto obliga a las autoridades a declararle ya no sólo desequilibrado, sino peligroso, y trasladarlo a un lúgubre hospital de máxima seguridad. Dominick, por supuesto, trata de sacarlo de allí y regresarlo al asilo un tanto más apacible donde solía estar internado; en el camino conoce e intima con parte del personal psiquiátrico del hospital de máxima seguridad, con cuya influencia emprende un proceso terapéutico propio, en busca de un mejor entendimiento de su identidad e historia familiar. En busca de la cura para el resentimiento que conlleva tener que cuidar a su hermano por siempre, también.

Suena a melodrama, ¿no? Bueno, pues allí está el problema: lo es. Es un melodrama bien hecho, y que toca temas de mucha más importancia que la novela de las 9, pero al final varias de las técnicas son similares, y sí termina por afectar el involucramiento que uno tiene con la historia. Dos cosas, en particular, me molestan. 1) Las voces de los personajes, sobre todo de Dominick (que es el narrador principal), están sobreactuadas. Sus diálogos y pensamientos no se desarrollan con naturalidad, sino que Lamb abusa de las cursivas en un afán de enfatizar lo importante hasta un punto donde uno siente que lo llevan demasiado de la manita; que a las tendencias didácticas del libro se les pasó la mano. 2) Complementando esta misma idea, tenemos que uno de los personajes (la doctora Patel, psiquiatra y terapeuta) funciona prácticamente como repositorio de todas las opiniones que Lamb considera correctas. Más que un personaje, es un ente abstracto cuyo objetivo es tener siempre la razón y regañar a los demás hasta que hagan lo que ella dice. Su presencia es especialmente decepcionante porque aparece como una solitaria voz mandona y antipáticamente “perfecta” entre un universo de personajes (es un libro largo) que funcionaban muy bien sin ella; que tenían fallas y encantos y motivaciones muy humanos, aparte de una historia bien planeada y entretenida.[2]

Estas dos características del libro terminan por hacerle sentir un tanto moralino y aleccionador. Dije al principio de esta reseña que los buenos libros siempre plantean preguntas. El gran problema con I Know This Much is True es que sí plantea preguntas, pero se conduce como si todas tuvieran respuesta, una respuesta definitiva y obvia que el autor nos hará el favor de explicar con manzanitas. Y no sé ustedes, pero yo prefiero los libros que, más que tratar de enseñarme una lección, me confrontan simplemente con los demonios, y me dejan tomar una decisión propia.

¿Pero podemos culpar a Wally Lamb por intentar lo que intenta? ¿Debemos ser tan duros porque haya tratado de dar una lección moral en un campo de la experiencia humana en donde, sinceramente, una buena dosis de ética sí se necesita? Podemos reírnos de Tolstoi, por ejemplo, por demonizar al sexo y a la música en su Sonata a Kreutzer, porque esa es una supuesta lección moral que no nos sirve. Pero cuando un novelista usa sus bastante desarrollados dones en cuanto a creación de trama para sugerir que tratemos a nuestros enfermos mentales con más compasión y humanidad, sin reducirlos a mecanismos fisiológicos ni esperar que se curen por fuerza de voluntad, ¿realmente podemos descartarlo todo porque un personaje nos caiga mal, o el lenguaje sea pesado? Creo que no; creo que estaríamos cometiendo un error craso al descartar este libro por sus defectos formales, porque al final cuenta con una virtud enorme y definitiva: la nobleza. Puede que nos parezca obvio decir “trata mejor a tus enfermos mentales”, pero la realidad es que no actuamos como si lo fuera. Y si una novela imperfecta debe venir a hacer de bofetada para despertarnos de ese letargo, me alegro de que así sea. Pienso que, en cuanto a salud mental, queda mucho por explorar en la literatura, y estoy seguro de que hay y habrá mejores novelas que ésta para entrar en el tema, pero al final, a pesar de que mi edición del libro cuenta con casi 900 páginas, puedo decir que no perdí mi tiempo, lo cual ya es bastante. Quisiera que la novela no hubiera intentado enseñarme las cosas de un modo tan pesado y obvio, pero al final sí aprendí parte de la lección. Y eso importa. ¿No?





[1] Todas esas personas son asesinos en serie, por si no lo saben.

[2] Eso sí puedo decir: me he concentrado bastante en los defectos del libro, pero aburrido no es. De hecho, si están buscando una lectura fácil (aunque no ligera), con una trama bien pensada, catarsis emocional y un buen mensaje, este libro es perfecto. Dado que no hay traducción, ésta es la clase de obra que recomendaría a alguien que apenas busca dar el paso a la lectura de libros “serios” en inglés tras llegar a un dominio adecuado del idioma o pasar por algunas lecturas de Young Adult.

Disponible por Amazon, Mixup o Gandhi, importado.

Para completar:
- Goffman, Erving. Internados: Ensayos Sobre la Situacion Social de los Enfermos Mentales.
- Earley, Pete. Crazy: A Father's Search Through America's Mental Health Madness.
- Gilliam, Terry (dir.). The Fisher King. (1991, película)

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