-Primera edición: 1983
-Novela
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Ojala hubieras compartido mi
niñez; me encantaría recordarte en el salón escarlata, tan fragante en verano
con el aroma de las rosas y cálido en invierno con la leña que traía Tim Paddy.
Libros de aritmética y gramática yacían posados sobre una mesa oval cada
mañana, tinta roja en un tintero, negra en el otro. En aquél pasado distante ni
siquiera sabía que tú existieses.
Hoy es 14 de febrero, y si la
están pasando mal les recomiendo que cierren la página y se pongan a ver memes.
¿Por qué? Porque Fools of Fortune[1]
es una novela con la que se sentirán aún peor. Incluso si ésta es una sencilla
reseña en la que no pretendo darles demasiados detalles, pues sería arruinarles
todos los horribles giros dramáticos, no recomiendo que lean esta cosa si están
muy susceptibles. Digo, tampoco es que vayan a tener muchas oportunidades de
leerla, pues es una joya poco apreciada que casi no se consigue en español… de
hecho, no me consta que esté traducida. Pero si tienen un nivel de inglés
respetable pueden descargarla desde un torrent y disfrutar de su maravilloso
contenido, el cual incluye muertes, incendios, locura y venganzas sangrientas,
con todo y una historia de amor en medio.
Puede que lo anterior les haga
pensar que esta historia es muy cliché y no se pierden de nada nuevo, pero se
equivocan. Como ya se dijo en la semblanza, leer a Trevor nunca es un
desperdicio, porque el hombre tiene una capacidad maravillosa para relatar
historias, aun cuando creemos saber qué va a pasar. Además, en buena medida, lo
que sea que imaginen que va a pasar, no se acerca a lo que en realidad sucede,
porque la narrativa parece seguir los reglamentos de un thriller, donde el
suspenso se mantiene hasta la última página y los resultados son casi
imposibles de imaginar. Siendo franca, este suspenso, que se sustenta con
cambios de voz y enfoque narrativos, así como saltos temporales, es lo más
moderno con lo que se van a encontrar en la historia, pues Trevor es un
escritor “a la antigua”, por decirlo de alguna forma. No hay mayor misterio en
su historia que el de narrarla puntualmente, con todos los detalles que se
necesiten para que el lector se adentre en el abismo al que ha enviado a sus
personajes. Al final, lo que nos queda no es sólo una historia entretenida,
sino verosímil y sumamente humana. Pero la verdad es que sólo les estoy
diciendo todo esto porque no tengo idea de cómo empezar, pues cualquier detalle
que se me escape podría arruinarles una de las mejores lecturas que van a tener
en sus vidas. Supongo que las generalidades se inventaron para estos casos, así
que comencemos por ahí.
A los irlandeses nos intrigan,
mi padre solía decir, las historias con algún grado de irrealidad.
La historia
sucede en Irlanda, en la segunda década del siglo XX; 1918, siendo más exactos.
Aunque la Primera Guerra Mundial se encuentra presente en este momento, no es
de especial relevancia histórica para nuestros personajes, pues ellos están inmersos
en un momento menos conocido pero no por ello menos importante: la
independencia irlandesa (también conocida como la Guerra anglo-irlandesa). Para
quienes no son muy versados al respecto de este tema, el resumen básico es que
los ingleses fueron unas terribles personas con los irlandeses durante ochocientos
años. Los conquistaron, los saquearon y los mataron de hambre. El pueblo
irlandés estuvo hundido en la miseria y el horror hasta 1919, año en el que el
ejército republicano irlandés se levantó en armas y dio paso a la formación de
un país independiente llamado Estado Libre Irlandés. Aunque se cuente fácil,
las cosas no lo fueron tanto, pues una buena parte del territorio quedó en
manos de los ingleses (Irlanda del Norte) y hubo más de una muerte innecesaria
en el proceso, pues incluso los bandos independentistas estaban divididos.[2]
En un intento por detener el creciente movimiento nacionalista, los ingleses
enviaron a los “Black & Tans”, una especie de policía que patrullaba los
condados y exterminaba a quienes ayudaran a los rebeldes.
Cuando él y
Marianne se vuelven a encontrar, la inocencia ha desaparecido por completo:
Willie ha sido expulsado del paraíso. En este punto, la narración cambia y le
pertenece ahora a la joven, quien ya no encuentra a aquel niño dulce que amó,
sino a un hombre que se hunde en la tristeza. Los campos han desaparecido,
junto con el molino, y Willie recorre una mohosa ciudad donde es ajeno. De su
familia sólo queda su madre, quien intenta apagar su dolor bebiendo todo el
alcohol que puede conseguir. Es ella la primera víctima de la locura, pues es
perseguida por las pesadillas y el odio al hombre que causo toda su desgracia.
Pero al igual que su esposo, ella no tenía ninguna culpa de lo que sucedió.
Tampoco tuvieron culpa Willie ni Marianne, pero aun así pagaron caro el ser
parte de un momento histórico determinados. Nadie tiene la culpa de que los “Black & Tans” viesen a
Collins ser recibido por el señor Quinton. Fue un error inocente, un tropiezo
accidental. No hubo malicia en sus acciones, pero aun así hubo un castigo
terrible que alcanzó a una generación que no había nacido siquiera. Imelda es
la última en narrarnos los acontecimientos, y busca desesperadamente saber la
suerte de padre, o entender la soledad de su madre. Ella no sabe quién es
Michael Collins, ni por qué la mitad de la casa en la que vive está calcinada,
no sabe por qué murmura la gente al verla pasar. Ella es el último eslabón de
una cadena llena de escarmientos innecesarios. Todos fueron castigados por la
fortuna, una presencia caprichosa que condena a ciegas, incluso a quienes no lo
merecen.
Un evento
aleatorio cambia y destruye la vida de tres generaciones, y nadie tiene el
control ni el poder para cambiar esta suerte. Como lector, sólo puedes
presenciar una caída tras otra, y eres incapaz de detener el torbellino en el
que se han sumergido todos. Resulta descorazonador ver la frase “pagaran justos
por pecadores” ser llevada a tales extremos. Pero la mano de Trevor no tiembla,
no se arrepiente de su obra en el último momento y rescata a todos. Tal vez esto
sea lo que más aprecie de él, sobretodo
en este trabajo, el hecho de que lo ejecute todo hasta la última de las
consecuencias, y que nos someta así a los caprichosos de una fuerza
inescrutable. Incluso podemos ver esto reflejado en sus personajes, pues la vida
los arrastra a los peores desenlaces, pero no se arrepienten de lo que hacen. El
resultado es deprimente, incluso frustrante, lo admito, pero también es
catártico. Pocas lecturas resultan tan satisfactorias, tanto a nivel técnico
como espiritual, pues son muchas las marcas que puede dejar una obra de este
tipo.
Imelda Quinton es mi nombre, Irlanda es mi nación.
Un hogar calcinado es mi morada, el Cielo es mi destino.
[1]
Según la siempre confiable Wikipedia, hay una traducción al español de esta
novela, pero en ningún lado encuentro cómo se tradujo el título. Por alguna
razón, pongo Tontos de la fortuna en
el buscador y me aparecen videos de Laura Bozzo.
[2]
Además de que las cosas no concluyeron del todo hasta casi noventa años
después, pues continuó habiendo atentados y masacres durante el final del siglo
XX y principios del XXI.
[3]
Irlanda es principalmente católica, el protestantismo llegó por parte de los
ingleses, quienes intentaron instaurarlo con poco éxito. Irlanda del Norte es
principalmente protestante, pero el resto se caracteriza por el catolicismo, y
a los protestantes se les llegaba a acusar de traidores, pues habían cambiado
de religión a cambio de un puñado de papas.
[4]
Sí, bueno, es 1900. Aquí nadie se asusta de que te enamores de tu primo
hermano, pero ponte un vestido que no cubra tus tobillos y serás expulsada de
la familia.
[5]
Uno de los principales líderes del movimiento nacionalista. De hecho, fue el
primer líder y precursor de las guerrillas urbanas en Irlanda.
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